La propuesta

Everly sale envuelta en la misma cazadora con la que andaba desde el día anterior en la mañana. Eirikr, había mandado a traerle ropa, pero ella no quería cambiarse hasta darse una ducha caliente.

—Vamos a mi departamento, ahí podrás quedarte, tengo una habitación para invitados y estarás a salvo —dice él con la esperanza de que ella acepte.

—Está bien, gracias, Eirikr, y a tu hermana, también dile que dije que muchas gracias —pide atropellando todas las palabras mientras intenta salir por su propio pie de urgencias junto a él.

No quiere que él la vea débil.

Durante todo el trayecto el silencio se instala en el SUV, que, aunque de lujo, no deja de incomodar a Everly, quien se pregunta de dónde diablos tiene tanto dinero su salvador.

—Por cierto, el dinero que tenías en la cazadora, me lo han quitado —confiesa con pesar.

—Mi arma supongo que también —secunda él mirando de reojo a la chica que apenada afirma con un asentamiento de cabeza—. No importa, ya la reporté. Al menos esa estaba limpia.

Llegan al último piso y Eirikr le cede el paso dejando que ella observe el lugar que está casi a oscuras.

—Enciende luces —ordena el hombre y todo se ilumina—. La casa tiene luces inteligentes, solo pide que se enciendan o se apaguen y así será —explica dirigiéndose al área de la cocina.

Everly, al ver tanto lujo desde el suelo hasta el techo y las luces que se iban encendiendo una a una en la ciudad, sintió un estado de melancolía que desconocía. Ella había crecido en el área pobre de Denver. Su padre, un bombero que se volvió adicto tras la pérdida de su esposa, la había abandonado. Aquella que alguna vez fue una hermosa casa en una esquina cercana a la avenida Colfax, ahora una casucha de madera roída con olor a humedad.

—Hey, ahora estás segura —expresa Eirikr a su lado al darse cuenta de que ella rompe a llorar.

Everly se siente indefensa, triste y desesperada. Esconde su rostro en el pecho del él. Los recuerdos se arremolinan en su memoria. Ya ha estado en esa posición, encajada al cuerpo de Eirikr, como si de dos piezas de puzle se tratara.

Ahora le reconoce completamente, pero algo en ella le dice que él es peligroso. Lo conoció mientras escapaba de los mafiosos, luego lo reencontró armado y cargando miles de dólares. Tiene autos de lujo y su casa también lo es.

—Gracias —musita ella intentando apartarse, pero él no la deja.

—Espera, tengo que decirte algo que creo que no te gustará y cuando te lo diga, quiero estar así para consolarte —pide él con amabilidad en su voz, cuando no obtiene respuesta prosigue—. Neil llamó para decir que Otto, tu esposo, no te dará el divorcio a menos que le des la custodia de tu hija. Y Neil quiere que mañana vayas al juzgado.

El corazón de Everly se rompe, ella quiere el divorcio, pero también quiere a su hija. No sabe qué hacer, así que llora desconsoladamente. Como lo supuso, Eirikr la sostiene mientras ella se desahoga, luego de eso la lleva a su habitación dónde le da la privacidad que ella necesita. Cuando volvió la encontró envuelta en el albornoz, y dormida plácidamente en la cama.

—Descansa, preciosa —dice acercándose a ella y dándole un beso en la coronilla.

Everly lo escucha, y siente como su corazón se acelera ante aquella muestra de cariño. Le parece extraño, pues apenas si se conocen, pero no puede negar que él es el hombre que le robó el corazón aquella noche hace años atrás.

Eirikr, sale sin hacer ruido creyendo que ella está completamente dormida y vuelve a su habitación. Ya ahí piensa de qué manera puede ayudar a la chica con la que ha imaginado toda una vida por casi cinco años sin siquiera conocerla profundamente.

Al día siguiente él le muestra el pequeño guardarropa que le ha conseguido, ella no pregunta cómo es que lo ha hecho, su hija y todo el lío con Otto ocupan su mente.

Cuando llegan al juzgado se encuentran con que no hay estacionamiento.

—Ve yendo, Neil te espera en la entrada, yo te alcanzo —dice él y ella obedece en un silencio profundo. No tiene ganas de hablar ni de decir nada más.

Neil la intercepta en la entrada y le relata lo mismo que Eirikr le comentó la noche anterior.

—¿Consideras que podamos llegar a un acuerdo? —pregunta ella con la esperanza de que así sea.

—No lo sé, pero lo intentaremos —dice él tratando de sonar optimista.

—Hola —saluda Eirikr con su aspecto igual de amenazante que siempre y Neil apenas si le regala una sonrisa amable—. Entremos —ordena y le hacen caso.

—¿Siempre tienes que ser tan imponente? —le regaña Everly.

—No tengo otra manera de ser, pero si a ti no te gusta fácilmente podría ser peor —se burla él con una sonrisa en los labios y haciendo que ella sonría luego de ver su cara triste por días.

—¡Así te quería ver, m*****a Zorra ofrecida! —vocifera Otto caminando furiosamente hacia su mujer.

Everly se empequeñece ante él y cuando está a menos de un metro por mero instinto se encoge.

—Solo eso faltaba que salieras con este “adultero” —refiere de nuevo Otto, celoso de que lo reemplazara fácilmente. Aunque en realidad estaba sorprendido de verla con un hombre así.

—Otto, por favor, déjame ver a la niña —pide ella amablemente—. Quiero encargarme de ella, por favor, soy su madre.

—¿Tú, encargarte de ella? ¿Cómo te encargaste del hijo que abortaste? No sirves como madre —se burla riéndose al final de su comentario.

—Arrepiéntete de tus palabras —amenaza Eirikr, con una voz tan grave que le corta lo gracioso a Otto.

Este lo observa y se encuentra con su mirada fría y aspecto intimidante.

—Mira, no me importa con quien vengas. El tribunal no te daría la custodia, a ti, una asesina que intentó matar a su bebé no nato, pero estoy dispuesto a cedértela si me das quinientos mil dólares y mandarme dinero cada mes, de no ser así, no renunciaré a mi hija —amenaza él convencido de que ella no cederá, pues no tiene ni en que caerse muerta.

Cuando no obtiene ninguna respuesta se mete las manos a los bolsillos y camina sonriendo creyéndose triunfante.

—Te veo dentro, bebita —dice Otto sarcásticamente refiriéndose al mote que antes le decía a ella, pero que ahora le dice a Stefany.

La mujer en cuestión se cubre el rostro con la bolsa intentando no ser vista por el hombre junto a Everly, a quien ella conoce como uno de los clientes frecuentes del este de Colfax. Sabe quién es él, de dónde proviene su dinero y de dónde es. No necesita averiguar más porque es el sueño de toda chica de Colfax.

Pero Everly ignora todo eso, así que una vez que termina la audiencia para deliberar la custodia y dónde se acuerda una fecha para la negociación, ella vuelve con su salvador al departamento mientras que se derrumba pensando en que hacer.

—Solo soy una simple ama de casa, quizás si limpio casas junte el dinero que él quiere para recuperar a mi hija —dice sentada en el sofá con la cabeza entre sus manos.

—Ni trabajando por un año te pagarían esa cantidad de dinero —menciona él con otras intenciones—. Yo puedo ayudarte.

—No, no quiero caridad —refuta decidida—. Podría limpiar este departamento… —ella mira a su alrededor y lo ve impecable—. O hacer algo más.

—No, yo puedo ayudarte si tú me ayudas a mí —ofrece él con dobles intenciones.

La primera, que sea suya de nuevo y enamorarla. Lo cual no se lo confesará hasta que lo logre. Y la segunda, complacer a su padre.

—¿A qué te refieres? —inquiere Everly asustada.

—Mi padre, me ha tenido condicionado el legado familiar si no me establezco. Quiere que siente cabeza…

—Me estoy perdiendo, Eirikr, sé más concreto que no te comprendo —expresa ella imaginándose claramente lo que él dirá. Se siente nerviosa.

—Cásate conmigo y te daré todo lo que quieras. Todo lo que necesites es tuyo, yo, mi casa, mi dinero, tu hija, todo —expresó Eiríkr Jackson con efusividad—. Lo prometo

Everly duda un momento, pero luego de pensarlo rápidamente accede. Quería a su hija más que todo lo que él le ofrecía y si para eso debía casarse con un hombre al que solo ha visto tres veces, aceptará. No porque sea una mujer fácil, sino por qué lo necesita, requiere de su ayuda para tener a su hija, su más preciado tesoro. No le importa nada más que eso, y si para eso tiene que aceptar este trato, lo hará.

—Sí, acepto —declara sin ninguna emoción en su rostro.

Eirikr, saca un anillo de algún sitio sorprendiéndola y lo coloca en su dedo. Everly siente una punzada de emoción, pero lo controla, no quiere que suponga que está desesperada por él.

—Supongo que esto significa que estamos comprometidos —menciona ella con una sonrisa nerviosa y tímida, una que no llega a sus ojos.

—No supongas, lo estamos —aclara él y besa su frente.

Un beso tierno, cargado de promesas sin decir y de sueños que están a la espera de ser cumplidos.

 

 

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