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Capítulo 3: Algo inédito sobre Marcello Greco

Hago una mueca de dolor cuando escucho los griteríos desagradables de los niños que se encontraban en la heladería.

—¿Qué sabores quieres? —pregunto nada animada.

—Naranja y chocolate —responde el niño que tengo frente a mí—. No, mejor chocolate y coco… o naranja y coco.

—¿Qué sabores quieres? —vuelvo a preguntarle, esta vez con una miradita asesina.

—Nutella y coco.

Le pongo rápidamente las dos bolas de helado en su cono y se lo entrego. Me apoyo en uno de los muebles con las manos y suspiro irritada.

Ayer estuvo bastante agradable, pero tomé alcohol y ahora tengo un dolor de cabeza horrible.

—¿Quedaste muy mal? —Chloe se acerca a mí después de rellenar los helados que estaban medio vacíos.

—Me duele la cabeza.

—Qué bueno que Penélope pudo llevarte a casa, al menos no tuviste que irte en un Uber sola —dice y yo asiento—. ¿Te hicieron mal los pepinillos o algo así? Te demoraste bastante en el baño cuando fuiste.

Casi me atoro con mi propia saliva al escucharla.

¿Nick no le habrá contado que follamos por un largo rato en el baño?

Bueno, eso habla bien de él como hombre

—No lo creo, como pepinillos desde que soy pequeña.

—¿Entonces?

—Sí estaba con un poco de dolor de estómago. No sé que habrá sido lo que me hizo mal —miento.

—¡Menos chachara y más trabajo! ¡No porque me hayas invitado a tu cumpleaños voy a dejar que no trabajes! —George le grita a Chloe cuando pasa por nuestro lado—. ¡Limpien, hagan algo!

Maldito viejo

—Ya sabes, nunca más invites a ese señor a tus fiestas. Es un pesado —le susurro cuando se aleja de nosotras—. Yo limpio las mesas y tu barres.

Voy a buscar el paño y el cloro y me acerco a las mesas que estaban desocupadas para limpiarlas.

A mi mente llega el recuerdo de Nick y yo, él entre mis piernas y yo sentada en el lavamanos mientras le arañaba la espalda desnuda.

Tenía un cuerpo de infarto.

Y el miembro también

Muevo mi cabeza de un lado a otro para borrar esos pensamientos de mi cabeza. Yo no suelo comportarme así. No es muy común en mí follar con cualquier persona en una fiesta, pero Nick… no me pude resistir.

Lo bueno es que iba preparado, así que irresponsable no fui

Me sentí extremadamente bien cuando me dijo que él también tenía muchas ganas de que pasara algo entre nosotros desde que me vio. Es tan guapo y masculino, pero sé que lo que pasó fue sólo algo de una vez y ya.

Algo del momento

Algo demasiado rico

—Señorita, a mi hijo le salió un pedazo de algo duro en su helado.

Cierro los ojos con fuerza antes de darme vuelta, encontrándome a una señora y al mismo niño que no podía decidirse con los sabores. Suelo llevarme bien con los niños, puesto que demasiado madura no soy y suelo tener muchos gustos en común con ellos, pero hoy no estoy de ánimos.

Me duele la cabeza, me molestan los ruidos fuertes y las caras de los clientes.

M*****a resaca, ni siquiera tomé tanto

—El de Nutella tiene pedazos de avellanas —respondo intentando ocultar mi estrés—. Debe haber sido eso, no se preocupe.

—Bueno, usted no le avisó que traía pedazos de avellanas. Pudo haberse quebrado un diente.

—No lo creí necesario, puesto que cuando eligió el sabor se veía claramente que el helado tenía pedazos de algo arriba.

—Es un niño, no alcanza a ver bien los helados.

Me obligo a mí misma a no poner los ojos en blanco y asiento. No quiero seguir llevándole la contraria, prefiero cambiárselo y que se vayan a tomar por culo.

—Está bien, le daré otro helado gratis.

—Esta vez quiero de Frutilla y frambuesa —el niño dice con una sonrisa antes de devolverme su antiguo helado, el que por cierto no traía casi nada del sabor de Nutella.

¿Pudo haberse “roto un diente” y aun así dejó que se lo comiera?

—Para evitar otro inconveniente —espero que mi sonrisa no se vea demasiado falsa—. Te cuento que el helado de frutilla tiene pedazos de la fruta y el de frambuesa trae drupas, es decir las “bolitas” que la conforman.

(…)

—No me vas a creer esto, Arabella —Chloe se acerca a mí cuando cerramos las puertas de la heladería. Por fin nuestro día había acabado—. Es impresionante.

—Nada va a ser más impresionante que el trasero de la última clienta —digo todavía con la boca abierta—. ¡Era gigante y hermoso!

—Arabella, por favor. Concéntrate en lo que te estoy diciendo —hace un gesto con su mano para que le preste atención. La miro con las cejas alzadas, expectante—. ¿Conoces a Marcello Greco?

—El CEO de Greco Lab International y dueño de la mayor cadena de hoteles de California, sí —respondo sin darle importancia—. ¿Qué pasa con él?

—Supe algo inédito que no vas a creer, pero necesito que no se lo cuentes a nadie. No cualquiera puede saber esto.

—Dime ya, Chloe —pongo los ojos en blanco.

No me interesa la vida de ese hombre. Dicen que tiene un carácter de m****a

—Sabías que tiene mellizos ¿verdad? Una niña y un niño de doce años.

—Sí, algo había escuchado.

—Afírmate que te vas a caer con lo que te voy a decir.

—¡Chloe! ¡Ya dilo!

—La mamá de los niños los abandonó cuando ellos tenían sólo unos meses de edad—me cuenta—. Pero eso no es lo impresionante.

—¿Qué es?

—El CEO busca a una madre falsa para sus hijos —suelta y yo frunzo mi ceño totalmente confundida—. Está dispuesto a pagar 30.000 dólares mensuales a la mujer que se haga pasar por la madre de los mellizos por un tiempo que desconozco.

—Es una broma ¿verdad? —pregunto sin creerlo. No puede ser cierto, es una completa estupidez. Alza sus cejas con cara de “créelo” y niega con la cabeza—. ¡¿Quién carajos hace eso?! —grito anonadada.

—Solo él; Marcello Greco.

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