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NARRA EMERSON

Por fin podía besarla con total libertad, aunque solo fuera a escondidas, eso lo hacía aun más excitante. Berenice en cada beso que nos dábamos entregaba todo de ella. Por eso cada beso era distinto y muy especial.

Mi corazón latía desaforado, la cercanía de Berenice, los dos encerrados solos en mi habitación y tenerla estampada en la puerta no ayudaba a que piense claramente. Y mucho menos cuando ella me mordía de una forma exquisita mi labio inferior.

Bajé mis manos hacia su cintura y la elevé para que no tener que agacharme. Me tomó por sorpresa que ella haya enredado sus piernas en mi cadera. Solté un jadeo y ella aprovechó eso para invadir con su lengua mi boca. Cuando las cosas estaban volviéndose calientes y eso se estaba comenzando a notar en la parte sur de mi cuerpo, todavía una parte de cordura quedaba en mí, así que decidí pensar con la cabeza de arriba y cortar la intensidad del beso.

—Ángel… —comencé a decir con nuestras frentes unidas—. Yo… no sé tú pero s
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