Chillo enojada cuando mi helado se cae al suelo por mi estúpida manía de correr para alcanzar el autobús.¿Puedo tener peor suerte?Sigo corriendo y maldigo por lo bajo cuando mi pie se dobla al llegar a la escalera. Subo al transporte y le pago al conductor para luego ir a sentarme a uno de los asientos desocupados. Saco los audífonos de mi mochila que parece la de una niña pequeña y pongo Arabella, mi canción favorita por dos razones; amo Arctic Monkeys y mi nombre es Arabella Williams.Lo único que me gusta de mi vida. Llamarme como la canción que escucho siete veces al díaMuevo mi cabeza de arriba abajo disfrutando de la poderosísima batería mientras pienso en lo desagradable que fue mi día hoy.Un señor me pidió un helado de chocolate con almendras y yo, estúpidamente, confundí las almendras con las nueces.Siempre he tenido la misma confusión, y eso que ya tengo 24 añosY Ahora deben estar preguntándose qué carajos hace una mujer de veinticuatro años trabajando en una heladería
—¿Cuántas veces te he enseñado la diferencia entre la almendra y las nueces, Arabella? —mi madre bufa con falsa molestia cuando le cuento mi anécdota de ayer. Muerdo el interior de mi mejilla y me encojo de hombros antes de encogerme de hombros, pero yo sé que han sido muchas—. Las nueces son las que tienen forma de cerebro y las almendras son las que tienen forma de gotas.—Ay, mamá. Parece que tuviera cinco años —me quejo—. No me expliques así las cosas, que me siento como una estúpida niñata.—Tienes que saber diferenciarlas, hija. ¿Te imaginas que el señor hubiese sido alérgico a las nueces? Te hubieses metido en un gran problema, Arabella.—Bueno, para mi suerte el señor sólo se molestó —muevo mi mano restándole importancia al asunto—. ¿A qué hora entras hoy al trabajo?—Me debo ir ya, me entretuve con tu historia y se me pasó la hora. Te amo mucho —tomó su cartera de la silla que se encontraba al lado suyo y se puso de pie para despedirse de mí con un beso en la mejilla—. ¿Qué h
Hago una mueca de dolor cuando escucho los griteríos desagradables de los niños que se encontraban en la heladería.—¿Qué sabores quieres? —pregunto nada animada.—Naranja y chocolate —responde el niño que tengo frente a mí—. No, mejor chocolate y coco… o naranja y coco.—¿Qué sabores quieres? —vuelvo a preguntarle, esta vez con una miradita asesina.—Nutella y coco.Le pongo rápidamente las dos bolas de helado en su cono y se lo entrego. Me apoyo en uno de los muebles con las manos y suspiro irritada.Ayer estuvo bastante agradable, pero tomé alcohol y ahora tengo un dolor de cabeza horrible.—¿Quedaste muy mal? —Chloe se acerca a mí después de rellenar los helados que estaban medio vacíos.—Me duele la cabeza.—Qué bueno que Penélope pudo llevarte a casa, al menos no tuviste que irte en un Uber sola —dice y yo asiento—. ¿Te hicieron mal los pepinillos o algo así? Te demoraste bastante en el baño cuando fuiste.Casi me atoro con mi propia saliva al escucharla.¿Nick no le habrá conta
Al llegar a casa, voy directo al baño a darme una larga ducha para intentar relajarme. Mi día no había sido del todo bueno. Tuve un problema con mi jefe minutos antes de irme de la heladería por el maldito niño que no se dio cuenta de que el helado de Nutella traía trozos de avellana. Al parecer, la mamá habló con él para quejarse de mi actitud sin importar que al final sí le di una solución. Cuando termino mi tiempo de relajo, voy hacia mi habitación y me pongo mi pijama; un pantalón de tela delgada y una polera de tiritas. Me tiro sobre mi cama y prendo la televisión para escuchar música en YouTube. Pongo Thank you de Dido y tomo mi celular para ver mi I*******m, red social donde sólo tengo 64 seguidores. Soy famosa, lo sé Me siento en la cama al recordar la mayor barbaridad que había escuchado en mi vida y busco Marcello Greco en la aplicación. El CEO de Greco Lab International contaba con 4.6 millones de seguidores. Tenía solo 6 fotos y seguía a 30 personas. Ladeo levemente mi
Chloe se había quedado a dormir en mi casa y al día siguiente nos fuimos juntas a la heladería. Ahora me siento mal por no haber considerado a Chloe como una amiga, puesto que siempre ha sido muy linda y atenta conmigo. Tal vez pensé que ser amiga de alguien (en ese entonces) 5 años menor que yo era una estupidez, pero creo que me hace demasiado bien tener a alguien tan entretenida cerca. —¿Cuántos días crees que se demoren en elegir? —le pregunto mientras miro hacia todos lados para sacar una cucharadita del helado de frutos rojos. —No lo sé, no creo que mucho —responde—. Esta no será una búsqueda masiva, puesto que así se podría saber en la prensa, así que muchas opciones no tendrá. —¿Cómo te enteraste tú? No lo entiendo. —No te puedo contar. —¿Y estás segura de que es algo real y no una broma? Tal vez… —Me contó una persona cercana a Marcello, así que sí —me interrumpe. Alzo mis cejas impresionada—. Es completamente real. —¿Por qué no enviaste el formulario también? —¿Yo?
Me miró en el espejo y termino de ponerme el labial nude con las manos temblorosas. No sé cómo debo ir vestida a una entrevista para ser una madre falsa para los hijos del CEO, pero supongo que los pantalones y el saco negro formales que saqué del closet de mi madre con una camisa blanca abajo está bien.¿O no?Apoyo mis manos y frente en la pared e inhalo con profundidad. Nunca había estado así de nerviosa, ni cuando fui a la entrevista de trabajo en la heladería, pero es que este no es cualquier trabajo, y creo que no me estoy dando cuenta de eso¿Hacerme pasar por la madre de dos niños? ¿Yo? ¿Una mujer de veinticuatro años no tan madura que digamos?Me arrepiento de haber mandado el formulario. Creo que lo hice pensando que obviamente Marcello no se iba a fijar en mí, pero ahora que quiere verme me doy cuenta del gran peso que tengo sobre mis hombros al hacer esto.—¿Me explicarás qué es lo que vas a hacer? Sé que irás a una entrevista de trabajo, pero no entiendo por qué no me pue
—Siéntese, Arabella —dice Marcello mientras me da la espalda. Me acerco lentamente hacia la silla que está frente a su escritorio y espero a que deje de mirar por el gran ventanal que había en la oficina. —Ya estoy sentada —me atrevo a hablar después de unos segundos de silencio. —Lo sé, la veo por el reflejo del vidrio —responde con voz seria. Frunzo el ceño y me cruzo de piernas mientras espero expectante que siga hablando, pero no lo hace. Golpeo levemente el suelo con mi pie, entrando al estrés. Aprovechando el incómodo silencio, miro detalladamente la oficina y alzo las cejas al notar lo sencilla que era, cosa que no me esperaba después de ver adornos de oro en el primer piso. Vuelvo a mirar la espalda ancha de Greco y entrelazo mis manos sobre mis piernas. —¿Entonces...? —carraspeo—. ¿Desea que le cuente algo sobre mi vida? —pregunto sin saber qué hacer. No vine a este lugar para estar en silencio —Creo que ya sé las cosas más importantes —lo veo encogerse de hombros—. Le
—Tu pelo es precioso, pero debemos cambiarlo —me avisa el estilista que Marcello había contratado para hacerme un cambio de look.—¿No me pueden poner una peluca o algo así? —me quejo—. Mi cabello es lo que más me gusta de mí. Que sea largo y rubio me fascina.—Vas a vivir con mis hijos, Arabella. No puedes estar poniéndote y sacándote una peluca —Greco dice al llegar.Ayer firmé el contrato y el acuerdo de confidencialidad y hoy fui llamada por una de las tantas asistentes del CEO para que me juntara con Marcello en un centro de belleza.—¿Qué me van a hacer?—Pienso que lo mejor será cortarte un poco el pelo y ponértelo negro —responde el estilista con demasiada tranquila.—¡¿Negro?! ¡No me pueden arruinar así el cabello! ¡El negro es demasiado difícil de sacar! —me paro de un salto de la silla y chillo horrorizada.—¡Arabella! ¡No te comportes como una niña pequeña! —Greco me regaña.—¡No me pueden hacer pasar de rubia natural a pelinegra!—¡Firmaste un contrato, así que si pueden!