Clarissa tuvo un momento de lucides, solo un segundo en el que se preguntó si aquello sería lo correcto, y desde el suelo, arrodillada, contempló los ojos que la miraban desde arriba, un azul como el hielo, casi grises, pero no le transmitían frío, más bien todo lo contrario, un fuego intenso, un calor que sintió desde la parte baja de su vientre y que le trepó por la espalda llenándole el cuerpo de una excitante mescla de confusión y morbo. Con las manos acarició el abdomen marcado, y la mano grande de él se posó sobre su hombro. Ya no le importaba nada. ¿Qué más daban las consecuencias si lograba quitarse lo que tenía atrancado entre el pecho y la espalda? Así que acercó la boca y con los dientes mordió despacio el bulto que comenzaba a crecer entre las piernas de Emanuel y cuando lo sintió palpitar en su boca perdió de nuevo el raciocinio. Mordió de nuevo, y luego otra vez mientras no apartaba la mirada de los ojos del hombre y él le acariciaba la cabeza con delicadeza. Con las
Clarissa despertó asustada, el ataque que había tenido regresó a ella durante la noche en varias ocasiones y despertaba sudando y temblorosa, incluso tuvo e impulso de levantar a Emanuel para que durmiera con ella, pero se aguantó las ganas, no podía, Maxwell estaba en casa y ella sabía comportarse.La madrugada le llegó mirando hacia el techo, con los ojos enrojecidos y las ojeras grandes, y no tuvo de otra que levantarse temprano y preparar todo para llevar su hijo a la prestigiosísima escuela que pagaba su padre, cuando se acordaba.Cuando entró a la habitación del menor, lo encontró metido entre las sábanas y la luz de una linterna bajo ellas.Clarissa levantó de un tirón la cobija y el niño lanzo un grito, estaba leyendo el libro que le regaló Emanuel.— Pensé que eras el hombre de la ventana — dijo él y luego soltó una carcajada.Clarissa volteó a mirar a la ventana, la luz ya permitía ver el árbol que estaba frente a las habitaciones, cada vez estaba más seco y se recordó llam
Pasó por lo menos una semana desde que Maxwell le había gritado, y luego había regresado a ser el mismo niño de siempre.A mitad de la semana habían llamado a Clarissa a la escuela, el niño de nuevo había tratado mal a su profesora de historia y cuando Clarissa llegó lo tenían en la oficina de la directora.— De nuevo — le dijo la mujer en cuanto entró a la oficina. Maxwell estaba sentado en una silla frente al escritorio y la maestra estaba de pie en la esquina y la miró con rencor.— ¿Qué hizo ahora? — le preguntó a la directora y la mujer levantó el mentón hacia la maestra.— Dijo que era una ignorante irresponsable — dijo la maestra y el niño levantó la cabeza.— ¡Eso no fue así! — le él niño levantando la voz y la maestra levantó el dedo y él se cayó, gesto que molestó a Clarissa.La profesora era una mujer ya entrada en años, con el cabello tinturado de un color morado y las gafas sobre el puente de la nariz se le resbalaban constantemente.— ¿Entonces como fue? — preguntó ella
Cuando Emilio entró a la casa esa tarde notó que todo estaba particularmente cayado.— Cariño, ya llegué — bromeó, pero nadie contestó.Clarissa estaba en la cocina y el libro que le había regalado a Maxwell estaba sobre la mesa frente al mueble. Todo estaba en silencio.— Pasó algo — dijo en cuanto entró a la cocina, no era una preguntaClarissa seguía lavando los trastes sin voltear a mirarlo y Emilio caminó hasta ella, y cuando apoyo las manos sobre sus hombros Clarissa dejó escapar el aliento.Emilio la volteó, tenía los ojos hinchados y enrojecidos y ella le apartó la mirada, pero él la tomó del mentón para que lo mirara.— Cuéntame — le comentó con ternura y ella se cruzó de brazos.— Expulsaron a Max de la escuela — le dijo, tenía la voz ronca — más bien disolvieron la matrícula, así que lo llevé para ver si podía acceder a una escuela especializada para él, pero el maldito de Xavier es estrato seis así que no se pudo.— Pues que la pague — le dijo él y notó en los ojos de la m
Emilio comenzaba a hartarse, el suelo permanecía sucio y polvoriento y siempre que terminaba de trapear entraba alguien dejándole todo el suelo lleno de pisotones.Su jefa, la administradora, resultó ser una muchacha agradable que constantemente le sugería que si quería salir de pobre se abriera una de esas aplicaciones donde compartían contenido porn0, que le iría bien como a su novia, y Emilio se limitaba a bromear diciendo que sería in capaz de cobrar por ello, que lo haría gratis, pero ese día estaba siendo especialmente pesado.Ya llevaba por lo menos un mes sin entrenar, y aunque sentía que su masa muscular permanecía como siempre, le costó bajar todas las cajas del camión que había llegado con el dueño de la juguetería y luego bajarlos todos a la bodega.Agradeció que la cedula que Luis le había falsificado con el nombre de Emanuel fuera lo suficientemente buena como para que todos se lo creyeran.Ese viernes estaba sudoroso y sentía el cuello pegajoso de todo el esfuerzo que h
El abogado era un hombre bajito y muy gordito, pero según lo que Johan le había contado su primo era un buen abogado. Tenía el cabello rubio como el menor y las mejillas muy rojas de tanto limpiarse con un pañuelo el sudor de la piel.— Un juez siempre se inclinará más hacia el lado de la madre — les dijo a Emanuel y a ella esa mañana del sábado — sabemos que el señor Xavier económicamente está muy bien, así que tenemos que demostrar qué no lo hace apto para quedarse con el niño y contestar los hechos de la demanda — Clarissa bufó, se le ocurrían miles de opciones.— Para empezar — dijo Emanuel — el hecho de que quería obligar a Max a estudiar en una escuela en la que lo habían expulsado solo por mantener un estatus — el abogado escribió.— Se lo lleva los fines de semana para igual dejarlo solo en su casa con los empleados y el lunes lo envía al colegio con el chofer — le comentó Clarissa.Pasaron media hora dando las razones del por qué Xavier no era apto para quedarse con el niño m
Clarissa había comido tanta pizza que estaba a punto de reventar, el último trozo de su rebanada se la había comido Emanuel que parecía que nunca hubiera comido una pizza en su vida, incluso Johan había comido dos rebanadas y Max tenía la barriga tan llena que estaba mareado del sueño.— No sé si esto funcione — comentó Clarissa después de un rato de charla. Emanuel asintió con la cabeza.— La última vez que vigilaste al hombre de la ventana estabas sola, tal vez te dormiste — le dijo el hombre — Clarissa quiso negar, pero le entró la duda, tal vez sí se había dormido — esta noche somos tres, solo vigilaremos hasta que aparezca.— ¿Y si no aparece? — pregunto Maxwell y Emanuel le acarició el cabello — hay noches que no aparece.— ¿Desde que yo llegué a faltado alguna noche? — le preguntó y el niño negó — bien, hoy lo veremos entonces.— Tal vez sea un espíritu — comentó Johan sin apartar la mirada de su celular — eso explica el por qué Clari no puede verlo — Clarissa vio como Emanuel
Clarissa se quedó ahí de pie con el corazón en la mano, leyó el mensaje un par de veces y dos gotas rojas se desprendieron de él y rodaron por la ventana, parecía sangre.Johan entro cargando a Maxwell que lloraba y Clarissa despertó del shock en que estaba, corrió hasta su hijo y y lo tomó en brazos.— No quiero que le haga daño a Emanuel — le dijo el niño y Clarissa miró por la ventana, las luces de las farolas dejaron ver a Emanuel corriendo por la calle, sin camisa y en pantalón de dormir, con el bat en la mano.— Él no le hará daño, te lo prometo — le contó al niño y lo abrazó con mucha fuerza — te lo prometo — pero era más una súplica que otra cosa.— Llamaré a la policía — dijo Johan y macó.Clarissa salió de la casa, seguida de Johan que tenía un paraguas y Maxwell sobre sus brazos. Se quedaron en medio de la calle sin saber muy bien qué hacer esperando el regreso de Emanuel, pero el hombre no volvía.— ¿Crees que lo atrapó? — preguntó Johan y Clarissa no contestó.— La última