Protector

—¿Quién diablos te ha hecho esto? —inquiere el hombre mientras aparta el cabello del rostro de Everly e ignora al hombrecito al lado de esta con aspecto de abogado defensor.

—No es nada —musita ella sintiéndose acorralada.

—Maldita sea si no es nada, vamos, tenemos que ir a un hospital —masculla el recién llegado con mucha preocupación.

—Espera, debo escuchar primero su testimonio —advierte el abogado.

—Testimonio, mis huevos, vamos —dice Eirikr mirando con fiereza al individuo.

Everly nota como el rostro de Neil se enrojece y para evitar problemas decide marcharse con su salvador.

—Vamos —anuncia tomándolo de la chaqueta y empujándolo hacia fuera.

—Necesito mantenerme en contacto —dice Neil antes de que desaparezcan.

—Toma —Eirikr saca una tarjeta de su bolsillo y se la entrega—. Avísame cualquier cosa.

Eirikr se gira y levanta a Everly del suelo en un abrir y cerrar de ojos y la carga cuál esposo a su esposa en la noche de bodas.

—¡No pesas nada! —menciona él sumamente preocupado por el bienestar de la chica.

—¡Bájame, puedo caminar por mí misma! —pide ella avergonzada.

—No hasta que te suba a mi auto, además con esa ropa solo robas las miradas de todo el que te ve —dice él saliendo a la calle y cruzándola hasta dónde dejó aparcada la camioneta.

—¿Quién eres? ¿Por qué haces esto? —pregunta Everly desconcertada.

—Soy quien tú quieres que sea —dice él con completa seriedad, pues se da cuenta de que ella no quiere admitir que lo conoce.

La baja solo para abrir la puerta y ayudarle a entrar.

—¿Por qué? —pregunta ella antes de que él cierre la puerta.

—¿Por qué?, ¿qué? —responde la pregunta con otra intentando ignorarla.

—¿Por qué lo haces? ¿Por qué me ayudas? —inquiere ella de nuevo.

Espera una respuesta; sin embargo, recibe un portazo de Eirikr casi en la cara, lo que la hace enojarse.

—¡Eres un maldito idiota! —responde a la ofensiva abriendo la puerta e intentando bajar.

—¡Y tú una m*****a obstinada! —dice él reteniéndola—. No tengo porque responderte el porqué. No todas las personas que hacen algo tienen un motivo. Quizás lo hacen porque les nace o por que es lo que debe hacerse.

—¡Mentira! Todo mundo quiere algo, todos tenemos un precio —expresa ella con dolor pensando en su padre que era adicto.

—¿Quién te ha hecho tanto daño? —pregunta él dejándola sorprendida—. Solo te llevaré al hospital y de ahí, te irás por tu cuenta si eso es lo que quieres.

—Sí, eso es lo que quiero —refuta ella sin sentirlo. En realidad, está aterrada porque no sabe qué hacer.

—Vale —afirma él volviendo a cerrar la puerta para ir del lado del conductor y conducir.

Everly está muerta de miedo, quiere recuperar a su hija, pero cada movimiento de su cuerpo le provoca un terrible dolor. Eiríkr, se dirige al St. Thomas, ella recuerda muy bien ese hospital. Desde aquel día siete de julio no ha vuelto a ese lugar.

—Hemos llegado —dice él bajando de su camioneta SUV de lujo. Le entrega las llaves a un hombre vestido de pantalón negro, camisa negra y tatuajes en los antebrazos.

Everly se da cuenta de que algo le dice y este se acerca al SUV mientras su rescatador se acerca a abrir su puerta.

—Ven, aquí recibirás toda la atención que necesitas —advierte él con la intención de marcharse.

—Pero…

—¿Qué pasa?, ¿no dijiste que te querías ir por tu cuenta?

—No tengo dinero para pagar esto… debí haberme quedado con Neil —menciona ella bajando cada vez más la voz.

—Venga —dice él llamando con una seña al portero, quien raídamente se acerca con una silla de ruedas—. Llamen a la doctora Quinn, ya sabe que veníamos.

Everly lo observa y se pregunta en qué momento le avisó.

—Señora Murray —saluda una doctora de unos treinta y tantos años, pelirroja y con una amplia sonrisa que sale por la puerta principal—. Bienvenida, soy la doctora Quinn Jackson. ¿Sabe por qué está aquí? —inquiere ella cuando nota en el rostro de la joven el miedo a lo desconocido.

—Sí… no… sí, sé —dice finalmente cuando no sabe a qué se refiere y preguntándose como es que la doctora conoce su apellido de casada, el cual ha decidido no volver a usarlo jamás.

—Vengan —pide Quinn dirigiéndolos al área de urgencias a una aérea más privada.

Eirikr lleva empujando la silla y luego de entrar a la habitación que Quinn les ha señalado cierra la puerta. Quinn toma la silla y se sienta frente a la joven y toma su mano temblorosa para darle tranquilidad.

—Me han informado que has sido agredida físicamente —comenta la doctora con toda la empatía posible—, para qué la denuncia por violencia intrafamiliar proceda, se deben presentar evidencias.

La claridad llega a la mente de Everly.

—Pero no me abusaron sexualmente —aclara la joven.

—No, pero por lo que veo en tu cuello, te ahorcaron, y al parecer has recibido otros golpes que deben ser registrados para las pruebas que se van a necesitar en tu defensa.

—No me interesa, solo quiero marcharme de aquí. Deme algo para el dolor, yo sabré qué hacer —pide Everly asustada de que Otto la encuentre y de que la deuda con su rescatador aumente.

—Quinn déjanos solos —pide él y la doctora hace caso. En cuanto ella cierra la puerta, él toma el lugar en la silla y tomando la mano de Everly se inclina más hacia ella—. Tú no puedes hacer eso, si lo haces, dejarás que tu marido gane.

—Pero ya lo hizo… me engañó con mi mejor amiga, me quitó a mi hija, me golpeó y encima me mandó a la cárcel —anuncia ella dejándolo sorprendido.

No había caído en cuenta que tiene una hija.

—¿Qué edad tiene tu hija? —pregunta él con curiosidad.

—Eso a ti no te importa, apenas te conozco —refiere ella asustada—. Solo quiero irme y recuperarla.

—¿Y cómo se supone que harás eso? ¿Disparando con un arma que no es tuya? Esa no es la mejor forma de vengarse. Hay muchas otras maneras de solucionar el problema, solo deja que la doctora te ayude y luego veremos esas maneras.

—¿A qué te refieres con maneras de solucionarlo? No pensarás que deba de matarlo.

—¡No, mujer! —dice exasperado—. Por ahora, solo deja que Quinn te ayude, ¿está bien?

Everly suelta el aire y termina accediendo.

—Está bien, dile a tu novia que puede ayudarme —comenta ella resignada.

—Quinn no es mi novia. Es mi hermana —aclara para luego abrir la puerta y dejar que la doctora pase—. Las dejo, estaré fuera esperando.

Dicho esto, desaparece y la doctora hace lo suyo. Everly no deja de llorar mientras le hacen toda la exploración física y toman evidencia de todo. Tanto del rostro, como del cuello y el cuerpo entero. Quiere a su hija con ella, es todo lo que tiene.

«Otras maneras de solucionarlo» reflexiona en esa frase preguntándose a qué diablos se refiere.

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