Episodio 5

Mientras entraba nuevamente al gran edificio no pude evitar recordar aquella clase de ciencias naturales donde nos enseñaron las relaciones entre dos individuos, pensé en el imbécil desposa borrachas y en mí como una relación de simbiosis donde cada uno hacía algo que nos beneficiaba a ambos.

Tomé las escaleras para alargar mi camino, las ganas de dar marcha atrás aumentaban con cada peldaño que subía pero comencé a recordar por qué estaba aquí para darme ánimos.

Vamos Grace, necesitamos el dinero, serán sólo dos meses.

Repetí aquella frase de Jane cómo un mantra hasta que llegué a la puerta del despacho del señor Schmidt.

Alcé mi mano aún indecisa.

Tú puedes hacerlo Grace.

Sólo entras y finges mirarlo con amor.

Sólo serán dos meses y podrás divorciarte.

Suspiré para finalmente tocar la madera. La puerta se abrió mostrándome nuevamente al señor Schmidt, esta vez pude notar lo apuesto que era, seguramente debió ser un rompecorazones durante tu juventud.

— Señorita Davis, la estábamos esperando, pase por favor.

Entré al despacho encontrando a Clarke ya sentado frente al escritorio, nuestros ojos se encontraron y pude notar un destello de alivio en su rostro, seguro pensó que no vendría aunque estuvo a punto de no alejarse de la realidad.

— Cariño, llegaste —se levantó y caminó hacia mí—.

Me tensé cuando su rostro se acercó demasiado al mío.

¿Iba a besarme?

Cerré mis ojos para luego sentir sus labios en la comisura de los míos, sólo fue un pequeño roce pero suficiente para hacer que me sonroje

— Gracias —susurró sobre mis labios—.

— Bueno —alguien carraspeó haciendo que nos separemos de golpe—. Por favor siéntense.

Clarke tomó mi mano para guiarme hasta la silla que estaba a su lado.

— Cuénteme señorita Davis ¿Se encuentra mejor?

— Sí —dije recordando el desmayo—. Creo que no desayunar tuvo consecuencias en mí.

— Oh, lástima, el señor Clarke me comentó que podía tratarse de un embarazo.

Casi me atraganté con mi propia saliva y no pude evitar fulminar con la mirada a mi falso esposo. Su mano apretó la mía intentando calmarme.

— Sé que no querías que nadie supiera —abrió los ojos dándome una indirecta—.

Suspiré. Bien, tenía que calmarme, de ahora en adelante todo lo que se diga será parte de una actuación.

— Sí, no quería ilusionarnos con algo así sin estar cien por ciento segura —miré al señor Schmidt dando la mejor sonrisa que podía poner en este momento—.

Los ojos de él nos observaban fijamente analizando nuestros movimientos y pude ver cómo sospechaba de ambos.

— Bien, sabemos que el señor James Clarke está solicitando su visa permanente en el país y como la ley lo indica, esta puede ser adquirida a través del matrimonio con un estadounidense, eso ambos lo saben ¿cierto?—asentimos—. Entonces también deben saber que si en algún momento se llega a verificar que este matrimonio es falso, usted señor Clarke —señaló al imbécil—. Será expulsado permanentemente del país y usted señorita —me miró—. Corre el riesgo de ir a la cárcel y recibir una multa de doscientos cincuenta mil dólares.

Mi garganta se secó en ese instante ¿En qué m****a me había metido?

— Así que ¿Algo que decir? —su mirada se encontró con la mía—.

Sentí como intentaba meterse en mi mente, él podía descrifrar lo aterrada que estaba por llevar esta mentira y me estaba dando una oportunidad de salir ilesa.

— ¿Señorita Davis? —insistió—. Aún está a tiempo.

Tragué saliva fuertemente.

— Yo —sentí la mirada de James—. Yo realmente lo amo.

Bien, lo dije, ya no hay marcha atrás. Espero no arrepentirme de esto.

— Nuestro matrimonio es real —explicó Clarke—. Entiendo que sea extraño que sucediera en las Vegas y sin testigos pero la verdad que ambos no estábamos en nuestros cinco sentidos y creo que nos amamos tanto que simplemente no aguantamos más y lo hicimos, pero créeme,  amor —esta vez me habló a mí—. Ten por seguro, que tendremos la mejor boda que podrías imaginar.

Sonreí sonrojada.

— Entonces no importará que le haga unas preguntas ¿cierto? Ya que veo que ambos se aman, será sencillo para ustedes.

Me dí en la frente con la palma de mi mano mentalmente, no sabía que tendríamos que hacer esto y ahora sí estábamos fritos, no sabía absolutamente nada de él salvo su nombre y en qué trabaja.

— ¿Cuándo se conocieron? —empezó—.

— Hace dos años.

— Hace tres años.

Ambos nos miramos.

 M****a.

— Es que —dijo nervioso mi esposo—. Lo siento, cariño —lo miré confundida—. La verdad es que te vi por primera vez un año antes de que "accidentalmente" —hizo comillas con sus dedos—. Atropellara a tu perrita.

— Eso es algo intimidante —opinó en abogado—.

Yo diría que turbio, más bien.

Cerré los ojos. Era realmente estúpido para inventar historias. Es decir, si un hombre atropellara a mi mascota, la cual en realidad nunca he tenido por cierto, sólo para ligar conmigo, lo mandaría a la mismísima

— No puedo creer que hayas hecho eso a propósito —abrí la boca indignada—. Pobre mi pequeña Lulú, por tu culpa estuvo un mes con su patita enyesada.

— Chicos —llamó nuestra atención—. Dejen este tema para otro momento, mientras, sigamos.

— Disculpe —lo miré apenada—.

— ¿Cómo fue su primera cita?

— Luego de llevar a Lulú al veterinario para que puedan revisar su patita —contestó antes de que yo pudiera siquiera analizar la pregunta—.

— Oh sí —fingí recordar—. Me invitó a comer helado en señal de que estaba muy "arrepentido".

— Entiendo, ahora díganme ¿Quién generalmente va arriba?

Si mis ojos no estuvieran agarrados por no sé qué, se hubieran salido de mis órbitas en ese instante. El color subió a mis mejillas, esa pregunta me había tomado por sorpresa.

— ¿Es esto necesario? —pregunté apenada—.

— Son sólo preguntas de prueba, algo que ustedes como pareja deberían manejar.

— Uhm, bueno depende señor Schmidt.

Claro, Clarke al rescate.

— Podría ser más explícito.

— Depende de qué tan juguetona esté mi bella esposa.

Era Grace una chica que tenía la cara roja como una grana con un brillo singular, su esposo y el abogado la miraban sin parar y nuestra buena Grace casi se desmayó.

Bien, no soy buena haciendo adaptaciones de canciones.

Grace, nadie en esta habitación -a parte de Clarke- espera que seas virgen, ya eres una mujer casada y experiencia debes tener de sobra, eso se nota con solo ver al papacito que tienes a tu lado, o sea, qué cosas ya te hubiera hecho si

— ¡Basta!

El abogado y imbécil me miraron como si fuera un bicho raro, mi yo interna me estaba jugando una mala pasada en este momento.

— Considero que eso es algo muy personal —aclaré—. Y la verdad me incomoda un poco.

— Entiendo señorita Davis, le pido una disculpa. Creo que ha sido suficiente por el día de hoy.

Agradecí a Dios mentalmente porque este suplicio haya terminado pronto.

— Aún no podemos hacer efectiva su residencia permanente, ya saben, tenemos que seguir investigando, preguntar a sus amigos más cercanos, vecinos, familia revisar su basura —bromeó—. Sólo es rutina para poder verificar que todo sea real pero ya sabemos que no hay problema con eso. 

Sonrió de una manera que me hizo dar escalofríos, este hombre daba miedo por la simple razón de que él ya parecía saber que todo era mentira y sabía que desde hoy no podría vivir en paz porque él no se iba a dar por vencido hasta comprobarlo.

Un simple resbalón, y la caída nos iba a costar incluso, la vida.

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