CAPÍTULO 4: ME ARREBATAN TODO

CAPÍTULO 4: ME ARREBATAN TODO

Cinco meses después…

—¡Vamos, Isabella, puja! —me anima la doctora con voz firme.

Aprieto mis puños con fuerza, sintiendo un dolor desgarrador que recorre mi cuerpo. Los latidos de mi corazón se aceleran, y mi visión comienza a volverse borrosa. La voz de la doctora, antes clara y autoritaria se va apagando poco a poco, como si se alejara en un túnel.

—N-No... No puedo... —susurro con un hilo de voz antes de que la oscuridad me envuelva por completo.

El tiempo parece distorsionarse. En momentos fugaces, recobro la conciencia solo para escuchar fragmentos de conversaciones llenas de angustia y preocupación. Los médicos hablan apresuradamente, y siento el movimiento brusco de la camilla mientras me llevan a toda prisa a otro lugar. Mis ojos se cierran de nuevo, incapaces de resistir el peso del agotamiento y el dolor.

Cuando finalmente consigo abrir los ojos, me encuentro en un quirófano iluminado por luces frías y brillantes. Estoy rodeada de cables y agujas, con una sábana azul que bloquea la vista de mi vientre. No entiendo qué está pasando, pero no tengo fuerzas ni para preocuparme antes de volver a desmayarme.

—Isabella... Isabella, despierta —una voz suave y lejana me llama desde algún lugar fuera de mi alcance.

Lucho por abrir los ojos, que se sienten pesados como si tuvieran yunques atados a ellos. La visión es borrosa, pero logro enfocar a la doctora que me habla.

—Mira, tu bebé —dice, señalando con ternura.

Giro la cabeza lentamente hacia donde ella indica, y ahí lo veo: un pequeño y frágil bebé, apenas cubierto con una manta. Es un varón, y es hermoso. Quiero llorar, pero las lágrimas no brotan de mis ojos secos y cansados.

—Tuviste una preeclampsia —explica la doctora—. Tuvimos que hacerte una cesárea de emergencia, pero estarás bien.

—Mi.… mi bebé —balbuceo, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación.

—Se irá a la incubadora. Tuvo un poco de estrés fetal y no salió respirando, pero no te preocupes, se recuperará también.

La visión de mi bebé, aunque sea a la distancia, es lo único que me mantiene anclada a la realidad. Él es mi luz en la oscuridad, el faro que evita que me pierda en la locura. A pesar del dolor y la confusión, sé que tengo que luchar. Por él, por nosotros.

La doctora se va. Al poco rato, llega una enfermera. No le veo la cara, pues lleva un gorro y una mascarilla que cubren casi todo su rostro, ocultando cualquier rastro de expresión.

—Firma esto —dice, extendiendo un formulario hacia mí.

—¿Qué es? —pregunto con voz débil y rasposa.

—Es para tu bebé, solo fírmalo. Es una autorización —responde casi de mala gana, sin desviar la mirada del papel.

Dudo por un instante, sintiendo el peso del agotamiento y la confusión nublando mi juicio. La enfermera me tiende un lapicero y, sin fuerzas para cuestionar más, tomo el bolígrafo con manos temblorosas y estampo mi firma en el papel sin leerlo. La confianza en el personal médico es lo único que me queda en este momento de vulnerabilidad.

Sonrío débilmente, un intento de demostrar gratitud y alivio. Mis párpados vuelven a sentirse pesados, y antes de que pueda hacer más preguntas, me rindo ante el agotamiento, cerrando los ojos una vez más.

—Gracias —murmura la enfermera, aunque detecto un tono de ironía en su voz antes de dormirme por completo.

*

Despierto y me doy con la sorpresa de estar en otro lado. Este no es el hospital donde di a luz, es la enfermería de la cárcel. Me levanto con un esfuerzo tremendo, me duele todo el cuerpo, pero consigo bajarme de la cama y dar unos cuantos pasos como cervatillo recién nacido. Quiero ver a mi bebé.

Me asomo por la ventanita de la puerta y empiezo a tocar para llamar a un guardia.

—¡Ábranme! ¡Quiero ver a mi hijo!

Después de gritar por cinco minutos finalmente la enfermera vuelve.

—Señora Isabella, ¿qué hace? No debería estar caminando todavía.

—¿Dónde está mi bebé? Quiero verlo.

Ella pone una expresión incómoda y no responde de inmediato.

—¿Qué pasa?

—Oh, cariño, ya firmaste los papeles. Es normal que a veces se arrepientan, pero piénsalo, esto es lo mejor, ¿qué futuro le espera creciendo en prisión? Hiciste lo correcto.

—¿De qué está hablando? —pregunto alterada mientras mi ceño se frunce más y más.

—Firmaste los papeles de adopción.

—¡¿Eh?! Yo no firmé nada.

Salgo corriendo sin importarme si recibo un castigo por eso y llego hasta la sala de neonatos donde ponen a los bebés de las reclusas que son madres. Miro las incubadoras vacías, hasta que detecto movimiento en una sola.

En ese mismo momento otra de las enfermeras entra y se lo lleva. Grito como una loca a través del vidrio, pero no me escucha.

—¡No! ¡No se lo lleven! —grito con mis ojos inundados.

Sigo el camino desde el otro lado del pasillo y la veo avanzar con la incubadora hacia la salida. Mis pasos son lentos, siento un líquido escurriéndome de la entrepierna, pero no le presto atención, solo me importa mi hijo.

No consigo llegar a la puerta antes de que ella se vaya. La cerradura automática se cierra y solo puedo ver a través de la ventana enrejada cómo la enfermera le entrega mi hijo a…

—¿Camila?

No… ¿qué está pasando?

Golpeo la puerta con furia, una furia asesina. En este momento estoy dispuesta a convertirme en una criminal de verdad.

—¡No! ¡Quita tus sucias manos de mi hijo! —grito. Ella parece darse cuenta de que estoy ahí, pues voltea a verme y sonríe. Acuna al bebé en sus brazos y pronto se lo entrega a alguien más. Me señala y la enfermera duda, pero al final, asiente.

Camila camina hacia mí, trato de abrir la puerta, dispuesta a arrojarme sobre ella y matarl4 a golpes. Pero no lo hace.

—¡Devuélveme a mi hijo! —grito. Sé que puede escucharme.

—¿Creíste que me comería el cuento de que no es de Leonardo? Has tenido cinco meses para firmar el maldit0 divorcio y no lo has hecho, perr4.

—No voy a firmar un divorcio donde tenga que darle la mitad de todo a ese desgraciado.

—Bien, sigue peleando, pero no volverás a ver a tu hijo, nunca más.

—¡No! ¡Camila! ¡Maldit4 hija de put4 no me hagas esto! —grito.

Más, ella da media vuelta y se va con mi hijo en sus brazos.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo