Eirikr

La puerta de enfrente se abre abruptamente, los compañeros de Otto entran a ver que ha sucedido, encontrándose con su amigo tirado en el suelo con el brazo ensangrentado y a una Everly asustada con el arma en la mano.

—¿Qué diablos ha pasado?

—¡Ella, ha intentado matarme! ¡Llamen a la policía! —grita Otto haciéndose la víctima.

—¡Everly, baja eso! —dice Tom, uno de los amigos de su marido.

La mujer asustada deja el arma en el suelo.

—Fue un accidente, solo quería ver a mi hija —llora Everly desconsoladamente.

Stefany, que había permanecido en la habitación profundamente dormida, cuando escuchó el disparo se levantó, encontrando a Deneb corriendo. Ella la atrapó consolándola, pues llora asustada.

—Ven cariño, mamá, no te hará daño —implora Everly a su pequeña que permanece aferrada al abrazo de la amiga de su madre.

—No la sueltes, Stef. Sabrá Dios que daño pueda hacerle está loca —arremete Otto quejándose de dolor.

—No te muevas, estás sangrando mucho —comenta Darwin, el otro compañero de Otto—. La policía y la ambulancia ya vienen.

Everly siente que su mundo se derrumba. No pasa mucho tiempo cuando la policía llega, ella hubiera querido escapar, pero los amigos de su marido le estorbaban la salida. Es sacada de la casa con las manos apresadas por detrás. Algunos mirones se asoman a ver lo sucedido mientras que Otto es llevado en ambulancia al hospital. Solo ha sido un maldito rasguño de la bala, pero exagera el dolor para hacer el sufrimiento de su esposa más profundo. Quiere verla hundida.

—¡Por favor, tienen que creerme, él me atacó, me ahorcó contra el muro! —imploraba Everly al par de policías.

—¡Cállate, recuerda que todo lo que digas podrá ser usado en tu contra, en la corte! —expresa el conductor de la patrulla.

—¡Pero fue en defensa propia! —asegura la joven con el alma, hecha pedazos.

—¡Eso díselo al juez! —advierte el otro policía.

—Te digo, las mujeres de hoy están cada vez más locas —musita el que conduce a su compañero.

—Nadie le va a creer, tenía el arma en las manos cuando llegaron los amigos —se ufana el hombre frente a ella.

—¡Usted no tiene derecho a decir eso solo porque tiene un arma y una placa! —recrimina Everly, pero los hombres comienzan a reírse y burlarse de ella todo el camino hasta la comisaría.

Al llegar a la comisaria la encerraron en el área de mujeres, apresada con el cargo de intento de homicidio.

—Miren qué hermosura ha llegado —menciona una mujer sin cejas y llena de tatuajes mientras la acorrala contra la pared—. Qué hermosas piernas güerita.

—No quiero problemas —chilla Everly sintiendo la mano de la mujer de trenzas oscuras en su entre pierna.

—No temas, aquí no te haremos daño mamita —dice la delincuente lamiendo su mejilla.

—¡Que me sueltes! —grita Everly empujándola haciendo que caiga.

La mujer se levanta y junto a otras tres golpean a la joven madre hasta dejarla inconsciente sobre el piso húmedo.

Eran pasadas las dos de la mañana cuando despertó. Las mujeres la habían golpeado y cada movimiento era un continuo dolor. A la mañana siguiente, la guardia en turno se acerca a ella.

—¿Has llamado a tu abogado?

—No… no tengo —dice ella.

—Tienes derecho a una llamada, si no puedes pagar un abogado, el tribunal te asignará uno. ¿Quieres llamar a uno o quieres que te asignen?

—Que me asignen uno —pide la chica alejada del resto de sus compañeras—. Disculpe, quiero un baño, ¿podría ir a alguno?

—Ahí, hay uno —señala en la esquina de la celda uno todo sucio. Luego de ver la reacción de espanto de Everly se aleja riéndose de ella.

Everly se mantiene alejada del resto lo más que puede en espera de su abogado. La mañana transcurre lentamente hasta que la guardia vuelve a aparecer.

—¡Everly Jenkins! —llama la guardia acercándose a la celda—. Tienes una visita.

—¡Yo ¿llego mi abogado?! —pregunta esperanzada.

—No —dice la guardia.

—Hola, tontina —saluda Stefany vestida como una mujer de la vida galante.

—¿Qué haces aquí?

—Solo vine a decirte que mientras estés en la cárcel, no tienes nada de qué preocuparte —se burla la que una vez creyó era su mejor amiga—. Yo cuidaré bien de tu hija y de tu marido.

—¡Eres una m*****a perra sin corazón! —grita Everly, sintiéndose humillada e intentando alcanzarla, aunque sea para jalar su cabello.

Sin embargo, los barrotes no la dejan y termina gritándole maldiciones a Stef que se aleja contoneándose feliz. No tiene de otra más que derrumbarse en la esquina de la habitación y pensar en cómo se vengaría.

—¡Everly Jenkins! —llama la policía en turno abriendo la celda.

—¡¿Ya llegó mi abogado?! —pregunta de nuevo esperanzada.

—Sí, pero también tu fianza ha sido pagada, eres libre de irte —dice la guardia esperando que la chica salga y cuando lo hace cierra de nuevo.

—Adiós, güerita —se burla la mujer que un día antes la había atacado.

—¿Y a dónde debo ir? —pregunta a la guardia sin saber qué hacer e ignorando el comentario pendejo de la mujer sin cejas.

—Yo qué sé —murmura la guardia ignorándola.

Everly avanza por el pasillo creyendo que ha sido su abogado quien pagó la fianza, cuando sale del área de celdas y vuelve a por sus pertenencias se toma con un viejo conocido. Neil Taylor, el chico rubio y apuesto de la secundaria. El chico que le robó suspiros cada noche durante el último grado.

—Neil… —le llama al mismo tiempo que intenta cubrirse un poco más con la cazadora.

—Everly, pero ¿qué te han hecho? —inquiere el guapo abogado con aires de grandeza al verla toda golpeada.

—Las chicas en la celda, me golpearon —aclara acomodando su cabello para que no se vea su rostro mallugado—. Pero eso no importa, solo quiero obtener la custodia de mi hija y divorciarme de mi marido. Fue en defensa propia, él me atacó —expresa ella soltando toda la información sintiéndose ansiosa.

—No te preocupes, pondremos una bonita demanda que adorne el maldito rostro de tu esposo —asegura Neil.

—Gracias… y gracias por pagar la fianza, realmente no sé cómo hubiera soportado una noche más en ese espantoso sitio —dice la joven sintiendo un nudo en la garganta.

—Yo no pagué la fianza —responde él sorprendiendo a su cliente y excompañera.

—Si no fuiste tú, ¿entonces quién?

—¡Everly! —le llama en voz alta un hombre apuesto, alto y fornido a unos metros adelante.

Solo oír su voz su ser tiembla. Las mariposas aletean fuerte en su vientre y el rubor se instala en sus mejillas.

—Eirikr…

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