Clarissa abrió la boca para decir algo, pero las palabras se le quedaron atascadas en el pescuezo.
Mientras tanto el hombre frente a ella seguía mirándola fijamente hasta que sonrió de lado con una arrogancia que le pareció un poco sexy.
—Lo añadiré a la lista de las reacciones más curiosas de las mujeres cuando me conocen por primera vez —le comentó él.
Entonces Clarissa retomó de nuevo el control de su cuerpo y miró alrededor.
Los demás hombres que estaban en el bar habían regresado paulatinamente a sus actividades.
Ella caminó hacia la mesa de fondo donde estaba el hombre antes y se sentó con los brazos cruzados.
Observó cómo él se sentó justo en frente, con la espalda muy recta y los hombros altos.
—Bien —dijo después de un rato ella.
El hombre apoyó las manos sobre la mesa y Clarissa no pudo evitar notar que eran grandes y parecían muy cálidas.
Se sorprendió a sí misma imaginando estirar su mano y agarrándolas.
—¿Cómo se llama? —ella preguntó y sacó un cuaderno con un lápiz.
Él la miró a los ojos.
—¿Vas a escribir sobre mi información? —le preguntó y ella asintió con vehemencia.
—Claro, necesito después verificar quien es mejor para mi situación.
—Ya te dije que me escogerás a mí.
Le comentó él con confianza y se recostó en la silla.
Luego le dedicó una sonrisa encantadora.
Aunque Clarissa estaba embelesada con el adonis que tenía en frente, sabía pensar con cabeza fría;
Xavier también era un hombre demasiado atractivo, y le había resultado la peor relación de la historia, así que pensó que no se debía dejar llevar por el físico.
Estiró la mano y escribió en el papel.
—Arrogante —ella dijo en voz alta y él arrugó el entrecejo.
—¿Desde cuándo el exceso de confianza es arrogancia? —le preguntó.
Clarissa se rio.
—¿Desde siempre?
—No soy arrogante, solo soy confiado en mis capacidades.
—No se necesita de muchas capacidades para fingir ser esposo de alguien.
Él asintió con la cabeza y un par de mechones cayeron sobre su frente y de una forma sexy e inconsciente los puso de nuevo en su lugar.
—Claro que se necesitan. Hay que ser buen actor.
Clarissa escribió en su cuaderno: “Se cree gracioso” .
Pero no lo dijo en voz alta.
—Aún no sé cómo te llamas.
—Mi nombre es Emanuel —él se inclinó hacia ella y le comentó.
Ella lo escribió en su cuaderno.
—¿Emanuel qué?
Él pareció pensarlo por un momento, como si considerara que valdría la pena mencionarlo.
— Aldenar.
—Es un apellido raro —le comentó y él sonrió de lado.
—No más raro que buscar marido por periódico —se cruzó de brazos.
Clarissa abrió la boca para refutar, pero luego la cerró.
—¿A qué te dedicas?
—Que conversación más aburrida —le comentó él y chasqueó los dedos hacia el mesero —dos cervezas.
—Esto no es una conversación, es una entrevista de trabajo.
—Por medio millón mensuales parece un favor —él se rio.
—¿Crees que tengo dinero para pagar más? —ella apretó el lápiz.
Él la miró con sus ojos azules como el hielo y Clarissa pensó que tenía una mirada fría y triste.
Los ojos tenían un color muy claro y le daban a su mirada un aspecto un poco atemorizante.
Eran de un azul muy claro, casi grises.
—¿En qué trabajas tú? —le preguntó y Clarissa levantó el pecho.
—Soy escritora.
—Con razón —él se dejó caer hacia atrás y se rio.
Ella pensaba contestarle algo, pero el mesero llegó con dos enormes vasos de vidrio repletos de cerveza espumosa.
Aunque no le gustaba, tenía la garganta seca y le dio dos tragos grandes.
—Aun no me has dicho a qué te dedicas —insistió ella y él bebió lentamente antes de contestar.
—Soy yo el que debería hacer las preguntas, ¿Por qué buscas marido de esta forma?
Clarissa se quedó mirando un momento la espuma de la cerveza frente a ella.
—No es tanto marido, ese título era para llamar más la atención, más bien busco una pareja que me haga lucir, ya sabes, más estable.
Esta vez él sí la miró con una genuina curiosidad y Clarissa blanqueó los ojos, estaba claro que no le sacaría ninguna información hasta que ella le soltara algo.
Así que escribió en su libreta: “Reservado” y él la miró de reojo —es una historia larga.
Él cruzó los brazos por sobre la cabeza.
—Tengo tiempo.
—Tengo un hijo —comenzó ella y él no pareció muy sorprendido —mi ex novio es un muy buen abogado, Xavier Quiroz.
—¿Xavier Quiroz es tu ex novio? —le preguntó él medio burlón y ella le preguntó con la mirada —he escuchado hablar de él, lo que tiene de buen abogado lo tiene de feo, ha ganado la mitad de sus casos gracias a su papá y la otra mitad seduciendo a las juezas con su cara.
Ella se encogió de hombros, la verdad no le importaba para nada la carrera de su ex.
—No importa —dijo —lo que importa es que tiene una carrera próspera y está casado con una mujer “perfecta” —hizo las comillas con los dedos en el aire —y después de que les dijeron que no podían embarazarse él…
—Él te quiere quitar a tu hijo —confirmó él y ella asintió —¿y crees que buscándote un novio te sumará puntos con quien lleve el caso?
—Tu no lo entiendes —le dijo ella y le apartó la mirada.
—Pues explicame.
Clarissa evitó que los ojos se le llenaran de lágrimas.
—Trabajo los fines de semana en una cafetería y en semana escribo, pero nadie me lee, no gano ni un centavo de mis novelas y solo me puedo dedicar a vender relatos eróticos en línea y con eso vivo, ¿Cómo crees que suena eso contra un abogado millonario y una esposa perfecta? —él se rascó la cabeza.
—Creo que deberían de preguntarle al niño, ¿no? —él lo comentó solo por comentarlo, pero a Clarissa le hizo gracia que justo su hijo había dicho lo mismo.
—Hace unos días se peleó en la escuela —le comentó ella —está en una escuela privada que paga el idiota de Xavier porque ahí estudió su padre, él y ahora quiere que su hijo tenga la misma educación, pero no es una escuela para él, allí los niños lo molestan por ser diferente y le rompió la nariz a un compañero que trató de meterle la cara en el retrete —Emilio no pudo evitar reírse y Clarissa negó —esto no es gracioso, Xavier lo utilizará para desacreditarme en el juzgado.
—¿Por qué dices que no es una escuela para él? —le preguntó el hombre — si es privada supongo que es buena.
Clarissa negó.
—Maxwell es, diferente… es un niño con una inteligencia mayor al promedio, mucho, la mayoría de las veces él corrige a sus profesores o les ayuda a complementar los temas que dan en sus clases, y apenas tiene cinco. La semana pasada una maestra me llamó por que él la llamó ignorante por no conocer como funcionaban los agujeros negros.
Él rio de nuevo.
—Parece un niño muy interesante.
—Y quiero que se quede conmigo —dijo Clarissa con intensidad —y para eso necesito un novio que me haga parecer más estable, tal vez fingir un compromiso y hacer un video donde me pide románticamente que me case con él y que se haga viral y así quien lleve el caso piense que hacemos una familia tierna y funcional y me deje a mi hijo.
Emilio tomó un largo trago de cerveza.
—Si, eres escritora. Bien, acepto ayudarte.
Clarissa lo miró levantando una ceja.
—Soy yo quien escoge, ¿lo olvidaste? —le dijo ella y él se encogió de hombros.
—¿Hay alguien mejor que yo?
Clarissa volteó unas páginas de su libreta.
—Hay un boxeador —le comentó —es muy sexy y tiene una carrera por delante, disciplinado y centrado. En cambio, de ti solo sé que te llamas Emanuel.
Él estiró la mano y agarró la de Clarissa que sintió que se le aceleró el corazón.
Tenía razón, era muy cálida.
—Si me escoges a mí, seré el mejor novio y padrastro de mentiras que puedas contratar, si quieres, esta noche te envío toda mi hoja de vida, pero sé que me escogerás, incluso por encima del boxeador.
—Tienes mucha confianza —le dijo ella.
El calor que sentía en la mano se comenzó a expandir por todo su brazo y él le mostró una encantadora sonrisa.
—Tengo fe —le dijo —siempre tengo fe.
Estuvieron al menos una hora más en la que Emilio trató de evadir las miles de preguntas que le soltaba la muchacha y cuando se fue pudo respirar un poco en paz.
Clarissa era una mujer extrovertida y apasionada, y eso le preocupó un poco, también era muy curiosa y eso no se lo podía permitir.
Tenía que proteger su mentira y a Emanuel, la identidad falsa que había creado.
Así que tomó su celular y llamó a la única persona que le quedaba en el mundo.
—Luis, amigo. ¿Cómo va todo? —le preguntó y al otro lado de la línea Luis se hizo esperar.
—Mal —le comentó —han descubierto más de los desfalcos que hizo tu hermano y te han culpado de nuevo. A demás tu hermano me tiene los ojos bien puestos, sabe que éramos amigos y de seguro cree que te puedo estar ayudando.
Emilio se agarró el puente de la nariz, le molestaba en sobre manera toda la situación y la rabia que sentía a veces se convertía en una cólera que lo enfermaba.
Lo había perdido todo.
—Prométeme que te vas de la cuidad, si mi hermano fue capaz de matar a papá, imaginate lo que te hará si te descubre.
Luis negó con la voz.
—No lo hará, le prometí que testificaría en tu contra si llegaba el momento y parece que me creyó, creo que estoy a salvo. Dime, ¿ya encontraste donde esconderte?
Emilio ladeó la cabeza.
Ayudar a Clarissa sería complicado, él nunca imaginó que existía un pleito legal cuando decidió llamarla.
Pero esperó que todo lograra solucionarse antes de que llegara el caso contra la custodia del niño, así podrían reconocerlo y su nombre ya estaría limpio.
Si no lograba hacerlo entonces tendría que irse.
Eliminó de su cabeza el pensamiento de tener que dejar a Clarissa enredada en ese problema y abandonarla, pero no podía hacer más.
—Hablando de eso, necesito que me inventes una buena vida —Luis se rio al otro lado de la línea —una vida para Emanuel Aldenar.
Por alguna razón que Clarissa no logró entender, el hombre, Emanuel, nunca le quiso dar un teléfono para comunicarse con ella.Las únicas dos veces que la había llamado eran, cada vez, desde un número desconocido, cosa que le extrañó de verdad. Se sentó frente a su computadora con el cuaderno entre las piernas y observó cada uno de los detalles que había escrito. Eliminó a unos cuantos, y no se pensó mucho en otros tantos, pero cuando llegó a la parte de Gabriel, el boxeador, arrancó la hoja y la leyó detenidamente. Era el candidato perfecto, deportista, con una carrera por delante, muy comprometido, responsable y, sobre todo, sexy. Pero cuando llegó a la hoja con los pocos apuntes que tenía de Emanuel Aldenar algo le dio en el estómago. El hombre era terriblemente sexy, con esa aura de misterio que lo rodeaba todo y que acaparaba toda la atención. Gabriel sería el candidato perfecto para que el juez viera que ella ya estaba formando una familia real, pero Emanuel era el hombre
Emanuel dejó la maleta en el suelo junto al mueble y se sentó confiadamente con los brazos extendidos. Cuando comprobó el lugar de una mirada rápida ella notó como en los labios se le formó una línea recta que trató de disimular. Su hogar era humilde en cuanto a lujos, y aunque ella era medio estricta con el orden y todo estaba en su lugar.Limpio y ordenado.No dejaba de ser algo humilde y ella se lo quedó mirando.A pesar del gesto confiado y la pose cómoda ella lo notó en su rostro, estaba acostumbrado a lujos, o al menos, a algo mejor que su casa. Cuando Emanuel la miró observándolo, sonrió de lado y palmeó el mueble a su lado para que ella se sentara. —Esto no va a funcionar —le dijo ella —yo solo quiero fingir una relación estable para que el juez que lleve el caso vea que tengo una vida estable, pero vivir con mi “novio” —hizo las comillas con los dedos —no creo que sirva de mucho, todo lo contrario, me juzgaran por meter a un desconocido en la vida de mi hijo. —Tu ex tien
Clarissa corrió lo más rápido que pudo, pero le tomó unos cuantos segundos abrir la puerta de su habitación y salir a la sala, y justo cuando cruzó el lugar, la espalda desnuda de Emanuel se estiró hacia el pomo de la puerta y ella no logró decirle que no. Emanuel estaba vestido únicamente con un pantalón corto que le llegaba a menos de la mitad de la pierna y Clarissa pudo notar, desde atrás, que el hombre tenía una constitución física increíble.El hombre abrió la puerta y desde donde ella estaba logró ver como de la cara de Xavier se borró la sonrisa que traía.— ¿Quién es usted? — le preguntó Xavier y Emanuel se encogió de hombros. — ¿Quién es usted? — le devolvió el pelinegro. — Yo soy el papá de Maxwell — le dijo después de un momento y Clarissa avanzó hasta la puerta, no quería que Emanuel metiera la pata. — Ah, con razón, yo soy el prometido de Clari. Xavier le dio una muy poco disimulada repasada al cuerpo completo de Emanuel con un gesto extraño y luego miró a Clarissa
Clarissa cerró la puerta de la casa y comprobó que en la cuidad caía una llovizna constante y fría, como mil alfileres de hielo que se le clavaron en la piel. Él tenía razón, solo le había querido ayudar, pero ella sintió que se estaba dando muchas atribuciones con su vida y eso la asustó «¿Acaso ese no fue el juego que yo misma inventé?» se preguntó.Justo como se lo había comentado Johan, Emanuel estaba ahí sentado en una de las bancas, con el bolso a un lado y la chaquea de cuero sobre las piernas para aguantar el viento helado que venía subiendo por las vías del tren. Clarissa se acercó, pero él no la volteó a mirar, parecía que la había visto desde antes. — ¿Dejaste a Max? — le preguntó él mirando hacia el frente y Clarissa se sentó en el otro extremo de la banca. — Nuestra vecina es una mujer de setenta que tiene doce gatos y nunca se duerme antes de las dos de la mañana, lo está cuidando — Emanuel guardó silencio, todo ese aspecto bromista y arrogante no estaba, se veía ago
Cuando Clarissa despertó esa mañana del viernes estaba sola en la cama y eso la asustó, buscó en las cobijas a Maxwell, pero el niño no estaba y luego escuchó risas en la cocina, luego gritos y cayó sentada en la cama de golpe. Cuando salió de la habitación se resbaló en el tapete de la entrada y cayó sentada con un golpe seco y el gato salió despavorido y se escondió en la habitación de Maxwell. Los gritos en la cocina continuaban, y ella se puso de pie, aunque sintió dolor ciego en el trasero. Cuando entró a la cocina le costó reconocer lo que veía, sobre la alacena había un frasco de vidrio que ella utilizaba para hacer limonada y estaba lleno de espuma y de él brotaba tanta que todo el suelo de la cocina estaba cubierto por una espuma espesa y verdosa. Maxwell y Emanuel estaban en medio de la cocina, tenían todo el cuerpo lleno de la espuma y cuando Clarissa los miró en busca de una respuesta, cada uno señaló al otro como culpable. — ¿Qué está pasando aquí? — preguntó en un g
Clarissa tuvo que esperar en el mueble a que Emanuel saliera de la ducha, junto al lavadero había un baño, pero la única ducha estaba en su habitación y ella se quedó ahí sentada, con la ropa interior húmeda y se regañó a sí misma por no usar un protector intimo esa mañana. Cuando el hombre salió tenía una toalla envuelta en la cintura y ambos evitaron mirarse a la cara, como si hubieran cometido una ofensa penosa y vergonzosa y Clarissa se metió de nuevo a la ducha. Emanuel se había bañado con el agua bien fría y ella optó por lo mismo y no se sintió tranquila hasta que estaba de nuevo vestida y con el corazón palpitando de forma normal. Cuando salió de su habitación secándose el cabello un olor delicioso inundaba la casa. Emanuel estaba en la cocina y había preparado un desayuno llamativo y delicioso. — Yo no tengo champiñones — le dijo ella y él se encogió de hombros, estaba vestido casual, con una camisa corta amarilla y unos pantalones de tela gruesa, se veía más joven y ext
Clarissa sintió que cuando se cerró la puerta del consultorio de la mujer quedó atrapada en una cárcel, se quedó ahí parada y Omaira caminó lentamente hasta sentarse detrás de su escritorio, luego le señaló la silla de en frente para que Clarissa se sentara y así lo hizo. — Tenía muchas ganas de conocerte al fin — le comentó la mujer — supongo que Maxwell te habla mucho de mí, él me quiere mucho.Clarissa se aclaró la garganta, en realidad, el niño jamás la había mencionado, excepto una vez que comentó que era una mujer muy alta. — Ta ha mencionado un par de veces — mintió y la mujer sonrió un poco, luego sacó su celular y envió una nota de voz. — Cariño, ¿podrías enviarme el historial clínico de una paciente del seguro social? — le preguntó el número de documento de identidad a Clarissa y luego sacó una planilla de debajo del su escritorio — ¿tu periodo es regular? — Clarissa asintió, se sentía realmente extraña e incómoda de que la esposa de su ex la estuviera atendiendo. — No m
Clarissa estaba a punto de salir corriendo, la incomodidad era tan grande que la tensión se podía palpar en el aire como un plasma espeso y pegajoso y cuando tocaron a la puerta y vio la cara de Emanuel nuca se había alegrado tanto en su vida. — Lamento llegar tarde.Se sentó en la silla junto a Clarissa, luego le apoyó la mano en la pierna con confianza y ella trató de actuar lo más natural que pudo, pero no podía negar que la presencia del hombre la había tranquilizado un poco.De seguro había sido tan notoria esa calma que la doctora frunció un poco el ceño, pero después le sonrió de forma encantadora a Emanuel. — Le contaba a tu novia que… — Prometida — le corrigió él y la mujer pasó saliva. — Le contaba a tu prometida sobre los métodos de planificación que podemos implementar en ella.Pasó un par de minutos explicándole a Emanuel y Clarissa notó que él parecía más entretenido con mirar el cuadro de un gato detrás de la pared que con prestarle atención a Omaira que le explicab