La impresión lo dejó de piedra, ¿un hijo? ¿Tenía un hijo y Sara no le había dicho nada? Sintió cómo la furia dejó de lado el asombro, se tuvo que levantar de su asiento y comenzó a caminar en círculos antes de poder emitir palabra alguna. Su rabia era tal que su vista se nubló, respiró con profundidad varias veces para tratar de calmarse. Su hijo estaba muy enfermo y en nada mejoraría la situación sus ganas de matar a la madre.
―¿Dónde está mi hijo? ―preguntó con las mandíbulas apretadas.
―Está Hospitalizado en el Great Ormond Street Hospital, él…
Sara se vio interrumpida cuando Rashad la tomó de la mano, tiró de ella levantándola del sillón y caminó con decisión hacia la puerta.
―Rashad, espera, debemos hablar antes ―pidió Sara con voz atribulada, tratando sin éxito de soltar su mano.
―Lo haremos de camino al hospital. Tienes muchas cosas que explicar, Sara ―indicó el hombre.
―¡No! Hablaremos aquí, no permitiré que alteres a mi hijo ―decidió Sara.
―¡También es mi hijo! ―gritó Rashad.
En ese momento él perdió la compostura que trataba de mantener.
―Por favor, Rashad, hablemos primero. Por el bien del niño ―suplicó Sara―. No está bien y no quiero que se altere y eso afecte de modo negativo a su salud ―pidió bajando el tono de la confrontación. Si quería que Rashad hiciese lo que su hijo necesitaba, haría lo que fuera, incluso suplicarle. En fin, su orgullo había muerto años atrás así que dejarse pisotear un poco más por su hijo no representaba ningún problema para ella.
―Está bien, ¡habla!, quiero saber todo de mi hijo ―demandó con prepotencia.
―Tiene once años, su nombre es Asad[1] y sufre de leucemia linfoblástica aguda[2]. Hace cuatro años enfermó, recibió tratamiento y estuvo en remisión por dos años. A finales del año pasado volvió a recaer. Esta vez la quimioterapia ha sido más agresiva, acaba de terminar sus ciclos y en este momento está sano, pero es considerado un paciente con alto riesgo de volver a recaer; por lo que su única opción es recibir un trasplante de médula ósea, y yo no soy compatible. En el hospital me dijeron que las probabilidades de que tú, o alguien de tu familia, lo sea son mayores. Si no conseguimos pronto un donante puede morir ―expresó con lágrimas en los ojos.
―¿Por qué nunca me buscaste? ―gritó Rashad con un dejo de amargura.
―Mi ataque ocurrió poco después de nuestro divorcio ―dijo señalándose la cara―. No sabía que estaba embarazada aún, poco tiempo después vine a este país como refugiada y estuve recuperándome en un asilo. Cuando me enteré de mi embarazo tenía casi cinco meses, no supe de ti hasta mucho tiempo después, y para entonces no tuve el valor de buscarte.
―¿Y no te detuviste a pensar que mi hijo tenía derecho a una mejor calidad de vida, a tener un padre presente?, ¿que yo tenía derecho a saber que tenía un hijo? ―inquirió aún furioso.
―No tiene caso seguir discutiendo sobre algo que no se puede cambiar. Necesitamos enfocarnos en que Asad encuentre un donante para que pueda sanar, después hablaremos de la situación.
Rashad empezó a contar en su mente porque estaba a punto de estallar, tenía ganas de ahorcarla, de hacerle daño, y debía contenerse por el bien de su hijo.
―Vamos al hospital para hacer las pruebas, después arreglaremos lo demás ―dijo al fin Rashad cuando pudo controlar su rabia.
Un silencio absoluto reinaba en el coche. Rashad miró su perfil, de ese lado no se veía la cicatriz. Al observarla con detenimiento se dio cuenta de que su vida no había sido fácil, tenía el sufrimiento marcado en sus facciones; hacerle daño a Sara sería tan satisfactorio como patear a un cachorro herido, suspiró con resignación.
―Háblame de mi hijo ―pidió con calma, se recostó en el asiento y cerró sus ojos para concentrarse en sus palabras.
―Asad es un gran chico, debido a la enfermedad es un poco más pequeño de lo normal, pero es muy inteligente, amable y considerado. Le gusta el fútbol, aunque ya no puede practicarlo ve todos los partidos por la TV. A raíz de su enfermedad ha descubierto la lectura y es un lector apasionado cuando se siente mejor, también le gustan los videojuegos ―respondió Sara con el orgullo reflejado en la voz.
Rashad vio su rostro transformarse cuando hablaba del chico, se veía lo mucho que lo amaba, pensó en lo que debió sufrir al saber que estaba enfermo. «Quizás mucho más de lo que me ha dolido a mí», pensó con tristeza.
―¿Cuándo entregarán los resultados de las pruebas para saber si soy compatible?
―En el momento en que tengan los resultados el técnico de laboratorio informa al doctor Evans, al donante y a mí; no pasa de las veinticuatro horas ―respondió Sara.
―¿Cómo te diste cuenta de que estaba enfermo? ―preguntó Rashad.
―Hace casi cuatro años, jugaba en un partido de futbol y se desmayó, dijo que estaba muy cansado, tenía una cita con su pediatra al día siguiente, porque le habían salido unos hematomas sin haberse golpeado y le sangraba la nariz con regularidad. Cuando lo llevé al hospital tenía fiebre. El pediatra de turno pidió una analítica de sangre entre otros exámenes, después llamaron a un hematólogo y empezaron a hacerle más pruebas, hasta que el doctor me dio el diagnóstico.
―Mi hermano Samir trabaja en ese hospital, él es médico oncólogo pediatra ―señaló Rashad.
―Lo sé, hoy tuvo una emergencia médica y escuché cuando le dio instrucciones a una enfermera para que llamara al restaurante y te avisara de que no podría ir, por eso supe dónde encontrarte.
―¿Si no hubieses escuchado a Samir, no me habrías ido a buscar? ―cuestionó el hombre molesto.
―Sí lo hubiese hecho, tenía apuntada la dirección del hotel, pero al enterarme de que estabas en ese restaurante preferí ubicarte por allí. No sabía si me recibirías y no podía correr ese riesgo.
―Claro que te recibiría ―replicó molesto.
―No, Rashad, no estaba segura de que lo hicieras. En dos oportunidades llamé al hotel y me dijeron que, si no estaba entre tus contactos autorizados, debía dejar un mensaje con mi nombre y asunto a tratar para que tú devolvieras la llamada, pero nunca lo dejé.
―¿Por qué? ―insistió.
―¿Qué te iba a decir? ―preguntó molesta―. Oye, dile que soy su exesposa y que necesito hablar con él, tenemos un hijo y Rashad no sabe nada, ¿vale? ―replicó sarcástica para luego agregar―: Me dejaste porque querías disfrutar de tu libertad y eso fue lo que hiciste, no quería que vinieses a mí por obligación, por lástima o por deber. ¡Mírame! Ahora soy fea, esta cicatriz me avergüenza. ¿Creías que iba a querer que me vieras así? ―explotó Sara.
―¿Cuándo dejarás de pensar que el mundo gira a tu alrededor? Mi hijo necesitaba un padre que tú le has negado por vanidad, has sido muy egoísta.
―¡¿Crees acaso que no me he dado cuenta de que el mundo no gira alrededor de mí?! Mira mi m*****a cara, hace mucho que me enteré de eso, y llámame egoísta, pero yo no fui la que rompió nuestro matrimonio para vivir la vida loca. ¿Crees acaso que quería exponer a mi hijo al abandono?, ¿a la indiferencia de su padre? No, Rashad, protegía a mi hijo de un hombre voluble.
―¡No soy un hombre voluble! ―gritó exasperado.
Ante esta nueva explosión Sara se encogió asustada. Rashad maldijo en silencio. ¿Qué le había ocurrido para que retrocediera ante su mal carácter? No era la primera vez que ella lo había visto así, hubo momentos en su matrimonio en las que se gritaron el uno al otro, entonces Sara había sido voluntariosa y se sabía defender muy bien no dejándole pasar una. Por lo que ahora se sorprendió ante su reacción, no sabía qué había ocurrido en la vida de Sara, pero le dolió que ella pensara que podía lastimarla.
―Lo lamento, no fue mi intención gritarte, ¿estás bien? ―preguntó preocupado.
―Sí, creo que esta discusión no nos lleva a nada, será mejor que nos concentremos en lograr que Asad sane ―respondió temblorosa.
―Tienes razón, ya estamos a punto de llegar. ¿Tienes cita con el médico? ¿Podré ver a mi hijo?
―Iremos primero al área de laboratorio a que te tomen las muestras y después te presentaré a Asad, es probable que veamos al médico en la ronda de visitas.
Entraron al hospital y Sara lo condujo a través de largos pasillos, a medida que avanzaban el personal médico, de enfermería y mantenimiento saludaron a Sara. Al parecer su exesposa era bastante conocida en ese sitio. Llegaron ante unas puertas dobles que decían laboratorio, entraron y Sara caminó hasta el mostrador de enfermería.
―Mildred, traje al padre de Asad, viene a hacerse las pruebas para ver si es compatible y servir de donante.
―¡Es una noticia maravillosa, dulzura! ―exclamó la enfermera con cariño. Pero cuando sus ojos miraron a Rashad se cubrieron de una frialdad que indicaba su desprecio.
―Rashad, ella es Mildred, tomará una muestra de sangre para las pruebas ―explicó Sara antes de volverse de nuevo hacía la enfermera―. Mildred, el padre de Asad, Rashad Abdallah. ―La mujer solo hizo un leve asentamiento con la cabeza antes de hablar.
―Pase por aquí, señor, para tomar la muestra.
La enfermera se levantó de su asiento, caminó hacía las puertas que estaban detrás de ella y le indicó que la siguiera.
―Yo esperaré aquí, el procedimiento es rápido ―dijo Sara.
Él la observó caminar hasta unas sillas y tomar asiento, después siguió a la enfermera hasta un área de toma de muestras. Mientras la mujer tomaba un tubo de muestras y un marcador especial y empezaba a marcarlo, él se quitó la chaqueta del traje, los gemelos de su brazo izquierdo y arremangó la manga de su camisa hasta sus bíceps. Se sentó en la silla de toma de muestras y colocó su brazo en el reposabrazos de esta, sintiendo sobre sí la mirada de desaprobación de la mujer. Mildred se acercó, en silencio, colocó una banda alrededor de su brazo y tiró fuerte. Rashad apretó los dientes y se preguntó si quería hacerle pagar por sus pecados, imaginarios o no. El leve pinchazo lo tomó por sorpresa y juntó los labios para evitar soltar una exclamación, le parecieron horas el tiempo que se tomó para extraerle la muestra; pensó que le habían sacado litros, pero cuando giró su cabeza para mirar se encontró que era solo un pequeño tubo. La sonrisa de la enfermera era sardónica mientras miraba su expresión sorprendida.
―¿Dolió? ―Y antes de poder responder la mujer agregó―: Imagínese cuántos de estos le hemos sacado a ese pobre niño.
Rashad sintió una puñalada en el pecho al pensar en su hijo, tan pequeño y con tan terrible enfermedad, tan solo y él sin saber que estaba necesitado; apretó los dientes con furia. Sabía que no era el momento de más recriminaciones, pero cada vez que pensaba que tenía un hijo la rabia lo carcomía, nunca le podría perdonar a Sara esa mentira. Por ahora tomaría las cosas con calma, su hijo estaba enfermo y no necesitaba una madre angustiada, pero que no pensara Sara que las cosas quedarían así.
[1] León
[2] Tipo de cáncer hematológico y de la médula ósea que afecta a los glóbulos blancos, es el cáncer más común durante la niñez. Ocurre cuando una célula de la médula ósea presenta errores en su ADN.
Todos los sentimientos de venganza se desvanecieron cuando llegó hasta la sala donde Sara esperaba, al atravesar las puertas se encontró con que ella dormía en una silla. Su exesposa estaba acurrucada contra la pared, se veía tan indefensa, como si se hubiese rendido y no tuviera nadie que la apoyara. Frenó sus pasos por la sorpresa y la enfermera que venía detrás de él lo increpó.―¿Y que esperaba? Trabaja casi toda la noche limpiando oficinas, duerme tres horas y luego viene aquí para estar con su hijo y ayudar en lo que pueda como voluntaria; de esa manera puede quedarse fuera de las horas de visita y estar pendiente del niño.―Yo no lo sabía ―expuso ante la mirada reprendedora de la enfermera, se pasó la mano por el cabello despeinándose―. No sabía que tenía un hijo. ¿Quién podría ser tan desalmado de abandonar a su suerte a su mujer y a su hijo? Desprecio al tipo de hombres que lo hace, me lamenta que existan mujeres y niños tengan que pasar por esa situación. Y hoy me entero de
Tuvo que forzar a su boca a pronunciar las palabras, sin embargo, su voz fue solo un susurro roto que fue percibido por el niño más como una visión que como un sonido, lo que provocó una sonrisa en Asad al darse cuenta de que su padre estaba muy emocionado.A medida que se acercaba, Rashad pudo constatar que el rostro de Asad podía ser el de cualquiera de sus hermanos o de sus primos. Este reconocimiento filial arrancó de su pecho una exclamación que confundió al niño.―¿Mamá? ―preguntó inseguro el chico.―No pasa nada, hijo ―respondió Rashad―. Solo es que te pareces tanto a mis hermanos y primos que me sorprendió.La respuesta que obtuvo fue una radiante sonrisa del pequeño, un gesto curioso pasó por su rostro.―Creo que también me parezco a ti ―afirmó Asad titubeante.―Sí, te pareces mucho a mí ―respondió Rashad.Estaba tan contento de que al final tuviera un papá, y al mismo tiempo aliviado porque su mamá ya no estaría sola, que sus brazos rodearon la cintura de su padre. Rashad si
Rashad se obligó a seguir escuchando a su hermano, de seguro lo que le decía era muy importante.―Por el momento voy a usar mis influencias y bajar al laboratorio para apresurar los resultados de las pruebas. Si no eres compatible examinaremos a cada miembro de la familia hasta encontrar a alguien, ahora la donación es mucho más sencilla y sin riesgos para el donante.―Entiendo. Gracias, hermano ―dijo Rashad.―¿Sabes que en varias ocasiones lo visité sin ser mi paciente? Algo me hacía venir a esta habitación, ahora sé que era la sangre llamándome, incluso me hice las pruebas para ver si podía ser donante solo por él.―Gracias por haber estado a su lado, no sabes lo que eso significa para mí. Hoy reuniré a la familia para hablarles de Asad y pedirles que vengan mañana a examinarse ―comento Rashad.―Déjame hacer esto por ti, hermano, debemos ahorrar tiempo, llamaré a Khaliq y a todos nuestros primos para hacer esa prueba hoy. En la noche podrás reunirte con el resto de la familia y expl
El tiempo de espera consiguió calmarlo, también le dio la oportunidad de pensar y planificar algunas acciones que le permitirían cumplir todas las promesas que le hizo a Asad. Llamó a Ebrahim, su asistente, para que despejara su agenda, cancelara compromisos y llamara a todos sus gerentes para una reunión virtual; necesitaba delegar por tiempo indeterminado sus funciones dentro del hotel para dedicarse a cuidar de su hijo enfermo.Las dos horas pasaron con lentitud, pero su determinación a esperar estaba intacta. Si Sara pensaba que se marcharía después de la visita, se llevaría una sorpresa al darse cuenta de que la esperaba en la puerta.Dos horas y treinta minutos después, tarde, ella salió del hospital y caminó apresurada hacía la parada de autobuses, el coche arrancó y avanzó a poca velocidad hasta alcanzarla.―Sara ―llamó Rashad a través de la ventanilla del coche.―¿Qué quieres, Rashad? ―preguntó sorprendida de verlo aún allí.―Sube, debemos hablar ―ordenó con arrogancia.―No p
Un par de horas después, Sara estaba acostada en la cama matrimonial de la habitación del hotel comiendo una barra de chocolate que tomó de la neverita que había en el dormitorio. La habitación era como un pequeño apartamento con cocina y comedor.Sonrió cuando recordó la mueca de Rashad al ver la habitación, estaba segura de que era demasiado femenina y poco elegante para su gusto, pero para Sara era magnifica; sobre todo después de los sitios en los que le tocó vivir. Aunque se había criado en el lujo y la opulencia, aquella vida le parecía tan lejana que a veces pensaba que le pertenecía a otra persona.Cuando tocaron la puerta de su habitación. Se levantó de la cama de un salto y frunció el ceño, recelosa. Desde su ataque siempre estaba a la defensiva, había cerrado con seguro y puesto la cadena. Se acercó a la puerta y pegó su cabeza a la madera.―¿Quién es? ―preguntó cautelosa.―Rashad ―respondió su exesposo.«¿Qué hace aquí?», se preguntó. Se habían despedido hacía menos de una
―¡No! ―Las palabras brotaron de la boca de Sara antes de que terminara de hablar. ―Ni siquiera has escuchado mi propuesta. ―No necesito escucharla, no me casaré contigo de nuevo, no seré tu mujer, ni jugaremos otra vez a las casitas. ―No es eso lo que te estoy proponiendo… ―¿No? ―preguntó ella con sarcasmo. ―¡No! Te ofrezco un matrimonio contractual, hasta que Asad cumpla los dieciocho años y se vaya a la universidad, será solo de papel, nuestro hijo merece tener mi apellido legítimo y una familia convencional y es lo que te estoy ofreciendo, protección, seguridad y apoyo, nada más. Sara lo miraba estupefacta, no sabía si sentirse ofendida por el rechazo hacia ella o agradecer su falta de interés. ―¿Y pondremos esas condiciones en un contrato escrito? ¿Podré ser libre en siete años? ―Sí y con una gran remuneración económica, pagaré de nuevo tu dote para que no tengas que sufrir necesidades en un futuro, aunque de más está decirte que si te casas conmigo siempre contarás con mi
Eran las tres de la madrugada y Rashad no podía dormir, la preocupación le impedía conciliar el sueño, a pesar de la buena noticia de que su hermano Khaliq era compatible con Asad sentía un pesimismo impropio de él. Tenía miedo, de ese que no te permitía respirar con normalidad. Nunca pensó que podría sentir algo así, nunca pensó que podía llegar a amar a alguien tan rápido, que le doliera su dolor, que temiera su muerte. Se levantó de la cama, tomó su móvil y salió a la terraza de su casa, el frío lo recibió y distrajo su atención. Moría por un cigarrillo, pero había echado a la basura todas las cajas que tenía, debía estar sano y no poner en riesgo su salud. Asad lo necesitaba, además había aceptado ser el donante de otro niño con el cual resultó compatible. Inquieto, regresó a su habitación, era muy reservado, pero necesitaba sacar de su pecho esa opresión desconocida que lo ahogada.No sabía a quién llamar, no tenía amigos íntimos, su padre estaba muerto y, aunque estuviera vivo,
Después de que Khaliq se marchara, Rashad durmió un par de horas, debía llegar al hospital muy temprano en la mañana para la consulta que tendrían con el doctor Evans. Samir había hablado con el médico y este había aceptado atenderlos a él y a Khaliq en la misma consulta. No había tenido tiempo de investigar qué significaba ser donante por lo que estaba un poco nervioso. Llamó a Sara para decirle que iba en camino y pasaría por ella para llegar juntos al hospital, estaba seguro de que ella conocía todo el procedimiento, pero Sara se había marchado muy temprano y estaba en el consultorio hablando con el doctor. En la recepción preguntó por Samir y una enfermera le dijo que estaba haciendo la ronda a sus pacientes. Impaciente llamó a Khaliq que estaba bajándose del coche en la puerta del hospital, unos minutos después entró acompañado de su guardaespaldas.La noche anterior se había emocionado mucho cuando, a los minutos de que Sara recibiera la llamada para informarle que se había enco