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NARRA EMERSON

Ese maldito perro, ¿Quién demonios se creía que era para interrumpir en mi oficina y encima llevarse a mi Berenice? Desde que ambos habían traspasado esa puerta yo estaba hecho un manojo de nervios, ¿De qué estarían hablando? Y… ¿Si el chucho ese le decía que estaba enamorado de ella? ¿Si la besaba?

—Vamos Emerson, respira… —me dije a mi mismo paseando de un lado para el otro en la oficina.

Los celos eran horribles, pero no por lo que realmente pasaba sino por lo que mi mente se imaginaba que podría llegar a pasar.

Desde que conocí por primera vez a la bola de pelos que se hace llamar Nathan, sospeché que estaba enamorado de Berenice, aunque ella en más de una ocasión me haya dicho que era solo un amigo, para mi ese chucho tenía intensiones de más con mi ángel. Pero yo no se lo iba a permitir, Berenice era mía, aunque ella no lo supiera, todavía.

Miré mi celular muy cariñosamente y rápidamente llamé a la que me ayudaría a interrumpir la salida espontánea de Berenice y el
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