Humillación

Al ver a Omar, sentí el nudo en mi garganta apretarse más. No podía dejar que ellos me vieran así. Rápidamente limpié mis lágrimas con las manos, intentando recomponerme. Entonces, Elena, con esa sonrisa cínica que tanto detestaba, se acercó a mí, extendiendo los brazos como si nada hubiera pasado.

—Hermanita, estás llorando de la emoción... —dijo, su tono lleno de falsedad mientras me abrazaba.

Su cercanía me revolvía el estómago, pero me quedé inmóvil. Apenas podía soportar la ironía de sus palabras. Sabía que ella disfrutaba mi sufrimiento, sabía que lo hacía a propósito. Sin embargo, no podía permitirme el lujo de perder el control.

—No es nada... —murmuré, separándome de su abrazo—. Solo polvo en los ojos.

La sonrisa de Elena se ensanchó, como si supiera perfectamente que estaba mintiendo, pero no le importaba en lo más mínimo.

Sentí una oleada de náuseas que subió rápidamente, y antes de poder detenerlo, vomité justo sobre el elegante vestido blanco de Elena. El sonido
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