Matrimonio en las Vegas
Matrimonio en las Vegas
Por: Hernández Isabella
Episodio 1

Las parpadeantes luces de colores brillantes y el volumen alto de la música que retumbaba en las paredes de aquel club incitaban a todos los que adentro se encontraban a mover sus cuerpos, frotándose, saltando y cantando. Unos más ebrios que otros danzaban sobre la barra, quitándose la ropa, otros estaban en una esquina teniendo relaciones sexuales con ropa como si no hubiese hoteles en esta ciudad. El olor del cigarrillo y otras drogas que no reconocía impregnaba todo el lugar.

Sí, la hermosa y perversa ciudad de Las Vegas.

— Vamos Grace, que hoy es nuestro día.

Seguí a Jane -mi mejor amiga- que se abría camino entre los cuerpos sudorosos, algunos aprovechándose y tocando más de la cuenta pues girarme a encararlos era prácticamente imposible cuando no sabía quién pudo haber sido. Cuando por fin pude llegar a la barra, Jane ya tenía en su poder dos vasos de no sé qué sustancia.

— Brindemos cariño porque por fin nos graduamos y además porque —alzó su vaso— lo que pasa en las Vegas

— Se queda en las Vegas — completé chocando los vasos para luego hacer un fondo limpio—.

El sonido de la ducha llegó a mis oídos, escuchar cada gota caer taladraba mi cabeza a cada segundo. La almohada amortiguó un poco el sonido, sin embargo, aún no era suficiente, me quejé e intenté sentarme en la cama.

Estúpida Jane Hill y sus duchas demasiado tempranas para mi gusto.

Mi mano fue a mi cabeza en el momento en el que el dolor se hizo más intenso.

Prometo nunca más volver a tomar como lo hice ayer.

El ruido se detuvo y esperé encontrar a Jane saliendo envuelta por su bata rosa chillón, pero eso no sucedió. Mis ojos veían algo completamente diferente.

¿Qué m****a me metí anoche? Ya empezaba a ver ángeles caídos.

— Veo que ya despertaste —dijo secándose el cabello con una toalla—.

— ¿Qué rayos haces aquí?

— Es mi departamento, querida. Si alguien está invadiendo propiedad privada, claramente, no soy yo —miré a mi alrededor fijándome que no estaba en mi habitación y lo miré nuevamente—.

Vamos Grace, no bajes tu mirada, no sigas ese camino que las gotas de agua recorren hasta perderse en la perfecta V al final de su abdomen.

— Entonces, ¿Qué rayos hago aquí? —replantée la pregunta—.

— Pues anoche bebiste demasiado, te lanzaste a mis brazos cuando pasé a tu lado y casualmente me pediste que te folle duro contra la pared. Claramente como todo un caballero primero te ofrecí un trago, bailamos un poco, fuimos a una capilla donde realizan matrimonios express y después de dar el "Sí, acepto" frente a ese hombre disfrazado de Elvis Presley, cumplí tu requerimiento y te follé duro contra la pared, exactamente esa que está ahí —señaló la pared a un lado de la puerta del baño—. Ya sabes, algo que pasa normalmente.

No me sorprendería tener la mandíbula dislocada en este momento, no podía creer todo lo que me había dicho. Parpadeé asimilando la situación.

— Esto tiene que ser una broma.

Me levanté tan rápido que un fuerte mareo se apoderó de mí, antes de que pudiera besar el suelo, aquel dios griego me tomó de la cintura, notando en ese momento que me encontraba como Dios me trajo al mundo.

Chillé y corrí al baño, las arcadas se apoderaron de mí y boté todo lo que había comido. Unas manos sostuvieron mi cabello.

— Vamos cariño, debes calmarte.

Jalé de la palanca y temblorosa me puse de pie.

— ¿Cómo demonios quieres que me calme? ¿Acaso eres estúpido? No vas por el mundo entregándole tu virginidad al primero que se te cruce y mucho menos contrayendo matrimonio Eres ¡Eres un oportunista!

— Guao, espera. ¿Oportunista yo? Te recuerdo que tú fuiste la que se lanzó a mis brazos.

— ¡Pero no para casarme contigo, imbécil!

Corrí a la habitación a buscar mi ropa, sólo  encontré mi vestido y tacones. Maldije, a este punto no me importaba salir sin ropa interior.

— Relájate, fiera —me tomó del brazo jalándome hacia él—. Que carácter tan explosivo que cargas, sólo estaba bromeando.

Sentí mi cara enrojecer de coraje.

— ¡Eres un idiota! Me largo de aquí.

Con los zapatos en mano salí de aquella estúpida habitación. El enojo se estaba apoderando de mí, sin embargo, por otro lado, estaba la calma de saber que no estoy casada con un imbécil, guapo si, pero imbécil al fin.

Gimoteé al pensar que ya no era virgen ¿Qué opinaría mi mamá sobre esto? Por supuesto, no estaría orgullosa.

En el ascensor pude ponerme los zapatos, sintiéndome muy incómoda por ir sin nada debajo del diminuto vestido. Seguramente llevaba la peor pinta del mundo y por eso todos me miraban como si de un fenómeno se tratase.

¿Acaso nunca vieron a una mujer con resaca saliendo despavorida de un hotel?, creí que en Las Vegas era normal.

No sé si tomarlo como suerte o no, pero este lugar no quedaba muy lejos de donde Jane y yo estábamos hospedadas.

¡Jane!

Sin duda, mejor amiga que ella no existía, había dejado que me fuera con un completo desconocido.

Llegué en cuestión de minutos, toqué la puerta un millón de veces.

— ¡Mierda! ¿Quién jode tanto? ¿no ven que estoy con una puta resa?

— Sal de aquí, perra —la empujé entrando a la habitación—.

— ¿Uhm? Espera un minuto ¿Qué rayos te sucede?

— Y aún tienes el descaro de preguntar —rodé los ojos—. ¿Cómo fuiste capaz de dejarme ir con un desconocido?

— Para ser la que obtuvo el mejor puntaje en el colegio, eres realmente tonta. ¡Hello! Estamos en una ciudad desconocida.

Caminó hacia la mesa de noche y tomó unas aspirinas, le arrebaté una y me la tragué con un poco de agua.

— ¡Jane! A pesar de eso, sabes que no estuvo bien dejarme ir con cualquiera.

— Pero si aquel papasito fue muy amable, hasta nos invitó los siguientes tragos y además su amigo estaba Pero bueno, ¿Cómo fue? ¿Es bueno en la cama?

— ¡Ash! —me acosté en la cama sintiendo mi cabeza dar vueltas, aunque no tanto como antes—. ¡Eso es lo peor de todo! Ni siquiera recuerdo cómo fue.

— ¡Oh! Lo empiezo a entender, tú estás enojada porque no recuerdas cómo fue ver a ese papasito en todo su esplendor.

Me sonrojé un poco, mi amiga era mucho más abierta para este tipo de cosas, pero yo no, así que el tema podía llegar a incomodarme.

— ¡No seas tarada! Es sólo que fue mi primera vez, no recordarla me decepciona mucho, no era exactamente cómo quería hacerlo.

Si bien es cierto que no era de aquellas chicas que esperaban al matrimonio para tener relaciones sexuales y tampoco me imaginaba algo como un cuento de hadas, con pétalos de rosas en la cama y velas, al menos, me hubiera conformado con recordarlo.

Y sí, secretamente me decepcionaba no recordar a ese hombre encima de mí.

— ¡Pero para eso tenías toda la mañana! nunca debes salir sin un buen mañanero querida —giré los ojos recordando la pequeña escena—. Al parecer no lo aprovechaste, todos estos años enseñándote para nada —se golpeó la frente—. Que decepción.

Reí y me giré poniendo mi cara en mi almohada, sólo quería dormir y olvidar.

— Mi dulce y ya no virgen Grace, recuérdalo Lo que pasa en las Vegas

— Se queda en las Vegas.

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