Mientras espero a Ricardo y Jake en la sala, el silencio de la casa me rodea. El reloj en la pared marca el paso de cada segundo, y aunque sé que pronto estarán de vuelta, la ansiedad me mantiene en vilo. Me levanto, camino de un lado a otro y vuelvo a mirar mi teléfono por quinta vez. Finalmente, escucho la puerta abrirse, y el sonido inconfundible de los pasos de Jake corriendo hacia mí.—¡Mamá! —grita Jake, lanzándose a mis brazos.Lo abrazo con fuerza, sintiendo el alivio de tenerlo en casa. Luego me levanto y camino hacia Ricardo, quien está de pie junto a la puerta observando la escena con una sonrisa tranquila.—¿Dónde estaban? —pregunto, aunque mi tono no es de reproche, sino más de curiosidad. Algo en la mirada de Ricardo me dice que hubo algo más en su día.—Fuimos a ver a Edward —dice con calma, como si esperara mi reacción.Me quedo quieta, sorprendida por sus palabras. Mi primera reacción es de asombro, pero rápidamente se transforma en una profunda emoción. Me acerco a é
EdwardEl tiempo aquí pasa despacio. Los días se mezclan entre sí, y las horas parecen dilatarse en un ciclo interminable de arrepentimiento y soledad. Me encuentro sentado en el pequeño camastro de mi celda, pensando en lo mucho que he perdido, en las malas decisiones que me llevaron a este punto. No hay excusas, solo un profundo dolor por todo lo que he causado.He aprendido a asumir mis errores. No es fácil. Me pesa cada día, pero sé que debo aceptar las consecuencias. No puedo volver atrás y cambiar lo que hice, pero puedo intentar ser mejor, aunque ahora eso suene vacío. Las visitas de Jake son lo único que me trae algo de paz, aunque cada vez que lo veo me duele más el alma por no poder ser el padre que merece. En mi cabeza, me repito que todo esto es parte de mi castigo. Mi propia penitencia.De repente, escucho el sonido de pasos acercándose. Un guardia se detiene frente a mi celda y golpea la reja.—Tienes una visita —me dice con tono seco.Me sorprendo, porque no esperaba a
Diez meses después…Es un día perfecto, soleado y con una brisa suave, de esos que parecen sacados de un sueño. Estoy de la mano de Ricardo, sintiendo la calidez de su palma que me recuerda cuánto hemos crecido como pareja, como familia. A nuestro lado caminan nuestros dos hijos, Irina, que ya tiene un año y cuatro meses, balanceándose entre nosotros mientras sostiene mi dedo con sus manitas pequeñas, y Jake, que ha cumplido siete años hace apenas unas semanas y va saltando emocionado, ansioso por ver cómo sus "tías" Becca y Lucía se casan.La boda se lleva a cabo en un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Los arcos están cubiertos de rosas y jazmines, y las luces tenues cuelgan entre los árboles, iluminando el lugar con una calidez que parece contagiarse a todos los que están aquí. Se respira amor, alegría y, sobre todo, la sensación de que todos los presentes han superado obstáculos importantes en sus vidas para llegar a este momento.Becca, que ya ha dado a luz a su
EdwardLlego a la fiesta de matrimonio sintiéndome un poco nervioso. Nunca pensé que después de todo lo que había pasado, estaría aquí hoy, en este jardín lleno de vida, viendo a las personas que más aprecio celebrar el amor. Katherine me acompaña, siempre elegante y serena. Me ha ayudado más de lo que jamás podría haber imaginado, y su presencia a mi lado hoy me hace sentir que, a pesar de los errores del pasado, el futuro aún tiene algo reservado para mí.Apenas pongo un pie en el jardín, veo a Isabella y Ricardo. Me miran por un segundo, como si no creyeran que soy yo quien está allí. Pero luego, las sonrisas se dibujan en sus rostros y caminan hacia mí, Isabella viene por delante de Ricardo, con esa calidez que siempre la ha caracterizado.—Edward —dice Isabella, extendiendo los brazos—, ¡me alegra tanto verte aquí!Nos abrazamos, un gesto sencillo pero que encierra tanto. Ricardo, aunque más reservado, también me da un apretón de manos firme, con una sonrisa sincera.—Gracias por
EPÍLOGOEl sol de primavera calienta suavemente el jardín, lleno de risas y voces alegres. Hoy celebramos el quinto cumpleaños de Irina, y mientras la observo correr con su vestido azul claro, siento cómo se me llena el corazón de gratitud. Cinco años han pasado ya, y en cada uno de ellos he aprendido que la vida, aunque impredecible, siempre encuentra la manera de sorprendernos con momentos de paz y felicidad.Irina está creciendo rápido. Sus rizos dorados saltan al viento mientras juega con Jake y los demás niños. A su lado, Jake, que ya tiene doce años, sigue siendo el hermano mayor protector y cariñoso. Lo veo reír mientras trata de atraparla en un juego de persecución. Han formado un vínculo tan hermoso, a pesar de los retos del pasado.—¿Cómo va todo? —me pregunta Ricardo, acercándose por detrás y envolviéndome con sus brazos. Su abrazo siempre tiene ese efecto tranquilizador en mí.—Perfecto —respondo, sonriendo mientras observo a nuestros hijos—. No podría pedir más.Él me besa
CAPÍTULO 1: LA PEOR TRAICIÓNSacudo mis rodillas al levantarme del suelo húmedo, mi pantalón se ha llenado de tierra y por más que lo limpio con un trapo, no sale. Suspiro, sé que esto me va a traer problemas en un rato, pero ahora mismo solo quiero despedirme de mi madre.—Te amo mucho, mami, te extraño —digo, conteniendo las lágrimas mientras dejo las flores en su tumba.Hace varios años que ella se fue, pero siempre vengo a visitarla en mi cumpleaños porque me hace sentir bien. En estos días, es lo único que me hace sentir bien.Cuando salgo del panteón me doy con la sorpresa de que la camioneta de la familia Velazco no está. Mi esposo, Leonardo no me deja manejar a mí sola porque dice que soy una tonta que tiene suerte de saber caminar por sí sola, y que seguramente estrellaría la camioneta si me la dejase.Vuelvo a suspirar y saco mi celular mientras arrugo la vista por la intensidad del sol de Houston.—¿Aló? Señor Rodríguez, ¿a dónde se fue?—Lo siento señorita Isabella, pero e
CAPÍTULO 2: ACUSADA INJUSTAMENTEMi cabeza da vueltas, todo esto es como una pesadilla. Mi propia mejor amiga, Camila Rivera, le abre la puerta a los policías que entran preguntando por mí.—Ahí está oficial, ella es la ladrona, ella es la responsable del fraude empresarial de mi empresa —acusa Leonardo, apuntándome con el dedo.Retrocedo con el miedo más profundo que he sentido en mis veinticinco años de vida. Esto no puede estar pasando.—Eso no es verdad oficial, yo no he hecho nada, ni siquiera sé de qué me están acusando —respondo con voz temblorosa.—Señora Isabella Montenegro de Velazco, usted tiene una acusación en su contra por fraude empresarial y espionaje corporativo. Tenemos pruebas suficientes para una orden de arresto en su contra.—¿Qué? —susurro—, no, no, eso no puede ser verdad, tiene que haber una equivocación.—Todo lo que diga podrá usarse en su contra… —el oficial comienza a leer mis derechos, mientras otro de ellos se acerca a mí para esposarme como si yo fuese
CAPÍTULO 3: PRISIÓNSi creía que la carceleta de la comisaría era horrible, es porque nunca había visto una verdadera prisión de cerca. Mientras el oficial me lleva hacia el complejo gris y lleno de rejas, púas y guardias con armas enormes, solo tengo unas enormes ganas de salir corriendo.Las otras mujeres a mi alrededor parecen peligrosas y agresivas, tengo mucho miedo y solo quiero llorar hasta morirme. ¿Qué hice en la vida para merecer esto? Solo le dediqué mi amor y mi devoción al idiota de Leonardo, y lo peor de todo es que todavía me duele porque sigo queriéndolo a pesar de lo que ha sucedido.El camino hacia mi celda es como caminar por el pasillo de uno de los infiernos de Dante. Las otras reclusas me miran como carne fresca, tendré suerte si sobrevivo una semana en este lugar.Me asignan el número 713 y me arrojan a la celda que ya está ocupada por otra chica. No parece más grande que yo, pero puedo ver en sus ojos que ha vivido mil vidas.—Ey, yo no pedí compañera —le grita