Clarissa cerró la puerta de la casa y comprobó que en la cuidad caía una llovizna constante y fría, como mil alfileres de hielo que se le clavaron en la piel. Él tenía razón, solo le había querido ayudar, pero ella sintió que se estaba dando muchas atribuciones con su vida y eso la asustó «¿Acaso ese no fue el juego que yo misma inventé?» se preguntó.Justo como se lo había comentado Johan, Emanuel estaba ahí sentado en una de las bancas, con el bolso a un lado y la chaquea de cuero sobre las piernas para aguantar el viento helado que venía subiendo por las vías del tren. Clarissa se acercó, pero él no la volteó a mirar, parecía que la había visto desde antes. — ¿Dejaste a Max? — le preguntó él mirando hacia el frente y Clarissa se sentó en el otro extremo de la banca. — Nuestra vecina es una mujer de setenta que tiene doce gatos y nunca se duerme antes de las dos de la mañana, lo está cuidando — Emanuel guardó silencio, todo ese aspecto bromista y arrogante no estaba, se veía ago
Cuando Clarissa despertó esa mañana del viernes estaba sola en la cama y eso la asustó, buscó en las cobijas a Maxwell, pero el niño no estaba y luego escuchó risas en la cocina, luego gritos y cayó sentada en la cama de golpe. Cuando salió de la habitación se resbaló en el tapete de la entrada y cayó sentada con un golpe seco y el gato salió despavorido y se escondió en la habitación de Maxwell. Los gritos en la cocina continuaban, y ella se puso de pie, aunque sintió dolor ciego en el trasero. Cuando entró a la cocina le costó reconocer lo que veía, sobre la alacena había un frasco de vidrio que ella utilizaba para hacer limonada y estaba lleno de espuma y de él brotaba tanta que todo el suelo de la cocina estaba cubierto por una espuma espesa y verdosa. Maxwell y Emanuel estaban en medio de la cocina, tenían todo el cuerpo lleno de la espuma y cuando Clarissa los miró en busca de una respuesta, cada uno señaló al otro como culpable. — ¿Qué está pasando aquí? — preguntó en un g
Clarissa tuvo que esperar en el mueble a que Emanuel saliera de la ducha, junto al lavadero había un baño, pero la única ducha estaba en su habitación y ella se quedó ahí sentada, con la ropa interior húmeda y se regañó a sí misma por no usar un protector intimo esa mañana. Cuando el hombre salió tenía una toalla envuelta en la cintura y ambos evitaron mirarse a la cara, como si hubieran cometido una ofensa penosa y vergonzosa y Clarissa se metió de nuevo a la ducha. Emanuel se había bañado con el agua bien fría y ella optó por lo mismo y no se sintió tranquila hasta que estaba de nuevo vestida y con el corazón palpitando de forma normal. Cuando salió de su habitación secándose el cabello un olor delicioso inundaba la casa. Emanuel estaba en la cocina y había preparado un desayuno llamativo y delicioso. — Yo no tengo champiñones — le dijo ella y él se encogió de hombros, estaba vestido casual, con una camisa corta amarilla y unos pantalones de tela gruesa, se veía más joven y ext
Clarissa sintió que cuando se cerró la puerta del consultorio de la mujer quedó atrapada en una cárcel, se quedó ahí parada y Omaira caminó lentamente hasta sentarse detrás de su escritorio, luego le señaló la silla de en frente para que Clarissa se sentara y así lo hizo. — Tenía muchas ganas de conocerte al fin — le comentó la mujer — supongo que Maxwell te habla mucho de mí, él me quiere mucho.Clarissa se aclaró la garganta, en realidad, el niño jamás la había mencionado, excepto una vez que comentó que era una mujer muy alta. — Ta ha mencionado un par de veces — mintió y la mujer sonrió un poco, luego sacó su celular y envió una nota de voz. — Cariño, ¿podrías enviarme el historial clínico de una paciente del seguro social? — le preguntó el número de documento de identidad a Clarissa y luego sacó una planilla de debajo del su escritorio — ¿tu periodo es regular? — Clarissa asintió, se sentía realmente extraña e incómoda de que la esposa de su ex la estuviera atendiendo. — No m
Clarissa estaba a punto de salir corriendo, la incomodidad era tan grande que la tensión se podía palpar en el aire como un plasma espeso y pegajoso y cuando tocaron a la puerta y vio la cara de Emanuel nuca se había alegrado tanto en su vida. — Lamento llegar tarde.Se sentó en la silla junto a Clarissa, luego le apoyó la mano en la pierna con confianza y ella trató de actuar lo más natural que pudo, pero no podía negar que la presencia del hombre la había tranquilizado un poco.De seguro había sido tan notoria esa calma que la doctora frunció un poco el ceño, pero después le sonrió de forma encantadora a Emanuel. — Le contaba a tu novia que… — Prometida — le corrigió él y la mujer pasó saliva. — Le contaba a tu prometida sobre los métodos de planificación que podemos implementar en ella.Pasó un par de minutos explicándole a Emanuel y Clarissa notó que él parecía más entretenido con mirar el cuadro de un gato detrás de la pared que con prestarle atención a Omaira que le explicab
La mañana del sábado había llegado y cuando Clarissa abrió los ojos le asustó no encontrar a su hijo en la cama. Se sentó con los ojos pegados y luego bajó de la cama como una zombi. Había pasado gran parte de la noche escribiendo y cuando fue a la cama hasta Emanuel estaba desparramado en el mueble y ella lo contempló dormir un momento. En su rostro se veía un gesto apretado, como si lo estuvieran asaltando las pesadillas y ella sintió compasión por él, estaba segura que la muerte de su padre le afectaba más de lo que dejaba ver, y las piernas se le salían del mueble por un lado de lo alto que era y se notaba en una posición incómoda. Había tenido la tentación de despertarlo y decirle que se pasara para la cama de Maxwell, pero la cama del niño tambien era pequeña. Así que le dedicó un último vistazo después de cubrirle los pies con el cobertor y se fue a la cama. Salió a la sala donde Emanuel y el niño estaban enfrascados en una charla animada. — No son científicamente correc
Clarissa corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron, pero el hombre era más alto y fuerte y cada vez se acercaba más.Gritó por ayuda, pero las calles estaban vacías, ni siquiera había alguna tienda abierta en la que pudiera colarse para poder resguardarse, pero nada.Pensó en su hijo, ¿qué pasaría si ella no volvía a casa? «Voy a volver» se dijo y cuando dobló una esquina agarró un palo de madera que estaba muy casualmente tirado en el piso y se quedó recostada en la pared, ya no era capaz de pensar con claridad, todo lo que hacía era motivado por un impulso instintivo e irracional.Justo antes de que el hombre asomara por la esquina, Clarissa logró escuchar sus pasos, y blandió el palo de madera como si fuera un bate de beisbol, y este golpeó la cara del hombre cuando asomó.El palo se le soltó de las manos y el hombre lanzó un grito, con la fuerza del impulso que traía salió disparado hacia el frente y rodó por la calle.Clarissa recogió el palo y no se detuvo a ver si e
Cuando Clarissa despertó, el sol apenas comenzaba a entrar por la ventana, la luces mortecinas de las farolas de la calle estaban comenzando a apagarse y ella alejó la cara del pecho de Emanuel.El hombre tenía un olor fresco, como a playa y limón y ella se alejó solo lo suficiente para verlo a la cara.Tenía en el rostro una expresión apretada, como si le costara dormir, o como si dentro de su sueño lo acometieran las pesadillas y ella le acarició la mejilla.La barba estaba comenzando a salir nuevamente y era tan oscura como su cabello, los labios rosados y carnosos estaban apretados en una sola línea y Clarissa tuvo el impulso de despertarlo, pero no lo hizo, y se quedó medio paralizada cuando una lágrima escapó de uno de sus ojos y se quedó prendida en su nariz.Con la yema del dedo, Clarissa tomó la lágrima y la limpió, y él abrió los ojos claros, enrojecidos y brillosos y luego se volteó boca arriba para que ella no viera que se limpiaba los ojos.— Buen día — le dijo, estaba se