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NARRA BERENICE

Estábamos en un hermoso clima familiar junto a la familia de Emerson. De verdad que todos eran muy cálidos y amistosos.

Hace unos momentos habíamos terminado de almorzar y comer un delicioso prostre. “Los hombres de la casa” se habían ido a jugar a la pelota en el amplio fondo.

Solté un suspiro de felicidad al ver correr a mi pequeño junto a Emerson de la mano.

Me había decidido y me estaba volviendo a dar una nueva oportunidad al amor. Le había dicho a Emerson que quería empezar algo con él, pero que me tuviera paciencia y supiera respetar mis tiempos. Él como buen caballero que es, no se opuso, solo que puso una condición: poder besarme cuando y cuanto quisiera. Al principio creí que bromeaba, pero luego me di cuenta que lo decía muy en serio. Por supuesto que yo no me resistí a su condición, me declaraba adicta a sus besos y a su dulce piel.

—Si no te conociera mejor diría que aquí hay gato encerrado. Me rectifico, aquí pasa algo. Te conozco perfectamente para tu bue
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