Un par de horas después, Sara estaba acostada en la cama matrimonial de la habitación del hotel comiendo una barra de chocolate que tomó de la neverita que había en el dormitorio. La habitación era como un pequeño apartamento con cocina y comedor.Sonrió cuando recordó la mueca de Rashad al ver la habitación, estaba segura de que era demasiado femenina y poco elegante para su gusto, pero para Sara era magnifica; sobre todo después de los sitios en los que le tocó vivir. Aunque se había criado en el lujo y la opulencia, aquella vida le parecía tan lejana que a veces pensaba que le pertenecía a otra persona.Cuando tocaron la puerta de su habitación. Se levantó de la cama de un salto y frunció el ceño, recelosa. Desde su ataque siempre estaba a la defensiva, había cerrado con seguro y puesto la cadena. Se acercó a la puerta y pegó su cabeza a la madera.―¿Quién es? ―preguntó cautelosa.―Rashad ―respondió su exesposo.«¿Qué hace aquí?», se preguntó. Se habían despedido hacía menos de una
―¡No! ―Las palabras brotaron de la boca de Sara antes de que terminara de hablar. ―Ni siquiera has escuchado mi propuesta. ―No necesito escucharla, no me casaré contigo de nuevo, no seré tu mujer, ni jugaremos otra vez a las casitas. ―No es eso lo que te estoy proponiendo… ―¿No? ―preguntó ella con sarcasmo. ―¡No! Te ofrezco un matrimonio contractual, hasta que Asad cumpla los dieciocho años y se vaya a la universidad, será solo de papel, nuestro hijo merece tener mi apellido legítimo y una familia convencional y es lo que te estoy ofreciendo, protección, seguridad y apoyo, nada más. Sara lo miraba estupefacta, no sabía si sentirse ofendida por el rechazo hacia ella o agradecer su falta de interés. ―¿Y pondremos esas condiciones en un contrato escrito? ¿Podré ser libre en siete años? ―Sí y con una gran remuneración económica, pagaré de nuevo tu dote para que no tengas que sufrir necesidades en un futuro, aunque de más está decirte que si te casas conmigo siempre contarás con mi
Eran las tres de la madrugada y Rashad no podía dormir, la preocupación le impedía conciliar el sueño, a pesar de la buena noticia de que su hermano Khaliq era compatible con Asad sentía un pesimismo impropio de él. Tenía miedo, de ese que no te permitía respirar con normalidad. Nunca pensó que podría sentir algo así, nunca pensó que podía llegar a amar a alguien tan rápido, que le doliera su dolor, que temiera su muerte. Se levantó de la cama, tomó su móvil y salió a la terraza de su casa, el frío lo recibió y distrajo su atención. Moría por un cigarrillo, pero había echado a la basura todas las cajas que tenía, debía estar sano y no poner en riesgo su salud. Asad lo necesitaba, además había aceptado ser el donante de otro niño con el cual resultó compatible. Inquieto, regresó a su habitación, era muy reservado, pero necesitaba sacar de su pecho esa opresión desconocida que lo ahogada.No sabía a quién llamar, no tenía amigos íntimos, su padre estaba muerto y, aunque estuviera vivo,
Después de que Khaliq se marchara, Rashad durmió un par de horas, debía llegar al hospital muy temprano en la mañana para la consulta que tendrían con el doctor Evans. Samir había hablado con el médico y este había aceptado atenderlos a él y a Khaliq en la misma consulta. No había tenido tiempo de investigar qué significaba ser donante por lo que estaba un poco nervioso. Llamó a Sara para decirle que iba en camino y pasaría por ella para llegar juntos al hospital, estaba seguro de que ella conocía todo el procedimiento, pero Sara se había marchado muy temprano y estaba en el consultorio hablando con el doctor. En la recepción preguntó por Samir y una enfermera le dijo que estaba haciendo la ronda a sus pacientes. Impaciente llamó a Khaliq que estaba bajándose del coche en la puerta del hospital, unos minutos después entró acompañado de su guardaespaldas.La noche anterior se había emocionado mucho cuando, a los minutos de que Sara recibiera la llamada para informarle que se había enco
Cuando Rashad entró en la habitación de Asad, su hijo miraba con admiración a Khaliq y reía de una de sus anécdotas y para él fue lo mejor que le había pasado ese día. Su hermano inventaba historias sobres el desierto y tenía absorto en su relato a todos los que estaban en la habitación, sin embargo, los ojos de Asad se iluminaron cuando vio a su padre entrar.—¡Papá!, al fin viniste. Tío Khaliq me estaba contando historias. ¿Sabes que él será mi donante? ¿Viste cuánto nos parecemos? Tenemos los mismos ojos, papá —dijo el niño en un torrente de palabras que lo hicieron sonreír.—Lamento la tardanza, hijo, voy a ser el donante de Salma y fui con tu tío Samir a decírselo.—Salma es mi amiga , me alegra que seas su donante, así ambos nos curaremos. Nos gustan los mismos videojuegos y ambos tenemos la misma Nintendo Switch[1] que nos regaló el tío Samir en Navidad, antes de saber que era mi tío —dijo Asad—. ¿Sabes que ella no tiene mamá ni papá? Por eso mi mamá también pasa tiempo con ell
A la mañana siguiente, Sara tomaba un café en su habitación pensando en cómo llegar al hospital con las dos maletas de mano y las dos mochilas llenas, cuando recibió una llamada de Rashad. —Te estuve llamando anoche, pero no contestaste mi llamada —dijo Sara al responder el móvil. —Te dije que tenía un compromiso, te dejé otro número por si había una emergencia, ¿la hubo? —preguntó Rashad aparentando indiferencia. Alguien tocó la puerta de la habitación, como estaba hablando por el móvil la abrió sin pensarlo mucho y se encontró a su exesposo con el teléfono pegado en la oreja. Cerró la llamada y le cedió el paso para que entrara. —Sabes que no, te llamé por las cosas que había en mi habitación cuando llegué. No acordamos que me compraras pijamas, cremas, maquillajes y demás cosas superfluas que encontré —replicó ella. —Le dije a Jocelyn que comprara todo lo que necesitaría una mujer, menos ropa y zapatos hasta no haber hablado contigo, por supuesto —respondió Rashad. —Rashad, no
Mientras su hijo dormía la siesta, Sara y Rashad acordaron que una vez que Asad despertara, antes de que el malestar de la quimioterapia hiciera su aparición le hablarían sobre la boda. Rashad era de la opinión en que debía celebrarla lo antes posible, quería que su hijo supiera que desde ese momento en adelante tenía no solo a su madre, sino también a su padre y a una gran familia que lo respaldaba.—Podemos hacer una ceremonia sencilla aquí en el hospital con un juez de paz cuando ya este recuperado, de esa manera cuando lleguemos a la casa, no será extraño que los tres vivamos bajo el mismo techo —dijo Rashad—Sí, no deseo una boda grande, eso ya lo tuvimos y no le veo el sentido hacerlo de nuevo, creo que con que nos vistamos mejor ese día bastará.—Quiero que uses un vestido blanco, algo bonito…—No soy una virgen para vestir de blanco —respondió de mala manera.—Lo sé, pero esas serán las fotos de la boda de sus padres que Asad conservaráSus palabras silenciaron sus protestas,
Antes de volver a la habitación de Asad, Rashad pasó a ver como se sentía Salma, ese día era el último de quimioterapia antes de realizar el trasplante al día siguiente. La enfermera le dijo que no había sido un buen día para la niña, había vomitado en dos oportunidades y las náuseas no la dejaban comer, sin embargo, al verlo una sonrisa cansada se asomó a su cara.—Hola, princesa Salma, ¿cómo ha estado tu día? —dijo Rashad.—Hola, Rashad, hoy me siento malita, tengo hambre, pero las náuseas no me dejan comer —respondió la niña haciendo un puchero que le partió el corazón.—Sabes que si comes se te pasarán un poco, pero debes esforzarte. ¿Por qué no tomas tu sopa? O quizás un poco de jugo y verás que te sentirás un mejor, ¿quieres que te ayude a comer? —preguntó el hombre.—Está bien, Rashad, cuéntame una historia de jeques mientras me ayudas —respondió Salma.Rashad tomó la sopa de la mesa y le acercó una cucharada a la boca, y comenzó a narrarle un cuento de las mil y una noche, se