Ricardo—¿A dónde vamos, papá Ricardo? —pregunta Jake, con esa mezcla de curiosidad e inocencia que me derrite el corazón.—Mmm... pero si te lo digo, ya no será una sorpresa —le respondo, jugando con su entusiasmo.—¡¿Es una sorpresa?! —pregunta casi saltando d su asiento y con los ojos grandes y brillantes de emoción.Asiento con una sonrisa.—Sí, es un regalo extra de Navidad, pero como no cabe en la casa, tenemos que ir a buscarlo.Sus ojos se abren aún más si es que eso es posible, y noto cómo su pequeña mente ya empieza a imaginar todas las posibilidades.—¡¿Qué es?! ¡¿Qué es?! —exclama agitado, apenas puede contener su emoción.—Tranquilo, pequeño —le digo riendo—. No comas ansias, lo verás cuando lleguemos.Jake se retuerce en su asiento, su energía y emoción son contagiosas. Me esfuerzo por mantener la calma, aunque internamente no estoy tan tranquilo. Lo que estamos a punto de hacer es algo grande, y ni siquiera estoy seguro de que sea lo correcto. Aun así, el entusiasmo de
—No sé si alguna vez podremos ser amigos, Edward —le digo con honestidad—. Pero quiero que sepas que por Jake, voy a hacer lo que sea necesario. No quiero que sufra por lo que ocurrió entre nosotros.Edward me mira, y en sus ojos veo una mezcla de dolor y alivio. Es como si estuviera viendo una pequeña esperanza, aunque tenue.—Eso es más de lo que merezco —dice—. Gracias por darle esta oportunidad. Haré lo mejor que pueda para no defraudarlo... otra vez.Nos quedamos en silencio un rato. No es una paz total, pero hay una sensación de cierre, o al menos de un paso hacia adelante. Jake sigue jugando, ajeno a la conversación que acaba de suceder, y por primera vez en mucho tiempo, siento que hemos avanzado, aunque sea un poco.Finalmente, me acerco a Jake y le palmeo suavemente la cabeza.—Es hora de irnos, campeón —le digoJake me mira con sus ojos grandes, confusos.—¿Por qué? No quiero irme todavía, papá Ricardo.Antes de que pueda responder, Edward se arrodilla frente a él y lo abra
Mientras espero a Ricardo y Jake en la sala, el silencio de la casa me rodea. El reloj en la pared marca el paso de cada segundo, y aunque sé que pronto estarán de vuelta, la ansiedad me mantiene en vilo. Me levanto, camino de un lado a otro y vuelvo a mirar mi teléfono por quinta vez. Finalmente, escucho la puerta abrirse, y el sonido inconfundible de los pasos de Jake corriendo hacia mí.—¡Mamá! —grita Jake, lanzándose a mis brazos.Lo abrazo con fuerza, sintiendo el alivio de tenerlo en casa. Luego me levanto y camino hacia Ricardo, quien está de pie junto a la puerta observando la escena con una sonrisa tranquila.—¿Dónde estaban? —pregunto, aunque mi tono no es de reproche, sino más de curiosidad. Algo en la mirada de Ricardo me dice que hubo algo más en su día.—Fuimos a ver a Edward —dice con calma, como si esperara mi reacción.Me quedo quieta, sorprendida por sus palabras. Mi primera reacción es de asombro, pero rápidamente se transforma en una profunda emoción. Me acerco a é
EdwardEl tiempo aquí pasa despacio. Los días se mezclan entre sí, y las horas parecen dilatarse en un ciclo interminable de arrepentimiento y soledad. Me encuentro sentado en el pequeño camastro de mi celda, pensando en lo mucho que he perdido, en las malas decisiones que me llevaron a este punto. No hay excusas, solo un profundo dolor por todo lo que he causado.He aprendido a asumir mis errores. No es fácil. Me pesa cada día, pero sé que debo aceptar las consecuencias. No puedo volver atrás y cambiar lo que hice, pero puedo intentar ser mejor, aunque ahora eso suene vacío. Las visitas de Jake son lo único que me trae algo de paz, aunque cada vez que lo veo me duele más el alma por no poder ser el padre que merece. En mi cabeza, me repito que todo esto es parte de mi castigo. Mi propia penitencia.De repente, escucho el sonido de pasos acercándose. Un guardia se detiene frente a mi celda y golpea la reja.—Tienes una visita —me dice con tono seco.Me sorprendo, porque no esperaba a
Diez meses después…Es un día perfecto, soleado y con una brisa suave, de esos que parecen sacados de un sueño. Estoy de la mano de Ricardo, sintiendo la calidez de su palma que me recuerda cuánto hemos crecido como pareja, como familia. A nuestro lado caminan nuestros dos hijos, Irina, que ya tiene un año y cuatro meses, balanceándose entre nosotros mientras sostiene mi dedo con sus manitas pequeñas, y Jake, que ha cumplido siete años hace apenas unas semanas y va saltando emocionado, ansioso por ver cómo sus "tías" Becca y Lucía se casan.La boda se lleva a cabo en un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Los arcos están cubiertos de rosas y jazmines, y las luces tenues cuelgan entre los árboles, iluminando el lugar con una calidez que parece contagiarse a todos los que están aquí. Se respira amor, alegría y, sobre todo, la sensación de que todos los presentes han superado obstáculos importantes en sus vidas para llegar a este momento.Becca, que ya ha dado a luz a su
EdwardLlego a la fiesta de matrimonio sintiéndome un poco nervioso. Nunca pensé que después de todo lo que había pasado, estaría aquí hoy, en este jardín lleno de vida, viendo a las personas que más aprecio celebrar el amor. Katherine me acompaña, siempre elegante y serena. Me ha ayudado más de lo que jamás podría haber imaginado, y su presencia a mi lado hoy me hace sentir que, a pesar de los errores del pasado, el futuro aún tiene algo reservado para mí.Apenas pongo un pie en el jardín, veo a Isabella y Ricardo. Me miran por un segundo, como si no creyeran que soy yo quien está allí. Pero luego, las sonrisas se dibujan en sus rostros y caminan hacia mí, Isabella viene por delante de Ricardo, con esa calidez que siempre la ha caracterizado.—Edward —dice Isabella, extendiendo los brazos—, ¡me alegra tanto verte aquí!Nos abrazamos, un gesto sencillo pero que encierra tanto. Ricardo, aunque más reservado, también me da un apretón de manos firme, con una sonrisa sincera.—Gracias por
EPÍLOGOEl sol de primavera calienta suavemente el jardín, lleno de risas y voces alegres. Hoy celebramos el quinto cumpleaños de Irina, y mientras la observo correr con su vestido azul claro, siento cómo se me llena el corazón de gratitud. Cinco años han pasado ya, y en cada uno de ellos he aprendido que la vida, aunque impredecible, siempre encuentra la manera de sorprendernos con momentos de paz y felicidad.Irina está creciendo rápido. Sus rizos dorados saltan al viento mientras juega con Jake y los demás niños. A su lado, Jake, que ya tiene doce años, sigue siendo el hermano mayor protector y cariñoso. Lo veo reír mientras trata de atraparla en un juego de persecución. Han formado un vínculo tan hermoso, a pesar de los retos del pasado.—¿Cómo va todo? —me pregunta Ricardo, acercándose por detrás y envolviéndome con sus brazos. Su abrazo siempre tiene ese efecto tranquilizador en mí.—Perfecto —respondo, sonriendo mientras observo a nuestros hijos—. No podría pedir más.Él me besa
CAPÍTULO 1: LA PEOR TRAICIÓNSacudo mis rodillas al levantarme del suelo húmedo, mi pantalón se ha llenado de tierra y por más que lo limpio con un trapo, no sale. Suspiro, sé que esto me va a traer problemas en un rato, pero ahora mismo solo quiero despedirme de mi madre.—Te amo mucho, mami, te extraño —digo, conteniendo las lágrimas mientras dejo las flores en su tumba.Hace varios años que ella se fue, pero siempre vengo a visitarla en mi cumpleaños porque me hace sentir bien. En estos días, es lo único que me hace sentir bien.Cuando salgo del panteón me doy con la sorpresa de que la camioneta de la familia Velazco no está. Mi esposo, Leonardo no me deja manejar a mí sola porque dice que soy una tonta que tiene suerte de saber caminar por sí sola, y que seguramente estrellaría la camioneta si me la dejase.Vuelvo a suspirar y saco mi celular mientras arrugo la vista por la intensidad del sol de Houston.—¿Aló? Señor Rodríguez, ¿a dónde se fue?—Lo siento señorita Isabella, pero e