Sacudo mis rodillas al levantarme del suelo húmedo, mi pantalón se ha llenado de tierra y por más que lo limpio con un trapo, no sale. Suspiro, sé que esto me va a traer problemas en un rato, pero ahora mismo solo quiero despedirme de mi madre.
—Te amo mucho, mami, te extraño —digo, conteniendo las lágrimas mientras dejo las flores en su tumba.
Hace varios años que ella se fue, pero siempre vengo a visitarla en mi cumpleaños porque me hace sentir bien. En estos días, es lo único que me hace sentir bien.
Cuando salgo del panteón me doy con la sorpresa de que la camioneta de la familia Velazco no está. Mi esposo, Leonardo no me deja manejar a mí sola porque dice que soy una tonta que tiene suerte de saber caminar por sí sola, y que seguramente estrellaría la camioneta si me la dejase.
Vuelvo a suspirar y saco mi celular mientras arrugo la vista por la intensidad del sol de Houston.
—¿Aló? Señor Rodríguez, ¿a dónde se fue?
—Lo siento señorita Isabella, pero el señor Velazco me ordenó que debía ir a otro lugar con urgencia.
—¿Qué? Pero si él sabía que yo estoy aquí.
—Lo lamento, pero fueron sus órdenes, si no lo hacía me iba a despedir. Pero no se preocupe, puede llamar un taxi y la llevará a casa.
Resoplo, esta es la menor de las cosas que me ha hecho en mi cumpleaños, o cualquier día, en realidad.
—Está bien, no se preocupe señor Rodríguez, llamaré un taxi.
Cuelgo la llamada y tomo un fuerte y profundo suspiro para contener mis lágrimas. Leonardo no quiso acompañarme al cementerio, y ahora me deja sin transporte y lejísimos de la casa. ¿Qué podría ser más importante que tuvo que llevarse el carro?
Marco a una compañía de taxis y en menos de cinco minutos llega una unidad. Me subo y durante todo el viaje solo contengo las ganas de llorar. De verdad pensé que si le demostraba a Leonardo que lo amo con todo mi corazón, él se daría cuenta de que me juzgo mal y se enamoraría de mí. ¡Qué ingenua he sido! En estos dos años de matrimonio él no ha hecho más que demostrarme cuánto me desprecia.
Nadie ajeno a la familia lo sabe, al menos, no mi padre, para él somos el matrimonio perfecto, y la inversión perfecta. Mi padre pensó que me estaba obligando a casarme con Leonardo para evitar que nuestra empresa se fuera a la bancarrota, lo que no sabía es que en secreto, siempre estuve enamorada de él.
Cuando llego a la casa me doy cuenta de que la camioneta de la familia ya se encuentra estacionada. Me siento tentada a ir a preguntarle al señor Rodríguez qué era eso tan importante, pero en cambio, decido entrar directamente a la casa.
—Buenas tardes, ya llegué —me anuncio, pero nadie responde.
«Qué extraño, ¿dónde están todos los empleados?», me pregunto.
De pronto escucho una especie de risas en el piso de arriba. Pensé que Leonardo no estaría hoy como todos los años en mi cumpleaños, pero tal vez hoy sea diferente. Subo las escaleras con cautela, si es una sorpresa no quiero arruinarla. Noto la puerta entreabierta, así que la empujo suavemente y entonces, mi corazón se detiene.
Ya sabía que él me engañaba con otras mujeres, pero esto… esto es demasiado. En nuestra propia cama de matrimonio, a plena luz del día como si ya no le importase nada.
Leonardo está en la cama, desnudo, apretándole las nalg4s a otra mujer mientras ella le cabalga encima. Mis ojos se llenan de lágrimas otra vez. El shock del momento no me deja moverme, hasta que de pronto él fija sus ojos en mí y lejos de alterarse o empujar a la mujer de encima, me sonríe con malicia.
—¡Maldit0 bastardo! —grito.
En ese momento, la mujer se da vuelta y entonces la traición se siente peor. ¿Ella? ¿Mi maldit4 mejor amiga?
—¡Isabella! —exclama la basura humana de Camila.
Un impulso de furia y descontrol se apodera de mí. Tomo los objetos más cercanos del tocador y comienzo a lanzárselos frenéticamente.
—¡Maldit0s! ¡Desgraciados! ¡¿Cómo pudieron hacerme esto?! —bramo.
Los dos se levantan mientras yo salgo de ahí, no quiero verlos, me dan asco. Leonardo se pone la ropa a toda prisa y me detiene en el pasillo.
—¿A dónde crees que vas, z0rra? —espeta jaloneándome.
—¡Suéltame asqueroso repugnante! Ya sabía que me engañabas, pero ¿esto? ¡Esto no te lo perdono!
Él suelta una carcajada irónica.
—¿Crees que me importa tu perdón?
Sus ojos llenos de desprecio y burla rompen mi corazón en miles de trozos. Camila se asoma detrás de él con una mirada de cordero degollado que solo me provoca más ganas de matarla.
—Son unos miserables, se merecen el uno al otro —espeto. Bajo corriendo las escaleras, pero ellos me siguen.
—No, no te irás a ningún lado —dice Leonardo adelantándose a mí para evitar que llegue a la salida.
—Yo no tengo nada más que hacer aquí.
—Oh, pero sí tienes —responde con sorna—. Estaba esperando este momento, por eso mandé a buscar a Camila con la camioneta. Mi amor, ven —le dice a ella. Camila baja las escaleras sintiéndose como una reina, ahora su mirada ha cambiado, me ve como realmente siempre ha sido: una arpía.
—¿De qué estás hablando?
—De esto —responde ella, enseñándome unos papeles que no entiendo ni quiero ver.
—¿Qué es eso?
—Las pruebas que demuestran que no eres más que una ladrona, que siempre fuiste una cazafortunas que buscó casarse conmigo para conseguir mi dinero.
Mi corazón se acelera, ¿de qué está hablando?
—¿Qué? Yo no sé…
—¡Claro que lo sabes! —grita al tiempo que su mano se estampa contra mi mejilla dándome una bofetada que me tira al suelo. La mejilla me arde, mis ojos se nublan de lágrimas, pero nada me duele más que mi corazón.
—Esperarás aquí a que venga la policía… —En ese momento empiezan a sonar las sirenas de una patrulla acercándose—…¡Oh! Creo que ya están aquí. Por fin te irás de mi vida, Isabella Montenegro.
CAPÍTULO 2: ACUSADA INJUSTAMENTEMi cabeza da vueltas, todo esto es como una pesadilla. Mi propia mejor amiga, Camila Rivera, le abre la puerta a los policías que entran preguntando por mí.—Ahí está oficial, ella es la ladrona, ella es la responsable del fraude empresarial de mi empresa —acusa Leonardo, apuntándome con el dedo.Retrocedo con el miedo más profundo que he sentido en mis veinticinco años de vida. Esto no puede estar pasando.—Eso no es verdad oficial, yo no he hecho nada, ni siquiera sé de qué me están acusando —respondo con voz temblorosa.—Señora Isabella Montenegro de Velazco, usted tiene una acusación en su contra por fraude empresarial y espionaje corporativo. Tenemos pruebas suficientes para una orden de arresto en su contra.—¿Qué? —susurro—, no, no, eso no puede ser verdad, tiene que haber una equivocación.—Todo lo que diga podrá usarse en su contra… —el oficial comienza a leer mis derechos, mientras otro de ellos se acerca a mí para esposarme como si yo fuese
CAPÍTULO 3: PRISIÓNSi creía que la carceleta de la comisaría era horrible, es porque nunca había visto una verdadera prisión de cerca. Mientras el oficial me lleva hacia el complejo gris y lleno de rejas, púas y guardias con armas enormes, solo tengo unas enormes ganas de salir corriendo.Las otras mujeres a mi alrededor parecen peligrosas y agresivas, tengo mucho miedo y solo quiero llorar hasta morirme. ¿Qué hice en la vida para merecer esto? Solo le dediqué mi amor y mi devoción al idiota de Leonardo, y lo peor de todo es que todavía me duele porque sigo queriéndolo a pesar de lo que ha sucedido.El camino hacia mi celda es como caminar por el pasillo de uno de los infiernos de Dante. Las otras reclusas me miran como carne fresca, tendré suerte si sobrevivo una semana en este lugar.Me asignan el número 713 y me arrojan a la celda que ya está ocupada por otra chica. No parece más grande que yo, pero puedo ver en sus ojos que ha vivido mil vidas.—Ey, yo no pedí compañera —le grita
CAPÍTULO 4: ME ARREBATAN TODOCinco meses después…—¡Vamos, Isabella, puja! —me anima la doctora con voz firme.Aprieto mis puños con fuerza, sintiendo un dolor desgarrador que recorre mi cuerpo. Los latidos de mi corazón se aceleran, y mi visión comienza a volverse borrosa. La voz de la doctora, antes clara y autoritaria se va apagando poco a poco, como si se alejara en un túnel.—N-No... No puedo... —susurro con un hilo de voz antes de que la oscuridad me envuelva por completo.El tiempo parece distorsionarse. En momentos fugaces, recobro la conciencia solo para escuchar fragmentos de conversaciones llenas de angustia y preocupación. Los médicos hablan apresuradamente, y siento el movimiento brusco de la camilla mientras me llevan a toda prisa a otro lugar. Mis ojos se cierran de nuevo, incapaces de resistir el peso del agotamiento y el dolor.Cuando finalmente consigo abrir los ojos, me encuentro en un quirófano iluminado por luces frías y brillantes. Estoy rodeada de cables y aguj
CAPÍTULO 5: EN LA CASA DEL DIABLO MAYOR Cinco años después… Saborear la libertad no tiene el efecto que esperaba. Cinco años han pasado desde que me destruyeron la vida. Desde que me arrebataron todo lo que me importaba, todo lo que amaba. He contado cada maldit0 día en ese lugar marcándolo con una equis en el calendario, pero también en mi corazón. 1 826 días. Esa es la cantidad de tiempo que pasé privada de mi libertad, y esa también será la cantidad de veces que haré pagar a cada uno de los que me hicieron daño. Tendrán que pedirme perdón 1 826 veces de rodillas hasta que me sienta satisfecha por todo lo que me han hecho. Salgo de prisión solo con un bolso en mi mano, mis únicas pertenencias, lo poco que no perdí y la única pista del nombre de esa enfermera que le entregó mi hijo a Camila. Rebecca, mi única amiga de verdad en este lugar salió unos cuantos meses antes que yo. Me dio su dirección, así que solo se me ocurre un lugar al que puedo ir. Sin embargo, antes de pode
CAPÍTULO 6: LA PROPUESTA DEL DIABLO VELAZCOMe quedo helada ante sus palabras, mi corazón palpita a toda velocidad y no sé ni qué responder. Él me mira con una intensidad que me desarma, de pronto todo me da vueltas. Su perfume masculino inunda mi nariz, está demasiado cerca y por primera vez desde que salí de la cárcel tengo miedo.—¿Qué ha dicho? —cuestiono incrédula.—Que te cases conmigo Isabella.Me sacudo de su agarre y lo rodeo para adentrarme más en la sala de estar de su casa.—¿Está loco? ¿Cómo se le ocurre que voy a casarme con usted?—Antes de rechazar mi propuesta, escúchame —dice con voz demandante. Y no sé qué demonios es lo que tiene este hombre pero me callo y asiento sin chistar.—Está bien —digo con más calma.—No me interesa si eres culpable o no, tampoco te traje aquí para cuestionar tu inocencia. Ciertamente si le robaste a mi sobrino no dudo que se lo merezca. —Trago en seco. Cuando estuve casada con Leonardo casi y crucé palabras con Ricardo, conozco su reputac
CAPÍTULO 7: CASADA CON EL TÍO DE MI EXNo pude pegar un ojo en toda la noche. Mentiría si dijese que leí todo el documento que Ricardo me entregó. Me fui de su casa y preferí pasar la noche en mi antiguo apartamento. Pensé que no quedaría nada de él, pero para mi sorpresa, todo se mantuvo intacto. Llamé a Rebecca desde un teléfono público y le dije que la visitaría después, porque la verdad es que anoche quería estar sola.Entre más pienso las cosas, más me convenzo de que esta es mi mejor opción. Mientras estoy mirando hacia el techo de la habitación, mi celular suena. Me levanto de la cama algo confundida. No se supone que eso debería sonar.—¿Aló? —contesto con duda.—Estoy camino a tu apartamento para firmar el contrato, ¿ya estás lista?La voz inconfundible de Ricardo me despierta de mi letargo. Debió ser él quien activó de nuevo la línea de mi celular.—¡Eh! ¿Dónde estás?—Llego en cinco minutos.Ricardo me cuelga sin dar más explicaciones. Salgo disparada hacia la ducha, todaví
CAPÍTULO 8: NO SABÍA EN LO QUE ME METÍAEn mis días en la cárcel jamás imaginé que al salir estaría sentada a un lado de Ricardo Velasco pretendiendo ser su mujer. Mientras observamos la carrera de caballos y él conversa con los socios con los que está haciendo su negocio, no puedo dejar de mirar hacia donde se encuentra Leonardo. Tengo que admitir que volverlo a ver removió muchas cosas en mi interior. Rabia, odio, pero también me hizo recordar los pocos y breves momentos que pasamos juntos.Pensé que todo lo que sentiría por él sería un enorme desprecio, sin embargo, he de admitir que mi corazón todavía se siente muy dolido por lo que me hizo.Su cara de furia y decepción al verme me recordaron por qué me casé con su tío en primer lugar. Él nunca me amó y nunca lo hará.Mis pensamientos se ven interrumpidos por el grito eufórico de los hombres que están a mi alrededor en el momento en que el caballo con el número “8” cruza la línea de meta.—¡Sí! —celebra Ricardo. No solo es hábil p
CAPÍTULO 9: LA NOCHE DE BODASOdio admitirlo, pero Ricardo tenía razón. El pervertido de Castañeda no apartó los ojos de mis pech0s durante toda la reunión. Firmó los papeles cuando Ricardo me obligó a inclinarme un poco sobre la mesa para llamar más la atención.—Espero que este negocio sea el inicio de una gran alianza —dice Castañeda dándole un apretón de manos. Luego posa sus ojos en mí—. Felicidades por su matrimonio.—Gracias, Castañeda —interviene Ricardo poniéndose en medio de ambos.—Vamos, puedes decirme Edmundo, ya hay más confianza —responde guiñando un ojo, pero no deja de mirarme. Tiemblo ante la sola idea de que a Ricardo se le ocurra ofrecerme como moneda de cambio. Ya me di cuenta de que realmente me ve como un mero objeto para sus planes, solo espero que no se atreva a tanto, porque eso sí que no lo voy a aceptar.—Mí mujer y yo tenemos que irnos, es tarde y debe estar agotada —dice haciendo énfasis en lo de “mi mujer”.Nos despedimos de todos los presentes, quienes,