Chloe se había quedado a dormir en mi casa y al día siguiente nos fuimos juntas a la heladería.
Ahora me siento mal por no haber considerado a Chloe como una amiga, puesto que siempre ha sido muy linda y atenta conmigo. Tal vez pensé que ser amiga de alguien (en ese entonces) 5 años menor que yo era una estupidez, pero creo que me hace demasiado bien tener a alguien tan entretenida cerca.
—¿Cuántos días crees que se demoren en elegir? —le pregunto mientras miro hacia todos lados para sacar una cucharadita del helado de frutos rojos.
—No lo sé, no creo que mucho —responde—. Esta no será una búsqueda masiva, puesto que así se podría saber en la prensa, así que muchas opciones no tendrá.
—¿Cómo te enteraste tú? No lo entiendo.
—No te puedo contar.
—¿Y estás segura de que es algo real y no una broma? Tal vez…
—Me contó una persona cercana a Marcello, así que sí —me interrumpe. Alzo mis cejas impresionada—. Es completamente real.
—¿Por qué no enviaste el formulario también?
—¿Yo? Claro que no, no quiero hacerme cargo de dos niños aunque me paguen todo ese dinero mensual.
—Yo tampoco me veo capaz de eso, sólo estoy pensando en el dinero —admito y ella ríe—. ¿Cómo crees que lo harán para que nadie hable? ¿Y si alguien conoce a la mujer elegida y le dice a la prensa que todo es una mentira…?
—Estoy segura de que Marcello Greco tiene todo perfectamente calculado. Lo que menos es, es ser tonto. Supo salir adelante con dos hijos a los 16 años y logró pasar de una familia pobre, a ser un billonario —me recuerda. Asiento levemente—. Así que jamás dudes de sus capacidades, menos de su poder.
—Vale, dejemos de hablar de Greco y su loca búsqueda de una madre falsa para sus hijos.
—Hoy me voy a pasar a un bar después del trabajo —me cuenta—. Van a estar los chicos, ¿quieres ir conmigo? —me pregunta emocionada—. Ya los conoces a todos, te llevaste bien con ellos.
¿Volver a ver a Nick? No lo sé
—¿Ir a un bar el primer día de la semana? No, gracias —río.
—Vamos, no seas así —hace un puchero con los labios.
—Quedo muertísima los lunes. No me imagino yendo a un bar después de mi horario de trabajo, además estoy con pantalones cargo y una polera.
—¿Y? ¿Desde cuándo te ha importado verte bien?
Desde que follé con tu amigo
—No digo que me importe verme bien, sólo digo que no estoy en condiciones para ir.
—Por favor, hazlo por mí… —pestañea con rapidez y junta sus manos, casi suplicándome.
(…)
—¡Arabella! ¡Qué bueno tenerte por acá! —Penélope grita al verme entrar con Chloe al bar. Sonrío y camino al lado de mi compañera hasta llegar a la mesa donde se encontraban los chicos.
Trago con dureza al sentir sobre mí la mirada de Nick y me concentro en saludar a los demás chicos para dejarlo a él de los últimos.
—¿Cómo estás? —le pregunto al saludarlo con un beso en la mejilla.
—Bien, bien —responde con una sonrisa y me hace un gesto para que me siente al lado de él. Con las piernas casi temblorosas lo hago—. ¿Tú?
—Cansada, pero bien —admito—. Presiento que mi jefe me odia, aunque el odio es mutuo.
—¿No has pensado en cambiarte de trabajo? —Oliver me pregunta y yo obviamente no hablo sobre lo de Marcello.
—No. Creo que no sería buena en otra cosa.
—Te tienes muy poca fe, eso no es bueno —Elena dice y yo asiento de acuerdo.
—Lo sé, pero de verdad no me siento capaz de hacer algo distinto a lo que ya sé —me da vergüenza decirlo, pero así es—. ¿Y ustedes? ¿En qué trabajan?
—Elena y yo trabajamos en Zara —Penélope contesta.
—Yo soy barbero y Nick es entrenador personal —Oliver habla.
Ya sabía yo que el cuerpazo de Nick no era por nada
—Si quieres podemos recomendarte a nuestra jefa, somos muy buenas amigas —Elena me sonríe amable y yo niego con una sonrisa también.
—No se preocupen. Creo poder aguantar un poco más en la heladería.
—¿Vas a tomar o comer algo? Yo iré a pedir una hamburguesa —Chloe me mira con las cejas alzadas.
—Una hamburguesa con queso y una Coca Cola, por favor.
Asiente y se va después de desordenar el cabello de Oliver.
—¿Qué pediste tú? —le pregunto a Nick cuando los demás chicos se ponen a conversar entre ellos.
—Un sándwich de jamón, lechuga, aguacate y tomate —responde—. Estaba muy bueno, me lo comí en unos minutos.
—Que sano, igual que mi hamburguesa con Coca Cola —digo irónica y el ríe—. Soy demasiado buena para la comida chatarra. A veces intento dejar eso de lado, pero simplemente no puedo.
—Pero al parecer, comes y no engordas —se encoge de hombros—. Porque estás muy bien.
Noto un destello de coquetería en su voz, pero no puedo decir nada puesto que Chloe llega nuevamente a la mesa, acaparando la mirada de todos.
—Se demorarán poco, diez minutos o algo así.
—Vale, estoy muerta de hambre —admito. Peino con las yemas de mis dedos mi cabello y suspiro con pesadez al ver que me saco unos cuantos pelos—. Se me cae demasiado el cabello.
—No eres feliz en tu trabajo. Eso te genera estrés.
—No piensen que soy la mujer más infeliz del mundo tampoco —le aclaro a Elena y a los chicos—. Sólo me gustaría hacer algo más importante, tengo 24 años y trabajo en una heladería, ya saben a lo que me refiero… —y como si los mismos dioses del destino me estuvieran escuchando, mi celular vibra al terminar de hablar. Lo saco del bolsillo de mi pantalón y frunzo el ceño al ver que me llegó un correo—. Chloe, ¿me puedes acompañar al baño un momento, por favor? —le doy una mirada de “es importante” y una sonrisa falsa. Mi ahora amiga, asiente con vehemencia antes de ir a paso rápido al baño mientras yo la sigo.
—Dime que es lo que creo que es, por favor —susurra emocionada cuando llegamos y nos ponemos frente al espejo.
—No lo sé, me llegó algo del correo al que le mandé el formulario. Ahora lo voy a leer.
—Léelo en voz alta, por favor —me pide cuando nos quedamos solas en el baño.
Carraspeo antes de abrir el mensaje.
—Querida Arabella Williams, hemos recibido su formulario y nos complace informarle que Marcello Greco la ha elegido como su primera opción para tener una junta con él. Es por esto que la esperamos mañana, a las 9am en el Hotel Supremo —Chloe chilla de felicidad cuando hago una pausa y yo abro los ojos impresionada—. Le recordamos que esto es confidencial. Estamos dispuestos a tomar medidas legales si es que nos enteramos de que le está vendiendo esta información a la prensa, o a cualquier persona. Muchas gracias por su interés, la esperamos.
—¡Dios! ¡Estoy tan feliz por ti! —mi compañera me abraza mientras da pequeños saltitos, pero yo estoy en shock.
¿Estoy soñando?
Me miró en el espejo y termino de ponerme el labial nude con las manos temblorosas. No sé cómo debo ir vestida a una entrevista para ser una madre falsa para los hijos del CEO, pero supongo que los pantalones y el saco negro formales que saqué del closet de mi madre con una camisa blanca abajo está bien.¿O no?Apoyo mis manos y frente en la pared e inhalo con profundidad. Nunca había estado así de nerviosa, ni cuando fui a la entrevista de trabajo en la heladería, pero es que este no es cualquier trabajo, y creo que no me estoy dando cuenta de eso¿Hacerme pasar por la madre de dos niños? ¿Yo? ¿Una mujer de veinticuatro años no tan madura que digamos?Me arrepiento de haber mandado el formulario. Creo que lo hice pensando que obviamente Marcello no se iba a fijar en mí, pero ahora que quiere verme me doy cuenta del gran peso que tengo sobre mis hombros al hacer esto.—¿Me explicarás qué es lo que vas a hacer? Sé que irás a una entrevista de trabajo, pero no entiendo por qué no me pue
—Siéntese, Arabella —dice Marcello mientras me da la espalda. Me acerco lentamente hacia la silla que está frente a su escritorio y espero a que deje de mirar por el gran ventanal que había en la oficina. —Ya estoy sentada —me atrevo a hablar después de unos segundos de silencio. —Lo sé, la veo por el reflejo del vidrio —responde con voz seria. Frunzo el ceño y me cruzo de piernas mientras espero expectante que siga hablando, pero no lo hace. Golpeo levemente el suelo con mi pie, entrando al estrés. Aprovechando el incómodo silencio, miro detalladamente la oficina y alzo las cejas al notar lo sencilla que era, cosa que no me esperaba después de ver adornos de oro en el primer piso. Vuelvo a mirar la espalda ancha de Greco y entrelazo mis manos sobre mis piernas. —¿Entonces...? —carraspeo—. ¿Desea que le cuente algo sobre mi vida? —pregunto sin saber qué hacer. No vine a este lugar para estar en silencio —Creo que ya sé las cosas más importantes —lo veo encogerse de hombros—. Le
—Tu pelo es precioso, pero debemos cambiarlo —me avisa el estilista que Marcello había contratado para hacerme un cambio de look.—¿No me pueden poner una peluca o algo así? —me quejo—. Mi cabello es lo que más me gusta de mí. Que sea largo y rubio me fascina.—Vas a vivir con mis hijos, Arabella. No puedes estar poniéndote y sacándote una peluca —Greco dice al llegar.Ayer firmé el contrato y el acuerdo de confidencialidad y hoy fui llamada por una de las tantas asistentes del CEO para que me juntara con Marcello en un centro de belleza.—¿Qué me van a hacer?—Pienso que lo mejor será cortarte un poco el pelo y ponértelo negro —responde el estilista con demasiada tranquila.—¡¿Negro?! ¡No me pueden arruinar así el cabello! ¡El negro es demasiado difícil de sacar! —me paro de un salto de la silla y chillo horrorizada.—¡Arabella! ¡No te comportes como una niña pequeña! —Greco me regaña.—¡No me pueden hacer pasar de rubia natural a pelinegra!—¡Firmaste un contrato, así que si pueden!
Chloe: ¡Sabes que te ves hermosa y sólo dices que no para que los demás te digan que ese look te queda fenomenal! No seas una perra egocéntrica.Me responde la chica (a la que ahora considero mi verdadera amiga) después de que le enviara una foto de mi nuevo cabello.Yo: Tú sabes que lo que menos soy es ser egocéntrica, de verdad siento que me veo MUY mal.Chloe: Lo sé, sólo bromeo ;) pero de verdad, te ves muy bien. Sólo tienes que acostumbrarte, porque obviamente al principio no te gustará.Yo: Ya tengo nuevo DNI, nuevo look y nuevo celular, ¿puedes creer que ahora me llamo Emma? De verdad, esto es una completa LOCURA… ¡Soy otra persona!Chloe: Creo que ese nombre no le viene a tu cabello negro, suena un poco de chica buena y con ese color te ves toda una perra empoderada. Besitos en tu ballena, voy entrando a la heladería.Yo: ¿Ballena? ¿Qué es eso?Chloe: Ya sabes, vagi… te lo dejo a tu imaginación, pero así suena mucho más lindo.Yo: JAJAJA ¿Y por qué tendrías que mandarle besos
—¡ESTÁS COMPLETAMENTE LOCO! —no me aguanto las ganas de chillar al ver la casa de Marcello—. ¿PARA QUÉ TIENES UNA MANSIÓN ASI DE GRANDE SI SOLO SON TRES PERSONAS? ¡ACÁ PODRÍAN CABER DIEZ FAMILIAS!—No puedes llegar gritando de esa forma —me regaña—. Con suerte no están ni mis hijos, ni mis empleados.—¿Tus empleados sabrán que no soy la madre real de…? —me callo. Río nerviosa al ver que Greco me mira con los ojos entrecerrados.—¿Vas a ser la supuesta madre de mis hijos y no sabes cómo se llaman?—Si sé, solo dame unos segundos para recordar —muerdo el interior de mi mejilla y cierro los ojos intentando concentrarme. Vamos Arabella, tú puedes—. ¡Noah!—¿Y mi hija? ¿Cómo se llama?—Su nombre es más largo —me excuso—. No lo recuerdo del todo.—Eres la peor madre falsa que pude haber elegido —bufa. Abro la boca y pongo mi mano en mi pecho haciéndome la ofendida—. Se llama Aubrey. —Aubrey, Aubrey —murmuro intentando aprenderlo—. A-u-b-r… —¿En serio es tan difícil de recordar? —interrump
—Aubrey, ¿no puedes esperar? La cena todavía no llega y tú ya quieres el postre —la miro serio y ella se encoge de hombros.—¿Por qué dejar lo mejor para el final? No entiendo —se encoge de hombros.—No se trata de "dejar lo mejor para el final" —imito su voz chillona y ella me mira con los ojos entrecerrados—. Se trata de que primero tienes que comer tu comida para luego comer el postre.—¿Y qué estamos esperando? —se encoge de hombros.—Deja de responder a todo lo que digo, por favor —la regaño.—Bueno, yo también quiero saber qué esperamos —Noah se mete en la conversación—. Tengo hambre, quiero comer una hamburguesa.—Yo quiero un brownie con helado de pistacho.—Eres la única que debe pedir ese sabor de helado, Aubrey —Noah dice poniendo los ojos en blanco—. Eres tan pero taaaaaan rara.—Bueno, tú te comes los mocos y nadie te dice nada —Au le responde con cara de desagrado—. Cada quién tiene sus gustos, no podemos opinar sobre ellos.—¿Pueden tomarme atención por una vez en la vi
—Entonces, esta es mi habitación. Tengo libros de fantasía en el estante de la derecha y libros de romance en el de la izquierda —Aubrey apunta la pared donde tiene una cantidad impresionante de libros ordenados por color—. Este es mi escritorio, acá hago mis tareas y de vez en cuando intento continuar una novela que empecé el año pasado, pero se me hace muy complicado concentrarme. Noah es muy ruidoso cuando juega sus videojuegos de guerra, ya sabes; esas cosas locas y nada educativas.—Tu habitación es preciosa, te felicito por ser tan ordenada —la miro con una sonrisa—. Y si te soy sincera, a mí también me gustan esas cosas locas y nada educativas —le confieso y ella alza sus cejas—. Pero para que sepas, me va muy bien en Lenguaje. Te puedo ayudar con tu novela si en algún momento lo necesitas.—A Noah le encantará jugar contigo a ese juego que tanto le gusta —habló mientras acomodaba su lámpara del escritorio—. Carlos no sé qué.—¿Call of Duty? —pregunto ocultando mi risa. Asiente
—Odio los domingos. Es horrible pensar que mañana debo ir a la escuela —Noah dice con la mirada fija en la pantalla del gran televisor—. Muertoo —hace un bailecito cuando mata a un jugador con el que ha estado peleando hace un buen rato. —¿Qué tal tus calificaciones? —No me va excelente como a Aubrey, pero bien —me pasa el mando del Playstation 5 cuando muere. —¿Tienes amigos? —Mi mejor amigo es el hijo mayor de Megan Fox. ¿Y lo dice con tanta naturalidad? —¿Todos tus compañeros son hijos de celebridades o personas muy adineradas? —pregunto, aunque era obvia la respuesta. —Sí, no hay ninguna excepción. Dios, y en mi colegio éramos todos unos Random Juego con Noah a Calle of Duty por aproximadamente cuarenta minutos y después voy hacia el jardín trasero, donde se encuentra Marcello sentado en una silla de playa mientras observa atentamente a Aubrey, quien estaba intentando hacer piruetas en la piscina. —¿No vas a trabajar los domingos? —le pregunto a Greco cuando me siento en