Solo odio

Omar Del Valle.

Me hartaba de todos los invitados; por suerte, se marcharon después del escándalo. También los padres de Elena se fueron molestos, pero ella insistió en quedarse. En este momento, estoy en mi habitación y no deja de gritarme.

—¿Cómo pudiste humillarme de este modo? ¿Y con ella? ¿Cómo pudiste hacerlo, Omar? —sus palabras son un torbellino de indignación.

—No exageres, se me parte la cabeza. No es nada que tú no hagas —respondo, tratando de calmarme, aunque la irritación comienza a burbujear en mi interior.

—¡Yo jamás te he faltado! —ella replica, su voz temblando de rabia.

—No mientas, Elena. Sé que te acuestas con tu chófer, y me da igual —le digo, lanzando la verdad como un dardo afilado—. O fingirás que eres virgen.

Ella se queda en silencio por un momento, y puedo ver cómo su rostro se enrojece de la rabia. La tensión entre nosotros es palpable, como si estuviéramos a punto de explotar en una tormenta.

—Me largo, Elena. Quédate aquí si se te antoja —le
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