Albán se recostó en el marco de la puerta, el joven que estaba sentado frente al escritorio parecía temblar y él se lo quedó mirando fijamente.— No señor — dijo, de verdad la voz le temblaba — no he logrado encontrar la dirección de la casa del científico, solo el laboratorio donde trabaja, lo he intentado, pero de verdad no he podido — Albán dejó escapar el aliento y tuvo que aguantarse las ganas de golpearlo en la cabeza con fuerza.— Eres un put0 hacker, si no puedes encontrar una simple dirección entonces para qué sirves — el joven palideció.— Hackeé la universidad, pero no tienen registros de donde viven sus empleados, si tan solo pudiera tener su apellido o un segundo nombre…— Ya te dije que no tengo put4 idea — le dijo Albán en voz alta y el joven dio un salto — quiero que encuentres a ese hombre a como dé lugar, o tendrás que irte a vender arepas a a la esquina con la put4 de tu madre — el joven miró de nuevo a la pantalla y luego parpadeó.— Señor, ¿Ese niño que parece en
La casa se había llenado de hombres, y Ana no pudo evitar sentirse incómoda. Luis y Johan habían contratado un guardaespaldas para cada uno y el de Ana era un hombre alto, de gesto huraño que parecía estar siempre de mal genio y cuando ella le ofreció limonada la rechazó decentemente. Johan estaba terminando de vestir a Emanuel, abrochándole los botones de la camisa hasta bien arriba de la garganta y el niño le pidió ayuda con una mirada a Ana que se rio. — ¿Estás seguro que irás tú? — le preguntó Ana y Johan asintió. — Es mejor que te quedes en casa, no es seguir para ti salir, yo llevo a Emanuel a la escuela para que presente la maqueta — Ana asintió, se sentó en la mesa y comprobó que el perfecto sistema solar que había hecho con el niño estuviera en perfecto estado antes de que salieran de casa. Johan empacó todo lo que Ana le entregó para que llevara, un trabajo escrito para la profesora de idiomas, otro de unas planas de caligrafía para el profesor de artes y tambien el cuade
Ana sintió que estaba cayendo en un vacío, como si la hubieran empujado por el borde de un edificio y estuviera a punto de chocar contra el suelo. La cara muy pálida de Maxwell cuando abrió la puerta y el rostro golpeado de Johan de inmediato le dieron el peor de los presentimientos.Cuando el rubio le contó lo sucedido la embargó una rabia tan grande que golpeó con el puño y cuando le sangraron los nudillos Maxwell la agarró desde atrás.— No es justo — dijo ella y volteó, el hombre la abrazó con fuerza, su corazón latía desbocado como el de un caballo al galope — Albán es un monstruo, ¿Cómo pudo hacer eso? — Maxwell la apartó para mirarla a la cara.— Él dijo que sabías donde encontrarlo, Ana, ¿Dónde está? — Ana lo pensó por un momento, pero, si el hombre no estaba en su casa no tenía la menor idea, así que negó y las lágrimas no le permitieron ver.— Lo siento, esto es mi culpa, yo lo traje a sus vidas — Maxwell la sacudió por los hombros.— ¿Cómo se te ocurre decir eso? No es tu c
Ana esperó a que cayera la noche, se abrazó al cuerpo de Maxwell con fuerza mientras el hombre esperaba al lado del teléfono una llamada que Ana sabía no iba a llegar.— Franco llegará mañana en la tarde, hay que esperar hasta ese momento — dijo Luis que estaba sentado con su esposo justo en frente. Durante todo el día los tres hombres intentaron poner la denuncia del secuestro de Emanuel, pero siempre era el mismo resultado. Lo más lejos que llegaron fue que en una ocasión la operadora fingió tomar la denuncia, las demás solamente cortaban la llamada.— Es increíble que tenga tanto poder — murmuró Johan y Ana negó.— Albán no tiene poder, poder tienen los políticos con los que trabaja, él solo es un lame suelas — Maxwell estaba muy silencioso y Ana le apretó la mano — me iré a la cama — le dijo — necesito descansar para pensar con claridad — Maxwell la miró con nostalgia, ella sabía que el hombre quería que se quedara a su lado, pero ella no podía hacer eso.Le dio un muy fuerte ab
Mientras la camioneta avanzaba por las calles vacías Ana sintió que el nudo en el estómago le impedía respirar con facilidad. Las manos le sudaban y las piernas le temblaban, y el ambiente tenso dentro el auto no hacían más que complicar su inestable cordura. — Lo siento — dijo Ernesto después de un rato y Ana negó con la cabeza. — No es momento — le dijo, pero el muchacho negó tambien. — Creo que es el momento, lo que piensas hacer es una locura. — Es lo que tengo que hacer, no permitiré que Albán le toque un solo pelo a Emanuel — Ernesto se quedó callado otro rato. — Yo no sabía, ese hombre me manipuló, pensé que eras una trepadora oportunista, eso me hizo creer él, y ahora te estoy ayudando a entregarte, esto solo hará que Maxwell me odie más. — Max no te odia… — ¿No? ¿y todo lo que me dijo esa vez que peleamos? — Ana se quedó pensando un momento. — Entiendo tu miedo a que él caiga de nuevo una es depresión como la última vez, pero tambien lo entiendo a él, te fuiste de casa
Maxwell apretó con fuerza la herida en la pierna de su hermano y Ernesto lanzó un quejido fuerte. — Debo parar la hemorragia — le dijo él, aunque lo cierto era que no tenía tanta y al parecer la bala no había hecho mucho daño, pero apretó con fuerza — ¿Cómo se te ocurrió hacer eso? ¿Estás loco? — pero Eduardo lo miró desafiante. — Ana me convenció, parecía muy segura de saber lo que hacía, me dijo que conocía a ese hombre y que logaría escapar — Maxwell miró a su tío Johan que estaba de pie muy serio a su lado, tenía el entrecejo apretado y se lograban ver un par de arrugas alrededor de sus ojos — Maxwell mirarme — le pidió su hermano y cuando el científico lo miró el joven tenía los ojos brillosos — ¿Acaso no crees que era más importante traer a Emanuel a casa? — pero Maxwell tomó le tomó uno de los brazos y lo apoyó en su propia herida. — ¿Y lo trajiste? — él no contestó — fueron unos ingenuos, tú y Ana, al pensar que ese hombre iba a hacer un trato, por lo que sabemos nunca en su
Ana sintió el frío metal del arma contra su cien y el cuerpo se le llenó de adrenalina. Frente a ella Maxwell estaba sangrando de un hombro y le apuntaba, pero Albán estaba tras ella, era imposible que pudiera apuntarle. — Si no es para mí no es para nadie — repitió el policía y Ana cerró los ojos, ¿Así sería el fin de su vida? Muerta por el hombre que creyó haber amado alguna vez frene al hombre que sí amaba en realidad. Abrió los ojos, todo parecía estar sucediendo en cámara lenta y cundo vio en la expresión de Maxwell ese terror mesclado con miedo y rabia se sintió terriblemente culpable, ella le había traído dolor a su vida y no se perdonaría por eso. — Lo siento — le dijo Ana al científico, sonó a una despedida por siempre y él negó con la cabeza — lamento haberte traído dolor a tu vida. — No digas eso, Ana, tu no trajiste dolor a mi vida, todo lo contrario, me diste una razón más para querer vivir — los ojos de Ana se llenaron de lágrimas, no podía terminar así. — ¡Ya cállen
—¡No vas a quitarme a mi hijo! Clarissa gritó con rabia y golpeó la mesa con tanta fuerza que derribó el vaso con agua y éste rodó por el suelo hasta que se rompió. Ella lo miró con los ojos inyectados de rabia. —Nunca has estado con él, nunca ha parecido importarte, apenas y te has limitado a pagar su escuela y eso porque cada mes yo te llamo hasta el cansancio. Las personas que estaban en el restaurante comenzaron a estirar los cuellos para observar la penosa situación de la mesa de al lado. —No te pongas así, cálmate — dijo Xavier. Tenía el cabello tan perfectamente peinado hacia atrás que parecía lamido por una vaca. —¡No me digas que me calme! —Clarissa gritó, sacudió la mesa y la sopa se regó en el fino mantel —¿me dices que me vas a quitar a mi hijo y quieres que me calme? Xavier se ajustó el caro traje, tenía la cara roja por el bochornoso escándalo en que Clarissa los estaba metiendo. —Él va a estar mejor conmigo —le dijo el hombre —tengo el dinero para mantene