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Capítulo 2: Espero no arrepentirme

—¿Cuántas veces te he enseñado la diferencia entre la almendra y las nueces, Arabella? —mi madre bufa con falsa molestia cuando le cuento mi anécdota de ayer. Muerdo el interior de mi mejilla y me encojo de hombros antes de encogerme de hombros, pero yo sé que han sido muchas—. Las nueces son las que tienen forma de cerebro y las almendras son las que tienen forma de gotas.

—Ay, mamá. Parece que tuviera cinco años —me quejo—. No me expliques así las cosas, que me siento como una estúpida niñata.

—Tienes que saber diferenciarlas, hija. ¿Te imaginas que el señor hubiese sido alérgico a las nueces? Te hubieses metido en un gran problema, Arabella.

—Bueno, para mi suerte el señor sólo se molestó —muevo mi mano restándole importancia al asunto—. ¿A qué hora entras hoy al trabajo?

—Me debo ir ya, me entretuve con tu historia y se me pasó la hora. Te amo mucho —tomó su cartera de la silla que se encontraba al lado suyo y se puso de pie para despedirse de mí con un beso en la mejilla—. ¿Qué harás hoy?

—Chloe me está invitó a su cumpleaños, pero no sé si seré capaz de aguantar la presencia de mi jefe en mi día libre.

—¿Lo invitó a él también? —pregunta con el ceño fruncido y yo asiento—. Bueno, pero tampoco creo que sea muy agradable que te quedes sola acá, menos un sábado. Tú sabes que yo llego tarde.

—Ahí te aviso si voy o no —le doy un abrazo fugaz—. Que tengas un buen día.

Me da una sonrisa tierna antes de salir de mi campo de visión. Me pongo de pie y ordeno la mesa para luego lavar la loza. Son las nueve de la mañana y hace un calor horrible, pero lo más horrible todavía es la gran espinilla en la punta de la nariz con la que desperté hoy.

Parezco Rodolfo el reno

Cuando dejo el comedor y la cocina limpia, me aseguro de que estén los ingredientes necesarios para hacerme algún almuerzo rápido y me voy a mi más preciado lugar; el sofá. Tomo mi celular y bufo cuando veo el mensaje de Chloe, mi compañera de la heladería y lo más cercano que tengo a una “amiga”.

Chloe: Supongo que vendrás hoy. Si no lo haces, aplastaré tu linda cara al helado más asqueroso de la tienda.

Hago una mueca desagrado cuando recuerdo el sabor del helado de pasas. Nunca entenderé a quién se le ocurrió crear esa atrocidad.

Yo: ¿Tú piensas que es agradable para mí estar cerca de mi jefe en mi día libre?

Chloe: Arabella, nadie te obliga a tener que compartir con él. Sólo estarán en el mismo sitio, nada más que eso.

Pongo los ojos en blanco. Mi compañera no entiendo que ni la cara le quiero ver a ese señor.

Yo: Eres a la única rara que se le ocurre invitar a su jefe a su cumpleaños. Yo paso.

Chloe: Juro por mi Dios Channing Tatum que soy capaz de subir a I*******m la foto que te saqué haciendo caca si no vienes.

Abro mis ojos como plato y maldigo por lo bajo al leer su mensaje. Si lo jura por su actor favorito es porque lo hará realmente, así que estoy jodida.

Yo: Mándame tu dirección, m*****a perra.

Tiro mi cabeza hacia atrás en forma de derrota. En esta me ganó, pero me las pagará.

(…)

Vuelvo a golpear con mi pie la pobre pared y chillo frustrada cuando el vestido que tenía pensado usar, no me cierra.

¿Por qué? Si lo usé hace poco, cuando salí del colegio

—Mierda, han pasado seis años desde eso —susurro casi espantada cuando saco la cuenta. Los años pasan rápido y yo me estoy volviendo vieja.

Doy golpes en el aire a lo loco y vuelvo a chillar. Es el único vestido que tengo y lamentablemente no puedo ir con pantalones rasgados y poleras de tiritas, como me gusta andar siempre.

Salgo de mi habitación con el vestido maldito hasta las caderas, puesto que no pude subirlo más, y me dirijo hacia la habitación de mi madre. Sabía que ella tenía unos cuantos vestidos, pero también sabía que mi madre tiene un gusto más señorial.

No esperes menos, Arabella. Tiene 54 años

No quiero parecer la madre de Chloe, pero tampoco deseo ir con lo que suelo ponerme siempre cuando sé que mi compañera puso en la invitación “si vienes poco fashionista, no entras”. Es por eso, que me obligo a abrir el armario de Rita para buscar por cielo mar y tierra un vestido que no se vea tan anticuado, hasta que para mí impresión, encuentro uno rojo con escote en v que no se ve para nada de señora.

Jamás le había visto este vestido a mi madre

Me lo llevo a mi habitación y sonrío satisfecha cuando me lo pongo. No creo ser la mejor vestida, pero tampoco creo que me vaya a ver fuera de lugar con esto puesto.

En realidad, se me veía bastante bien

Me pongo los tacones negros que mi prima Jessica me dio y me maquillo levemente los ojos para después aplicarme el labial rojo que uso para ocasiones especiales, el que para mi suerte es el mismo tono del vestido.

Veo la hora y me desenredo el cabello con rapidez cuando veo que ya voy diez minutos tarde. Y cuando estoy completamente lista, salgo de mi casa y espero a que pase un taxi. Cinco minutos después, logro subirme a uno y darle la dirección al conductor que Chloe me había mandado, la que sólo quedaba a ocho minutos en auto desde mi casa.

—Espero que lo pase bien, sólo intente no mirar a su jefe para que no le arruine la noche —el conductor me dice antes de bajarme del auto.

Sí, me vine contándole que iré al cumpleaños de mi compañera por obligación.

—Gracias, Roberto. Que tenga buena noche —me despido de él no sin antes pagarle, y me bajo del taxi. Me despido con un movimiento de mano hasta que desaparece de mi vista e inhalo con profundidad preparándome mentalmente para caminar hacia la puerta de la casa de Chloe. Mi cuerpo se tensa del disgusto al escuchar música y gritos desde el interior, pero supongo que así son las fiestas normalmente.

No te hagas, Arabella. Tampoco es como que nunca en tu vida hayas ido a una fiesta

Y bueno, en realidad había ido a unas cuantas fiestas, pero jamás me había gustado del todo el ambiente de éstas.

—¡Por fin llegas, mi chocolatito caliente! —escucho la voz de mi compañera frente a mí y a los segundos la tengo abrazando mi cuerpo. Chloe tiene 20 años y creo poder estar segura de que ella sí me considera una verdadera amiga, en cambio yo, me he demorado un poco en eso. Pero ya vamos en camino.

—Feliz cumpleaños, Chloe —río. Le devuelvo el abrazo y me alejo de ellas para entregarle la pequeña bolsa de regalo que traía—. Te traje un pequeño obsequio, toma.

—No tenías por qué molestarte, mi obsequio ya es que hayas aceptado venir —me sonríe agradecida cuando ya tiene la bolsita en sus manos.

Bueno, me obligaste…

—Gracias por invitarme —le devuelvo la sonrisa—. ¿Dónde está George para no ir hacia allá? —le pregunto. George es mi jefe, tiene alrededor de 45 años y aunque no debe ser el jefe más desagradable del mundo, sí es bastante molesto.

Molesto como tener un grano en el trasero.

—¿La verdad? No tengo idea —se encoge de hombros—. Tal vez está en el jardín, no lo sé. No he estado pendiente de él.

—¿Para qué lo invitas? —bufo. Pone los ojos en blanco y yo carraspeo al recordar que ella puede invitar a quien quiera a su cumpleaños—. Perdón, soy una pesada. No me tomes en cuenta.

—¿Quieres algo para beber? Tengo whisky de manzana, cerveza, vino para los más sofisticados, vodka y tequila para los más valientes…

—No se me hace muy seguro beber si después me iré sola en Uber, así que prefiero un vaso de Coca Cola —respondo. Me hace una seña con la cabeza para que la siga y me lleva a la mesa donde están absolutamente todos los bebestibles y la comida.

—Si gustas, puedo pedirle a alguna amiga de confianza que vaya a dejarte.

—No te preocupes, no quiero ser una molestia —le respondo mientras me sirvo bebida—. De todas formas, estaré solo un ratito. Lo mío es ver televisión en pijama o jugar Call Of Duty, no soy demasiado fan de las fiestas —dejo la bebida en su lugar y me apoyo en la mesa para mirar a Chloe—. De hecho, ni siquiera tenía ropa para momentos así, tuve que buscar un vestido en el armario de mi madre porque claramente quería seguir tu regla de “fashionista” —bromeo antes de darle un trago a mi vaso.

La Coca Cola es mi gusto culposo junto con los pepinillos

—Eso era una broma. He visto a muchas personas poco fashionistas y las he dejado entrar.

—¡Qué considerada! ­—exclamo irónica y ella suelta una carcajada—. Está bien, debes ser una buena anfitriona.

—Mira, allá está Louis y Pamela, por si quieres estar con ellos —me dice apuntando a dos de nuestros compañeros de trabajo. Muevo mi cabeza de un lado a otro y resopla—. No voy a permitir que te quedes sola, así que sígueme.

—Prefiero quedarme al lado de la mesa por si me da hambre o sed, pero gra… —me interrumpe.

—Ven —toma mi mano libre y me obliga a caminar detrás de ella, abriéndome el paso entre tanta gente—. Te voy a presentar a mis amigos —grita sobre la música cuando pasamos cerca del parlante—. Algunos son un poco extraños, pero ninguno es un psicópata ni un asesino en serie, que es lo que importa —termina de hablar justo cuando salimos hacia el patio trasero.

—Tú sabes que no soy muy sociable que digamos.

—Tranquila, no te los presentaría sin creer que se llevarán bien —dice acercándonos a un grupo de cuatro personas, dos chicas y dos chicos—. El de polera blanca tiene veinticinco, tal vez se lleven bien.

—¿Entre viejos se llevan dices tú? —pregunto con gracia justo cuando llegamos hacia ellos, llamando la atención de los cuatro.

—Chicos, les presento a mi compañera de trabajo Arabella —me presenta—. Ellos son Elena, Nick, Oliver y Penélope —apunta a cada una de las personas que se encontraban frente a mí. Sonrío forzadamente y ellos me devuelven una sonrisa mucho más natural.

—¿De dónde es tu vestido? Está muy lindo —Elena me pregunta con un tono sincero. Se veía creíble eso de que lo encuentra lindo, no lo está diciendo irónicamente.

—No tengo idea, es del armario de mi madre —no me importó sonar patética al decir eso—. Permiso, me voy a sentar por aquí —murmuro mientras corro un poco la silla que se encontraba al lado de Nick para sentarme—. No sé si quieran que me quede con ustedes, pero estoy intentando esconderme de mi jefe y no lo veo por acá.

—¿Entonces no soy el único que cree que invitar a tu jefe a tu fiesta de cumpleaños es raro? —Nick pregunta con un tono gracioso y yo asiento mientras me encojo de hombros.

—Bueno, pero es la fiesta de Chloe, así que… no puedo hacer mucho.

—¿Cuántos años tienes? —me pregunta el otro chico que no recuerdo cómo se llama.

—Veinticinco.

—Genial, soy un año mayor que tú —Nick, el chico de polera blanca deja su mano abierta para chocar los cincos y yo le sigo la corriente—. Somos los más grandes del grupito.

—Si lo dices así me siento un poco vieja —me pongo la mano en el pecho haciéndome la ofendida.

—No te preocupes, estamos como el vino —me guiña el ojo y yo alzo mis cejas expectantes—. Mientras más viejos, más ricos.

¿Me está diciendo rica o algo así?

—Si quieren los podemos dejar solos —Chloe sube y baja sus cejas y yo río.

—Tú deberías estar con tus otros invitados, ¿no? —Penélope habla por primera vez desde que estoy acá.

—No sé, invité a gente que ni conozco —hace una mueca de disgusto—. Solo para que hubiera más personas y regalos, pero ya me arrepentí.

—Pareces una niña pequeña y ya cumpliste veinte años, Chloe —digo antes de tomar de mi vaso—. ¿Hay pepinillos? Estuve al lado de la mesa, pero no le presté demasiada atención a las cosas para comer.

—Sí, y están buenísimos —Elena asiente y yo hago un movimiento con el brazo de ¡Sí!. Amo los pepinillos desde que soy pequeña, al igual que los dulces ácidos.

En realidad, mis gustos parecen los de una niña pequeña

—¿Quieres que te traiga? Justo estaba pensando en ir a buscar más —la rubia añade y yo asiento con vehemencia.

—Te lo agradecería mucho. No quiero volver a pasar por entremedio de toda esa gente bailando.

—No te ves muy fan de las fiestas —Nick me mira con la cabeza levemente ladeada.

—En realidad no, soy más de casa —responde.

Es bastante guapo ahora que le miro detalladamente el rostro

Su cabello y ojos son de color café y tiene unas lindas líneas de expresión cuando sonríe, cosa que le hace ver como alguien ya maduro y bastante sexy.

—Vino por obligación. Tuve que chantajearla —Chloe añade.

—Me juró por Channing Tatum que haría algo si es que no me presentaba, así que ustedes saben que fue un chantaje bastante serio.

—Definitivamente sí. Lo juró por su actor favorito, así que es verdad —Nick concuerda conmigo, mostrándome sus lindos dientes perfectamente alineados y blancos.

Ay Dios, ni siquiera estoy borracha y ya me estoy calentando con alguien que ni conozco

Y antes de que estúpidamente le diga en la cara que creo que es guapísimo, elena llega hacia mí con un pocillo con pepinillos.

—Muchas gracias.

—Adentro está demasiado sofocante —se sienta nuevamente en su silla—. Horrible, muy horrible.

—¿Están solteros? —pregunto de un momento a otro, pero claramente sólo quiero saber el estado civil de Nick—. Le pregunto a los cuatro, obviamente.

—Sí, no somos un grupo que tenga demasiado interés en el amor —el chico pelirrojo responde.

—Disculpa ¿cómo te llamas tú? Lo olvidé.

—Oliver.

—Bueno, Oliver. Yo soy igual que ustedes con ese tema, así que creo que nos llevaremos bien.

(…)

—¿No te arrepientes de haber venido? —Chloe grita sobre la música y yo niego.

—Me arrepiento de haber aceptado las cervezas, pero estoy bien —respondo de la misma forma.

Mi compañera de trabajo logró convencerme de tomarme unas cervezas exactamente dos horas después de mi llegada y lamentablemente no tengo demasiado aguante con el alcohol, pero por ahora sólo me siento un poco mareada y nada más.

Estábamos bailando junto con Penélope y Elena mientras que los dos chicos se encontraban…

No lo sé, no los he visto hace un buen rato

—¿Dónde está Oliver y Nick? —le pregunto a las chicas sin dejar de moverme con el ritmo de Sean Paul.

—No lo sé, coqueteando con mujeres como lo hacen en todas las fiestas, supongo —Elena se encoge de hombros.

Buah, ¿por qué Nick no me coqueteó a mí mejor?

—Estoy que me hago pipí, ¿dónde está el baño?

—Abajo en la puerta blanca y arriba en la segunda puerta —me responde mi compañera—. Te recomiendo que vayas al de arriba, debe haber menos gente.

—Vale, voy y vuelvo.

 —¿Quieres que te acompañe? —pregunta y yo niego con una sonrisa antes de caminar hacia las escaleras, para subir al segundo piso, afirmándome bien de la baranda para no hacer una escena ridícula.

Camino hacia la segunda puerta y doy unos toques antes de pasar. Me bajo con rapidez los calzones y me siento en el inodoro, haciendo un sonidito de satisfacción. Cuando termino, me lavo las manos y me miro en el espejo para peinar mi cabello con mis dedos, ya que lo tenía levemente enredado.

—¡Ya salgo! Grito cuando escucho unos golpes en la puerta. Arreglo el escote de mi vestido que estaba un poco chueco y abro la puerta, encontrándome con el chico que ha estado en mis pensamientos desde que lo vi.

No puedo con tanta sensualidad

—Perdón, no sabía que estabas tú dentro —apoya su brazo en la pared y me da una sonrisa que a mi parecer, era un poco coqueta.

—¿Acaso querías entrar al baño conmigo? —pregunto en broma, pero con un leve toque de coqueteo también.

—Si quieres, sí. Yo encantado.

Alzo mi ceja derecha impresionada por su respuesta y sin pensarlo dos veces, tomo su mano libre y lo meto al baño conmigo para luego cerrar la puerta.

—Me tienes cachonda desde que te vi —le admito antes de tirarme hacia sus brazos para besarlo apasionadamente.

Dios, espero no arrepentirme de esto

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