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CAPÍTULO 5: EN LA CASA DEL DIABLO MAYOR

CAPÍTULO 5: EN LA CASA DEL DIABLO MAYOR

Cinco años después…

Saborear la libertad no tiene el efecto que esperaba. Cinco años han pasado desde que me destruyeron la vida. Desde que me arrebataron todo lo que me importaba, todo lo que amaba. He contado cada maldit0 día en ese lugar marcándolo con una equis en el calendario, pero también en mi corazón.

1 826 días. Esa es la cantidad de tiempo que pasé privada de mi libertad, y esa también será la cantidad de veces que haré pagar a cada uno de los que me hicieron daño. Tendrán que pedirme perdón 1 826 veces de rodillas hasta que me sienta satisfecha por todo lo que me han hecho.

Salgo de prisión solo con un bolso en mi mano, mis únicas pertenencias, lo poco que no perdí y la única pista del nombre de esa enfermera que le entregó mi hijo a Camila.

Rebecca, mi única amiga de verdad en este lugar salió unos cuantos meses antes que yo. Me dio su dirección, así que solo se me ocurre un lugar al que puedo ir. Sin embargo, antes de poder tomar un taxi, un auto negro y de ventanas blindadas se estaciona justo frente a mí.

La ventana se baja con parsimonia, no puedo ver quién está dentro debido a la oscuridad del interior.

—¿Isabella Montenegro?

—Eh… sí, ¿quién eres?

—Suba a bordo, la están esperando.

—¿Qué? No, no voy a subir a un auto desconocido.

—Le aseguro que lo mejor que puede hacer en este momento es subirse. ¿Acaso tiene a dónde ir? Suba al auto, señorita —ordena el hombre que está dentro.

Me estremezco, no entiendo qué está pasando. No sé qué locura me impulsa a hacerle caso, pero lo hago. Me abren la puerta y me deslizo dentro del auto con el temor recorriendo cada fibra de mi cuerpo.

—¿Quién es usted y cómo sabe quién soy yo?

—Esas respuestas se las dará la persona que la espera.

—¿No puede decirme quién es?

—No coma ansias, señorita Montenegro, pronto lo sabrá.

Miro al hombre con detenimiento. Nunca lo he visto en mi vida, es medio calvo, unos lentes negros le cubren los ojos, así que no puedo verlos, y va vestido con ropa elegante.

El trayecto es silencioso, pronto me doy cuenta de que estamos yendo hacia las zonas donde se encuentran los rancheros más adinerados de la ciudad. Mi corazón se acelera, ¿y si todo esto es una trampa de Leonardo y Camila?

Finalmente el auto se estaciona en un gran rancho que no conocía. Lleva por nombre “espíritu indomable” y es la mansión más lujosa y enorme que he visto. Me bajo del auto, intrigada por esta persona misteriosa que parece saber muy bien quién soy.

—Pase adelante, señorita —me dice el hombre, que por fin se quita los lentes, revelando unos profundos y tiernos ojos verdes.

—¿Qui-quién está ahí?

—Siga y lo sabrá.

Avanzo tratando de demostrar valentía, pero mis piernas tiemblan como gelatina. Abro la puerta de madera y veo a un hombre de traje azul marino con un sombrero vaquero de espaldas a mí. Su silueta me parece familiar, pero no estoy segura.

Él se gira sobre sus talones y queda frente a frente conmigo. Lo reconozco de inmediato. Siento un pitido en mis oídos y creo que estoy a punto de desmayarme.

—¿Ri-Ricardo Velazco? —pregunto todavía consternada, me cuesta trabajo creer que lo tengo en frente.

El tío de mi exesposo, el hermano menor de Sonia Velazco de García, mi antigua suegra. Mi cuerpo se estremece y mi piel se eriza con su presencia imponente. Esto tiene que ser una pesadilla. Si él me ha traído hasta acá no puede ser para nada bueno.

—Veo que la cárcel no te ha dañado la memoria.

—¿Q-Qué…? ¿Por qué me ha llamado aquí?

—Supe que salías hoy de la cárcel.

Trago en seco intentando no demostrarle miedo, no puedo temerle a esta gente por siempre. Salí dispuesta a vengarme y si tengo que enfrentarme a este hombre primero, lo haré.

—Si me has traído para insultarme o burlarte de mí estás muy equivocado.

Él se echa a reír, pero no hay ni una pizca de alegría en esa risa que me pone los pelos de punta. Más bien es una risa cínica.

—Pareces más altiva que antes. No te recuerdo así.

—La Isabella que conoció hace tantos años ya no existe, así que no sueñe que va a poder aprovecharse de mí. Si eso era todo, me iré —digo dando media vuelta, sin embargo, Ricardo da un par de pasos hasta mí y me detiene sujetándome con fuerza del brazo.

—¿Acaso he dicho que puedes irte? —Su mirada se impone sobre mí, trato de zafarme, pero él es mucho más fuerte de lo que pensé.

—¿Qué le pasa? ¡Suélteme! —exclamo, a la vez que intento zafarme de él. Creí salir preparada para enfrentar a toda esta familia, pero no imaginé que el mayor de los Velazco sería el primero. Nunca me agradó, siempre fue déspota y soberbio.

Respiro con agitación sin apartar mis ojos de los suyos. Ningún Velazco es una buena compañía.

—Tan fiera —susurra acariciando mi mejilla—, es justo lo que necesito.

—Suélteme —digo apretando los dientes y apartando su mano de mala gana.

Él sonríe y entonces me empuja contra la puerta de madera que se sacude con fuerza.

—Tengo una propuesta para ti, Isabella Montenegro, una que no podrás rechazar.

—Yo no tengo nada que escuchar de ti ni de ningún Velazco —espeto con odio.

Él vuelve a sonreír.

—Eso me gusta, ver el fuego del odio en tus ojos. Ambos tenemos algo en común: Leonardo Velazco nos jodió la vida.

—¿Qué quiere decir? —pregunto sintiéndome en verdad confundida. Pensé que él me había traído para vengarse de mí en nombre de su querido sobrino, pero lo que acaba de decir…

—¿Quieres vengarte de él? Yo puedo ayudarte con eso, si aceptas ser mi esposa.

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