―Rashad, necesito hablar contigo ―pidió Sara con determinación.
―Aquí no ―intervino Khaliq―. Ven con nosotros, Sara, pueden hablar en otro sitio más privado ―dijo señalando el coche.
Sara obligo a su mente a ponerse en blanco y dejar el pasado atrás, ya nada de eso tenía importancia, ahora lo que importaba era el motivo por el cual fue en busca de Rashad.
―Khaliq se marchó en el coche de los guardaespaldas para darnos privacidad, sin embargo, hablaremos en un sito que no sea tan público, estoy seguro de que no quieres salir en la prensa ―explicó Rashad.
Sara asintió con la cabeza sin emitir palabra, cerró los ojos e hizo un ejercicio mental de relajación, necesitaba mantener la calma para poder hablar con Rashad. Lo necesitaba de su lado, dispuesto a socorrerla, porque su ayuda debía ser voluntaria, no tenía forma de obligarlo a hacerlo si él no quería.
Ahora que le tenía de frente parecía que los ratones se habían tragado su lengua, entrelazó sus manos para detener el temblor y Rashad observó con el ceño fruncido lo maltratadas que se veían, las comparó con las de sus recuerdos. Las manos de la Sara que recordaba eran suaves, con largos dedos y uñas redondeadas, siempre arregladas y pintadas en tonos suaves.
Rashad indicó al chófer que los llevara a su casa, después mantuvo el silencio, no quería hablar delante del empleado. Siguió escrutándola, su ropa era barata y sus zapatos tipo botas estaban rozados y desgastados por el uso. «¿Qué ha sucedido con ella para que esté en ese estado?», pensó preocupado. Su familia era pudiente, su tío y su padre tenía dinero suficiente para que todos vivieran cómodos por el resto de sus vidas. Además, ella tenía la dote que obtuvo al momento de su matrimonio y que había sido más que generosa. También le había dejado la casa y muchísimas joyas.
―Casi hemos llegamos a mi casa ―informó Rashad cuando el coche cruzó una calle y se adentró en un barrio exclusivo de la ciudad.
Cuando el coche se estacionó se apresuró a abrir la puerta para ayudarla a salir, pero al dar la vuelta para rodearlo vio que ya Sara había descendido del mismo
Rashad puso una mano en su espalda para guiarla e hizo caso omiso a la rigidez de su cuerpo, la alentó a subir los escalones hasta la entrada, sacó de su bolsillo la llave y abrió la puerta, entraron al vestíbulo. Su ama de llaves lo saludó y abrió los ojos sorprendida a ver a su acompañante. Rashad frunció el ceño, extrañado ante esa reacción, porque la señora Said era una persona muy discreta.
Cuando entró al despacho de Rashad. Sus piernas comenzaron a temblar y sintió que ya no la sostendrían, por lo que se sentó en un sillón orejero que había frente al escritorio y apoyó la mejilla en el mismo.
Rashad evitó la silla detrás del escritorio, tomó el otro sillón, el que estaba a la derecha de su exesposa lo giró un poco y sentó, tenía la esperanza de que ella hiciese lo mismo y quedar frente a ella, pero ella lo ignoró. Seguía en la misma posición, lo que lo exasperó, necesitaba mirarla a los ojos para descubrir sus emociones, la antigua Sara era muy expresiva y podía leerla con facilidad.
Sara abrió los ojos al sentir su mirada escrutadora, se sentó recta, bajó su mirada y por costumbre su mano se posó en su mejilla.
―Sara, ¿qué sucede? ¿Por qué estás así? ―preguntó con amabilidad Rashad, al tiempo que su dedo índice levantaba su barbilla para mirarla a los ojos y su mano derecha tomaba la que cubría su mejilla.
Una expresión de asombro salió de su garganta cuando observó el rostro de su antigua esposa. Su cara estaba marcada con una cicatriz que cruzaba su mejilla desde la sien hasta la mandíbula. Las preguntas bullían en su interior, pero la rabia no lo dejaba expresarlas. ¿Quién se atrevió a lastimar a su preciosa Sara?
Los ojos de Sara se entrecerraron con dolor al ver la expresión de Rashad y volvió su rostro para ocultarlo de su mirada.
―¿Qué le pasó a tu cara? ―preguntó el hombre con tensión.
Los bordes irregulares de la cicatriz hablaban de una mala atención médica. La rabia lo consumió. ¿Por qué no recibió atención médica adecuada? ¿Acaso fue por dinero? Si se enteraba que su padre o su hermano le robó su dote, se juró que los denunciaría. ¿Dónde estaba la familia de Sara que no veló por ella? ¿Qué no la protegió como era necesario?
―Me asaltaron y cortaron con una navaja, no tuve atención médica inmediata, cuando mi primo Omar me encontró poco logró hacer mi tía cuando al final pudo atenderme. Los médicos que me han examinado desde entonces me han dicho que con una cirugía estética se puede reducir mucho hasta dejar una línea muy fina, pero no he podido someterme a ella y, además, ya no tiene importancia. Sin embargo, no es de eso de lo que vine a hablar contigo.
―¿Cómo que no tiene importancia? ¡Por supuesto que la tiene!
―No es sobre mi cara que he venido a hablar contigo, Rashad
―Lo lamento mucho, Sara, te ayudaré en lo que necesites, atenderemos primero tu urgencia y después buscaremos un buen médico y el tiempo para que te operes ―ofreció Rashad de forma generosa y sincera.
«La hora de hablar llegó y no estoy preparada para hacerlo», pensó Sara. Sus manos temblaban sin poder controlarlas Mucho le había costado tomar la decisión de recurrir a su exesposo por ayuda, pero no tenía otra opción, no podía más. Había dado todo de sí y no había sido suficiente, además, no era su vida la que estaba en juego, alguien más importante que ella la necesitaba.
Estaba muy cansada, llevaba días sin poder dormir pensando en que debía recurrir a Rashad. Todos sus sentimientos y miedos se habían removido al pensar en que tendría que confesarle el más importante de sus secretos, pero no había dudas en su corazón sobre lo que tenía que hacer, más adelante afrontaría las consecuencias de sus actos. «Hice lo que pude, creyendo que era lo mejor, y haré todo lo que sea necesario», pensó con tristeza.
Sara negó con la cabeza ante su oferta, después lo miró a la cara con intensidad, tratando de encontrar las palabras precisas para pedir la ayuda que necesitaba sin tener que dar muchas explicaciones. Llegó a la conclusión de que no existía la manera de hacerlo, así que cerró los ojos para no ver la expresión de Rashad y de golpe soltó lo que tenía que decir.
―Necesito que seas donante de médula ósea para nuestro hijo.
La impresión lo dejó de piedra, ¿un hijo? ¿Tenía un hijo y Sara no le había dicho nada? Sintió cómo la furia dejó de lado el asombro, se tuvo que levantar de su asiento y comenzó a caminar en círculos antes de poder emitir palabra alguna. Su rabia era tal que su vista se nubló, respiró con profundidad varias veces para tratar de calmarse. Su hijo estaba muy enfermo y en nada mejoraría la situación sus ganas de matar a la madre. ―¿Dónde está mi hijo? ―preguntó con las mandíbulas apretadas.―Está Hospitalizado en el Great Ormond Street Hospital, él…Sara se vio interrumpida cuando Rashad la tomó de la mano, tiró de ella levantándola del sillón y caminó con decisión hacia la puerta.―Rashad, espera, debemos hablar antes ―pidió Sara con voz atribulada, tratando sin éxito de soltar su mano.―Lo haremos de camino al hospital. Tienes muchas cosas que explicar, Sara ―indicó el hombre.―¡No! Hablaremos aquí, no permitiré que alteres a mi hijo ―decidió Sara.―¡También es mi hijo! ―gritó Rashad
Todos los sentimientos de venganza se desvanecieron cuando llegó hasta la sala donde Sara esperaba, al atravesar las puertas se encontró con que ella dormía en una silla. Su exesposa estaba acurrucada contra la pared, se veía tan indefensa, como si se hubiese rendido y no tuviera nadie que la apoyara. Frenó sus pasos por la sorpresa y la enfermera que venía detrás de él lo increpó.―¿Y que esperaba? Trabaja casi toda la noche limpiando oficinas, duerme tres horas y luego viene aquí para estar con su hijo y ayudar en lo que pueda como voluntaria; de esa manera puede quedarse fuera de las horas de visita y estar pendiente del niño.―Yo no lo sabía ―expuso ante la mirada reprendedora de la enfermera, se pasó la mano por el cabello despeinándose―. No sabía que tenía un hijo. ¿Quién podría ser tan desalmado de abandonar a su suerte a su mujer y a su hijo? Desprecio al tipo de hombres que lo hace, me lamenta que existan mujeres y niños tengan que pasar por esa situación. Y hoy me entero de
Tuvo que forzar a su boca a pronunciar las palabras, sin embargo, su voz fue solo un susurro roto que fue percibido por el niño más como una visión que como un sonido, lo que provocó una sonrisa en Asad al darse cuenta de que su padre estaba muy emocionado.A medida que se acercaba, Rashad pudo constatar que el rostro de Asad podía ser el de cualquiera de sus hermanos o de sus primos. Este reconocimiento filial arrancó de su pecho una exclamación que confundió al niño.―¿Mamá? ―preguntó inseguro el chico.―No pasa nada, hijo ―respondió Rashad―. Solo es que te pareces tanto a mis hermanos y primos que me sorprendió.La respuesta que obtuvo fue una radiante sonrisa del pequeño, un gesto curioso pasó por su rostro.―Creo que también me parezco a ti ―afirmó Asad titubeante.―Sí, te pareces mucho a mí ―respondió Rashad.Estaba tan contento de que al final tuviera un papá, y al mismo tiempo aliviado porque su mamá ya no estaría sola, que sus brazos rodearon la cintura de su padre. Rashad si
Rashad se obligó a seguir escuchando a su hermano, de seguro lo que le decía era muy importante.―Por el momento voy a usar mis influencias y bajar al laboratorio para apresurar los resultados de las pruebas. Si no eres compatible examinaremos a cada miembro de la familia hasta encontrar a alguien, ahora la donación es mucho más sencilla y sin riesgos para el donante.―Entiendo. Gracias, hermano ―dijo Rashad.―¿Sabes que en varias ocasiones lo visité sin ser mi paciente? Algo me hacía venir a esta habitación, ahora sé que era la sangre llamándome, incluso me hice las pruebas para ver si podía ser donante solo por él.―Gracias por haber estado a su lado, no sabes lo que eso significa para mí. Hoy reuniré a la familia para hablarles de Asad y pedirles que vengan mañana a examinarse ―comento Rashad.―Déjame hacer esto por ti, hermano, debemos ahorrar tiempo, llamaré a Khaliq y a todos nuestros primos para hacer esa prueba hoy. En la noche podrás reunirte con el resto de la familia y expl
El tiempo de espera consiguió calmarlo, también le dio la oportunidad de pensar y planificar algunas acciones que le permitirían cumplir todas las promesas que le hizo a Asad. Llamó a Ebrahim, su asistente, para que despejara su agenda, cancelara compromisos y llamara a todos sus gerentes para una reunión virtual; necesitaba delegar por tiempo indeterminado sus funciones dentro del hotel para dedicarse a cuidar de su hijo enfermo.Las dos horas pasaron con lentitud, pero su determinación a esperar estaba intacta. Si Sara pensaba que se marcharía después de la visita, se llevaría una sorpresa al darse cuenta de que la esperaba en la puerta.Dos horas y treinta minutos después, tarde, ella salió del hospital y caminó apresurada hacía la parada de autobuses, el coche arrancó y avanzó a poca velocidad hasta alcanzarla.―Sara ―llamó Rashad a través de la ventanilla del coche.―¿Qué quieres, Rashad? ―preguntó sorprendida de verlo aún allí.―Sube, debemos hablar ―ordenó con arrogancia.―No p
Un par de horas después, Sara estaba acostada en la cama matrimonial de la habitación del hotel comiendo una barra de chocolate que tomó de la neverita que había en el dormitorio. La habitación era como un pequeño apartamento con cocina y comedor.Sonrió cuando recordó la mueca de Rashad al ver la habitación, estaba segura de que era demasiado femenina y poco elegante para su gusto, pero para Sara era magnifica; sobre todo después de los sitios en los que le tocó vivir. Aunque se había criado en el lujo y la opulencia, aquella vida le parecía tan lejana que a veces pensaba que le pertenecía a otra persona.Cuando tocaron la puerta de su habitación. Se levantó de la cama de un salto y frunció el ceño, recelosa. Desde su ataque siempre estaba a la defensiva, había cerrado con seguro y puesto la cadena. Se acercó a la puerta y pegó su cabeza a la madera.―¿Quién es? ―preguntó cautelosa.―Rashad ―respondió su exesposo.«¿Qué hace aquí?», se preguntó. Se habían despedido hacía menos de una
―¡No! ―Las palabras brotaron de la boca de Sara antes de que terminara de hablar. ―Ni siquiera has escuchado mi propuesta. ―No necesito escucharla, no me casaré contigo de nuevo, no seré tu mujer, ni jugaremos otra vez a las casitas. ―No es eso lo que te estoy proponiendo… ―¿No? ―preguntó ella con sarcasmo. ―¡No! Te ofrezco un matrimonio contractual, hasta que Asad cumpla los dieciocho años y se vaya a la universidad, será solo de papel, nuestro hijo merece tener mi apellido legítimo y una familia convencional y es lo que te estoy ofreciendo, protección, seguridad y apoyo, nada más. Sara lo miraba estupefacta, no sabía si sentirse ofendida por el rechazo hacia ella o agradecer su falta de interés. ―¿Y pondremos esas condiciones en un contrato escrito? ¿Podré ser libre en siete años? ―Sí y con una gran remuneración económica, pagaré de nuevo tu dote para que no tengas que sufrir necesidades en un futuro, aunque de más está decirte que si te casas conmigo siempre contarás con mi
Eran las tres de la madrugada y Rashad no podía dormir, la preocupación le impedía conciliar el sueño, a pesar de la buena noticia de que su hermano Khaliq era compatible con Asad sentía un pesimismo impropio de él. Tenía miedo, de ese que no te permitía respirar con normalidad. Nunca pensó que podría sentir algo así, nunca pensó que podía llegar a amar a alguien tan rápido, que le doliera su dolor, que temiera su muerte. Se levantó de la cama, tomó su móvil y salió a la terraza de su casa, el frío lo recibió y distrajo su atención. Moría por un cigarrillo, pero había echado a la basura todas las cajas que tenía, debía estar sano y no poner en riesgo su salud. Asad lo necesitaba, además había aceptado ser el donante de otro niño con el cual resultó compatible. Inquieto, regresó a su habitación, era muy reservado, pero necesitaba sacar de su pecho esa opresión desconocida que lo ahogada.No sabía a quién llamar, no tenía amigos íntimos, su padre estaba muerto y, aunque estuviera vivo,