Llegamos a una tienda de lujo. Al entrar, mis ojos se fueron a las hermosas prendas que estaban en exhibición. Caminé hacia una de color azul intenso; era una completa preciosidad.—¿Te gusta este? —me preguntó Luciano.Asentí con la cabeza. Él llamó a una dependienta. La chica, pulcramente vestida con su uniforme, llegó hasta nosotros. Ella me miró de pies a cabeza y después sus ojos se fueron a Luciano, que estaba vestido con una camisa de seda color azul rey. Ese color resaltaba aún más su atractivo; odiaba la idea de que Luciano fuera tan guapo.—Estoy a sus órdenes, señor Lombardo —dijo ella con una clara proposición para otras cosas.—Quiero este vestido en talla L —dije.La chica volvió a mirarme y después forzó una sonrisa.—No creo que tengamos uno en esa talla.Luciano dio un suspiro de frustración.—Yo creo que deben tener alguno. O muéstrame vestidos en esa talla.La chica asintió y se fue a buscar los vestidos.—Creo que le gustas a esa chica —comentó Luciano.Me miró y de
¡En esos momentos me sentía como un completo idiota a causa de esa mujer! ¿Cómo se le ocurrió insinuar algo tan horroroso como ser mi abuela?—Pensé que todo lo podías tener bajo control —me comentó mi hermano Mariano, acercándose a mí.Yo lo miré y lo fulminé con la mirada. Victoria se me estaba saliendo por completo de las manos y eso era muy irritante.—Ella solo está siendo cortés —dije, mirando a Victoria, que estaba sentada en la misma mesa que mi abuelo, sonriéndole de oreja a oreja, mientras mi abuela la miraba como si ella fuera la mujer más hermosa del lugar.—Si no haces algo pronto, la veremos por aquí —dijo Mariano.Respiré profundo y caminé a la mesa donde estaban los dos. ¡Jamás permitiría algo así! Eso sería una abominación.—¿Puedo hablar contigo un momento? —le pregunté a Victoria.Ella levantó la mirada y me sonrió.—Por supuesto.Ella se levantó y le dijo a mi abuelo coquetamente que pronto regresaría. Yo la agarré fuertemente del brazo y la llevé escaleras arriba;
Luciano me llevó a su empresa el día después de la reunión en la casa de su abuelo. Yo, al entrar, sonreí de oreja a oreja; siempre había querido trabajar aquí, ¡era como un sueño!—Me imagino que seré tu asistente personal aquí, ¿no? —le pregunté. Él me miró y negó con la cabeza.—Tú serás mi esposa. Solo te traje aquí porque mi abogado vendrá para ponernos de acuerdo en el contrato que firmaremos.Yo me senté en una de las sillas que estaban frente al escritorio y lo ignoré por completo.—Se supone que iba a trabajar contigo —le dije con rabia.—Sí, claro. Tú ya trabajas para mí.Lo miré y le mostré el dedo medio. Qué hombre tan imbécil.—Eres detestable.Él se acercó a mí y se sentó a mi lado. Puso su mano en mi muslo y apretó.—Pronto cambiarás de opinión.Yo le quité la mano de mi pierna y le di un golpe en la ingle. Él empezó a quejarse.—No me toques sin mi consentimiento.Él me fulminó con la mirada y se levantó de la silla.—Esto me lo vas a pagar, Victoria.Yo me encogí de ho
Cuando salí de la empresa de Luciano, fui directo al hospital. Tenía un poco abandonado a mi hermano. Cuando entré al hospital, una de las enfermeras me saludó y se acercó a mí.— Tu hermano ha preguntado mucho por ti el día de hoy.Me dijo ella con una enorme sonrisa. Yo le di las gracias por decirme eso y me fui a la habitación donde estaba mi hermano.— Yo ya estaba a punto de llamar a la policía, tienes dos días que no vienes. ¿Pasa algo?Yo negué con la cabeza y me acerqué más a él. Pronto mi hermano estará mucho mejor, y eso me reconfortaba muchísimo.— Me voy a casar.Le solté de inmediato, para qué iba a ocultarlo. Víctor me miró con los ojos muy abiertos y después empezó a reír. Yo lo fulminé con la mirada y él se detuvo de inmediato.— ¿Estás hablando en serio?Me preguntó. Yo asentí energéticamente con la cabeza.— Pero si no tienes novio. ¿Con quién te vas a casar?Yo le sonreí un poco. Él abrió la boca de par a par y empezó a negar con la cabeza.— ¡Estás loca! Se supone q
Al final, sí nos tocó almorzar con Mariano, y ahora entendía completamente a Luciano; él era un verdadero dolor en el trasero. Prefería mil veces aguantar la arrogancia de Luciano.— ¿Nunca te quedas callado?Le pregunté con curiosidad. Mariano me miró y sonrió ampliamente, dejándome entender que hablaba hasta por los codos.— Ese es mi mayor atractivo.Me contestó él con una sonrisa coqueta. ¡Cómo me caían mal los hombres como él! Se creían el centro del mundo. Mariano había dicho como mil veces lo guapo y exitoso que era, y eso a mí me importaba muy poco.— A medida que pasa el tiempo, te encariñas un poco con él.Me dijo Luciano mientras tomaba un sorbo de su bebida. Yo aparté la mirada para no reírme.— Eso, querido hermano, se llama envidia.Luciano ni lo determinó y siguió bebiendo de su vaso. Era tan obvio que Mariano era el hermano menor.— Entonces, ¿su matrimonio tiene fecha de caducidad? Porque seamos sinceros, no es como que ustedes se vean enamorados.Luciano pasó su mano
Me levanté de la cama y me arreglé la ropa, no me iba a quedar allí. Salí de la habitación y bajé las escaleras. Luciano estaba subiendo y se quedó en el tercer escalón en cuanto me vio.—Tú y yo no hemos terminado, es más ni siquiera hemos empezado.Puse los ojos en blanco y seguí bajando.—Eso lo podemos solucionar otro día, ahora necesito ir al hospital, mi hermano debe estar preocupado.Luciano negó con la cabeza y me obstruyó el paso.—No pongas excusas tontas, mejor acepta que me tienes miedo.Este era mi oportunidad para empujarlo por las escaleras, él se lo merecía.—Yo no te tengo miedo, ahora deja de molestar.Luciano sonrió ampliamente y siguió subiendo las escaleras hasta quedar frente a mí.—Cuando menos lo pienses te empujaré por las escaleras y me quedaré con todo tu dinero.Él ladeó la cabeza y me miró fijamente.—Puedes hacerlo ahora, nadie nos está viendo.Puse mis manos en su pecho.—¿Estás seguro de que quieres morir?Él asintió, me agarró las manos y me atrajo a él
Cuando llegamos al aeropuerto mi primera reacción fue la de devolverme, yo había visto demasiadas veces las noticias que decían que los aviones colapsaban en el aire. Yo no quería morir todavía, si alguien tenía que morir que fuera Luciano, él ha tenido más experiencias que yo.— camina.Me ordenó en cuanto notó que yo no estaba caminando a su lado, estaba pasmada a mitad de camino.— victoria deja tu estupidez, ahora camina que vamos tarde!Yo me acerqué a él de mala gana.— ve tú en el avión, yo puedo ir en tren.Él se cruzó de brazos y me miró mal.— ¿estás loca? Llegarás mañana en la noche, en avión son solo un par de horas.Yo negué con la cabeza, ¡prefería mil veces sentarme por horas en el tren que subirme a un avión!— victoria ya me estás desesperando.Yo me encogí de hombros, su desesperación me importaba muy poco, aquí lo importante era mi vida, y yo no la iba a perder por un simple capricho de este hombre.— nos vemos mañana.Le dije y me di media vuelta para irme, Luciano
El viaje en avión no fue para nada corto, sentí como si hubiera viajado por días. Cada vez que el avión hacía un ruido extraño, miraba a Luciano. ¡Él en todo momento tenía una expresión de serenidad que yo no tenía! Cuando por fin aterrizó, le agradecí a todos los dioses. Al menos estaba viva y lista para seguir peleándole a Lucifer.Cuando subimos al coche que nos iba a llevar a nuestro destino, miré la cara de Luciano.— ¿Crees que le guste a tu familia? — le pregunté con curiosidad.— No lo sé, y tampoco me importa.Puse los ojos en blanco y me recosté en el asiento. Fue un error muy grande preguntarle eso a Lucifer; él nunca tenía nada bueno que contestar.— ¿Te importa lo que piensen los demás de ti?Arrugué el entrecejo y lo miré. Hace muchísimo tiempo, la opinión de los demás hacia mí me importaba una m****a. Nadie me daba un peso para mis cuentas como para yo estar sufriendo por palabras que al final del día no servían para nada.— No — le respondí.— Entonces deja de preguntar