CAPÍTULO 2: ACUSADA INJUSTAMENTE

CAPÍTULO 2: ACUSADA INJUSTAMENTE

Mi cabeza da vueltas, todo esto es como una pesadilla. Mi propia mejor amiga, Camila Rivera, le abre la puerta a los policías que entran preguntando por mí.

—Ahí está oficial, ella es la ladrona, ella es la responsable del fraude empresarial de mi empresa —acusa Leonardo, apuntándome con el dedo.

Retrocedo con el miedo más profundo que he sentido en mis veinticinco años de vida. Esto no puede estar pasando.

—Eso no es verdad oficial, yo no he hecho nada, ni siquiera sé de qué me están acusando —respondo con voz temblorosa.

—Señora Isabella Montenegro de Velazco, usted tiene una acusación en su contra por fraude empresarial y espionaje corporativo. Tenemos pruebas suficientes para una orden de arresto en su contra.

—¿Qué? —susurro—, no, no, eso no puede ser verdad, tiene que haber una equivocación.

—Todo lo que diga podrá usarse en su contra… —el oficial comienza a leer mis derechos, mientras otro de ellos se acerca a mí para esposarme como si yo fuese de verdad una criminal. No puedo parar de llorar.

—¡Leonardo! ¡Leonardo no me hagas esto! —chillo, pero él me mira desde arriba, sin contemplaciones. Los policías están a punto de llevarme, mas, los detiene un momento.

Él tiene el control, él me está haciendo esto.

—Siempre te desprecié Isabella, estar casado contigo fue la peor tortura de mi vida. Sabía que hacerle la caridad a tu padre para que no se pudrieran en la miseria me saldría caro, pero no pensé que sería tanto —murmura con un tono cargado de odio, aprieta los dientes y me sujeta de la barbilla.

—Sabes que yo no hice esto… —sollozo—… ¿no te basta con engañarme y destrozar mi corazón? ¿También tienes que hacerme esto?

—Deja de ser tan falsa, Isabella, nadie te cree tu teatro. Solo eres una asquerosa ladrona y ahora pagarás por tus crímenes.

Camila solo observa desde atrás conteniendo su sonrisa burlona. De todos, ella es la peor. Pensé que éramos amigas cuando se acercó a mí hace dos años, justo cuando me casé con Leonardo. De verdad creí que era una amistad sincera, pero ahora me doy cuenta de que todo fue falso, siempre me usaron a su conveniencia.

—Sabes que el cuarenta por ciento de las acciones de la empresa son mías, ¿por qué haría fraude en mi propia empresa?

—Eran tuyas, porque las devolverás junto a cada maldit0 centavo que gasté en ti —escupe a mis pies—. Llévensela —ordena a los oficiales.

La policía regresa y me arrastra de las esposas escozando mi piel. Mis gritos de auxilio son apagados por las sirenas de la policía. Nadie vendrá a ayudarme, todos me han dado la espalda.

La primera noche en la carceleta de la comisaría es horrible. Después de que me toman las huellas y reciben mi declaración sin un abogado presente, me encierran entre esos barrotes fríos y metálicos sin ninguna contemplación.

Me acuesto en la destartalada cama enrollándome sobre mí misma como un ovillo abandonado. Lloro sin descanso, pero no puedo dormirme por más que lo intento.

Al día siguiente la policía me avisa que alguien ha venido a verme. Mi esperanza de que sea alguien que me ayude se desvanece cuando veo a Leona, la hermana mayor de Leonardo.

—Así te quería ver, arrastrada en la inmundicia como la cucaracha que eres, mírate ese pantalón, un día en la cárcel ya estás arrodillándote, para succionar la pi… —sisea con desprecio, pero yo la interrumpo.

—¿Qué haces aquí Leona?

—¡Ja! Solo quería ver tu verdadera cara. Nadie de nuestra familia estuvo de acuerdo con que te casaras con mi hermano, pero tu padre nos obligó.

—¿Qué dices? Eso no es verdad.

—Claro que es verdad, ¿pensaste que Leonardo se casó contigo por amor o que te acogimos con los brazos abiertos? Por supuesto que no. Lo bueno es que el tiempo pone las cosas en su lugar, y ahora tú estás en el que te mereces.

Leona da media vuelta con sus típicos movimientos elegantes y orgullosos. Esa mujer es casi tan despreciable como la matriarca de la familia Velazco. Por fortuna para mí no la he visto en casi año y medio porque está recibiendo un tratamiento por cáncer en el exterior, y su terrible hermano menor, Ricardo, le acompaña.

Me siento en la cama exhalando un suspiro, no sé qué voy a hacer, ni cuánto tiempo voy a poder soportar esto.

Luego de almorzar le pido al guardia una llamada, me sorprende que mi padre no esté aquí, pensé que él era el único que me mostraría su apoyo, pero trato de ser optimista y pensar que quizá no lo sabe aún.

—Hola, papá.

—Isa, ¿qué ocurre? Tengo un poco de prisa.

Desde la línea escucho un fuerte estruendo, como si estuviese en un auto en movimiento.

—Papá, estoy en la cárcel —suelto sin anestesia—, necesito tu ayuda.

—Lo sé niña, pero… no cuentes con mi ayuda.

—¿Qué? —Otro golpe más a mi ya destruido corazón.

—No me pidas que te ayude cuando has cometido un crimen, Isabella, eso es algo que no puedo consentir.

—O sea que para ti… ¿ya soy culpable? Ni siquiera me has dado la oportunidad de…

—Lo hago por tu bien. —De inmediato, cuelga la llamada, sin siquiera escucharme.

Esto no me puede estar pasando. Regreso a la celda y vuelvo a llorar, envuelta en una pesadilla que parece no tener fin.

Un día después de que mi mundo se derrumbase por completo, la corte de justicia me asigna un abogado público que apenas y sabe cuál es su propio nombre. El juicio se lleva a cabo más rápido de lo que canta un gallo en las mañanas. Jamás imaginé que la justicia podría funcionar “tan bien” cuando se trata de querer acusar a alguien inocente.

El día del juicio todos los Velazco están ahí. Veo a Camila a su lado, regodeándose con una sonrisa mientras me presume el anillo de diamantes en su dedo anular.

—¡Culpable! —dicta el juez—, la sentencia son cinco años de prisión y una multa de un millón de dólares.

Mis acciones… ellos lo sabían, ese es el valor del cuarenta por ciento de mis acciones. Esos maldit0s lo planearon todo para dejarme sin nada.

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