Encuentros inesperados

La puerta estaba abierta, sabía que era así porque la camioneta de Otto estaba parqueada fuera de la casa. Se desanuda un poco el cinturón de la gabardina y retoca su pintalabios. Luego de volver a ver su maquillaje en el espejo por cuarta vez, decide bajar del viejo Mercedes con nada más y nada menos que el coordinado de lencería más sexi que tenía. Estaba cubierta solamente por el abrigo raído que su esposo le regaló en su primer aniversario y de eso hace ya cuatro años.

Lo quería, tenían una hija en común y para ella era importante esa fecha. Los Jimmy Choo de segunda le lucían espectaculares, se sentía bella, empoderada y pronto se sentiría amada por su marido.

Abre la puerta con calma, deja sobre el sofá su bolso y se quita el pedazo de tela llamado gabardina para luego caminar a su habitación a buscar a Otto. Al principio no era consciente del ruido, pero inmediatamente luego de percatarse sintió cómo un golpe le era dado en la boca del estómago. Los gemidos de placer de una voz conocida.

—¡Dime, que soy la única mujer en tu vida, Otto! —exigía la mujer entre jadeos de placer.

Everly avanza caminando sobre el suelo alfombrado hasta dónde se originaban aquellos ruidos.

—Sabes que si bebita, eres la única —responde su marido con la voz entrecortada al mismo tiempo que se escucha el golpeteo de sus pelvis.

Los ruidos aumentan y es claro que encuentran el placer, ya que gimen escandalosamente.

Everly no sabe qué hacer, irse y fingir que nada pasó, o quedarse y enfrentarlos. Luego de que su padre fue encerrado por robo, Otto se había vuelto su salvavidas. Tenían una hija en común y ahora, él, le había engañado.

—El sexo es mejor contigo que con la frígida de Eve —confiesa Otto soltando una risa junto al cuerpo de la mujer que lo acompaña.

—Debes dejarla, ella nunca te dará lo que yo puedo darte y lo sabes —dice la mujer a su lado—. Ya no puede darte el hijo para continuar tu descendencia, menos si es tan santurrona y seguro, toda flácida.

Ambos se ríen haciendo que el enojo de Everly se encienda aún más. Ella conocía esa voz, y ahora sentía que debía confirmarlo.

—Tienes razón, está flácida, con celulitis y su aspecto no es nada agradable a la vista… no como tú, bebita —expresa lascivamente el hombre intentando tomar a la mujer de nuevo—. Es un gusto saber que la m*****a perra fue a ver a su padre, si no, tendría un aniversario más del asco intentando complacerla.

Oír aquellas palabras hirieron y rompieron todo lo que quedaba de cariño en ella hacia él.

—¿Qué es lo que estás diciendo? —grita Everly furiosa cuando abre la puerta abruptamente. Las lágrimas corren por su rostro cuando ve a Otto con Stefany, la que una vez fue su mejor amiga.

—¡Por fin! —dice Stefany con sarcasmo—. Temía que no llegaras para unírtenos.

—¡Tú, m*****a! —grita Everly intentando irse sobre su ex amiga a los golpes, pero Otto la intercepta.

—¡Déjala en paz! —defiende Otto a Stefany

—Tú suéltame, ¿cómo pudiste engañarme con ella? —inquiere Everly dándose cuenta de la ropa interior que está en suelo—. ¿Usaste mi ropa? —pregunta a Stefany.

—¡No cariño, tú utilizas mi ropa! —se burla la rubia poniéndose de pie—. ¿Qué creíste? Que tu maridito te encontraba apetitosa… no eres más que basura.

—¡Son unos malditos! Pero quédense, sean felices… son el uno para el otro malditos perros desgraciados —refiere Everly saliendo de la habitación y buscando a su hija en la habitación continua para salir huyendo de ahí. Sin embargo, esta no está—. ¡Quiero a mi hija, Otto! ¿Dónde está?

El que una vez fue un apuesto hombre, hoy no era más que una masa de grasa con un flácido nervio entre sus piernas.

—¡Que te importa! —responde soberbio—. Es mi hija y no dejaré que te la lleves —amenaza empujando a Everly.

—Déjame en paz o llamo a la policía. ¡Eres un adúltero! —grita ella dolida—. Como pudiste hacernos esto, teníamos un hogar, una familia hermosa y lo cambiaste por esta… —señala a su ex amiga sin encontrar algo no tan ofensivo, pero no hay—. Puta.

Stefany nada más oírla se deja ir contra ella arañándola de los brazos y el rostro a cómo puede. Otto aún desnudo la aparta tomándola de la cintura, Everly aprovecha eso y le lanza una bofetada a la rubia. Sin embargo, Otto está cegado por su amante, así que soltando inmediatamente a su esposa le lanza un puño en la mejilla haciendo que caiga y se doble el tobillo.

La nariz y el labio de ella comienzan a sangrar.

—¡Lárgate y no vuelvas más, m*****a perra frígida! —se burla tomándola del brazo para luego empujarla a la salida.

Detrás de él Stefany luce sonriente.

—Espera Otto, mi hija, quiero a mi hija, por favor, no me la quites —pide la joven castaña con ojos llenos de lágrimas.

Otto abre la puerta y lanzándola fuera cual animal, toma el bolso de esta y la gabardina que una vez le regaló y se las tira en la cara.

—¡Ya te dije que es mía, tú no sirves ni como madre! ¿O te recuerdo que no pudiste siquiera tener otro hijo? Eres basura Everly, lástima que me di cuenta muy tarde. Déjanos en paz o si no, atente a las consecuencias —amenaza cerrando la puerta tras de sí.

Everly se pone de pie con el corazón roto, agradece la oscuridad de la noche y que hace frío porque no hay nadie fuera de sus casas que pueda señalar el espectáculo que acaba de suceder.

Sube a su auto, pero se da cuenta de que ha dejado las llaves en el sofá de la entrada, dónde también había dejado el bolso. Con frío y sin saber a dónde ir camina por la avenida Colfax con la intención de ir a un bar a buscar calor. Llega al bar más cercano y bebe hasta sentir que su alma se anestesia, mientras tanto piensa en como recuperar a su pequeña, sabe que no puede ir a la policía porque Otto es quien arregla las patrullas y tiene contacto con todos ellos. Sería inútil.

Las horas pasan y cuando es hora de pagar se da cuenta de que no trae ni la cartera.

—Vete Everly —dice el cantinero al verla herida—. Luego nos pagas, pero vete ya porque se están poniendo los clientes agresivos. Es tarde

—Gracias, Nick, te pagaré en cuanto pueda —dice luego de que el guardia del bar la escolta fuera.

Dolida, cubierta de sangre, vestida con medias sensuales, tacones altos, cabello en ligeras ondas y un maquillaje corrido, daba la impresión de ser algo más que una mujer que ha sido echada por su marido.

—Mamacita… —dice un tipo a su lado—. ¿Cuánto es que cobras?

—¡Déjame en paz!

—Te dejaré, pero con las piernas temblando… —expresa el hombre con olor a alcohol metiendo su mano dentro del pantalón—. Ven, ven acá para que conozcas a mi amigo.

Everly siente cómo una arcada se pronuncia dentro de ella al percatarse de que no era uno sino tres los que la seguían. Intenta caminar rápido cuando ve que está a unos pasos de un callejón. Mide sus opciones y se da cuenta de que puede cruzar la calle.

—¡Te estamos hablando! —murmura uno tocando su trasero. Everly siente cómo tiembla de miedo.

Está por correr cuando la atrapan.

—¡Les dijo que la dejen en paz! —amenaza un hombre alto, fornido, con aspecto peligroso.

Abre su cazadora dejando ver su arma y haciendo que estos salgan despavoridos.

—Por favor, no me hagas daño —pide Everly al darse cuenta de la apariencia del hombre y que por algo salieron huyendo los otros.

—Ven acá, no te haré daño —asegura él con voz grave—. Estás sangrando y ocupas un médico.

—Yo… no tengo dinero —dice ella sin mirarlo, las lágrimas aún corren por su rostro.

Él no podía creer que fuera la chica que hace cinco años le salvó la vida. Al parecer ella no lo recordaba.

—¿No me recuerdas? —inquiere él.

Ella le ve rápidamente le pone atención, le recuerda a alguien, pero inmediatamente saca eso de su mente cuando lo ve cubierto de tatuajes. Sabe que es peligroso, por algo trae un arma, así que hace lo mejor que puede hacer en ese momento decir la verdad para luego intentar huir.

—No, no sé quién eres —asegura pensando que le recuerda a esa persona que conoció en un callejón oscuro…

—Me salvaste la vida… supongo que es tiempo de que pague mi deuda —dice él sacando de su bolsillo las llaves de un auto y desactivando los seguros de un Bugatti Chirón negro que está aparcado a unos metros—. Ven, prometo cuidarte y sanar tus heridas. No te haré daño.

Everly no lo piensa dos veces, ya tenía más de una hora pensando en que hacer, además de que sentía que todo le daba vueltas, se regañaba internamente por beber en exceso.

Su salvación se había presentado, con cara de mafioso y cuerpo de atleta, prometiendo cuidarla, así que iría con él, porque no tiene opción y porque además ese hombre era el chico de sus primeras veces, aunque algo en él le hacía dudarlo.

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