Cinco meses después…
—¡Vamos, Isabella, puja! —me anima la doctora con voz firme.
Aprieto mis puños con fuerza, sintiendo un dolor desgarrador que recorre mi cuerpo. Los latidos de mi corazón se aceleran, y mi visión comienza a volverse borrosa. La voz de la doctora, antes clara y autoritaria se va apagando poco a poco, como si se alejara en un túnel.
—N-No... No puedo... —susurro con un hilo de voz antes de que la oscuridad me envuelva por completo.
El tiempo parece distorsionarse. En momentos fugaces, recobro la conciencia solo para escuchar fragmentos de conversaciones llenas de angustia y preocupación. Los médicos hablan apresuradamente, y siento el movimiento brusco de la camilla mientras me llevan a toda prisa a otro lugar. Mis ojos se cierran de nuevo, incapaces de resistir el peso del agotamiento y el dolor.
Cuando finalmente consigo abrir los ojos, me encuentro en un quirófano iluminado por luces frías y brillantes. Estoy rodeada de cables y agujas, con una sábana azul que bloquea la vista de mi vientre. No entiendo qué está pasando, pero no tengo fuerzas ni para preocuparme antes de volver a desmayarme.
—Isabella... Isabella, despierta —una voz suave y lejana me llama desde algún lugar fuera de mi alcance.
Lucho por abrir los ojos, que se sienten pesados como si tuvieran yunques atados a ellos. La visión es borrosa, pero logro enfocar a la doctora que me habla.
—Mira, tu bebé —dice, señalando con ternura.
Giro la cabeza lentamente hacia donde ella indica, y ahí lo veo: un pequeño y frágil bebé, apenas cubierto con una manta. Es un varón, y es hermoso. Quiero llorar, pero las lágrimas no brotan de mis ojos secos y cansados.
—Tuviste una preeclampsia —explica la doctora—. Tuvimos que hacerte una cesárea de emergencia, pero estarás bien.
—Mi.… mi bebé —balbuceo, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación.
—Se irá a la incubadora. Tuvo un poco de estrés fetal y no salió respirando, pero no te preocupes, se recuperará también.
La visión de mi bebé, aunque sea a la distancia, es lo único que me mantiene anclada a la realidad. Él es mi luz en la oscuridad, el faro que evita que me pierda en la locura. A pesar del dolor y la confusión, sé que tengo que luchar. Por él, por nosotros.
La doctora se va. Al poco rato, llega una enfermera. No le veo la cara, pues lleva un gorro y una mascarilla que cubren casi todo su rostro, ocultando cualquier rastro de expresión.
—Firma esto —dice, extendiendo un formulario hacia mí.
—¿Qué es? —pregunto con voz débil y rasposa.
—Es para tu bebé, solo fírmalo. Es una autorización —responde casi de mala gana, sin desviar la mirada del papel.
Dudo por un instante, sintiendo el peso del agotamiento y la confusión nublando mi juicio. La enfermera me tiende un lapicero y, sin fuerzas para cuestionar más, tomo el bolígrafo con manos temblorosas y estampo mi firma en el papel sin leerlo. La confianza en el personal médico es lo único que me queda en este momento de vulnerabilidad.
Sonrío débilmente, un intento de demostrar gratitud y alivio. Mis párpados vuelven a sentirse pesados, y antes de que pueda hacer más preguntas, me rindo ante el agotamiento, cerrando los ojos una vez más.
—Gracias —murmura la enfermera, aunque detecto un tono de ironía en su voz antes de dormirme por completo.
*
Despierto y me doy con la sorpresa de estar en otro lado. Este no es el hospital donde di a luz, es la enfermería de la cárcel. Me levanto con un esfuerzo tremendo, me duele todo el cuerpo, pero consigo bajarme de la cama y dar unos cuantos pasos como cervatillo recién nacido. Quiero ver a mi bebé.
Me asomo por la ventanita de la puerta y empiezo a tocar para llamar a un guardia.
—¡Ábranme! ¡Quiero ver a mi hijo!
Después de gritar por cinco minutos finalmente la enfermera vuelve.
—Señora Isabella, ¿qué hace? No debería estar caminando todavía.
—¿Dónde está mi bebé? Quiero verlo.
Ella pone una expresión incómoda y no responde de inmediato.
—¿Qué pasa?
—Oh, cariño, ya firmaste los papeles. Es normal que a veces se arrepientan, pero piénsalo, esto es lo mejor, ¿qué futuro le espera creciendo en prisión? Hiciste lo correcto.
—¿De qué está hablando? —pregunto alterada mientras mi ceño se frunce más y más.
—Firmaste los papeles de adopción.
—¡¿Eh?! Yo no firmé nada.
Salgo corriendo sin importarme si recibo un castigo por eso y llego hasta la sala de neonatos donde ponen a los bebés de las reclusas que son madres. Miro las incubadoras vacías, hasta que detecto movimiento en una sola.
En ese mismo momento otra de las enfermeras entra y se lo lleva. Grito como una loca a través del vidrio, pero no me escucha.
—¡No! ¡No se lo lleven! —grito con mis ojos inundados.
Sigo el camino desde el otro lado del pasillo y la veo avanzar con la incubadora hacia la salida. Mis pasos son lentos, siento un líquido escurriéndome de la entrepierna, pero no le presto atención, solo me importa mi hijo.
No consigo llegar a la puerta antes de que ella se vaya. La cerradura automática se cierra y solo puedo ver a través de la ventana enrejada cómo la enfermera le entrega mi hijo a…
—¿Camila?
No… ¿qué está pasando?
Golpeo la puerta con furia, una furia asesina. En este momento estoy dispuesta a convertirme en una criminal de verdad.
—¡No! ¡Quita tus sucias manos de mi hijo! —grito. Ella parece darse cuenta de que estoy ahí, pues voltea a verme y sonríe. Acuna al bebé en sus brazos y pronto se lo entrega a alguien más. Me señala y la enfermera duda, pero al final, asiente.
Camila camina hacia mí, trato de abrir la puerta, dispuesta a arrojarme sobre ella y matarl4 a golpes. Pero no lo hace.
—¡Devuélveme a mi hijo! —grito. Sé que puede escucharme.
—¿Creíste que me comería el cuento de que no es de Leonardo? Has tenido cinco meses para firmar el maldit0 divorcio y no lo has hecho, perr4.
—No voy a firmar un divorcio donde tenga que darle la mitad de todo a ese desgraciado.
—Bien, sigue peleando, pero no volverás a ver a tu hijo, nunca más.
—¡No! ¡Camila! ¡Maldit4 hija de put4 no me hagas esto! —grito.
Más, ella da media vuelta y se va con mi hijo en sus brazos.
CAPÍTULO 5: EN LA CASA DEL DIABLO MAYOR Cinco años después… Saborear la libertad no tiene el efecto que esperaba. Cinco años han pasado desde que me destruyeron la vida. Desde que me arrebataron todo lo que me importaba, todo lo que amaba. He contado cada maldit0 día en ese lugar marcándolo con una equis en el calendario, pero también en mi corazón. 1 826 días. Esa es la cantidad de tiempo que pasé privada de mi libertad, y esa también será la cantidad de veces que haré pagar a cada uno de los que me hicieron daño. Tendrán que pedirme perdón 1 826 veces de rodillas hasta que me sienta satisfecha por todo lo que me han hecho. Salgo de prisión solo con un bolso en mi mano, mis únicas pertenencias, lo poco que no perdí y la única pista del nombre de esa enfermera que le entregó mi hijo a Camila. Rebecca, mi única amiga de verdad en este lugar salió unos cuantos meses antes que yo. Me dio su dirección, así que solo se me ocurre un lugar al que puedo ir. Sin embargo, antes de pode
CAPÍTULO 6: LA PROPUESTA DEL DIABLO VELAZCOMe quedo helada ante sus palabras, mi corazón palpita a toda velocidad y no sé ni qué responder. Él me mira con una intensidad que me desarma, de pronto todo me da vueltas. Su perfume masculino inunda mi nariz, está demasiado cerca y por primera vez desde que salí de la cárcel tengo miedo.—¿Qué ha dicho? —cuestiono incrédula.—Que te cases conmigo Isabella.Me sacudo de su agarre y lo rodeo para adentrarme más en la sala de estar de su casa.—¿Está loco? ¿Cómo se le ocurre que voy a casarme con usted?—Antes de rechazar mi propuesta, escúchame —dice con voz demandante. Y no sé qué demonios es lo que tiene este hombre pero me callo y asiento sin chistar.—Está bien —digo con más calma.—No me interesa si eres culpable o no, tampoco te traje aquí para cuestionar tu inocencia. Ciertamente si le robaste a mi sobrino no dudo que se lo merezca. —Trago en seco. Cuando estuve casada con Leonardo casi y crucé palabras con Ricardo, conozco su reputac
CAPÍTULO 7: CASADA CON EL TÍO DE MI EXNo pude pegar un ojo en toda la noche. Mentiría si dijese que leí todo el documento que Ricardo me entregó. Me fui de su casa y preferí pasar la noche en mi antiguo apartamento. Pensé que no quedaría nada de él, pero para mi sorpresa, todo se mantuvo intacto. Llamé a Rebecca desde un teléfono público y le dije que la visitaría después, porque la verdad es que anoche quería estar sola.Entre más pienso las cosas, más me convenzo de que esta es mi mejor opción. Mientras estoy mirando hacia el techo de la habitación, mi celular suena. Me levanto de la cama algo confundida. No se supone que eso debería sonar.—¿Aló? —contesto con duda.—Estoy camino a tu apartamento para firmar el contrato, ¿ya estás lista?La voz inconfundible de Ricardo me despierta de mi letargo. Debió ser él quien activó de nuevo la línea de mi celular.—¡Eh! ¿Dónde estás?—Llego en cinco minutos.Ricardo me cuelga sin dar más explicaciones. Salgo disparada hacia la ducha, todaví
CAPÍTULO 8: NO SABÍA EN LO QUE ME METÍAEn mis días en la cárcel jamás imaginé que al salir estaría sentada a un lado de Ricardo Velasco pretendiendo ser su mujer. Mientras observamos la carrera de caballos y él conversa con los socios con los que está haciendo su negocio, no puedo dejar de mirar hacia donde se encuentra Leonardo. Tengo que admitir que volverlo a ver removió muchas cosas en mi interior. Rabia, odio, pero también me hizo recordar los pocos y breves momentos que pasamos juntos.Pensé que todo lo que sentiría por él sería un enorme desprecio, sin embargo, he de admitir que mi corazón todavía se siente muy dolido por lo que me hizo.Su cara de furia y decepción al verme me recordaron por qué me casé con su tío en primer lugar. Él nunca me amó y nunca lo hará.Mis pensamientos se ven interrumpidos por el grito eufórico de los hombres que están a mi alrededor en el momento en que el caballo con el número “8” cruza la línea de meta.—¡Sí! —celebra Ricardo. No solo es hábil p
CAPÍTULO 9: LA NOCHE DE BODASOdio admitirlo, pero Ricardo tenía razón. El pervertido de Castañeda no apartó los ojos de mis pech0s durante toda la reunión. Firmó los papeles cuando Ricardo me obligó a inclinarme un poco sobre la mesa para llamar más la atención.—Espero que este negocio sea el inicio de una gran alianza —dice Castañeda dándole un apretón de manos. Luego posa sus ojos en mí—. Felicidades por su matrimonio.—Gracias, Castañeda —interviene Ricardo poniéndose en medio de ambos.—Vamos, puedes decirme Edmundo, ya hay más confianza —responde guiñando un ojo, pero no deja de mirarme. Tiemblo ante la sola idea de que a Ricardo se le ocurra ofrecerme como moneda de cambio. Ya me di cuenta de que realmente me ve como un mero objeto para sus planes, solo espero que no se atreva a tanto, porque eso sí que no lo voy a aceptar.—Mí mujer y yo tenemos que irnos, es tarde y debe estar agotada —dice haciendo énfasis en lo de “mi mujer”.Nos despedimos de todos los presentes, quienes,
CAPÍTULO 10: ENTREGADA AL DIABLORicardo se deshace de lo que queda de mi ropa con precisión. Sin titubear me sujeta de los brazos elevándolos sobre mi cabeza y su boca busca desesperada la mía. Sus besos son pasionales, bruscos, no hay ni una pizca de amor en ellos. Me siento como la presa de una bestia que sacia sus instintos salvajes.Su boca se desliza por mi cuello, muerde mi piel y el dolor se mezcla con una corriente inesperada de placer que me hace g3mir sin querer. Estoy en shock, no puedo reaccionar y la verdad no sé si quiero hacerlo.De pronto siento su boca en uno de mis sen0s. Su lengua agita mi pez0n de arriba abajo, chupa, lame y repite el proceso una y otra vez enloqueciéndome de deseo. Sus manos ásperas se deslizan por mi vientre y rozan el monte de mi feminidad. Cierro los ojos, embriagada por las sensaciones que él me provoca.Sus dedos se introducen en mi interior con rudeza. Hacía demasiado tiempo que nadie me tocaba así. Jadeo de dolor, pero a él no parece impor
CAPÍTULO 11: LA PRIMERA ESTRATEGIAPisar la empresa Velazco Inc. Después de tantos años es como volver a una pesadilla. Cuando estaba casada con Leonardo trabajé aquí, aunque él nunca me dio un cargo importante, yo era quien llevaba prácticamente todo el manejo del negocio. Supongo que se dio cuenta de que soy buena en las finanzas y gracias a mí la empresa aumentó en un 200% sus ganancias. Nunca creí que ayudarlo a crecer sería lo que cavaría mi propia tumba, pues fue así como pudo manipularlo todo para acusarme de espionaje corporativo, robo y fraude empresarial.Ni bien pongo un pie en la planta baja, todas las miradas se fijan en mí. Estoy nerviosa, mis manos están heladas como el hielo, pero no le demuestro a nadie lo aterrada que me siento. Camino con la cabeza en alto y presiono el botón del ascensor.Enseguida escucho el cuchicheo de las empleadas chismosas y hasta de algunos hombres de diferentes áreas de la empresa, señalándome y preguntándose qué hago aquí.—¿Esa no es… la
CAPÍTULO 12: NO TE EQUIVOQUESMi corazón late a toda velocidad mientras Ricardo y yo avanzamos por el pasillo hacia el ascensor. Me lleva de la mano, con la frente en alto y el sacando el pecho; no le da vergüenza tenerme a su lado, no es como Leonardo, que cuando me veía aquí prefería hacer que no me conocía.Nos detenemos en la puerta y él marca el botón de bajada. La puerta se abre y en ese momento salen algunas personas, luego de que el lugar se queda vacío, entramos. Las puertas se cierran justo en el preciso momento en que Camila aparece del otro lado. Su mirada de odio y advertencia producen un escalofrío en mi cuerpo.Una vez que el elevador comienza su descenso, me giro hacia Ricardo, verlo después de lo de anoche hace que automáticamente mis mejillas se ruboricen.—Ricardo, yo… no sé qué decir… —empiezo, un poco nerviosa.—Ha empezado la fase uno de mi plan, más te vale que no lo arruines —advierte sin mirarme.—Ah… debiste decirme qué era lo que tenías pensado, me tomaste po