Mi cabeza da vueltas, todo esto es como una pesadilla. Mi propia mejor amiga, Camila Rivera, le abre la puerta a los policías que entran preguntando por mí.
—Ahí está oficial, ella es la ladrona, ella es la responsable del fraude empresarial de mi empresa —acusa Leonardo, apuntándome con el dedo.
Retrocedo con el miedo más profundo que he sentido en mis veinticinco años de vida. Esto no puede estar pasando.
—Eso no es verdad oficial, yo no he hecho nada, ni siquiera sé de qué me están acusando —respondo con voz temblorosa.
—Señora Isabella Montenegro de Velazco, usted tiene una acusación en su contra por fraude empresarial y espionaje corporativo. Tenemos pruebas suficientes para una orden de arresto en su contra.
—¿Qué? —susurro—, no, no, eso no puede ser verdad, tiene que haber una equivocación.
—Todo lo que diga podrá usarse en su contra… —el oficial comienza a leer mis derechos, mientras otro de ellos se acerca a mí para esposarme como si yo fuese de verdad una criminal. No puedo parar de llorar.
—¡Leonardo! ¡Leonardo no me hagas esto! —chillo, pero él me mira desde arriba, sin contemplaciones. Los policías están a punto de llevarme, mas, los detiene un momento.
Él tiene el control, él me está haciendo esto.
—Siempre te desprecié Isabella, estar casado contigo fue la peor tortura de mi vida. Sabía que hacerle la caridad a tu padre para que no se pudrieran en la miseria me saldría caro, pero no pensé que sería tanto —murmura con un tono cargado de odio, aprieta los dientes y me sujeta de la barbilla.
—Sabes que yo no hice esto… —sollozo—… ¿no te basta con engañarme y destrozar mi corazón? ¿También tienes que hacerme esto?
—Deja de ser tan falsa, Isabella, nadie te cree tu teatro. Solo eres una asquerosa ladrona y ahora pagarás por tus crímenes.
Camila solo observa desde atrás conteniendo su sonrisa burlona. De todos, ella es la peor. Pensé que éramos amigas cuando se acercó a mí hace dos años, justo cuando me casé con Leonardo. De verdad creí que era una amistad sincera, pero ahora me doy cuenta de que todo fue falso, siempre me usaron a su conveniencia.
—Sabes que el cuarenta por ciento de las acciones de la empresa son mías, ¿por qué haría fraude en mi propia empresa?
—Eran tuyas, porque las devolverás junto a cada maldit0 centavo que gasté en ti —escupe a mis pies—. Llévensela —ordena a los oficiales.
La policía regresa y me arrastra de las esposas escozando mi piel. Mis gritos de auxilio son apagados por las sirenas de la policía. Nadie vendrá a ayudarme, todos me han dado la espalda.
La primera noche en la carceleta de la comisaría es horrible. Después de que me toman las huellas y reciben mi declaración sin un abogado presente, me encierran entre esos barrotes fríos y metálicos sin ninguna contemplación.
Me acuesto en la destartalada cama enrollándome sobre mí misma como un ovillo abandonado. Lloro sin descanso, pero no puedo dormirme por más que lo intento.
Al día siguiente la policía me avisa que alguien ha venido a verme. Mi esperanza de que sea alguien que me ayude se desvanece cuando veo a Leona, la hermana mayor de Leonardo.
—Así te quería ver, arrastrada en la inmundicia como la cucaracha que eres, mírate ese pantalón, un día en la cárcel ya estás arrodillándote, para succionar la pi… —sisea con desprecio, pero yo la interrumpo.
—¿Qué haces aquí Leona?
—¡Ja! Solo quería ver tu verdadera cara. Nadie de nuestra familia estuvo de acuerdo con que te casaras con mi hermano, pero tu padre nos obligó.
—¿Qué dices? Eso no es verdad.
—Claro que es verdad, ¿pensaste que Leonardo se casó contigo por amor o que te acogimos con los brazos abiertos? Por supuesto que no. Lo bueno es que el tiempo pone las cosas en su lugar, y ahora tú estás en el que te mereces.
Leona da media vuelta con sus típicos movimientos elegantes y orgullosos. Esa mujer es casi tan despreciable como la matriarca de la familia Velazco. Por fortuna para mí no la he visto en casi año y medio porque está recibiendo un tratamiento por cáncer en el exterior, y su terrible hermano menor, Ricardo, le acompaña.
Me siento en la cama exhalando un suspiro, no sé qué voy a hacer, ni cuánto tiempo voy a poder soportar esto.
Luego de almorzar le pido al guardia una llamada, me sorprende que mi padre no esté aquí, pensé que él era el único que me mostraría su apoyo, pero trato de ser optimista y pensar que quizá no lo sabe aún.
—Hola, papá.
—Isa, ¿qué ocurre? Tengo un poco de prisa.
Desde la línea escucho un fuerte estruendo, como si estuviese en un auto en movimiento.
—Papá, estoy en la cárcel —suelto sin anestesia—, necesito tu ayuda.
—Lo sé niña, pero… no cuentes con mi ayuda.
—¿Qué? —Otro golpe más a mi ya destruido corazón.
—No me pidas que te ayude cuando has cometido un crimen, Isabella, eso es algo que no puedo consentir.
—O sea que para ti… ¿ya soy culpable? Ni siquiera me has dado la oportunidad de…
—Lo hago por tu bien. —De inmediato, cuelga la llamada, sin siquiera escucharme.
Esto no me puede estar pasando. Regreso a la celda y vuelvo a llorar, envuelta en una pesadilla que parece no tener fin.
Un día después de que mi mundo se derrumbase por completo, la corte de justicia me asigna un abogado público que apenas y sabe cuál es su propio nombre. El juicio se lleva a cabo más rápido de lo que canta un gallo en las mañanas. Jamás imaginé que la justicia podría funcionar “tan bien” cuando se trata de querer acusar a alguien inocente.
El día del juicio todos los Velazco están ahí. Veo a Camila a su lado, regodeándose con una sonrisa mientras me presume el anillo de diamantes en su dedo anular.
—¡Culpable! —dicta el juez—, la sentencia son cinco años de prisión y una multa de un millón de dólares.
Mis acciones… ellos lo sabían, ese es el valor del cuarenta por ciento de mis acciones. Esos maldit0s lo planearon todo para dejarme sin nada.
CAPÍTULO 3: PRISIÓNSi creía que la carceleta de la comisaría era horrible, es porque nunca había visto una verdadera prisión de cerca. Mientras el oficial me lleva hacia el complejo gris y lleno de rejas, púas y guardias con armas enormes, solo tengo unas enormes ganas de salir corriendo.Las otras mujeres a mi alrededor parecen peligrosas y agresivas, tengo mucho miedo y solo quiero llorar hasta morirme. ¿Qué hice en la vida para merecer esto? Solo le dediqué mi amor y mi devoción al idiota de Leonardo, y lo peor de todo es que todavía me duele porque sigo queriéndolo a pesar de lo que ha sucedido.El camino hacia mi celda es como caminar por el pasillo de uno de los infiernos de Dante. Las otras reclusas me miran como carne fresca, tendré suerte si sobrevivo una semana en este lugar.Me asignan el número 713 y me arrojan a la celda que ya está ocupada por otra chica. No parece más grande que yo, pero puedo ver en sus ojos que ha vivido mil vidas.—Ey, yo no pedí compañera —le grita
CAPÍTULO 4: ME ARREBATAN TODOCinco meses después…—¡Vamos, Isabella, puja! —me anima la doctora con voz firme.Aprieto mis puños con fuerza, sintiendo un dolor desgarrador que recorre mi cuerpo. Los latidos de mi corazón se aceleran, y mi visión comienza a volverse borrosa. La voz de la doctora, antes clara y autoritaria se va apagando poco a poco, como si se alejara en un túnel.—N-No... No puedo... —susurro con un hilo de voz antes de que la oscuridad me envuelva por completo.El tiempo parece distorsionarse. En momentos fugaces, recobro la conciencia solo para escuchar fragmentos de conversaciones llenas de angustia y preocupación. Los médicos hablan apresuradamente, y siento el movimiento brusco de la camilla mientras me llevan a toda prisa a otro lugar. Mis ojos se cierran de nuevo, incapaces de resistir el peso del agotamiento y el dolor.Cuando finalmente consigo abrir los ojos, me encuentro en un quirófano iluminado por luces frías y brillantes. Estoy rodeada de cables y aguj
CAPÍTULO 5: EN LA CASA DEL DIABLO MAYOR Cinco años después… Saborear la libertad no tiene el efecto que esperaba. Cinco años han pasado desde que me destruyeron la vida. Desde que me arrebataron todo lo que me importaba, todo lo que amaba. He contado cada maldit0 día en ese lugar marcándolo con una equis en el calendario, pero también en mi corazón. 1 826 días. Esa es la cantidad de tiempo que pasé privada de mi libertad, y esa también será la cantidad de veces que haré pagar a cada uno de los que me hicieron daño. Tendrán que pedirme perdón 1 826 veces de rodillas hasta que me sienta satisfecha por todo lo que me han hecho. Salgo de prisión solo con un bolso en mi mano, mis únicas pertenencias, lo poco que no perdí y la única pista del nombre de esa enfermera que le entregó mi hijo a Camila. Rebecca, mi única amiga de verdad en este lugar salió unos cuantos meses antes que yo. Me dio su dirección, así que solo se me ocurre un lugar al que puedo ir. Sin embargo, antes de pode
CAPÍTULO 6: LA PROPUESTA DEL DIABLO VELAZCOMe quedo helada ante sus palabras, mi corazón palpita a toda velocidad y no sé ni qué responder. Él me mira con una intensidad que me desarma, de pronto todo me da vueltas. Su perfume masculino inunda mi nariz, está demasiado cerca y por primera vez desde que salí de la cárcel tengo miedo.—¿Qué ha dicho? —cuestiono incrédula.—Que te cases conmigo Isabella.Me sacudo de su agarre y lo rodeo para adentrarme más en la sala de estar de su casa.—¿Está loco? ¿Cómo se le ocurre que voy a casarme con usted?—Antes de rechazar mi propuesta, escúchame —dice con voz demandante. Y no sé qué demonios es lo que tiene este hombre pero me callo y asiento sin chistar.—Está bien —digo con más calma.—No me interesa si eres culpable o no, tampoco te traje aquí para cuestionar tu inocencia. Ciertamente si le robaste a mi sobrino no dudo que se lo merezca. —Trago en seco. Cuando estuve casada con Leonardo casi y crucé palabras con Ricardo, conozco su reputac
CAPÍTULO 7: CASADA CON EL TÍO DE MI EXNo pude pegar un ojo en toda la noche. Mentiría si dijese que leí todo el documento que Ricardo me entregó. Me fui de su casa y preferí pasar la noche en mi antiguo apartamento. Pensé que no quedaría nada de él, pero para mi sorpresa, todo se mantuvo intacto. Llamé a Rebecca desde un teléfono público y le dije que la visitaría después, porque la verdad es que anoche quería estar sola.Entre más pienso las cosas, más me convenzo de que esta es mi mejor opción. Mientras estoy mirando hacia el techo de la habitación, mi celular suena. Me levanto de la cama algo confundida. No se supone que eso debería sonar.—¿Aló? —contesto con duda.—Estoy camino a tu apartamento para firmar el contrato, ¿ya estás lista?La voz inconfundible de Ricardo me despierta de mi letargo. Debió ser él quien activó de nuevo la línea de mi celular.—¡Eh! ¿Dónde estás?—Llego en cinco minutos.Ricardo me cuelga sin dar más explicaciones. Salgo disparada hacia la ducha, todaví
CAPÍTULO 8: NO SABÍA EN LO QUE ME METÍAEn mis días en la cárcel jamás imaginé que al salir estaría sentada a un lado de Ricardo Velasco pretendiendo ser su mujer. Mientras observamos la carrera de caballos y él conversa con los socios con los que está haciendo su negocio, no puedo dejar de mirar hacia donde se encuentra Leonardo. Tengo que admitir que volverlo a ver removió muchas cosas en mi interior. Rabia, odio, pero también me hizo recordar los pocos y breves momentos que pasamos juntos.Pensé que todo lo que sentiría por él sería un enorme desprecio, sin embargo, he de admitir que mi corazón todavía se siente muy dolido por lo que me hizo.Su cara de furia y decepción al verme me recordaron por qué me casé con su tío en primer lugar. Él nunca me amó y nunca lo hará.Mis pensamientos se ven interrumpidos por el grito eufórico de los hombres que están a mi alrededor en el momento en que el caballo con el número “8” cruza la línea de meta.—¡Sí! —celebra Ricardo. No solo es hábil p
CAPÍTULO 9: LA NOCHE DE BODASOdio admitirlo, pero Ricardo tenía razón. El pervertido de Castañeda no apartó los ojos de mis pech0s durante toda la reunión. Firmó los papeles cuando Ricardo me obligó a inclinarme un poco sobre la mesa para llamar más la atención.—Espero que este negocio sea el inicio de una gran alianza —dice Castañeda dándole un apretón de manos. Luego posa sus ojos en mí—. Felicidades por su matrimonio.—Gracias, Castañeda —interviene Ricardo poniéndose en medio de ambos.—Vamos, puedes decirme Edmundo, ya hay más confianza —responde guiñando un ojo, pero no deja de mirarme. Tiemblo ante la sola idea de que a Ricardo se le ocurra ofrecerme como moneda de cambio. Ya me di cuenta de que realmente me ve como un mero objeto para sus planes, solo espero que no se atreva a tanto, porque eso sí que no lo voy a aceptar.—Mí mujer y yo tenemos que irnos, es tarde y debe estar agotada —dice haciendo énfasis en lo de “mi mujer”.Nos despedimos de todos los presentes, quienes,
CAPÍTULO 10: ENTREGADA AL DIABLORicardo se deshace de lo que queda de mi ropa con precisión. Sin titubear me sujeta de los brazos elevándolos sobre mi cabeza y su boca busca desesperada la mía. Sus besos son pasionales, bruscos, no hay ni una pizca de amor en ellos. Me siento como la presa de una bestia que sacia sus instintos salvajes.Su boca se desliza por mi cuello, muerde mi piel y el dolor se mezcla con una corriente inesperada de placer que me hace g3mir sin querer. Estoy en shock, no puedo reaccionar y la verdad no sé si quiero hacerlo.De pronto siento su boca en uno de mis sen0s. Su lengua agita mi pez0n de arriba abajo, chupa, lame y repite el proceso una y otra vez enloqueciéndome de deseo. Sus manos ásperas se deslizan por mi vientre y rozan el monte de mi feminidad. Cierro los ojos, embriagada por las sensaciones que él me provoca.Sus dedos se introducen en mi interior con rudeza. Hacía demasiado tiempo que nadie me tocaba así. Jadeo de dolor, pero a él no parece impor