NARRA BERENICE Cada vez que miraba a Emerson, menos podía creer que un hombre como él sea mi novio. Hoy había terminado de comprender que solo estaba a un minúsculo paso de enamorarme perdidamente de ese hombre, de mi hombre. El hecho de haberse postulado para acompañarnos al acto del día del padre, hacía destacar su lado tierno, paternal y compañero. Pero verlo al lado de Dante y emocionado, tanto o más que yo, me había llenado el alma. Se notaba a kilómetros el cariño que se tenían el uno con el otro, y eso es lo que más feliz me ponía. Dante era una personita que no se encariñaba rápido con las personas y mucho menos cuando se trababa de hombres, pero desde el primer momento en que lo vio, hubo una chispa en él instantánea para con Emerson. Muchas veces, Dante había dicho que cuando sea grande le encantaría ser como él y, estaba segura que escuchar eso de sus labios, a Emerson le había inflado su pecho de orgullo. Por otro lado, el corazón de hielo que llevaba mi héroe nunca pud
NARRA EMERSON Cajas y maletas decoraban la sala. Hoy había llegado el día de ver partir a las personas que mas amaba. Sé que sueno muy melodramático, no se mudaban a otro mundo, solo a unos treinta minutos de la mansión, pero me costaba horrores hacerme la idea de no tenerlos más junto a mí, me había acostumbrado muchísimo a su compañía, a sus risas y a la multitud. Echaría de menos darle el beso de las buenas noches a Dante, enseñarle las cosas básicas de mi trabajo y, por sobre todo, verlo dibujar en mi escritorio cuando tenía que trabajar adelantando papeles en el despacho de la casa. Pero por sobre todas las cosas, extrañaría tener a Berenice todo el día junto a mí, el ir y venir juntos a la empresa, secuestrarla a mi habitación para dormir abrazados… —¿Me pasas esa caja? —me sacó de mis pensamientos Ernest. Sacudí mi cabeza y asentí pasándole lo que me había pedido. —No parece que estés aquí, ¿Estás bien? —preguntó preocupado acercándose hacia mí. En estas dos semanas que
Cinco meses después… NARRA EMERSON —Necesito esos papeles cuanto antes —hablé cansinamente. —Es que estamos en demora, ya sabes cómo son estos temas, querido Emerson —contestó del otro lado de la línea. —Lo sé Eleazar, pero si no fueran de suma urgencia no estaría tan repetitivo en esto, ¿Cuánto hace que te los pido? ¿Dos semanas? —Entiendo tu urgencia, pero sabes cómo es la vida de los presidentes de la empresa —volvió a decir. De verdad que este hombre estaba sacándome de mis casillas. —Yo también tengo una vida a parte de la empresa Eleazar y no por eso, descuido mis obligaciones —respondí con voz contenida. —Haré lo posible para que a más tardar este ese bendito papel mañana, mandare a mi secretaria. —Dijo luego de unos minutos. —Espero que esta vez sea verdad. Adiós. —Corté la comunicación sin esperar una respuesta de su parte. Dejé el teléfono sobre el escritorio utilizando más fuerza de la necesaria. ¿Por qué hacía tanta historia por esos papeles? Eran muy importantes
Acerqué a Berenice hacia mí, enganchando sus piernas en mi cadera, empujando mi pelvis hacia la suya, haciendo que nuestros sexos se rosasen, la fricción era jodidamente exquisita. De un solo golpe entre en ella, besándola fuertemente para silenciar nuestros gritos. Me quedé unos segundos sin movernos, disfrutando de la calidez de su interior. Al principio comencé a penetrarla despacio, haciendo que mi miembro entrara hasta lo más profundo y sacándola casi completamente, para volver a penetrarla. Comencé a aumentar el ritmo, entrando y saliendo de ella, sin dejar de besar todas las partes de su cuerpo que me eran posibles. Con una de mis manos, la sostenía de su cadera marcando el ritmo de nuestros movimientos y con la otra pellizcaba sus deliciosos pezones. Al sentir las uñas clavándome la piel de mi espalda y sus gemidos cada vez más altos, supe que Berenice estaba cerca, yo estaba en iguales condiciones; no me sentía capaz de aguantar mucho tiempo más. Los pies entaconados de mi
NARRA BERENICE ¿Cómo entender a esas mujeres que se pasan horas y horas dentro de un centro comercial y probándose cada prenda que encontrasen? Definitivamente esa vida no era para mí, pero ya saben con personitas como Farrah y Rosario, quedarse en casa junto a Emerson y Dante era imposible. —¿Qué te parece éste Berenice? —Yo creo que le va a quedar hermoso el naranja pastel, va a marcar la palidez de su piel —respondió mi muy gran hermana por mí. —Farrah, ya sabes que yo estoy en tus manos, la verdad es que no tengo la menor idea de que colores van conmigo —expliqué encogiéndome de hombros. —Muy bien, deben estar hermosas. Serán mis damas de honor —Farrah nos dio esa noticia con una hermosa sonrisa. Tanto Rose como yo la miramos asombradas, esta era una maravillosa noticia. —¡Gracias! —exclamamos al unísono y fuimos a abrazarla fuertemente. —No sé porque se sorprenden tanto, si no hubiera sido por ustedes, Gabriel y yo seguiríamos separados. —De verdad que estaban ciegos, lo
La convivencia con Emerson, era realmente cómoda, las necesidades de la casa nos las dividíamos con Veronica, me parecía justo. No iba a dejar que ella realizara todo el trabajo cuando yo también tenía dos manos para ayudarla. Mi hora preferida era la cena, donde yo me ocupaba de cocinar y estábamos todos juntos en la mesa del comedor. Dante era infinitamente feliz con nuestra nueva vida, sonreía mucho más de lo que hacía antes y estaba más que contento en tener un papá, por fin. Habíamos decidido dejarlo en el maternal solo en la mañana, a la tarde Veronica se encargaba de recogerlo y cuidarlo por la tarde, mientras nosotros cumplíamos con nuestro trabajo. Poder hacer eso me dejaba más tranquila y feliz, por fin podía darle la vida que siempre soñé para mi pequeño. En la empresa las cosas eran un poco más difíciles, no habíamos hecho pública nuestra relación, pero era sabido que la “secretaria se estaba enrollando con el jefe”. Con esos comentarios que llegaron a mis oídos, gracias
NARRA EMERSON «Te amo, te amo, te amo». Al fin había dicho esas palabras. Días enteros soñando con este momento y ya había llegado. «Te amo Emerson, lo hago con cada célula de mi cuerpo.» Mi única reacción a esas dos hermosas palabras fue elevar a mi ángel por el aire y comenzar a girar junto a ella. En mi corazón no cabía la felicidad que sentía. —Te amo, te amo, te amo —dije una y otra vez cesando las vueltas para poder repartirle besos por todo el rostro—. Dímelo de vuelta, por favor. —No necesitas pedirlo —respondió con una sonrisa en sus labios, tomó con ambas manos mi rostro—. Te amo. —Pellízcame, creo que estoy soñando. —No seas ridículo, yo tendría que ser la sorprendida por amarme, no tú —dijo girando los ojos. —¿Estás loca? —Pregunté escéptico—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que tú fuiste la que me devolvió a la vida? —Vamos Emerson, podrías tener a cualquier mujer, aún no entiendo porque la suertuda soy yo. —Pensé que la inseguridad había pasado. ¿Qué tengo qu
NARRA BERENICE Pensar que esas dos palabras podrían haber hecho feliz mucho antes a Emerson. Ahora que di ese paso, me sentía feliz por mí misma. El saber que el también me amaba, me hacía sentir eufórica, poderosa pero por sobre todo, feliz… por poder corresponderle con la misma o mayor intensidad. —Mamita, papi jamás nos abandonadá ¿Vedad? —preguntó un adormilado Dante. —No cariño, el jamás se irá de nuestro lado —respondí acariciándole su frentecita. —Me gustó el cuento que me leíste. Buenas noches —dijo y, tras unos minutos, se quedó profundamente dormido. Cuando me aseguré que mi pequeño se había ido al mundo de los sueños, apagué la luz, dejando solamente prendida la suave luz de la lámpara de noche. Cerré la puerta y me dirigí hasta la sala en donde Veronica y Emerson charlaban tranquilamente. —¿Se durmió Dante? —preguntó Emerson pasando sus brazos por mis hombros cuando me senté a su lado. —Pacífica y profundamente —respondí dejando caer mi cabeza entre su hombro y cuel