Acerqué a Berenice hacia mí, enganchando sus piernas en mi cadera, empujando mi pelvis hacia la suya, haciendo que nuestros sexos se rosasen, la fricción era jodidamente exquisita. De un solo golpe entre en ella, besándola fuertemente para silenciar nuestros gritos. Me quedé unos segundos sin movernos, disfrutando de la calidez de su interior. Al principio comencé a penetrarla despacio, haciendo que mi miembro entrara hasta lo más profundo y sacándola casi completamente, para volver a penetrarla. Comencé a aumentar el ritmo, entrando y saliendo de ella, sin dejar de besar todas las partes de su cuerpo que me eran posibles. Con una de mis manos, la sostenía de su cadera marcando el ritmo de nuestros movimientos y con la otra pellizcaba sus deliciosos pezones. Al sentir las uñas clavándome la piel de mi espalda y sus gemidos cada vez más altos, supe que Berenice estaba cerca, yo estaba en iguales condiciones; no me sentía capaz de aguantar mucho tiempo más. Los pies entaconados de mi
NARRA BERENICE ¿Cómo entender a esas mujeres que se pasan horas y horas dentro de un centro comercial y probándose cada prenda que encontrasen? Definitivamente esa vida no era para mí, pero ya saben con personitas como Farrah y Rosario, quedarse en casa junto a Emerson y Dante era imposible. —¿Qué te parece éste Berenice? —Yo creo que le va a quedar hermoso el naranja pastel, va a marcar la palidez de su piel —respondió mi muy gran hermana por mí. —Farrah, ya sabes que yo estoy en tus manos, la verdad es que no tengo la menor idea de que colores van conmigo —expliqué encogiéndome de hombros. —Muy bien, deben estar hermosas. Serán mis damas de honor —Farrah nos dio esa noticia con una hermosa sonrisa. Tanto Rose como yo la miramos asombradas, esta era una maravillosa noticia. —¡Gracias! —exclamamos al unísono y fuimos a abrazarla fuertemente. —No sé porque se sorprenden tanto, si no hubiera sido por ustedes, Gabriel y yo seguiríamos separados. —De verdad que estaban ciegos, lo
La convivencia con Emerson, era realmente cómoda, las necesidades de la casa nos las dividíamos con Veronica, me parecía justo. No iba a dejar que ella realizara todo el trabajo cuando yo también tenía dos manos para ayudarla. Mi hora preferida era la cena, donde yo me ocupaba de cocinar y estábamos todos juntos en la mesa del comedor. Dante era infinitamente feliz con nuestra nueva vida, sonreía mucho más de lo que hacía antes y estaba más que contento en tener un papá, por fin. Habíamos decidido dejarlo en el maternal solo en la mañana, a la tarde Veronica se encargaba de recogerlo y cuidarlo por la tarde, mientras nosotros cumplíamos con nuestro trabajo. Poder hacer eso me dejaba más tranquila y feliz, por fin podía darle la vida que siempre soñé para mi pequeño. En la empresa las cosas eran un poco más difíciles, no habíamos hecho pública nuestra relación, pero era sabido que la “secretaria se estaba enrollando con el jefe”. Con esos comentarios que llegaron a mis oídos, gracias
NARRA EMERSON «Te amo, te amo, te amo». Al fin había dicho esas palabras. Días enteros soñando con este momento y ya había llegado. «Te amo Emerson, lo hago con cada célula de mi cuerpo.» Mi única reacción a esas dos hermosas palabras fue elevar a mi ángel por el aire y comenzar a girar junto a ella. En mi corazón no cabía la felicidad que sentía. —Te amo, te amo, te amo —dije una y otra vez cesando las vueltas para poder repartirle besos por todo el rostro—. Dímelo de vuelta, por favor. —No necesitas pedirlo —respondió con una sonrisa en sus labios, tomó con ambas manos mi rostro—. Te amo. —Pellízcame, creo que estoy soñando. —No seas ridículo, yo tendría que ser la sorprendida por amarme, no tú —dijo girando los ojos. —¿Estás loca? —Pregunté escéptico—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que tú fuiste la que me devolvió a la vida? —Vamos Emerson, podrías tener a cualquier mujer, aún no entiendo porque la suertuda soy yo. —Pensé que la inseguridad había pasado. ¿Qué tengo qu
NARRA BERENICE Pensar que esas dos palabras podrían haber hecho feliz mucho antes a Emerson. Ahora que di ese paso, me sentía feliz por mí misma. El saber que el también me amaba, me hacía sentir eufórica, poderosa pero por sobre todo, feliz… por poder corresponderle con la misma o mayor intensidad. —Mamita, papi jamás nos abandonadá ¿Vedad? —preguntó un adormilado Dante. —No cariño, el jamás se irá de nuestro lado —respondí acariciándole su frentecita. —Me gustó el cuento que me leíste. Buenas noches —dijo y, tras unos minutos, se quedó profundamente dormido. Cuando me aseguré que mi pequeño se había ido al mundo de los sueños, apagué la luz, dejando solamente prendida la suave luz de la lámpara de noche. Cerré la puerta y me dirigí hasta la sala en donde Veronica y Emerson charlaban tranquilamente. —¿Se durmió Dante? —preguntó Emerson pasando sus brazos por mis hombros cuando me senté a su lado. —Pacífica y profundamente —respondí dejando caer mi cabeza entre su hombro y cuel
Jadeando en busca de aire para lograr tranquilizar mi cuerpo de las sensaciones anteriores, sentí como Emerson me penetraba fuertemente de una sola y certera estocada. Gemí fuertemente y puse los ojos en blanco, mi cuerpo estaba muy sensible del asalto anterior, y por eso las sensaciones las disfrutaba el doble. —Tan mojada y estrecha… —dijo Emerson entre estocada y estocada. En la habitación solo se escuchaban nuestros gemidos, las maldiciones de Emerson y el choque de nuestras caderas al encontrarse. Me tomó fuertemente de las caderas y comenzó a penetrarme más rápidamente. En mi débil cuerpo se comenzaba a formar nuevamente el nudo en mi bajo vientre. No me faltaba mucho para volver a llegar. Tomé en mis puños la sábana y cerré fuertemente los ojos. —Más… rápido… Emerson… —pedí entre gemidos—. No aguanto… ¡E-Date! —Eso es nena… déjate ir… dámelo… —pidió entrando y saliendo de mi como un loco. Las sensaciones en mi cuerpo cada vez eran más intensas y sin poder prolongar más e
NARRA EMERSON Habían pasado unas dos horas y aún no teníamos noticias. Berenice estaba muy nerviosa y la comprendía. Estaban en juego dos vidas. Aunque no debíamos ser pesimistas, el miedo estaba latente. —¿Cuánto más tardarán? —preguntó por enésima vez mi novia. —No lo sé, cariño —contesté llevando a mi boca al cuarto vaso de café de la madrugada —o mañana mejor dicho—. Iré a llamar a Michael —avisé y asintió. Marqué el número de mi tío y, una vez que me comuniqué con él, le avisé que me iba a ausentar en la empresa al menos a la mañana; por la tarde tendría que ir, ya que debía arreglar el asunto con Eleazar y necesitaba hacerlo personalmente. Michael, tan comprensible como siempre, no tuvo ninguna objeción y deseó la mejor de la suerte para la Rosario y su bebé en camino. Una vez que terminé la breve llamada, volví junto a mi ángel, sentándome al lado de ella tomándola de su cintura, rápidamente colocó su cabeza en mi hombro. Estuvimos en la misma posición unos quince minutos
NARRA BERENICE —Eres una pequeñita muy hermosa —dije mirando embelesada a mi sobrina. —Nos dio un buen susto —respondió mi hermana totalmente adolorida. La verdad que sí, pero ya los momentos de angustia habían pasado. Ahora todo el esfuerzo que hizo mi hermana mayor le dio sus frutos. La bebé era hermosa, tenía una mata de cabello un poco más claro que el de Rosario, aún sus ojitos de deslumbraban grises, pero quizá… solo quizá había heredado los ojos azules de su padre. —¿Aún no saben cómo se llamará? —pregunté, me dio una sonrisa brillante. —A decir verdad ya tiene nombre, pero quiero que Ernest te lo diga; él me lo pidió —contestó, yo sonreí y sentí como mi sobrina se revolvía en mis brazos. —Creo que tiene hambre —avisé y le entregue a la pequeña criatura. Rosario dejó al descubierto un pecho y la bebé comenzó a succionar su alimento. Al ver esa imagen tan hermosa, me hizo volver el tiempo unos tres años atrás. Cuando la situación era al revés. Yo estaba dando de amantar a