Tenía todos los elementos frente a mí y aún no podía creer lo reticente que era mi abuelo Nick y me molestaba aún más que mi abuela Sophía lo secundara en sus ocurrencias e ideas para atraparme.
Caminé hasta el interruptor y encendí la luz, pero estaba tan molesta que no procesaba las palabras que les dije en ese momento, aunque cuando me calmé me di cuenta de que no tenía ninguna moral para hacer reclamos, cuando yo estaba allí buscando a Camillo aun cuando me lo habían prohibido.
Ella dominaba, estaba encima de mí no solo como dueña y señora de la circunstancia sino también de mí. Comenzó a darme pequeños besos y a descender por mi cuello para posarse en mis pectorales acariciándome y besándome con mucha maestría, poniéndome a millón, pero lo que me hizo sorprender fue que ante el obstáculo representado por la camisa del pijama que me había colocado para bajar a buscarla, no se inmutó en abrirla con violencia haciendo que los botones salieran disparados a todos lados, ante mi rostro de sorpresa y sus carcajadas encantadoras. Ante mis palabras, mi hermano retrocedió completamente pálido, sé que lo había hecho sentir mal, porque él había sufrido demasiado por culpa de esa chica y esos eventos le dejaron cicatrices, no solo físicas, sino también emocionales, mi hermano siempre había sido un joven muy dulce, confiado, apacible prácticamente el chico prefecto, hasta que fue privado de su libertad y sometido a tortura, allí se fue endureciendo, se volvió desconfiado, taciturno, ya no sonreía mucho, sino que era un joven triste, muchas veces amargado.—¿Por qué me dices esas cosas? Sabes lo que ha significado esa parte de mi vida —CAPÍTULO 42. LA DULCE VENGANZA
Cuando Camil pronunció esas palabras no podía creer lo que había dicho, pero mi impresión fue mayor cuando la vi subiendo las escaleras y dejándome con un enojado Nick que no dejaba de mirarme de manera beligerante, para segundos después preguntarme.—¿De qué está hablando Camil? ¿Acaso me dices que estás de acuerdo conmigo para luego terminar haciendo lo contrario? —exigió irritado.—Básicamente no fue debajo de tu techo &m
Durante mis treinta y nueve años había visto muchas miradas de odio, pero simplemente la que observé en Felipe me hizo temblar de pies a cabeza, y no porque fuera un cobarde, todo lo contrario, no era fácil acobardarme, no obstante, su rostro transformado envió una ráfaga de sensación fría a recorrer mi espina dorsal, la impresión fue tanta que retrocedí unos pasos.Él apretó las manos en puños y dibujó una macabra sonrisa, no conocía esa faceta de él &mdash
Llegué a casa de mis padres, luego de haber salido con mi madre, pero ella decidió irse a casa de mi tío Matteo, mientras yo preferí venir a arreglarme para luego visitar a Camillo.Cuando entré al salón, vi a Camillo inclinado, solo con una camiseta en su tórax, mis ojos solo se centraron en él y aunque me sentí emocionada, también me inundó una extraña sensación de temor.Inmediatamente le pregunté —¡Camillo! ¿Qu&e
A penas llegamos, ingresaron a mi padre a quirófano, inmediatamente me comuniqué primero con mi madre y luego con mis abuelos paternos para que vinieran. Al terminar mi llamad, la policía se me acercó preguntándome por lo que había sucedido, pero a decir verdad yo desconocía lo sucedido y así se los hice saber.—Lo siento, pero no puede decirle como ocurrió, cuando llegué a mi casa mi padre estaba herido e inconsciente —respondí con serenidad.
Entre la bruma de la inconsciencia escuché los gritos de mi madre, los de mis tías e incluso los de mi padre que al parecer sin importarle su herida al ver que me iba a desvanecer se levantó y me atrapó entre sus brazos antes de que me golpeara con el suelo y en medio de las protestas de los presentes, luego de eso dejé de ver, sentir, escuchar, hasta sumergirme totalmente en esa profunda oscuridad que me atrapaba entre sus fauces como un salvaje animal.Allí estaba él, lo veía
UNA SEMANA DESPUÉSCuando desperté estaba en una pequeña habitación, con unas paredes pintadas en tono pálido, la decoración era bastante austera, muy limpia, pero sin nada de lujos. Busqué en mi cerebro información sobre mí, pero todo estaba totalmente en blanco, no encontré en el, ningún dato que me sirviera para dilucidar las numerosas preguntas que revoloteaban en mis pensamientos, deseando ser respondidas, no sabía nada de mí, ni siquiera cómo me llamaba.