¡El taxi donde iba era tan malditamente lento! Y para mi mala suerte, la pila de mi celular se había acabado. Estas cosas solo le pasaban a Victoria Scott.
—¿Puede ir un poco más rápido? —le pedí ya desesperada.
El tipo me miró por el retrovisor y después me ignoró. Podía jurar que el coche ahora iba mucho más lento. Me recosté en el asiento trasero y esperé, ¿qué más podía hacer?
—Señorita —me llamó el conductor.
Lo miré y no me gustó nada la expresión que tenía en su rostro.
—Se ha pinchado una de las llantas. ¿Quiere esperar mientras la arreglo?
Puse los ojos en blanco, le di un par de billetes y salí de ese taxi. ¡Carajo! ¡Todas las mierdas me estaban pasando a mí!
—¡Lo único que falta es que llueva! —dije refunfuñando.
Caminé calle arriba buscando un taxi, pero todos estaban ocupados. ¡Maldición!
—¿Te llevo? —me dijo un tipo lleno de tatuajes en una motocicleta.
Lo fulminé con la mirada y seguí caminando. Yo quería llegar a diciembre con vida.
—¡Gorda asquerosa! —me gritó el hijo de pu...ta.
—¡Maldito infeliz pito chico! —le grité yo.
Las personas que iban caminando se quedaron mirándome, pero me daba lo mismo. Yo no iba a dejar que me insultara ningún infeliz.
—¡Taxi! —corrí al coche cuando se detuvo.
Entré y sonreí de oreja a oreja; al fin iba a llegar a mi destino.
—¿Al mismo lugar, señorita? —miré al conductor y me pateó internamente la vida. ¡Era el mismo de hace un momento!
—Sí —le contesté de mala gana.
Él me sonrió y arrancó con la misma lentitud que antes. Volví a recostarme en el asiento y seguí recriminando mi vida.
Después de una hora, más o menos, llegué a la empresa. Le pagué al tipo, miré la placa y me grabé los números. Jamás volvería a subirme en ese taxi de m****a.
Cuando entré, la chica que estaba en la recepción me quedó mirando con algo de pena. Yo le sonreí y subí; tenía que explicarle bien las cosas a mi jefe.
—¿Qué carajos te pasó, Victoria? —me preguntó Lina, mi compañera de trabajo.
Yo le sonreí y seguí de largo. Necesitaba hablar bien con mi jefe; tenía que entender mi situación.
—Buenos días, señor. ¿Cómo está el día de hoy? —le pregunté en cuanto entré a su oficina.
Él me miró y después puso mala cara. Yo traté de sonreírle, pero de nada sirvió. Él aún me miraba con cara de pocos amigos.
—¿Qué haces aquí? Te envié un correo donde te informaba de tu despido.
Abrí la boca de par en par. ¡Él no podía hacerme esto! Ni siquiera sabía lo que realmente había pasado. No podía simplemente tomar esa decisión.
—Señor… mi hermano tuvo un accidente. Me llamaron del hospital porque lo iban a operar de emergencia. No me dio tiempo de informarle. Espero y pueda entender mi situación.
Él arrugó el entrecejo y me ignoró. Me acerqué más a su escritorio y traté de hablarle, pero él me detuvo de inmediato.
—Este es tu cheque de liquidación, y a mí no me importa lo que le pase a tu hermano. ¡Su vida no es de mi prioridad! ¡Tú me hiciste perder mucho dinero! Y dime, al menos, ¿se murió?
Cuando él me preguntó eso, ¡el cólera en mí explotó! Me lancé al desgraciado y lo agarré de la corbata. Empecé a jalar fuertemente. ¡Quería ahorcarlo! ¡Cómo se atrevía a hablar así de mi hermano!
—¡Victoria, suéltalo! —gritó alguien entrando y apartándome de él.
Yo lo miré con tanta rabia. Él podía decirme a mí lo que se le diera la gana, pero meterse con lo único que yo quiero en esta vida no lo iba a permitir.
—¡Métase su trabajo por el cu...lo! —le grité con rabia y salí de la oficina.
—Dios mío, ¿qué hice? —me recriminé mientras caminaba al ascensor.
Saqué el aire que tenía en los pulmones y le piqué al botón para que me dejara en la primera planta.
Salí del ascensor como alma que lleva el diablo. Lo último que quería que me pasara era terminar en la cárcel. ¡Sería tan horrible! Mi hoja de vida en estos momentos tiene una enorme mancha. Nadie va a querer contratar a una chica que haya golpeado a su jefe.
Me detuve en seco en la puerta y miré atrás. ¿Y si le pedía perdón de rodillas? Tal vez de esa forma se apiade de mí y me devuelva el trabajo.
Me rasqué la cabeza con agresividad. ¿Y ahora cómo iba a pagar el hospital de Víctor? ¿Cómo íbamos a sobrevivir? ¿Y las terapias? Me mordí la uña del dedo índice con nerviosismo.
—Tranquila, no todo puede ser tan malo —me dije para tranquilizarme y salí de la empresa.
Caminé para buscar un taxi que me llevara de vuelta al hospital. Me sentía tan estresada. Todo, de un momento a otro, empezó a salir mal. ¡Jooder! ¡Mi suerte estaba por el piso!
Le grité a un taxi y corrí al coche. Me subí y me recosté en el asiento. Necesitaba pensar en qué iba a hacer ahora con mi vida, en cómo iba a solucionar lo de Víctor.
—¿La llevo al hospital?
Levanté la cabeza y volví a ver al mismo taxista de antes. Pero… ¿este era el mismo coche? M*****a suerte la mía.
—Sí —le dije de mala.
Él arrancó de inmediato y yo respiré profundo. ¿Qué más podía hacer? Al menos tenía algo de dinero para sobrevivir este mes.
Agarré mi bolso y empecé a buscar dentro, pero no estaba el cheque. Cerré los ojos con fuerza y maldije en voz alta. El taxista me miró por el retrovisor, pero no dijo nada.
Le marqué a Lina. Necesitaba que ella recuperara el cheque, porque yo no iba a volver y arriesgarme a que me metieran a la cárcel. Por hoy, mi mala suerte era suficiente.
—Estás loca, Victoria —me gritó ella en cuanto contestó.
Y sí… tal vez lo esté un poco, pero yo estaba demasiado estresada con lo de mi hermano como para que ese infeliz me dijera todo eso.
—Dime que tienes el cheque de mi liquidación, por favor.
Ella soltó una risita y me dijo que sí. Yo le agradecí y también le agradecí al universo. Al menos algo bueno había ocurrido hoy. Me despedí de Lina y colgué. Ahora sí era seguro que tenía dinero para sobrevivir un mes.
—Señor, ¿le puede subir al aire acondicionado? —le pregunté, ya que me estaba cocinando en este maldito taxi.
—Está dañado, pero ya bajo la ventanilla.
¡Ok! Esto no es nada tan malo, solo… estoy sudando como una cuba. La ventanilla bajó lentamente y algo de fresco golpeó mi rostro. Qué delicia.
Hoy le iba a proponer matrimonio a mi pareja con la que tenía 5 años de relación. Sé que me tardé un poco en proponerle esto, pero creo que ya es tiempo suficiente. Yo quiero hijos y ella ya tiene 28 años, así que lo más recomendable era tenerlos en estos años siguientes. Katia era perfecta para ser mi esposa; sería una buena representante de los Lombardo. Ella era alguien muy seria, venía de buena familia, y era la indicada para ocupar el lugar de esposa.—Luciano, ¿estás seguro? —me preguntó mi hermano menor, Mariano. Yo lo miré y lo fulminé con la mirada. Katia no le caía bien y eso yo lo sabía bastante bien.—Sí. Ahora deja de molestar y ayúdame a escoger el maldito anillo —dije, mirando las vitrinas de la tienda. Ninguno me gustaba, todos eran tan grandes y horrendos. Yo quería algo distintivo, pero no tenía tiempo como para mandar a hacer uno personalizado. Tal vez en el futuro saque tiempo para eso.—Este le quedaría bien —me mostró un anillo que, por lo que podía ver, pesaba un
Tenía una semana buscando trabajo, y en ningún lado querían contratarme. Ahora creo que casi golpear a mi jefe fue una muy mala idea.—¿Nada aún? —me preguntó mi hermano.Yo levanté la vista del periódico que estaba leyendo y le sonreí. Él estaba muy preocupado, y eso me ponía mal.—Tu hermana encontrará algo, no te preocupes —dije.Seguí buscando en el periódico hasta que un anuncio llamó por completo mi atención: estaban buscando un asistente personal y pagaban demasiado bien.—Me voy, regreso en la tarde —anuncié.Me levanté del sofá y salí del cuarto de hospital. Caminé rápidamente por la carretera en busca de un taxi, poniendo mucho cuidado en no volver a encontrarme con ese taxi de m****a.Para mi suerte, el taxi que tomé no era el de él y este sí tenía aire acondicionado. Le di las indicaciones y no me hizo más preguntas. Dios mío, espero que solo sea yo a la que contraten.Cuando llegué al lugar, me di cuenta de que era una enorme casa. Definitivamente aquí vivía alguien con mu
Me quedé en el marco de la puerta, indecisa entre irme o agarrar a patadas a ese infeliz. ¡Necesitaba una solución a esto! ¿Pero cómo iba a hacer ahora? ¡Ni vendiendo una de mis córneas iba a poder pagarle a ese infeliz!—Quiero la copia del contrato. Estoy segura de que allí no decía nada de eso —le grité con algo de frustración. Aunque ni siquiera lo había leído, apenas me dijeron el sueldo me emocioné y me olvidé por completo de eso.—No hay ningún problema. Marcos, ve y tráele a la señora una copia —ordenó el hombre.Yo me acerqué a ellos y lo miré muy mal.—Soy señorita —dije.Él me miró de arriba abajo otra vez.—¿Qué edad tienes? —me preguntó.La verdad es que no iba a perder mi tiempo respondiendo eso. ¡Que se joda! Y si tanto quiere saber mi edad, que lea mi currículum.—Eso a ti no te importa —le respondí cortante.Lo miré con tanto desprecio. Nunca había conocido a un hombre tan imbécil como él.—Claro que me importa. Dada tu condición, tu edad puede ser un factor de riesgo
La chica aún no llegaba y ya eran las ocho y media de la mañana. Me estaba desesperando un poco; yo era alguien bastante puntual y eso era lo que pedía de los que trabajaban conmigo.— ¡Buenas! —gritó ella al entrar a la casa. Yo la miré con el ceño fruncido. ¿Cómo podía tener una sonrisa en el rostro si había llegado tarde?— Te voy a descontar la hora y media de retraso —dije.Ella se encogió de hombros y se acercó a mí.— Acostúmbrate, porque voy a llegar a la hora que me dé la gana —respondió.Yo respiré profundo y le sonreí.— Hoy saldrás más tarde —anuncié.Ella me miró con rabia. Iba a decir algo, pero no la dejé. La tomé del brazo y la llevé al gimnasio que tenía en casa.— ¿Trajiste ropa cómoda? —le pregunté.Ella sintió de mala gana y se fue al cuarto de baño. La esperé unos minutos hasta que salió. Mi boca llegó al piso. ¡Cómo pudo ella ponerse algo así!— ¿Estás loca? —le pregunté.Esa ropa era claramente demasiado pequeña para ella; hasta yo me sentía ahogado solo con verl
Otro día de calvario. Ya estaba harta de estar cerca de él; ya no podía soportarlo un momento más. Cada vez que él me daba una orden, sentía arder la rabia dentro de mí.Hoy, a Lucifer se le había ocurrido la gran idea de cenar en el jardín, y para mi mala suerte, estaba lloviendo. Me rasqué la cabeza cuando Marcos me dijo que le llevara la cena. Yo tomé la charola en mis manos y respiré profundo. Caminé a la gran puerta de cristal que daba al jardín y observé por ella al desgraciado plácidamente sentado en una pequeña sala de cristal en el centro del jardín.— ¿No hay una sombrilla? — le pregunté a Marcos, pero él negó con la cabeza. Yo saqué el aire de mis pulmones y caminé fuera de la casa.Corrí como una estúpida hasta llegar a él. Es que ya me tenía aburrida. Sé que esta m****a la hacía solo para molestarme.— ¿Por qué tardaste tanto? — me preguntó mientras me miraba con una enorme sonrisa en sus labios. Yo le puse la comida en la mesa y me senté a su lado de mala gana.— Espero e
Esa tarde fui al cuarto de Luciano; él estaba sentado en la cama con solo unos pantalones. Me imagino que se iba a preparar para bañarse.— ¿Sabes lo que es tocar la puerta? — me preguntó con algo de mal genio. Yo no dije nada y solo caminé lentamente hacia él.— Entonces… ¿te dejaron por otro? — le pregunté con algo de burla. Él estiró el brazo y, de un tirón, me acostó en la cama. Después se puso sobre mí y me miró con algo de irritación.— ¿Tanto te importa eso? — me preguntó él. Yo sentí su mano subiendo por mi muslo, traté de apartarme, pero él, muy desgraciado, me tenía allí retenida con fuerza.— Apuesto a que tu sueño es estar con un hombre como yo —. Yo solté una carcajada. ¡De verdad que este hombre era muy ridículo!— No tengo sueños tan mediocres como esos — le respondí. Él siguió subiendo su mano hasta dejarla en ese lugar privado que muy pocos conocían.— ¿Sabes siquiera cuánto dinero tengo? — me preguntó mirándome a los ojos. Yo sabía quién era él; ayer me había pasado l
Luciano me levantó de la silla donde estaba sentada y me llevó a su habitación. Allí, él me mostró las prendas que había comprado para mí, pero era más que obvio que nada de eso me iba a quedar. ¿Acaso era idiota?—Este es muy lindo —me dijo él, mostrándome un vestido rojo corto. Yo miré el vestido y después a Luciano.—Eso no me quedará —le dije lentamente y con bastante calma.—No te lo has puesto.Yo respiré profundo y le arranqué el vestido de la mano.—¡Ok! Me lo probaré.Fui a su baño y empecé a quitarme la ropa que llevaba puesta. Después me puse el vestido que no me iba a cerrar ni aunque me pusiera una faja.—¡Lucifer!Grité para que él entrara y viera que ese vestido no me quedaba. Él entró al baño y me miró de arriba abajo.—Suma la panza.Me ordenó. Yo hice lo que él me pidió y empezó a subir el cierre que estaba a un costado.—Apuesto a que subir el cierre de este vestido es mucho mejor que todas esas horas que pasas en el gimnasio.Me burlé de él, ya que estaba demasiado
Llegamos a una tienda de lujo. Al entrar, mis ojos se fueron a las hermosas prendas que estaban en exhibición. Caminé hacia una de color azul intenso; era una completa preciosidad.—¿Te gusta este? —me preguntó Luciano.Asentí con la cabeza. Él llamó a una dependienta. La chica, pulcramente vestida con su uniforme, llegó hasta nosotros. Ella me miró de pies a cabeza y después sus ojos se fueron a Luciano, que estaba vestido con una camisa de seda color azul rey. Ese color resaltaba aún más su atractivo; odiaba la idea de que Luciano fuera tan guapo.—Estoy a sus órdenes, señor Lombardo —dijo ella con una clara proposición para otras cosas.—Quiero este vestido en talla L —dije.La chica volvió a mirarme y después forzó una sonrisa.—No creo que tengamos uno en esa talla.Luciano dio un suspiro de frustración.—Yo creo que deben tener alguno. O muéstrame vestidos en esa talla.La chica asintió y se fue a buscar los vestidos.—Creo que le gustas a esa chica —comentó Luciano.Me miró y de