Episodio 4

— ¿Por qué?

— He vendido el edificio, yo ya estoy muy viejo para estas cosas, así que sólo tomaré el dinero y me iré en unas vacaciones muy largas con mi Margie; el nuevo dueño quiere construir un edificio mucho más moderno.

Hice una mueca, el edificio no era muy nuevo pero tampoco se caía a pedazos, a veces.

Pese a esto era lo suficiente para poder vivir, además de que era el único lugar dentro de nuestras posibilidades económicas, nuestros ahorros de la adolescencia sólo nos alcanzarían para otro mes más en otro lugar. Habíamos intentado buscar trabajo y la respuesta simplemente no llegaba.

— Lo siento chicas, sólo tienen hasta el fin de mes para desalojar éste lugar, fue un gusto conocerlas.

— Igualmente Bill.

Luego de un abrazo de despedida llevamos al señor Peterson hasta la salida.

— ¿Qué vamos a hacer Grace?

— Pues empacar y buscar otro lugar.

— No tenemos dinero.

— Tenemos que conseguir un trabajo.

— Lo hemos intentado por un mes entero y ningún lugar nos acepta.

Luego de un suspiro nos tiramos al sofá, la laptop frente a nosotras aún mostraba la foto de James Clarke.

— ¿Y si?

— No —respondí—

Sabía lo que quería, que me aproveche de la situación y le pida ayuda a Clarke.

— No hay más opciones y él parece tener mucho dinero.

— Aún tenemos siete días para buscar un trabajo.

— Bueno, como digas.

Mi celular sonó haciendo que me despierte, gemí inconforme.

— M****a Grace, apaga ese teléfono son las once de la mañana, necesito dormir.

Me estiré hasta coger el celular que estaba cargando en la pequeña mesita. Mi cabeza dió vueltas al levantarme tan rápido, era un número desconocido. Luego de tropezar con todo e insultar a medio mundo porque me pegué en el dedo chiquito del pie, llegué al salón.

—Sí, sí, ¿Bueno?

— Grace.

Mi respiración se cortó en ese instante, no esperaba escuchar la voz de Clarke a través del teléfono, mi corazón comenzó a latir frenéticamente y odiaba que pasara eso.

— Uhm No, número equivocado.

— ¡Espera! —dijo antes de que pueda colgar—. Sólo abre la puerta.

¿Qué?

Aún con teléfono en mano me acerqué a la puerta y saqué el seguro para abrirla, pestañeé, él enserio estaba aquí.

— Yo Tú ¿Q Qué haces aquí?

— ¿Nerviosa, cariño?

Me empujó abriendose paso en el departamento; bien, ahora andaba como imbécil por su casa ¿o cómo era?

— Deja eso —le quité el portarretratos que contenía una foto mía junto a Jane— Dime qué haces aquí. 

Me miró con los ojos entrecerrados y se acercó lentamente. Parecía un león acechando su presa, un león muy atractivo cabía admitir. Pude apreciarlo un poco mejor y casi gemí al notar lo guapo que era, sus ojos de color como la miel casi llegando a dorados, unas pestañas y cejas muy espesas, nariz recta y esa clase de besos que te daban ganas de labios. Digo, esos labios que te dan ganas de besar a cada instante.

— Amor —tragué fuerte al sentir cómo ponía un mechón tras mi oreja, Grace, dí algo por el amor de Dios—. Te ves muy atractiva con tu cabello despeinado, y la baba en tu mejilla.

Abrí tanto los ojos que casi se me salen, lo empujé lejos y corrí al baño, Clarke comenzó a reírse. Su risa era tan profunda que hacían que partes de mi reaccionaran de una manera No.

Apoyé mi espalda en la puerta. ¡Que vergüenza!

¿Por qué tenían que pasarme éstas cosas?, ese hombre tan guapo me vió en las peores fachas que tenía, observé mi pijama de Bob esponja y casi sollocé, esto no era nada sensual.

Me miré confundida al espejo, yo no tenía que verme sensual frente a él, me convencí para restarle importancia y luego de cepillarme los dientes, lavarme la cara e intentar pasar los dedos por mi cabello para acomodarlo un poco, salí.

Lo encontré viendo por la ventana apoyado en el marco, y su trasero era lo que más me llamaba la atención.

Mmm, que buen culo.

— Gracias, tú también tienes uno muy lindo y bastante grande debo admitir. 

Espera, no me digas que

— Sí, no lo pensaste, lo dijiste y lo último también.

Mis mejillas se sonrojaron nuevamente, Dios, creo que con este hombre pasaré como un tomate el resto de mi vida.

— Olvídalo, dime qué haces aquí o mejor no y sólo lárgate.

Me acerqué a la cocina para prender la máquina de hacer café, trataba de ignorar al tremendo hombre que tenía en mi departamento aunque era casi imposible, especialmente porque podía sentir su respiración en mi nuca.

— ¿No te enseñaron qué es el espacio personal? Tienes todo un departamento para perderte por ahí así que aléjate.

— Bueno —se recostó en la encimera a lado mío—. Primeramente, tu departamento no es para nada grande y en segundo lugar prefiero estar cerca tuyo y ver cómo te sonrojas solamente con mi presencia. Te derrites por mi, admítelo.

— Escucha, si no tienes nada importante que decirme

— Sí, sí, que me largue, me vaya, desaparezca de tu vida, ya entendí —rodó los ojos—. ¿No tienes nada más que decir?

— Sí, dame el divorcio.

— Mmm, me encantaría complacerte cariño, especialmente en otras circunstancias —me dedicó una mirada lasciva—. Pero bueno, las leyes son las leyes así que debes aguantar dos meses más conmigo, claro que si sólo pudieras colaborar un poco, te aseguro que la pasaríamos muy bien.

Mis nervios aumentaban con cada comentario de doble sentido.

— Por favor, Clarke —casi rogué que me hiciera caso y se vaya, no podía con su presencia aquí—.

— Bien, en serio necesito que me ayudes a obtener la residencia permanente.

Pareces tener mucho dinero, ¿Por qué no simplemente te aprovechas de eso?

— Mi amor, no todo en la vida es dinero además de que no quiero aumentar la corrupción en este país, eso no sería ético.

Pero con qué cara venía a decir eso, lo fulminé con la mirada mientras aliñaba mi café.

— Pero claro que es ético obligar a una chica a casarse contigo.

— Te veías muy feliz esa noche.

— ¡Estaba borracha, imbécil!

— Ya lo sé, también estuve ahí —tocó el puente de su nariz—. Pero ese no es el tema, ayúdame, haré lo que sea por ti.

— Ya te dije que no lo haré.

— Escucha, mañana tenemos otra cita con el señor Schmidt, es a la misma hora de la última vez, piénsalo bien, voy a esperarte ahí, si no llegas entenderé, pero te aseguro que estarás perdiendo una buena oportunidad, ambos nos necesitamos.

Miré fijamente el humo que salía del café caliente mientras sólo escuchaba sus pasos hasta la puerta.

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