Omar Del Valle Cuando desperté, un dolor sordo palpitaba en mi cabeza y en mis puños. Apenas abrí los ojos, la primera sensación que me invadió fue la rabia, esa misma furia que me consumía desde que Emily se fue. Me giré y vi a mi madre sentada a mi lado, mirándome con una mezcla de preocupación y decepción. —¿Qué pasa? —pregunté con la voz ronca, todavía aturdido por la resaca. La noche anterior estaba borrosa en mi memoria, pero sentía que había hecho algo grave. Mi madre suspiró, sacudiendo la cabeza. —Omar, atacaste a un médico ayer —dijo en tono serio, sin quitarme los ojos de encima. Su voz llevaba ese matiz que usaba cuando estaba cansada de mis acciones, pero aún dispuesta a ayudarme—. Gracias a las influencias de tu abuelo, no estás en prisión ahora mismo. Mis músculos se tensaron al escuchar esas palabras. Atacar a un médico. Las imágenes comenzaron a filtrarse lentamente en mi mente: Emily, ese maldito tipo Lucian, los golpes, y mi furia descontrolada. —¡Maldi
Estaba más tranquila desde que interpuse la orden de restricción contra Omar. No lo hice solo por mí, sino por mi hijo. Sabía que era capaz de cualquier cosa, y sus amenazas de venganza me asustaban, pero ahora, al menos, había una barrera entre nosotros. Me encontraba en mi pequeño departamento, ordenando las pocas cosas que tenía. Era solo un cuarto, con un baño propio y una pequeña cocina, así que no me llevaba mucho tiempo. De repente, el timbre sonó, interrumpiendo mis pensamientos. Caminé hacia la puerta, sin saber quién podía ser a estas horas, y cuando abrí, me quedé helada. Era Omar. No se veía ebrio como la última vez, no estaba descontrolado ni lleno de rabia. Parecía... tranquilo. Pero eso no me engañaba. Él siempre había sabido cómo mostrarse de una manera y ser otra persona completamente distinta por dentro. Bajó la mirada hacia mi vientre, y antes de que pudiera reaccionar, sentí su mano deslizándose suavemente sobre él. Como si lo hubiera estado esperando, el beb
Estaba a punto de salir para el trabajo cuando noté una figura familiar en la puerta. Era mi padre, Andrés. No dijo nada al principio, solo me abrazó con fuerza y dejó un beso en mi frente. Sentí un nudo en la garganta; su presencia me hizo recordar cuánto necesitaba apoyo en este momento, aunque no lo hubiera admitido antes. —Papá... —susurré, tratando de mantenerme firme—. ¿Tú qué haces aquí? Se apartó un poco, mirándome con preocupación en los ojos. —Cariño —dijo suavemente—, debiste hablar conmigo, debiste decirme que estás embarazada. Sentí cómo me temblaban las manos. Su tono no era de reproche, sino de tristeza y preocupación. Bajé la mirada, sintiendo la culpa apretar mi pecho. —No quería preocuparlos... —respondí en voz baja—. Todo ha sido tan complicado, papá. No sabía cómo decírtelo. Él suspiró, pasando una mano por su cabello grisáceo. —Siempre debes hablar conmigo, Emily. Soy tu padre. No importa lo que pase, estoy aquí para ti. Papá me miraba con una mezc
Omar Del Valle Andrés me miraba con muchísimo odio, sus ojos destilando rencor. Podía sentir que me consideraba un hijo de puta, alguien que había jugado con sus dos hijas. Emily, por otro lado, estaba visiblemente molesta conmigo. A pesar de todo, no podía evitar pensar en lo hermosa que se veía en ese momento. Su cabello rubio, despeinado y brillante, enmarcaba su rostro, y sus ojos, como el cielo despejado, reflejaban una mezcla de rabia y tristeza. Pero lo que más me llamaba la atención era su pancita, que comenzaba a asomarse. Era un recordatorio constante de que, a pesar de todo lo que había pasado, había algo hermoso en medio del caos. Mi princesa era perfecta, incluso en su ira. —¿Qué haces aquí, Omar? —preguntó Emily, su voz tensa, llenando el aire con una mezcla de dolor y furia. —No es evidente, cariño, yo quiero conocer a nuestro bebé. Sabes que tengo todos los derechos sobre ustedes.—respondí, intentando mantener la calma, aunque sentía la adrenalina correr por
EmilyAyer me mudé con mi padre y he estado tranquila en el nuevo departamento. Cenamos delicioso y hablamos muchísimo; él me ha apoyado mucho. En este momento, estoy desayunando un delicioso desayuno que me preparó la cocinera mientras él se fue a trabajar.De repente, salí de mis pensamientos cuando alguien entró sin previo aviso. Era mi hermana Elena, quien me miraba con rabia.—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté, tratando de mantener la calma mientras sentía cómo mi corazón latía más rápido.—¿Qué haces tú?—recriminó, cruzando los brazos con desdén—. Ese niño no debe ser de Omar.Me quedé en shock, y luego solté una risa sarcástica.—¿Qué más quisiera yo que no sea de ese estúpido? —contesté, la frustración saliendo a la superficie—. Pero es lo que hay, Elena. No puedo cambiarlo.Elena dio un paso hacia mí, su furia ahora evidente.—No me lo quitarás, Emily. No voy a dejar que ese niño nazca.—¿Y qué harás? —le respondí, sintiéndome acorralada— Si tocas a mi hijo yo te mato.E
ElenaEstoy completamente enojada. Me dirigí al departamento de Omar sin poder creer lo que había hecho. ¿Cómo era posible que le enviara flores a esa maldita huérfana? Al llegar, lo primero que vi fueron mis maletas, ya empacadas, en la sala.Desde que nos casamos, jamás me tocó. Me dejó prácticamente sola en este departamento, como si no existiera. Nunca me habló con amor, ni me miró como lo hacía con ella.—Mi amor... ¿Qué son esas maletas? —pregunté, tratando de controlar mi voz.—Quiero que te largues, Elena —respondió fríamente, sin siquiera mirarme a los ojos.—¡Soy tu esposa! —grité, incapaz de contener mi furia.—No, ya no lo eres —me contestó, mostrándome un papel—. Solicité el divorcio hace unas semanas, y ya me lo dieron.Sentí que el mundo se derrumbaba bajo mis pies. El papel de divorcio temblaba en mis manos mientras la rabia crecía en mi pecho.—Eres un miserable, Omar. ¡Jamás serás feliz con ella! No lo permitiré. Le arruinaré la vida —le escupí con veneno, deseando h
Emily Entré a la oficina de mi papá con una sonrisa despreocupada, lista para sorprenderlo, pero me detuve en seco al ver algo inesperado: él estaba besando a Mónica, su asistente de toda la vida. No pude evitar reírme por lo bajo, más por lo surrealista del momento que por otra cosa. ¿Mi papá y Mónica? Jamás lo habría imaginado, aunque, pensándolo bien, los signos siempre habían estado allí. Mónica se apartó de inmediato, claramente incómoda, con el rostro completamente sonrojado. Yo ya la conocía muy bien. Llevaba años trabajando con mi papá y siempre había sido la definición de profesionalismo. Alta, delgada y siempre impecable, con su cabello castaño perfectamente peinado en ondas suaves. Tenía una presencia elegante, como si hubiera salido de una revista de moda, pero sin exagerar. Sus ojos, grandes y de un color avellana, normalmente serios, parecían más suaves y cálidos cada vez que miraba a mi papá, aunque siempre lo había hecho con discreción. Fue en ese momento que me
Emily Estaba demasiado nerviosa en la clínica; no lograba dejar de llorar mientras mi papá me abrazaba con fuerza. Podía sentir la tensión en su cuerpo, su preocupación reflejada en cada línea de su rostro. Los padres de Omar y su abuelo estaban allí también, muy nerviosos, sus rostros pálidos, mirándose entre sí, esperando noticias. —Papá, es mi culpa... —dije entre sollozos, sintiendo un peso insoportable en mi pecho. —Claro que no es tu culpa, Emm... —me respondió, inclinándose para dejar un beso suave en mi frente. Su voz, aunque firme, temblaba con la preocupación que ambos compartíamos—. Debes calmarte por las bebés. Asentí lentamente, intentando concentrarme en sus palabras, pero la imagen de Omar cayendo al suelo, herido, no se alejaba de mi mente. Cada latido de mi corazón parecía recordarme que todo era real y que su vida pendía de un hilo. —No sé qué haría sin él —susurré, mi voz quebrándose de nuevo. La idea de perderlo era insoportable. —Él es fuerte, Emm. Con