Capítulo XXXIV. Los miedos de un primerizo.

Arianna.

- “¿Que acabas de decir? Renunciaste a tu posición en el grupo Powell. ¿Pero si es tu herencia? ¿Si siempre ha sido lo que más has deseado?”- aún no podía creerlo, me senté frente a mi esposo, para que me mirara a la cara.

Él sólo me miró fijo a los ojos, y sin sonreír, me contestó:

No, Sirena, yo no sabía qué era lo más importante para mí, hasta que te conocí, y el pensar que te podía haber perdido, añadido a lo que les hizo mi abuelo, me ha despejado mis dudas. Nada, recuerda, nada es más importante que tú y mi hijo. Ni siquiera la empresa que he ambicionado desde que nací. Y eso me lo enseñaste tú, con tu amor, con tu dedicación hacia mí, con tu fuerza, y con la forma que tratas a tus hermanos. En el momento que vi ese cuchillo cerca de tu cuello, comprendí que el día que tú me faltes, yo no tengo nada que hacer en este mundo. Te has convertido en mi todo preciosa Sirena, y el saber que nuestro amor nos dará un hijo, o una hija, me dio miedo, no quiero que ellos entren
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