Cuando Rashad entró en la habitación de Asad, su hijo miraba con admiración a Khaliq y reía de una de sus anécdotas y para él fue lo mejor que le había pasado ese día. Su hermano inventaba historias sobres el desierto y tenía absorto en su relato a todos los que estaban en la habitación, sin embargo, los ojos de Asad se iluminaron cuando vio a su padre entrar.—¡Papá!, al fin viniste. Tío Khaliq me estaba contando historias. ¿Sabes que él será mi donante? ¿Viste cuánto nos parecemos? Tenemos los mismos ojos, papá —dijo el niño en un torrente de palabras que lo hicieron sonreír.—Lamento la tardanza, hijo, voy a ser el donante de Salma y fui con tu tío Samir a decírselo.—Salma es mi amiga , me alegra que seas su donante, así ambos nos curaremos. Nos gustan los mismos videojuegos y ambos tenemos la misma Nintendo Switch[1] que nos regaló el tío Samir en Navidad, antes de saber que era mi tío —dijo Asad—. ¿Sabes que ella no tiene mamá ni papá? Por eso mi mamá también pasa tiempo con ell
A la mañana siguiente, Sara tomaba un café en su habitación pensando en cómo llegar al hospital con las dos maletas de mano y las dos mochilas llenas, cuando recibió una llamada de Rashad. —Te estuve llamando anoche, pero no contestaste mi llamada —dijo Sara al responder el móvil. —Te dije que tenía un compromiso, te dejé otro número por si había una emergencia, ¿la hubo? —preguntó Rashad aparentando indiferencia. Alguien tocó la puerta de la habitación, como estaba hablando por el móvil la abrió sin pensarlo mucho y se encontró a su exesposo con el teléfono pegado en la oreja. Cerró la llamada y le cedió el paso para que entrara. —Sabes que no, te llamé por las cosas que había en mi habitación cuando llegué. No acordamos que me compraras pijamas, cremas, maquillajes y demás cosas superfluas que encontré —replicó ella. —Le dije a Jocelyn que comprara todo lo que necesitaría una mujer, menos ropa y zapatos hasta no haber hablado contigo, por supuesto —respondió Rashad. —Rashad, no
Mientras su hijo dormía la siesta, Sara y Rashad acordaron que una vez que Asad despertara, antes de que el malestar de la quimioterapia hiciera su aparición le hablarían sobre la boda. Rashad era de la opinión en que debía celebrarla lo antes posible, quería que su hijo supiera que desde ese momento en adelante tenía no solo a su madre, sino también a su padre y a una gran familia que lo respaldaba.—Podemos hacer una ceremonia sencilla aquí en el hospital con un juez de paz cuando ya este recuperado, de esa manera cuando lleguemos a la casa, no será extraño que los tres vivamos bajo el mismo techo —dijo Rashad—Sí, no deseo una boda grande, eso ya lo tuvimos y no le veo el sentido hacerlo de nuevo, creo que con que nos vistamos mejor ese día bastará.—Quiero que uses un vestido blanco, algo bonito…—No soy una virgen para vestir de blanco —respondió de mala manera.—Lo sé, pero esas serán las fotos de la boda de sus padres que Asad conservaráSus palabras silenciaron sus protestas,
Antes de volver a la habitación de Asad, Rashad pasó a ver como se sentía Salma, ese día era el último de quimioterapia antes de realizar el trasplante al día siguiente. La enfermera le dijo que no había sido un buen día para la niña, había vomitado en dos oportunidades y las náuseas no la dejaban comer, sin embargo, al verlo una sonrisa cansada se asomó a su cara.—Hola, princesa Salma, ¿cómo ha estado tu día? —dijo Rashad.—Hola, Rashad, hoy me siento malita, tengo hambre, pero las náuseas no me dejan comer —respondió la niña haciendo un puchero que le partió el corazón.—Sabes que si comes se te pasarán un poco, pero debes esforzarte. ¿Por qué no tomas tu sopa? O quizás un poco de jugo y verás que te sentirás un mejor, ¿quieres que te ayude a comer? —preguntó el hombre.—Está bien, Rashad, cuéntame una historia de jeques mientras me ayudas —respondió Salma.Rashad tomó la sopa de la mesa y le acercó una cucharada a la boca, y comenzó a narrarle un cuento de las mil y una noche, se
Rashad se paseó nervioso por la sala de espera. Se habían llevado a Asad al quirófano para el trasplante de médula ósea. Era un método sencillo, muy similar a una trasfusión de sangre. Se dijo a sí mismo que todo saldría bien, no había motivo para ser pesimista, Salma había entrado a primera hora y en ese momento descansaba en su habitación como si nada hubiese ocurrido. Sin embargo, no podía dejar de escuchar las palabras del doctor Evans acerca de las posibles complicaciones de ese tipo de trasplante. Se había concentrado tanto en que tenían un donante compatible que había obviado todos los riesgos, y en un principio se sintió muy optimista.Fue en ese momento que su cerebro se empeñó en recordar todas las complicaciones que podían surgir. La mayor de ella era la enfermedad del injerto contra el huésped[1], por eso se buscaba a donantes que fueran muy compatibles con el paciente, preferiblemente familiares, y se les administraban inmunosupresores durante tiempo indefinido. Se pregun
Esa noche el equipo de trasplante les dijo que podían marcharse temprano porque Asad dormiría toda la noche. Debían aprovechar y descansar todo lo que pudieran antes de llevarlo a casa, porque la rutina de atender a un paciente que era más que probable que se sintiera mal, que debía guardar reposo, tener una alimentación balanceada y natural, aunado a los estrictos horarios en los que debía tomar sus medicinas les quitaría mucha energía.Rashad le dijo a Sara que esa noche debían celebrar que su hijo tenía una nueva oportunidad y la invitó a cenar. Como siempre, ella se negó; no quería que los vieran en público. Aunque tenía mejor aspecto, aún tenía una cicatriz en su rostro que llamaba la atención y no quería salir en la prensa amarilla. Su pasado podría salir a la luz y era algo que no quería compartir con su exesposo. Quería pasar desapercibida ante las revistas del corazón y no sabía cómo hacerlo. Si comenzaban a investigar corría el riesgo de que se descubriesen sus secretos y es
—¡Jazmín! —gritó Sara con emoción.La mujer la envolvió en sus brazos, ambas lloraron, se besaron, se separaron para mirarse y se volvieron a abrazar para llorar de nuevo. —¡Oh, Sara!, no sabes cuánto te he extrañado —dijo su prima—. Cuando Khaliq me contó que estabas en Londres, que habías llegado como refugiada y que tenías un hijo de Rashad, quise zarandearte. ¿Por qué no me buscaste? Sabías que estaría muy angustiada sin saber nada de ti, ¡te habría ayudado!—Pasaron muchas cosas. Ven, vamos a mi habitación y hablamos —pidió Sara. Necesitaba tiempo para inventar una excusa, sin decirle porque se aisló de toda su familia.Había extrañado mucho a su prima, aunque su familia paterna era muy grande, Jazmín y ella siempre habían estado muy unidas. Su prima le llevaba cuatro años, pero siempre la quiso mucho. Perdieron un poco el contacto cuando Jazmín se fue a la universidad, para ese entonces ella tenía catorce años y lo que más deseaba en el mundo era ir con su prima a estudiar a P
Rashad se quedó largo rato parado en el estacionamiento mirando la puerta del hotel, quiso seguir a Sara, pero no pudo, sus palabras lo impactaron. Tenía muchas cosas en las que pensar, todo lo que creía saber de su esposa estaba basado en suposiciones o juicios de valor, porque lo cierto era que nunca la conoció. Ni siquiera hizo el intento de conocerla. Sara hablaba poco y él lo hacía de más, «sobre todo cuando me emborrachaba», pensó con ironía. Siempre creyó que cuando ella se enfurecía y le gritaba era cuando dejaba escapar sus verdaderos sentimientos hacia él, pero ahora, con la madurez de los años y la distancia de la situación, se dio cuenta de que lo único que ella hizo fue tratar de protegerse.Había una pequeña probabilidad de que Sara no supiera cómo comunicarse con él, para Rashad era muy fácil. Creció en una familia muy grande y, aunque su padre le prestó poca atención, él sabía que era el mundo de su madre, tenía hermanos, tíos y primos a montón. Todos crecieron en el