Rashad se paseó nervioso por la sala de espera. Se habían llevado a Asad al quirófano para el trasplante de médula ósea. Era un método sencillo, muy similar a una trasfusión de sangre. Se dijo a sí mismo que todo saldría bien, no había motivo para ser pesimista, Salma había entrado a primera hora y en ese momento descansaba en su habitación como si nada hubiese ocurrido. Sin embargo, no podía dejar de escuchar las palabras del doctor Evans acerca de las posibles complicaciones de ese tipo de trasplante. Se había concentrado tanto en que tenían un donante compatible que había obviado todos los riesgos, y en un principio se sintió muy optimista.Fue en ese momento que su cerebro se empeñó en recordar todas las complicaciones que podían surgir. La mayor de ella era la enfermedad del injerto contra el huésped[1], por eso se buscaba a donantes que fueran muy compatibles con el paciente, preferiblemente familiares, y se les administraban inmunosupresores durante tiempo indefinido. Se pregun
Esa noche el equipo de trasplante les dijo que podían marcharse temprano porque Asad dormiría toda la noche. Debían aprovechar y descansar todo lo que pudieran antes de llevarlo a casa, porque la rutina de atender a un paciente que era más que probable que se sintiera mal, que debía guardar reposo, tener una alimentación balanceada y natural, aunado a los estrictos horarios en los que debía tomar sus medicinas les quitaría mucha energía.Rashad le dijo a Sara que esa noche debían celebrar que su hijo tenía una nueva oportunidad y la invitó a cenar. Como siempre, ella se negó; no quería que los vieran en público. Aunque tenía mejor aspecto, aún tenía una cicatriz en su rostro que llamaba la atención y no quería salir en la prensa amarilla. Su pasado podría salir a la luz y era algo que no quería compartir con su exesposo. Quería pasar desapercibida ante las revistas del corazón y no sabía cómo hacerlo. Si comenzaban a investigar corría el riesgo de que se descubriesen sus secretos y es
—¡Jazmín! —gritó Sara con emoción.La mujer la envolvió en sus brazos, ambas lloraron, se besaron, se separaron para mirarse y se volvieron a abrazar para llorar de nuevo. —¡Oh, Sara!, no sabes cuánto te he extrañado —dijo su prima—. Cuando Khaliq me contó que estabas en Londres, que habías llegado como refugiada y que tenías un hijo de Rashad, quise zarandearte. ¿Por qué no me buscaste? Sabías que estaría muy angustiada sin saber nada de ti, ¡te habría ayudado!—Pasaron muchas cosas. Ven, vamos a mi habitación y hablamos —pidió Sara. Necesitaba tiempo para inventar una excusa, sin decirle porque se aisló de toda su familia.Había extrañado mucho a su prima, aunque su familia paterna era muy grande, Jazmín y ella siempre habían estado muy unidas. Su prima le llevaba cuatro años, pero siempre la quiso mucho. Perdieron un poco el contacto cuando Jazmín se fue a la universidad, para ese entonces ella tenía catorce años y lo que más deseaba en el mundo era ir con su prima a estudiar a P
Rashad se quedó largo rato parado en el estacionamiento mirando la puerta del hotel, quiso seguir a Sara, pero no pudo, sus palabras lo impactaron. Tenía muchas cosas en las que pensar, todo lo que creía saber de su esposa estaba basado en suposiciones o juicios de valor, porque lo cierto era que nunca la conoció. Ni siquiera hizo el intento de conocerla. Sara hablaba poco y él lo hacía de más, «sobre todo cuando me emborrachaba», pensó con ironía. Siempre creyó que cuando ella se enfurecía y le gritaba era cuando dejaba escapar sus verdaderos sentimientos hacia él, pero ahora, con la madurez de los años y la distancia de la situación, se dio cuenta de que lo único que ella hizo fue tratar de protegerse.Había una pequeña probabilidad de que Sara no supiera cómo comunicarse con él, para Rashad era muy fácil. Creció en una familia muy grande y, aunque su padre le prestó poca atención, él sabía que era el mundo de su madre, tenía hermanos, tíos y primos a montón. Todos crecieron en el
Al día siguiente en la mañana, Rashad recibió una llamada de la trabajadora social que le notificó que ya tenía los documentos según los cuales él y Sara tendrían el cuidado temporal de Salma. Aunque sabía que estaban todo el día en el hospital cuidando de los niños, deberían pasar por el tribunal para hablar con el juez y firmarlos. Llamó a sus primos, los gemelos Salím y Shaina, para que se quedaran con Asad y Salma y a su abogado para que asistiera con ellos, previendo cualquier eventualidad. Sara había estado un poco distante cuando la llamó para darle la noticia, se notaba que aún estaba molesta por la pelea de la noche anterior. Ella no tenía ganas de hablar con él y darle la oportunidad de profundizar en el tema, le había hecho varias preguntas que no quería responder. Partieron del hospital en un silencio incómodo, Rashad conducía el coche. En un semáforo se giró para observarla. Sara trataba de ignorarlo, miraba hacía la ventana como si quisiera estar en cualquier lado menos
Cuando llegaron al hospital Sara y Rashad se dirigieron primero a la habitación de Salma, por recomendación de la trabajadora social la niña desconocía sus planes de llevarla con ellos a su casa para su recuperación. La señora Thompson era de la opinión que no se debía ilusionar a la niña hasta que la petición fuera aprobada por el juez porque si surgía algún inconveniente y no podía ir con ellos Salma se sentiría muy mal.―Buenos días, princesa Salma ―Saludó Rashad entrando en la habitación de la niña con una gran sonrisa.―¿Cómo te sientes hoy, Salma? ―preguntó Sara.―Buenos días. Hoy me siento mejor.Aunque físicamente se veía mejor, sus valores sanguíneos no eran tan buenos como lo de Asad. Sara notó que la niña tenía el ánimo decaído, se notaba que estaba triste por alguna causa.―Sara y yo venimos a preguntarte algo ―indicó Rashad ―Tu respuesta es muy importante y puede cambiarlo todo.Salma lo miró con un poco de expectación.―Salma Mosset ¿Quisieras ir con nosotros y con Asad
En el banquete de bodas solo estuvo presente la familia Abdallah, pero como era una familia muy grande y para mantener la privacidad se reservó todo el lugar para ellos. En el vestíbulo del restaurante los esperaba Noor, la madre de Rashad, al ver a Sara le sonrió con cariño.―Sara, querida, estoy tan contenta de volver a verte, te deseo mucha felicidad en esta nueva etapa de tu vida, te pido, por favor, que me lleves a Rashad por el buen camino.―Gracias, madre ―respondió Sara con una sonrisa, lo que iluminó el rostro de Noor al usar el tratamiento que se le daba a las suegras en su país ―Le aseguró de que haré lo posible porque así sea, pero en caso contrario…¿Tengo permiso para golpearlo? ―preguntó en broma.―Totalmente ―respondió Noor riendo ―Me gustas como piensas.―Mamá… ―dijo Rashad poniendo los ojos en blanco.―También a ti te deseo toda la felicidad del mundo, hijo de mi corazón, pero te juro que si esta vez lo echas a perder…―No lo haré, mamá, esta vez Sara y yo somos adult
Llegó el tan esperado día, los niños se iban a casa. Asad y Salma fueron conducidos en sillas de ruedas hasta la puerta del hospital, pero antes de salir, entre vítores del personal sanitario, cada niño tocó la campana de la victoria para anunciar que habían vencido la enfermedad. Sara y Rashad caminaban detrás de las enfermeras que empujaban las sillas y, por último, para cerrar la comitiva y cargados de equipaje, estaban Salím y Shaina.Desde el momento en que había conocido a Asad y a Salma, Shaina no había querido separarse de ellos. La joven, que también era doctora, estaba estudiando la especialidad de cirugía plástica, pero trabajaba en otro hospital. Sin embargo, cada momento que tenía libre lo dedicaba a su sobrino y a SalmaLlegaron al auto que esperaba en la puerta del hospital, los niños se levantaron de sus sillas de ruedas para entrar al coche, cuando fueron sorprendidos por los flases de las cámaras fotográficas. La prensa amarilla había descubierto la existencia de Asa