Estaba encerrada en la alacena esperando que Camillo terminara de conversar con mi tío Taddeo y aunque traté de no prestar atención a la conversación, a la final no pude evitar escuchar y con cada palabra que salía de la boca de mi tío Taddeo, sentía que las esperanzas se hundían más en mí.
Tal vez muchos pensaran que es un acto infantil de mi parte ponerme así ante las palabras pronunciadas por mi tío Taddeo, sin embargo, no es así, mis razones son totalmente válidas, tampoco es que lo esté cuestionando, para nada, más bien todo lo contrario, pero ¿Quién es capaz de aguantar que el hombre a qui
Al ver el rostro de preocupación de mi hermano, un poco de remordimiento intentó abrirse paso en mi interior, pero lo deseché, no era necesario que se pusiera de mi lado y así se lo hice saber, durante mucho tiempo había dejado lo que más quería a un lado por complacer a los demás, esta vez no estaba dispuesto a sacrificar mi amor.—Taddeo no te estoy pidiendo que te pongas de mi lado, con mantenerte neutral y no meterte en mi vida es suficiente —le dije con un gesto de irritación. Las manos comenzaron a sudarme, a pesar de que Camillo me sostenía una. Sentí una corriente fría recorrer mi espina dorsal, mi corazón se aceleró cuando vi que mi abuelo en vez de responder las palabras de Camillo, se levantó de su asiento y le ordenó en tono frío.—¡Levántate y ven! —Camillo me soltó de la mano y se levantó sin titubeo, muy decidido, yo me iba a levantar para acompañarlo, pero mi abuela me detuvo.—¡D&CAPÍTULO 36. ME MATARÁ LA IMPRESIÓN
Camilla no dejó reaccionar a nadie, caminó hacia mí hecha una fiera y levantó la mano para golpear mi mejilla, no sé cómo apareció Camil, pero le retuvo la mano a su tía y la vio con la misma fiereza que ella diciéndole:—No se te ocurra ponerle una mano encima tía, que él no te hará nada, pero te juro que yo sí, no permitiré que le faltes el respeto, valiéndote de tu condición de mujer —. Camilla se puso pálida, al parecer no esperaba esa reacción por parte de su sobrina y todos se que
Ese mismo día, horas más tarde dejamos la cabaña trasladándonos con mis abuelos maternos a su casa, mi abuelo insistió en que condujera Camillo y se sentó en el asiento de copiloto, dejándonos a mi abuela Sophía y a mí en el asiento trasero, no me gustó mucho la idea porque quería estar con mi viejo verde, como le decía a Camillo para hacerlo rabiar, porque en verdad estaba loca por él, me encantaba que rozáramos nuestras manos, tenerlo cerca y descubrir tantas sensaciones que me hacía sentir. Además que desde tempranas horas de la mañana no habíamos podido hacer cronchi cronchi, porque estábamos preparando la comida para mis abuelos y yo ya estaba demasiado necesitada, lo siento, pero desde que había descubierto el sexo no había nada que me gustara más.<
Entré a mi habitación muy molesta, cerrando la puerta con fuerza haciéndola retumbar en todo el pasillo, estaba que me cortaban y no echaba sangre del coraje que cargaba, nunca me había molestado tanto con mi abuelo, no entendía que le había dado para ponerse con esas mojigaterías, después de todo él nunca fue santo, todo lo contrario en su juventud era un mujeriego empedernido y ahora pretendía darme lecciones de moral, pero no cedería, ya encontraría una forma de saltear sus tontos controles como me llamó Camila Vaphil Rocco Sebastini.Arrojé mi bolso en el sofá que estaba a la derecha de mi habitación, me
Tenía todos los elementos frente a mí y aún no podía creer lo reticente que era mi abuelo Nick y me molestaba aún más que mi abuela Sophía lo secundara en sus ocurrencias e ideas para atraparme.Caminé hasta el interruptor y encendí la luz, pero estaba tan molesta que no procesaba las palabras que les dije en ese momento, aunque cuando me calmé me di cuenta de que no tenía ninguna moral para hacer reclamos, cuando yo estaba allí buscando a Camillo aun cuando me lo habían prohibido.
Ella dominaba, estaba encima de mí no solo como dueña y señora de la circunstancia sino también de mí. Comenzó a darme pequeños besos y a descender por mi cuello para posarse en mis pectorales acariciándome y besándome con mucha maestría, poniéndome a millón, pero lo que me hizo sorprender fue que ante el obstáculo representado por la camisa del pijama que me había colocado para bajar a buscarla, no se inmutó en abrirla con violencia haciendo que los botones salieran disparados a todos lados, ante mi rostro de sorpresa y sus carcajadas encantadoras. Ante mis palabras, mi hermano retrocedió completamente pálido, sé que lo había hecho sentir mal, porque él había sufrido demasiado por culpa de esa chica y esos eventos le dejaron cicatrices, no solo físicas, sino también emocionales, mi hermano siempre había sido un joven muy dulce, confiado, apacible prácticamente el chico prefecto, hasta que fue privado de su libertad y sometido a tortura, allí se fue endureciendo, se volvió desconfiado, taciturno, ya no sonreía mucho, sino que era un joven triste, muchas veces amargado.—¿Por qué me dices esas cosas? Sabes lo que ha significado esa parte de mi vida —CAPÍTULO 42. LA DULCE VENGANZA