Emily Estaba demasiado nerviosa en la clínica; no lograba dejar de llorar mientras mi papá me abrazaba con fuerza. Podía sentir la tensión en su cuerpo, su preocupación reflejada en cada línea de su rostro. Los padres de Omar y su abuelo estaban allí también, muy nerviosos, sus rostros pálidos, mirándose entre sí, esperando noticias. —Papá, es mi culpa... —dije entre sollozos, sintiendo un peso insoportable en mi pecho. —Claro que no es tu culpa, Emm... —me respondió, inclinándose para dejar un beso suave en mi frente. Su voz, aunque firme, temblaba con la preocupación que ambos compartíamos—. Debes calmarte por las bebés. Asentí lentamente, intentando concentrarme en sus palabras, pero la imagen de Omar cayendo al suelo, herido, no se alejaba de mi mente. Cada latido de mi corazón parecía recordarme que todo era real y que su vida pendía de un hilo. —No sé qué haría sin él —susurré, mi voz quebrándose de nuevo. La idea de perderlo era insoportable. —Él es fuerte, Emm. Con
Ha sido más de una semana intensa. Omar ha sobrevivido y cada día está un poco mejor; sin embargo, aún no logra despertar. Estoy muy nerviosa. No puedo perderlo, no lo soportaría. En este momento me encuentro a su lado en la clínica, tomando su mano. Se ve tan hermoso con su cabello oscuro y sus ojos azules, aunque estén cerrados ahora, sé lo intensos que son. Me di cuenta de que, poco a poco, comenzó a despertar y a abrir esos hermosos ojos que tanto amo. —¿Qué pasó? —preguntó con voz ronca. —Omar, te apuñalaron, pero ya estás bien —le respondí, intentando mantener la calma. —¿Quién eres tú? —soltó de repente. —¿Cómo que quién soy yo? —dije molesta, frunciendo el ceño. En ese momento, una débil sonrisa se dibujó en su rostro. —Eres mi Emm, el amor de mi vida... jamás te olvidaría —susurró, levantando su mano lentamente. Yo, sin dudarlo, la tomé con fuerza, sintiendo un alivio indescriptible. Sentí un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. Su sonrisa, aunque déb
Estaba completamente confundida, no podía creer que habían atrapado al hombre que intentó lastimarme y que, además, confesó que fue Livia quien le dio la orden. En este momento, mi papá me está abrazando en su casa, y siento su preocupación en cada fibra de su ser. Él se siente tan culpable, como si su propia esposa hubiera causado todo este caos. —Lo siento tanto, hija —murmura, su voz temblando—. No sabía que Livia podría llegar tan lejos. Sus palabras me llenan de una mezcla de tristeza y frustración. No puedo soportar verlo así, desgastado por la culpa, cuando no es su responsabilidad. —Papá, no es tu culpa —le respondo con firmeza, intentando consolarlo—. No pudiste prever lo que ella haría. Él se separa un poco para mirarme a los ojos, buscando en ellos algún rayo de esperanza. —Pero, ¿y si algo te hubiera pasado? No podría vivir con eso. —Su voz se quiebra, y siento que la angustia lo consume. —Pero no pasó, estoy aquí contigo. —Le sonrío, aunque mi corazón sigue la
Los meses pasaron rápidamente. Omar ha estado muy cariñoso conmigo y con las bebés; él se ha recuperado sin problemas. Sin embargo, yo no he vuelto con él. He estado viviendo con papá, y Mónica también visito a mi mamá en la clínica, así que sigo al pendiente de su bienestar. Mis bebés están cada vez más grandes y están cerca de nacer. En este momento, me encuentro con Omar, su hermana Valentina, sus papás y mi papá reunidos en el jardín de la casa de Omar. La atmósfera es cálida y relajada, con risas y bromas que llenan el aire. Valentina es muy amable conmigo; tiene esa chispa divertida que me hace sentir a gusto. Se parece mucho a Omar, con sus ojos azules y el mismo cabello oscuro, pero tiene su propio estilo y energía. —No puedo creer que mi hermano haya logrado enamorar a alguien tan increíble como tú —bromea Valentina, guiñándome un ojo—. Debería darte un premio por soportarlo. Omar, que se encuentra a mi lado, me mira con una mezcla de orgullo y complicidad, pero la brom
Desperté lentamente, sintiendo una calma que no había experimentado en meses. El agotamiento del parto todavía pesaba sobre mi cuerpo, pero una sensación de alivio lo cubría todo. Mis ojos se abrieron despacio, y lo primero que vi fueron a mis dos pequeñas princesas, cada una en su cuna, durmiendo plácidamente. Sus cabecitas doradas brillaban bajo la luz suave, y aunque sus ojos estaban cerrados, recordaba la intensidad de sus miradas cuando las vi por primera vez. Sonreí al verlas, eran perfectas. La habitación estaba decorada con globos y arreglos florales. Rosas, mis favoritas, adornaban cada rincón, llenando el aire con su fragancia dulce y fresca. Todo a mi alrededor respiraba alegría, y la vista de tantos detalles me inundó de un calor reconfortante. Omar estaba sentado al lado de las cunas, observándolas con una sonrisa que le iluminaba el rostro. Parecía agotado, pero había algo en sus ojos, una mezcla de profundo amor y alivio. Sabía que no se había movido de mi lado en t
Me encuentro en la casa de mi papá, en la habitación de las niñas, rodeada de un ambiente cálido y acogedor. Mi papá, con todo su amor y dedicación, había decorado la habitación de una forma maravillosa. Las paredes estaban pintadas en tonos suaves de lavanda, con detalles en blanco y rosa, y unas pequeñas mariposas adornaban los rincones. Los muebles eran de madera clara, dándole a la habitación un toque delicado y elegante. Todo estaba dispuesto perfectamente para nuestras princesas, Samantha y Sole. Me llenaba de paz estar aquí, en este espacio pensado para ellas. Omar, por su parte, estaba conmigo. Se había ofrecido a acompañarme, y aunque su presencia me daba seguridad, ya era muy tarde. Él estaba sentado en el sillón junto a la ventana, mirando hacia afuera como si contemplara algo en la distancia. Yo sabía que estaba buscando una excusa para quedarse más tiempo, haciéndose el tonto para no irse. Había estado evitándolo durante la última hora, pero la verdad era que ya no sabí
Han pasado varios días desde que Omar me pidió ese día. Finalmente, lo acepté, y será mañana. Estoy nerviosa. Sé que sus papás cuidarán a las niñas, y aunque no tengo idea de adónde me llevará, puedo sentir que él está planeando la cita perfecta. Es extraño, después de todo lo que sucedió entre nosotros, estar aquí, esperando esa cita, como si todo pudiera volver a ser como antes. En este momento, estoy en el parque paseando a las bebés. Valentina, la hermana de Omar, me acompaña, y aunque intento relajarme, la ansiedad me invade. Miro a las niñas mientras duermen tranquilamente en sus cochecitos, sus pequeñas respiraciones acompasadas me llenan de paz, pero mi mente sigue dándole vueltas a la cita. —Dime algo... —le ruego a Valentina, quien camina a mi lado con una sonrisa que no ha desaparecido desde que llegamos al parque. Ella ríe, divertida, y sacude la cabeza. —No te diré nada de esa maravillosa cita que planea mi hermano —me responde con una sonrisa traviesa. Se detiene
Me subí al coche, temblando por dentro, mientras Lucian se acomodaba en el asiento del pasajero, el arma siempre apuntada hacia mí. El volante se sentía helado entre mis manos sudorosas, y el sonido de mi respiración entrecortada llenaba el silencio incómodo dentro del coche. El corazón me latía tan fuerte que parecía que Lucian podría oírlo. —No entiendo por qué haces esto... —le dije con la voz apenas controlada, tratando de mantener la calma. Sentía una mezcla de miedo y confusión que no lograba procesar. Lucian me miró, su expresión oscura y llena de resentimiento, mientras sus dedos tamborileaban sobre el arma, como si estuviera disfrutando de mi miedo. —Sabes, cariño... tu padre fue muy cruel conmigo —comenzó a decir, su tono frío, pero cargado de rencor—. Él violó y torturó a mi hermana... El mundo pareció detenerse por un momento. No podía creer lo que estaba escuchando, mi padre... Matt. Mi mente intentaba procesar la confesión, pero cada palabra de Lucian me hundía más e