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Esa tarde fui al cuarto de Luciano; él estaba sentado en la cama con solo unos pantalones. Me imagino que se iba a preparar para bañarse.

— ¿Sabes lo que es tocar la puerta? — me preguntó con algo de mal genio. Yo no dije nada y solo caminé lentamente hacia él.

— Entonces… ¿te dejaron por otro? — le pregunté con algo de burla. Él estiró el brazo y, de un tirón, me acostó en la cama. Después se puso sobre mí y me miró con algo de irritación.

— ¿Tanto te importa eso? — me preguntó él. Yo sentí su mano subiendo por mi muslo, traté de apartarme, pero él, muy desgraciado, me tenía allí retenida con fuerza.

— Apuesto a que tu sueño es estar con un hombre como yo —. Yo solté una carcajada. ¡De verdad que este hombre era muy ridículo!

— No tengo sueños tan mediocres como esos — le respondí. Él siguió subiendo su mano hasta dejarla en ese lugar privado que muy pocos conocían.

— ¿Sabes siquiera cuánto dinero tengo? — me preguntó mirándome a los ojos. Yo sabía quién era él; ayer me había pasado l
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