Clarissa tuvo que esperar en el mueble a que Emanuel saliera de la ducha, junto al lavadero había un baño, pero la única ducha estaba en su habitación y ella se quedó ahí sentada, con la ropa interior húmeda y se regañó a sí misma por no usar un protector intimo esa mañana. Cuando el hombre salió tenía una toalla envuelta en la cintura y ambos evitaron mirarse a la cara, como si hubieran cometido una ofensa penosa y vergonzosa y Clarissa se metió de nuevo a la ducha. Emanuel se había bañado con el agua bien fría y ella optó por lo mismo y no se sintió tranquila hasta que estaba de nuevo vestida y con el corazón palpitando de forma normal. Cuando salió de su habitación secándose el cabello un olor delicioso inundaba la casa. Emanuel estaba en la cocina y había preparado un desayuno llamativo y delicioso. — Yo no tengo champiñones — le dijo ella y él se encogió de hombros, estaba vestido casual, con una camisa corta amarilla y unos pantalones de tela gruesa, se veía más joven y ext
Clarissa sintió que cuando se cerró la puerta del consultorio de la mujer quedó atrapada en una cárcel, se quedó ahí parada y Omaira caminó lentamente hasta sentarse detrás de su escritorio, luego le señaló la silla de en frente para que Clarissa se sentara y así lo hizo. — Tenía muchas ganas de conocerte al fin — le comentó la mujer — supongo que Maxwell te habla mucho de mí, él me quiere mucho.Clarissa se aclaró la garganta, en realidad, el niño jamás la había mencionado, excepto una vez que comentó que era una mujer muy alta. — Ta ha mencionado un par de veces — mintió y la mujer sonrió un poco, luego sacó su celular y envió una nota de voz. — Cariño, ¿podrías enviarme el historial clínico de una paciente del seguro social? — le preguntó el número de documento de identidad a Clarissa y luego sacó una planilla de debajo del su escritorio — ¿tu periodo es regular? — Clarissa asintió, se sentía realmente extraña e incómoda de que la esposa de su ex la estuviera atendiendo. — No m
Clarissa estaba a punto de salir corriendo, la incomodidad era tan grande que la tensión se podía palpar en el aire como un plasma espeso y pegajoso y cuando tocaron a la puerta y vio la cara de Emanuel nuca se había alegrado tanto en su vida. — Lamento llegar tarde.Se sentó en la silla junto a Clarissa, luego le apoyó la mano en la pierna con confianza y ella trató de actuar lo más natural que pudo, pero no podía negar que la presencia del hombre la había tranquilizado un poco.De seguro había sido tan notoria esa calma que la doctora frunció un poco el ceño, pero después le sonrió de forma encantadora a Emanuel. — Le contaba a tu novia que… — Prometida — le corrigió él y la mujer pasó saliva. — Le contaba a tu prometida sobre los métodos de planificación que podemos implementar en ella.Pasó un par de minutos explicándole a Emanuel y Clarissa notó que él parecía más entretenido con mirar el cuadro de un gato detrás de la pared que con prestarle atención a Omaira que le explicab
La mañana del sábado había llegado y cuando Clarissa abrió los ojos le asustó no encontrar a su hijo en la cama. Se sentó con los ojos pegados y luego bajó de la cama como una zombi. Había pasado gran parte de la noche escribiendo y cuando fue a la cama hasta Emanuel estaba desparramado en el mueble y ella lo contempló dormir un momento. En su rostro se veía un gesto apretado, como si lo estuvieran asaltando las pesadillas y ella sintió compasión por él, estaba segura que la muerte de su padre le afectaba más de lo que dejaba ver, y las piernas se le salían del mueble por un lado de lo alto que era y se notaba en una posición incómoda. Había tenido la tentación de despertarlo y decirle que se pasara para la cama de Maxwell, pero la cama del niño tambien era pequeña. Así que le dedicó un último vistazo después de cubrirle los pies con el cobertor y se fue a la cama. Salió a la sala donde Emanuel y el niño estaban enfrascados en una charla animada. — No son científicamente correc
Clarissa corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron, pero el hombre era más alto y fuerte y cada vez se acercaba más.Gritó por ayuda, pero las calles estaban vacías, ni siquiera había alguna tienda abierta en la que pudiera colarse para poder resguardarse, pero nada.Pensó en su hijo, ¿qué pasaría si ella no volvía a casa? «Voy a volver» se dijo y cuando dobló una esquina agarró un palo de madera que estaba muy casualmente tirado en el piso y se quedó recostada en la pared, ya no era capaz de pensar con claridad, todo lo que hacía era motivado por un impulso instintivo e irracional.Justo antes de que el hombre asomara por la esquina, Clarissa logró escuchar sus pasos, y blandió el palo de madera como si fuera un bate de beisbol, y este golpeó la cara del hombre cuando asomó.El palo se le soltó de las manos y el hombre lanzó un grito, con la fuerza del impulso que traía salió disparado hacia el frente y rodó por la calle.Clarissa recogió el palo y no se detuvo a ver si e
Cuando Clarissa despertó, el sol apenas comenzaba a entrar por la ventana, la luces mortecinas de las farolas de la calle estaban comenzando a apagarse y ella alejó la cara del pecho de Emanuel.El hombre tenía un olor fresco, como a playa y limón y ella se alejó solo lo suficiente para verlo a la cara.Tenía en el rostro una expresión apretada, como si le costara dormir, o como si dentro de su sueño lo acometieran las pesadillas y ella le acarició la mejilla.La barba estaba comenzando a salir nuevamente y era tan oscura como su cabello, los labios rosados y carnosos estaban apretados en una sola línea y Clarissa tuvo el impulso de despertarlo, pero no lo hizo, y se quedó medio paralizada cuando una lágrima escapó de uno de sus ojos y se quedó prendida en su nariz.Con la yema del dedo, Clarissa tomó la lágrima y la limpió, y él abrió los ojos claros, enrojecidos y brillosos y luego se volteó boca arriba para que ella no viera que se limpiaba los ojos.— Buen día — le dijo, estaba se
Clarissa estaba teniendo un día particularmente malo. Era un domingo atestado de personas que aprovechaban el fin de semana para reunirse con amistades o en pareja y ella se preguntó qué de especial tenía esa cafetería para que todos quisieran reunirse allí, pero fue tan amable como cada fin de semana.Normalmente, afrontaba una ola de clientes con mesura y voluntad, pero la pelea de la noche anterior le había dejado el cuerpo completamente dolorido. Incluso cuando se agachaba para llevar los bultos de harina a la bodega sentía una punzada intensa en la espalda.— Deberías ir a la policía — le había dicho Johan mientras le devolvía a una ancianita sus vueltas, ya era el atardecer y los clientes comenzaban a desaparecer — no me importa que Emanuel tenga razón y que la policía no haga nada, tal vez esta vez sí — Clarissa negó con la cabeza. Un pan de los que estaba poniendo en la vitrina salía rodando cada que ella lo ponía con los demás.— No servirá de nada, estoy segura de que el que
Clarissa tuvo un momento de lucides, solo un segundo en el que se preguntó si aquello sería lo correcto, y desde el suelo, arrodillada, contempló los ojos que la miraban desde arriba, un azul como el hielo, casi grises, pero no le transmitían frío, más bien todo lo contrario, un fuego intenso, un calor que sintió desde la parte baja de su vientre y que le trepó por la espalda llenándole el cuerpo de una excitante mescla de confusión y morbo. Con las manos acarició el abdomen marcado, y la mano grande de él se posó sobre su hombro. Ya no le importaba nada. ¿Qué más daban las consecuencias si lograba quitarse lo que tenía atrancado entre el pecho y la espalda? Así que acercó la boca y con los dientes mordió despacio el bulto que comenzaba a crecer entre las piernas de Emanuel y cuando lo sintió palpitar en su boca perdió de nuevo el raciocinio. Mordió de nuevo, y luego otra vez mientras no apartaba la mirada de los ojos del hombre y él le acariciaba la cabeza con delicadeza. Con las