Poco a poco comencé a movernos más rápido, aumentando el ritmo de las envestidas tomando las caderas de Berenice para hacer el trabajo más fácil. En todo el baño solo se escuchaban nuestros gemidos, el sonido de nuestros cuerpos chocar y el agua de la ducha caer. Las manos de Berenice jugaban con mi cabello, tironeándolos en más de una oportunidad haciendo que cerrara los ojos por tanto placer que mi cuerpo transitaba. Las paredes vaginales de Berenice comenzaron a apretarme en torno a ellas, haciéndome sentir exquisitamente apretado. —Tan estrecha, tan caliente, tan mojada —dije como pude y de los labios de Berenice solo salían números gemidos seguido de mi nombre que hacía que mi pecho se hinchara de felicidad al saber que era yo el que le propinaba ese placer. —Dios… Emerson no… aguanto más —musitó mi pequeña entre gemidos. —Déjate ir —pedí con la voz extremadamente ronca, elevando la velocidad de las estocadas y llevando a mi boca su exquisito pezón derecho. El cuerpo de Bereni
NARRA EMERSON En mi larga vida —aunque bueno solo tenía 28 años, pero no importa— este era el mejor sábado de mi existencia. Caminar de la mano junto a la mujer que amaba no tenia precio alguno. Mi relación con Berenice había dado un paso gigantesco. No solo éramos novios oficiales, sino que también habíamos dado el gran paso de dejar que nuestros cuerpos se amaran por primera vez. Sentir el cuerpo de Berenice acoplarse perfectamente al mío era la mejor sensación que podría haberme pasado. Por primera vez había hecho el amor y no solamente eso, sino que además era la primera vez que me enamoraba perdidamente de una mujer. Era increíble como mi vida había cambiado desde que Berenice llego a mí. De ser el ogro en persona, en todos lados, tanto como en la empresa, con mi familia, con mis empleados y con toda persona que me cruzara, ahora, luego de ser adiestrado por Berenice, volvía a ser ese Emerson educado por Elizabeth, mi madre. Estaba cien por ciento seguro que en donde quiera qu
Después de unos diez minutos estaba la mesa preparada y los platos servidos, solo había puesto para cuatro. Rosario y Ernest estaban ultimando los detalles para terminar de mudar las cosas para su departamento. Al fin y al cabo el día había llegado y Dante y Berenice se irían de mi lado. Tenía unas ganas enormes de que se quedaran conmigo, pero no sabía cómo iban a tomar mi proposición, quizás espantara a mi ángel por lo rápido que estábamos yendo, o quizás aceptara gustosa y yo podría disfrutarlos todo el día. Podríamos quitar a Dante del doble turno del maternal, Veronica se podría hacer cargo de él cuando nosotros debiéramos cumplir nuestras obligaciones en la empresa. Era un plan perfecto. —¡Uenos días! —Saludó la vocecita de mi pequeño favorito—. ¡Ewad! —vino corriendo hacia mi lado para abrazarme. —Campeón —contesté abrazándolo fuertemente y girando con él en brazos. Las carcajadas de Dante inundaron la cocina, escuchar su risa tan fuerte me llenaba de alegría el alma. No ha
NARRA BERENICE Cada vez que miraba a Emerson, menos podía creer que un hombre como él sea mi novio. Hoy había terminado de comprender que solo estaba a un minúsculo paso de enamorarme perdidamente de ese hombre, de mi hombre. El hecho de haberse postulado para acompañarnos al acto del día del padre, hacía destacar su lado tierno, paternal y compañero. Pero verlo al lado de Dante y emocionado, tanto o más que yo, me había llenado el alma. Se notaba a kilómetros el cariño que se tenían el uno con el otro, y eso es lo que más feliz me ponía. Dante era una personita que no se encariñaba rápido con las personas y mucho menos cuando se trababa de hombres, pero desde el primer momento en que lo vio, hubo una chispa en él instantánea para con Emerson. Muchas veces, Dante había dicho que cuando sea grande le encantaría ser como él y, estaba segura que escuchar eso de sus labios, a Emerson le había inflado su pecho de orgullo. Por otro lado, el corazón de hielo que llevaba mi héroe nunca pud
NARRA EMERSON Cajas y maletas decoraban la sala. Hoy había llegado el día de ver partir a las personas que mas amaba. Sé que sueno muy melodramático, no se mudaban a otro mundo, solo a unos treinta minutos de la mansión, pero me costaba horrores hacerme la idea de no tenerlos más junto a mí, me había acostumbrado muchísimo a su compañía, a sus risas y a la multitud. Echaría de menos darle el beso de las buenas noches a Dante, enseñarle las cosas básicas de mi trabajo y, por sobre todo, verlo dibujar en mi escritorio cuando tenía que trabajar adelantando papeles en el despacho de la casa. Pero por sobre todas las cosas, extrañaría tener a Berenice todo el día junto a mí, el ir y venir juntos a la empresa, secuestrarla a mi habitación para dormir abrazados… —¿Me pasas esa caja? —me sacó de mis pensamientos Ernest. Sacudí mi cabeza y asentí pasándole lo que me había pedido. —No parece que estés aquí, ¿Estás bien? —preguntó preocupado acercándose hacia mí. En estas dos semanas que
Cinco meses después… NARRA EMERSON —Necesito esos papeles cuanto antes —hablé cansinamente. —Es que estamos en demora, ya sabes cómo son estos temas, querido Emerson —contestó del otro lado de la línea. —Lo sé Eleazar, pero si no fueran de suma urgencia no estaría tan repetitivo en esto, ¿Cuánto hace que te los pido? ¿Dos semanas? —Entiendo tu urgencia, pero sabes cómo es la vida de los presidentes de la empresa —volvió a decir. De verdad que este hombre estaba sacándome de mis casillas. —Yo también tengo una vida a parte de la empresa Eleazar y no por eso, descuido mis obligaciones —respondí con voz contenida. —Haré lo posible para que a más tardar este ese bendito papel mañana, mandare a mi secretaria. —Dijo luego de unos minutos. —Espero que esta vez sea verdad. Adiós. —Corté la comunicación sin esperar una respuesta de su parte. Dejé el teléfono sobre el escritorio utilizando más fuerza de la necesaria. ¿Por qué hacía tanta historia por esos papeles? Eran muy importantes
Acerqué a Berenice hacia mí, enganchando sus piernas en mi cadera, empujando mi pelvis hacia la suya, haciendo que nuestros sexos se rosasen, la fricción era jodidamente exquisita. De un solo golpe entre en ella, besándola fuertemente para silenciar nuestros gritos. Me quedé unos segundos sin movernos, disfrutando de la calidez de su interior. Al principio comencé a penetrarla despacio, haciendo que mi miembro entrara hasta lo más profundo y sacándola casi completamente, para volver a penetrarla. Comencé a aumentar el ritmo, entrando y saliendo de ella, sin dejar de besar todas las partes de su cuerpo que me eran posibles. Con una de mis manos, la sostenía de su cadera marcando el ritmo de nuestros movimientos y con la otra pellizcaba sus deliciosos pezones. Al sentir las uñas clavándome la piel de mi espalda y sus gemidos cada vez más altos, supe que Berenice estaba cerca, yo estaba en iguales condiciones; no me sentía capaz de aguantar mucho tiempo más. Los pies entaconados de mi
NARRA BERENICE ¿Cómo entender a esas mujeres que se pasan horas y horas dentro de un centro comercial y probándose cada prenda que encontrasen? Definitivamente esa vida no era para mí, pero ya saben con personitas como Farrah y Rosario, quedarse en casa junto a Emerson y Dante era imposible. —¿Qué te parece éste Berenice? —Yo creo que le va a quedar hermoso el naranja pastel, va a marcar la palidez de su piel —respondió mi muy gran hermana por mí. —Farrah, ya sabes que yo estoy en tus manos, la verdad es que no tengo la menor idea de que colores van conmigo —expliqué encogiéndome de hombros. —Muy bien, deben estar hermosas. Serán mis damas de honor —Farrah nos dio esa noticia con una hermosa sonrisa. Tanto Rose como yo la miramos asombradas, esta era una maravillosa noticia. —¡Gracias! —exclamamos al unísono y fuimos a abrazarla fuertemente. —No sé porque se sorprenden tanto, si no hubiera sido por ustedes, Gabriel y yo seguiríamos separados. —De verdad que estaban ciegos, lo