Hoy le iba a proponer matrimonio a mi pareja con la que tenía 5 años de relación. Sé que me tardé un poco en proponerle esto, pero creo que ya es tiempo suficiente. Yo quiero hijos y ella ya tiene 28 años, así que lo más recomendable era tenerlos en estos años siguientes. Katia era perfecta para ser mi esposa; sería una buena representante de los Lombardo. Ella era alguien muy seria, venía de buena familia, y era la indicada para ocupar el lugar de esposa.
—Luciano, ¿estás seguro? —me preguntó mi hermano menor, Mariano. Yo lo miré y lo fulminé con la mirada. Katia no le caía bien y eso yo lo sabía bastante bien.
—Sí. Ahora deja de molestar y ayúdame a escoger el maldito anillo —dije, mirando las vitrinas de la tienda. Ninguno me gustaba, todos eran tan grandes y horrendos. Yo quería algo distintivo, pero no tenía tiempo como para mandar a hacer uno personalizado. Tal vez en el futuro saque tiempo para eso.
—Este le quedaría bien —me mostró un anillo que, por lo que podía ver, pesaba una tonelada. La verdad, no entendía cómo a las mujeres les gustaban las cosas tan ostentosas. Pero en algo tenía razón Mariano: ese le iba a encantar. A ella le encantaban las cosas caras y eso era algo que me encantaba de ella.
—Si le das uno más pequeño, puede que te diga que no, así que no te arriesgues a eso —dijo Mariano.
Yo le quité el anillo de la mano y se lo entregué a la chica para que cobrara el valor. Pagué el dineral que costaba la argolla y después la guardé. Ya tenía todo planeado para hacerle la proposición el día de hoy.
—Y si te dice que no, ya es por tu culpa, porque si a mí me dieran un anillo de esos, te amaría por toda la vida —dijo Mariano.
Mariano era un dolor en el trasero, pero prefería pedirle consejos a él que a mi hermano mayor, Viviano. Él era… extraño.
—¡Cállate! Ahora largo, ya me voy, y dile a madre que deje de enviarme notas de voz de 5 minutos. ¿Quién carajos escucha una nota de voz de tanto tiempo? —le dije.
Mariano me sonrió ampliamente. No sabía ni por qué le había preguntado.
—Buena suerte, hermano. Espero de todo corazón que ella te diga que no. ¡Katia es una persona horrible! Ni a madre le gusta.
Yo respiré profundo.
—A madre no le gustamos ni siquiera nosotros —y eso era verdad. Ella siempre ha sido muy cruel con cada uno de nosotros, aunque ella lo amerita a su crianza en Sicilia. Gracias a Dios nosotros ya no vivimos allí.
—Madre es un ángel en comparación con ella. Te aconsejo que no hagas ese tipo de comentario frente a mamá o va a desheredarte —dijo Mariano.
Yo puse los ojos en blanco y me fui del lugar. Hoy era el día en que iba a cambiar mi futuro. Mi abuelo se pondría feliz por la noticia.
El celular sonó y era mi madre. Yo le contesté mientras me subía al coche.
—¿Estás loco? ¡Cómo puedes querer meter a esa mujer en nuestra familia! Luciano, te lo advierto: ¡No quiero que te cases con ella, es una orden!
Yo puse los ojos en blanco. Esta mujer de verdad que era algo serio.
—¿Me vas a dejar hablando sola? —preguntó.
Yo le colgué y salí directo a mi casa. Necesitaba prepararme para esta noche.
Me di una ducha rápida y me puse un traje que había comprado en Francia la semana pasada. La puerta de la habitación se abrió y entró mi mayordomo.
—Señor, la señorita Katia quiere hablar con usted —me dijo.
Yo le pedí que la dejara pasar. Era muy raro que ella viniera aquí, y más si yo le había dicho que la iba a recoger en su apartamento más tarde. Mi mayordomo se fue y, después de unos minutos, entró Katia, tan perfecta como siempre.
—¿Pasa algo? —le pregunté.
Ella se acercó a mí y asintió con la cabeza.
—Quiero que terminemos esta relación, ya no te amo —dijo.
Eso nunca me lo hubiera esperado. ¿Y ahora qué hacía con el anillo? Creo que tengo el recibo en algún lado. ¡Carajo! Tanto tiempo perdido para nada.
—¿Estás con alguien más? —le pregunté con curiosidad. Yo pensaba que ella y yo teníamos una buena relación.
—Sí. Y estoy embarazada de él —respondió.
¡Me senté en la cama! Esto no podía procesarlo bien, no podía creerlo.
—¿Estás segura de que es de él? —le pregunté, porque si no estaba segura, yo no iba a permitir que mi hijo fuera criado por un desconocido.
—Sí, eso pasó en el mes que estuviste por fuera. Las fechas coinciden —dijo.
Yo asentí con la cabeza.
—Está bien, te felicito por el bebé —dije.
Ella abrió la boca de par en par. Yo levanté la ceja en modo de pregunta.
—¡No puedo creer que ni siquiera me reclamaras por la infidelidad!
Me reí por lo que dijo. ¿Acaso tenía que perder mi tiempo en eso? Las mujeres abundan en esta ciudad, ¿por qué tendría que mortificarme por una? Si no era ella, sería alguien más.
—Sabes que no me gusta perder el tiempo en trivialidades —le respondí y me levanté de la cama.
Ella caminó rápidamente hacia mí y me dio una bofetada.
—¡Vas a terminar solo, Luciano Lombardo! —me gritó y se fue.
Yo levanté mi mano para acariciar mi mejilla. ¡Carajo, cómo le pesaba la mano a esta mujer!
—¡Marcos! —le grité a mi mayordomo. Él se apresuró a entrar a mi habitación.
—No quiero que esa mujer vuelva a entrar a mi casa. ¿Y cómo va la búsqueda de lo que te encargué? —le pregunté.
Él metió sus manos en los bolsillos y sonrió. ¡Eso no me gustaba para nada! Yo necesitaba a alguien que me atendiera las veinticuatro horas. ¿Por qué carajos no había nadie todavía aquí?
—Nadie ha venido, señor. Ninguna de las agencias ha respondido —dijo.
Yo puse los ojos en blanco. Qué inútiles eran.
—Pon un anuncio en el periódico, pero quiero a alguien aquí para este viernes. O voy a despedirte —lo amenacé.
Él asintió con la cabeza y salió de la habitación. ¡Qué día tan asqueroso! Caminé a la mesa donde tenía guardado el anillo en uno de los cajones y lo saqué.
—Qué pérdida de tiempo tan grande —dije para mí mismo y tiré el anillo en la cama. Hoy también tendría que salir a comer fuera. Cómo me fastidiaba eso.
Recordé que había alquilado un restaurante completo para la pedida de mano. Bueno, al menos no iba a tener que cenar con ruido, y ya había gastado un dineral con eso. Iría y aprovecharía del restaurante para mí solo.
Tenía una semana buscando trabajo, y en ningún lado querían contratarme. Ahora creo que casi golpear a mi jefe fue una muy mala idea.—¿Nada aún? —me preguntó mi hermano.Yo levanté la vista del periódico que estaba leyendo y le sonreí. Él estaba muy preocupado, y eso me ponía mal.—Tu hermana encontrará algo, no te preocupes —dije.Seguí buscando en el periódico hasta que un anuncio llamó por completo mi atención: estaban buscando un asistente personal y pagaban demasiado bien.—Me voy, regreso en la tarde —anuncié.Me levanté del sofá y salí del cuarto de hospital. Caminé rápidamente por la carretera en busca de un taxi, poniendo mucho cuidado en no volver a encontrarme con ese taxi de m****a.Para mi suerte, el taxi que tomé no era el de él y este sí tenía aire acondicionado. Le di las indicaciones y no me hizo más preguntas. Dios mío, espero que solo sea yo a la que contraten.Cuando llegué al lugar, me di cuenta de que era una enorme casa. Definitivamente aquí vivía alguien con mu
Me quedé en el marco de la puerta, indecisa entre irme o agarrar a patadas a ese infeliz. ¡Necesitaba una solución a esto! ¿Pero cómo iba a hacer ahora? ¡Ni vendiendo una de mis córneas iba a poder pagarle a ese infeliz!—Quiero la copia del contrato. Estoy segura de que allí no decía nada de eso —le grité con algo de frustración. Aunque ni siquiera lo había leído, apenas me dijeron el sueldo me emocioné y me olvidé por completo de eso.—No hay ningún problema. Marcos, ve y tráele a la señora una copia —ordenó el hombre.Yo me acerqué a ellos y lo miré muy mal.—Soy señorita —dije.Él me miró de arriba abajo otra vez.—¿Qué edad tienes? —me preguntó.La verdad es que no iba a perder mi tiempo respondiendo eso. ¡Que se joda! Y si tanto quiere saber mi edad, que lea mi currículum.—Eso a ti no te importa —le respondí cortante.Lo miré con tanto desprecio. Nunca había conocido a un hombre tan imbécil como él.—Claro que me importa. Dada tu condición, tu edad puede ser un factor de riesgo
La chica aún no llegaba y ya eran las ocho y media de la mañana. Me estaba desesperando un poco; yo era alguien bastante puntual y eso era lo que pedía de los que trabajaban conmigo.— ¡Buenas! —gritó ella al entrar a la casa. Yo la miré con el ceño fruncido. ¿Cómo podía tener una sonrisa en el rostro si había llegado tarde?— Te voy a descontar la hora y media de retraso —dije.Ella se encogió de hombros y se acercó a mí.— Acostúmbrate, porque voy a llegar a la hora que me dé la gana —respondió.Yo respiré profundo y le sonreí.— Hoy saldrás más tarde —anuncié.Ella me miró con rabia. Iba a decir algo, pero no la dejé. La tomé del brazo y la llevé al gimnasio que tenía en casa.— ¿Trajiste ropa cómoda? —le pregunté.Ella sintió de mala gana y se fue al cuarto de baño. La esperé unos minutos hasta que salió. Mi boca llegó al piso. ¡Cómo pudo ella ponerse algo así!— ¿Estás loca? —le pregunté.Esa ropa era claramente demasiado pequeña para ella; hasta yo me sentía ahogado solo con verl
Otro día de calvario. Ya estaba harta de estar cerca de él; ya no podía soportarlo un momento más. Cada vez que él me daba una orden, sentía arder la rabia dentro de mí.Hoy, a Lucifer se le había ocurrido la gran idea de cenar en el jardín, y para mi mala suerte, estaba lloviendo. Me rasqué la cabeza cuando Marcos me dijo que le llevara la cena. Yo tomé la charola en mis manos y respiré profundo. Caminé a la gran puerta de cristal que daba al jardín y observé por ella al desgraciado plácidamente sentado en una pequeña sala de cristal en el centro del jardín.— ¿No hay una sombrilla? — le pregunté a Marcos, pero él negó con la cabeza. Yo saqué el aire de mis pulmones y caminé fuera de la casa.Corrí como una estúpida hasta llegar a él. Es que ya me tenía aburrida. Sé que esta m****a la hacía solo para molestarme.— ¿Por qué tardaste tanto? — me preguntó mientras me miraba con una enorme sonrisa en sus labios. Yo le puse la comida en la mesa y me senté a su lado de mala gana.— Espero e
Esa tarde fui al cuarto de Luciano; él estaba sentado en la cama con solo unos pantalones. Me imagino que se iba a preparar para bañarse.— ¿Sabes lo que es tocar la puerta? — me preguntó con algo de mal genio. Yo no dije nada y solo caminé lentamente hacia él.— Entonces… ¿te dejaron por otro? — le pregunté con algo de burla. Él estiró el brazo y, de un tirón, me acostó en la cama. Después se puso sobre mí y me miró con algo de irritación.— ¿Tanto te importa eso? — me preguntó él. Yo sentí su mano subiendo por mi muslo, traté de apartarme, pero él, muy desgraciado, me tenía allí retenida con fuerza.— Apuesto a que tu sueño es estar con un hombre como yo —. Yo solté una carcajada. ¡De verdad que este hombre era muy ridículo!— No tengo sueños tan mediocres como esos — le respondí. Él siguió subiendo su mano hasta dejarla en ese lugar privado que muy pocos conocían.— ¿Sabes siquiera cuánto dinero tengo? — me preguntó mirándome a los ojos. Yo sabía quién era él; ayer me había pasado l
Luciano me levantó de la silla donde estaba sentada y me llevó a su habitación. Allí, él me mostró las prendas que había comprado para mí, pero era más que obvio que nada de eso me iba a quedar. ¿Acaso era idiota?—Este es muy lindo —me dijo él, mostrándome un vestido rojo corto. Yo miré el vestido y después a Luciano.—Eso no me quedará —le dije lentamente y con bastante calma.—No te lo has puesto.Yo respiré profundo y le arranqué el vestido de la mano.—¡Ok! Me lo probaré.Fui a su baño y empecé a quitarme la ropa que llevaba puesta. Después me puse el vestido que no me iba a cerrar ni aunque me pusiera una faja.—¡Lucifer!Grité para que él entrara y viera que ese vestido no me quedaba. Él entró al baño y me miró de arriba abajo.—Suma la panza.Me ordenó. Yo hice lo que él me pidió y empezó a subir el cierre que estaba a un costado.—Apuesto a que subir el cierre de este vestido es mucho mejor que todas esas horas que pasas en el gimnasio.Me burlé de él, ya que estaba demasiado
Llegamos a una tienda de lujo. Al entrar, mis ojos se fueron a las hermosas prendas que estaban en exhibición. Caminé hacia una de color azul intenso; era una completa preciosidad.—¿Te gusta este? —me preguntó Luciano.Asentí con la cabeza. Él llamó a una dependienta. La chica, pulcramente vestida con su uniforme, llegó hasta nosotros. Ella me miró de pies a cabeza y después sus ojos se fueron a Luciano, que estaba vestido con una camisa de seda color azul rey. Ese color resaltaba aún más su atractivo; odiaba la idea de que Luciano fuera tan guapo.—Estoy a sus órdenes, señor Lombardo —dijo ella con una clara proposición para otras cosas.—Quiero este vestido en talla L —dije.La chica volvió a mirarme y después forzó una sonrisa.—No creo que tengamos uno en esa talla.Luciano dio un suspiro de frustración.—Yo creo que deben tener alguno. O muéstrame vestidos en esa talla.La chica asintió y se fue a buscar los vestidos.—Creo que le gustas a esa chica —comentó Luciano.Me miró y de
¡En esos momentos me sentía como un completo idiota a causa de esa mujer! ¿Cómo se le ocurrió insinuar algo tan horroroso como ser mi abuela?—Pensé que todo lo podías tener bajo control —me comentó mi hermano Mariano, acercándose a mí.Yo lo miré y lo fulminé con la mirada. Victoria se me estaba saliendo por completo de las manos y eso era muy irritante.—Ella solo está siendo cortés —dije, mirando a Victoria, que estaba sentada en la misma mesa que mi abuelo, sonriéndole de oreja a oreja, mientras mi abuela la miraba como si ella fuera la mujer más hermosa del lugar.—Si no haces algo pronto, la veremos por aquí —dijo Mariano.Respiré profundo y caminé a la mesa donde estaban los dos. ¡Jamás permitiría algo así! Eso sería una abominación.—¿Puedo hablar contigo un momento? —le pregunté a Victoria.Ella levantó la mirada y me sonrió.—Por supuesto.Ella se levantó y le dijo a mi abuelo coquetamente que pronto regresaría. Yo la agarré fuertemente del brazo y la llevé escaleras arriba;