NARRA BERENICE Inhalo y exhalo. Otra vez, repito lo mismo. Cuento hasta el infinito así logro serenarme. ¿En qué estaba pensando cuando lo besé de esa forma? Digo, no está mal porque no era el primer beso que nos dábamos, pero si el primero que iniciaba yo de esa manera desesperada y hasta me animaría a decir salvaje. Me mojé la nuca por, ya ni recuerdo cuantas veces y me miré al espejo. Mis mejillas estaban rojas y calientes, mis pupilas dilatadas y mis labios hinchados. Si no nos hubiéramos encontrado en uno de los hoteles más importantes de la cuidad, seguro estaríamos entregándonos el uno con el otro. Sinceramente, moría porque ese momento llegara, cada vez que estaba cerca de él soy una persona completamente distinta, con él me siento viva, querida, deseada y también mujer, pero me encantaría saber que se siente ser su mujer. Hasta a mí misma me da vergüenza mis pensamientos, pero cuando dos personas se quieren el afecto físico y el deseo es normal, ¿O no? Sé que nuestra relaci
NARRA EMERSON —Tía explícame por favor, ¿Qué carajos es lo que hacen las mujeres en el baño? No puede ser que tarden tanto —dije exaltado. Berenice se había ido hace media hora y aun no había regresado. Siempre me pregunté qué corno hacían las mujeres en el baño, ¿Es que no pueden solamente hacer sus necesidades y ya? —Tranquilízate Emerson, allí viene —señaló mi tía. Di vuelta mi cabeza como la niña del exorcista y la vi, venía con la cara seria y una mueca extraña en su rostro, como si estuviera confusa por algún motivo que ignoraba. Se acercó hasta mí y me sonrió, pero rápidamente fijó su mirada detrás de mí y me di la vuelta para seguir su mirada y mis ojos chocaron con el cuerpo de Nereida, que le devolvía la mirada a Berenice pero sin ningún rastro de enojo o molestia, hasta me pareció ver una sonrisa dibujada en sus labios. ¿Desde cuándo ambas se llevaban bien? —Lamento la tardanza —dijo Berenice luego de unos minutos que permanecimos en silencio. —Creí que te había absor
NARRA BERENICE Novia, novia, novia; mi cabeza no dejaba de procesar esa palabra. Ya no estaba segura si mi corazón podría soportar más felicidad. Aún no podía creer lo afortunada que era. ¿Emerson Harker me amaba? ¿En serio? Al parecer había sido una criatura muy buena en mi vida pasada para merecer todo lo que me estaba ocurriendo. —¿Se puede saber qué es lo que te causa tanta gracia? —preguntó mi novio, luego de despegar sus labios de los míos. —Estoy feliz —contesté largando un suspiro—. Y todo te lo debo a ti —piqué su nariz con mi dedo índice. —Me alegra oír eso —respondió Emerson dejando un beso en mi frente—. No necesito saber nada más, si tú estás feliz, yo también lo estoy. Hoy es el mejor día de mi vida —agregó y cubrió mi boca con la suya. ¿Podría llegar a ser más perfecto este individuo? Sin lugar a dudas, es el hombre que toda mujer sueña y, por alguna invocación divina, él me amaba a mí, solo a mí. La manera de besar de Emerson, a comparación de los innumerables b
¿Hombre más feliz en la tierra que yo? Se volverían monos encontrándolo, porque no habría. ¿Qué más le podía pedir a la vida? Así como fue injusta conmigo sacándome a las personas que mas amaba de mi lado, también trajo a la mujer que amaba con locura y a su pequeño hijo que se había ganado mi corazón al nada más verlo. Al fin me le había declarado a mi hermosa Berenice y le había pedido que sea mi novia, al escuchar el sí de su parte, quería saltar, gritar, bailar, tirarme por la ventana o hacer cualquier locura para festejar. Hacer a mi ángel, mi mujer, había sido la mejor experiencia que había tenido en mi vida. Fue la primera vez que hice el amor con una mujer y no solo pensaba en mi placer sino en dárselo todo a ella. Ahora entendía a las personas, porque hacer el amor era mucho más placentero que realizar solo sexo. Sentir el cuerpo de mi ángel pegado al mío, entregándose y dándome todo de ella me hacía amarla mucho más, si ya sus besos me volvían loco, su cuerpo iba a ser mi
Poco a poco comencé a movernos más rápido, aumentando el ritmo de las envestidas tomando las caderas de Berenice para hacer el trabajo más fácil. En todo el baño solo se escuchaban nuestros gemidos, el sonido de nuestros cuerpos chocar y el agua de la ducha caer. Las manos de Berenice jugaban con mi cabello, tironeándolos en más de una oportunidad haciendo que cerrara los ojos por tanto placer que mi cuerpo transitaba. Las paredes vaginales de Berenice comenzaron a apretarme en torno a ellas, haciéndome sentir exquisitamente apretado. —Tan estrecha, tan caliente, tan mojada —dije como pude y de los labios de Berenice solo salían números gemidos seguido de mi nombre que hacía que mi pecho se hinchara de felicidad al saber que era yo el que le propinaba ese placer. —Dios… Emerson no… aguanto más —musitó mi pequeña entre gemidos. —Déjate ir —pedí con la voz extremadamente ronca, elevando la velocidad de las estocadas y llevando a mi boca su exquisito pezón derecho. El cuerpo de Bereni
NARRA EMERSON En mi larga vida —aunque bueno solo tenía 28 años, pero no importa— este era el mejor sábado de mi existencia. Caminar de la mano junto a la mujer que amaba no tenia precio alguno. Mi relación con Berenice había dado un paso gigantesco. No solo éramos novios oficiales, sino que también habíamos dado el gran paso de dejar que nuestros cuerpos se amaran por primera vez. Sentir el cuerpo de Berenice acoplarse perfectamente al mío era la mejor sensación que podría haberme pasado. Por primera vez había hecho el amor y no solamente eso, sino que además era la primera vez que me enamoraba perdidamente de una mujer. Era increíble como mi vida había cambiado desde que Berenice llego a mí. De ser el ogro en persona, en todos lados, tanto como en la empresa, con mi familia, con mis empleados y con toda persona que me cruzara, ahora, luego de ser adiestrado por Berenice, volvía a ser ese Emerson educado por Elizabeth, mi madre. Estaba cien por ciento seguro que en donde quiera qu
Después de unos diez minutos estaba la mesa preparada y los platos servidos, solo había puesto para cuatro. Rosario y Ernest estaban ultimando los detalles para terminar de mudar las cosas para su departamento. Al fin y al cabo el día había llegado y Dante y Berenice se irían de mi lado. Tenía unas ganas enormes de que se quedaran conmigo, pero no sabía cómo iban a tomar mi proposición, quizás espantara a mi ángel por lo rápido que estábamos yendo, o quizás aceptara gustosa y yo podría disfrutarlos todo el día. Podríamos quitar a Dante del doble turno del maternal, Veronica se podría hacer cargo de él cuando nosotros debiéramos cumplir nuestras obligaciones en la empresa. Era un plan perfecto. —¡Uenos días! —Saludó la vocecita de mi pequeño favorito—. ¡Ewad! —vino corriendo hacia mi lado para abrazarme. —Campeón —contesté abrazándolo fuertemente y girando con él en brazos. Las carcajadas de Dante inundaron la cocina, escuchar su risa tan fuerte me llenaba de alegría el alma. No ha
NARRA BERENICE Cada vez que miraba a Emerson, menos podía creer que un hombre como él sea mi novio. Hoy había terminado de comprender que solo estaba a un minúsculo paso de enamorarme perdidamente de ese hombre, de mi hombre. El hecho de haberse postulado para acompañarnos al acto del día del padre, hacía destacar su lado tierno, paternal y compañero. Pero verlo al lado de Dante y emocionado, tanto o más que yo, me había llenado el alma. Se notaba a kilómetros el cariño que se tenían el uno con el otro, y eso es lo que más feliz me ponía. Dante era una personita que no se encariñaba rápido con las personas y mucho menos cuando se trababa de hombres, pero desde el primer momento en que lo vio, hubo una chispa en él instantánea para con Emerson. Muchas veces, Dante había dicho que cuando sea grande le encantaría ser como él y, estaba segura que escuchar eso de sus labios, a Emerson le había inflado su pecho de orgullo. Por otro lado, el corazón de hielo que llevaba mi héroe nunca pud