Tenía una semana buscando trabajo, y en ningún lado querían contratarme. Ahora creo que casi golpear a mi jefe fue una muy mala idea.
—¿Nada aún? —me preguntó mi hermano.
Yo levanté la vista del periódico que estaba leyendo y le sonreí. Él estaba muy preocupado, y eso me ponía mal.
—Tu hermana encontrará algo, no te preocupes —dije.
Seguí buscando en el periódico hasta que un anuncio llamó por completo mi atención: estaban buscando un asistente personal y pagaban demasiado bien.
—Me voy, regreso en la tarde —anuncié.
Me levanté del sofá y salí del cuarto de hospital. Caminé rápidamente por la carretera en busca de un taxi, poniendo mucho cuidado en no volver a encontrarme con ese taxi de m****a.
Para mi suerte, el taxi que tomé no era el de él y este sí tenía aire acondicionado. Le di las indicaciones y no me hizo más preguntas. Dios mío, espero que solo sea yo a la que contraten.
Cuando llegué al lugar, me di cuenta de que era una enorme casa. Definitivamente aquí vivía alguien con mucho dinero. Toqué, y la reja del lugar se abrió inmediatamente. Entré decidida a quedarme con el trabajo; necesitaba esto con urgencia y no iba a permitir que alguien más se interpusiera en mi camino.
—Bienvenida, señorita —me saludó un hombre de unos cincuenta años.
Yo le sonreí y miré alrededor. La casa era inmaculada, todo estaba estratégicamente ordenado. Esta casa era la fantasía de una persona con trastorno obsesivo.
—Buenos días, vengo por el anuncio —dije.
Al hombre se le iluminaron los ojos inmediatamente. Le entregué mi currículum, pero él ni siquiera lo vio.
—¡Bienvenida! —me dijo con entusiasmo.
Arrugué un poco el entrecejo; esto era demasiado extraño, no podía ser tan fácil.
—Acompáñame a la oficina y te explicaré un poco sobre el trabajo —dijo.
Caminé con él por la casa, y efectivamente, aquí no existía el polvo. Todo era perfecto. Dios mío, ¡qué clase de persona puede vivir en un lugar así!
El señor entró a una oficina preciosa y me hizo sentar frente a él en el escritorio. Sacó un contrato y me lo entregó.
—El trabajo consiste en atender las necesidades del señor. Siempre tienes que estar disponible para él. Tú te ocuparás de sus comidas, del arreglo de su cuarto y de tener su ropa lista por las mañanas. Tal vez te pida que trabajes algún fin de semana, pero eso será bien recompensado —explicó.
Asentí con la cabeza. Ahora entiendo por qué la casa es tan perfecta; seguramente el anciano es un tirano, pero voy a ganármelo con mi simpatía.
—¿Y sobre la paga? ¿Es lo que dice en el anuncio? —pregunté.
El hombre negó con la cabeza, y la verdad es que me sentí un poco decepcionada. ¡Yo había venido por eso! Qué gran pérdida de tiempo.
—Se te pagará el doble —dijo.
Creo que mi mandíbula cayó al suelo. Si eso era cierto, estaría ganando muchísimo más que en mi anterior trabajo, y aquí solo tendría que cocinar para un anciano. Le sonreí al hombre, agarré una pluma que estaba sobre el escritorio y firmé el contrato. ¡Ese dinero me servía muchísimo!
—¿Cuándo empiezo? —le pregunté.
Él me arrancó el contrato de la mano y me sonrió ampliamente.
—Mañana a las siete de la mañana.
Asentí bastante entusiasmada, me levanté y él me acompañó hasta la puerta de la casa. Cuando salí de allí, me entró una mala corazonada, pero la despejé de inmediato. ¡Este dinero me iba a servir muchísimo!
A la mañana siguiente, me levanté más temprano que nunca. Llegué al hospital súper temprano, le conté a mi hermano sobre el trabajo y me despedí de él. Después, fui rumbo a mi nuevo trabajo, uno que, si me daba mi casa propia, ¡me encantaba tanto pensar en eso! Sé que será un poco más demorado, pero la obtendré.
—Buenos días —saludé al señor en cuanto entré.
Él me miró como si yo fuera la última maravilla del mundo. La verdad es que era un poco incómodo.
—¡Viniste! —comentó feliz.
Yo asentí con la cabeza y me acerqué más a él.
—¿Y entonces qué tengo que hacer? —pregunté.
Mi mirada se fue de inmediato al hombre sin camisa que venía entrando. ¡Carajo! ¡Nunca en mi vida había visto algo como él! Su cuerpo era tan perfecto como su cara, su piel bronceada hacía juego con sus ojos color miel. Ese cabello negro despeinado lo hacía ver tan sexy.
—¿Quién es ella? —demandó el hombre, al acercarse.
El señor le informó que yo era la chica nueva. El hombre sexy me miró de arriba abajo, yo le sonreí un poco.
—¿Cuántos pesas? —me preguntó con mala cara.
Yo levanté una ceja. ¿De verdad tenía que hacer ese tipo de pregunta?
—Setenta kilos —les respondí, aunque en estos momentos creo que he perdido algo de peso.
—¿Cuánto mides? —volvió a preguntar. Esto ya era raro.
—Uno cincuenta —le respondí con algo de molestia.
—Tienes veinte kilos de sobrepeso.
Abrí la boca de par en par. ¿Pero este infeliz quién se creía?
—¿Eres doctor? —le pregunté con rabia.
—No —respondió.
Respiré profundo. Si algo odiaba en esta vida era que se metieran con mi peso.
—¿Y entonces por qué te crees con el derecho de decirme si tengo o no sobrepeso? Ese es mi problema, ¿no lo crees?
Él levantó una ceja y me sonrió un poco.
—Y el mío, ya que vas a trabajar para mí.
¡Mierda! ¿Por qué tenía que ser este hombre mi jefe? Yo ya me había imaginado al típico anciano neurótico de unos setenta años, no a un sexy hombre en sus treinta.
—¿Y? —le pregunté con prepotencia.
—Que puedes darte un infarto en mi casa —me respondió como si nada.
¡Qué desgraciado infeliz!
—¡Renuncio! —le grité y me di media vuelta para irme.
—Dudo mucho que tengas un millón de dólares —dijo.
Me di la vuelta de inmediato y lo miré. ¿Él estaba bromeando, no?
—¿Acaso no leíste el contrato? Me perteneces por un año, y si rompes el acuerdo tendrás que pagarme, y dudo mucho que tengas ese dinero.
¡No sabía si reír o llorar! Esta m****a solo me pasa a mí.
Me quedé en el marco de la puerta, indecisa entre irme o agarrar a patadas a ese infeliz. ¡Necesitaba una solución a esto! ¿Pero cómo iba a hacer ahora? ¡Ni vendiendo una de mis córneas iba a poder pagarle a ese infeliz!—Quiero la copia del contrato. Estoy segura de que allí no decía nada de eso —le grité con algo de frustración. Aunque ni siquiera lo había leído, apenas me dijeron el sueldo me emocioné y me olvidé por completo de eso.—No hay ningún problema. Marcos, ve y tráele a la señora una copia —ordenó el hombre.Yo me acerqué a ellos y lo miré muy mal.—Soy señorita —dije.Él me miró de arriba abajo otra vez.—¿Qué edad tienes? —me preguntó.La verdad es que no iba a perder mi tiempo respondiendo eso. ¡Que se joda! Y si tanto quiere saber mi edad, que lea mi currículum.—Eso a ti no te importa —le respondí cortante.Lo miré con tanto desprecio. Nunca había conocido a un hombre tan imbécil como él.—Claro que me importa. Dada tu condición, tu edad puede ser un factor de riesgo
La chica aún no llegaba y ya eran las ocho y media de la mañana. Me estaba desesperando un poco; yo era alguien bastante puntual y eso era lo que pedía de los que trabajaban conmigo.— ¡Buenas! —gritó ella al entrar a la casa. Yo la miré con el ceño fruncido. ¿Cómo podía tener una sonrisa en el rostro si había llegado tarde?— Te voy a descontar la hora y media de retraso —dije.Ella se encogió de hombros y se acercó a mí.— Acostúmbrate, porque voy a llegar a la hora que me dé la gana —respondió.Yo respiré profundo y le sonreí.— Hoy saldrás más tarde —anuncié.Ella me miró con rabia. Iba a decir algo, pero no la dejé. La tomé del brazo y la llevé al gimnasio que tenía en casa.— ¿Trajiste ropa cómoda? —le pregunté.Ella sintió de mala gana y se fue al cuarto de baño. La esperé unos minutos hasta que salió. Mi boca llegó al piso. ¡Cómo pudo ella ponerse algo así!— ¿Estás loca? —le pregunté.Esa ropa era claramente demasiado pequeña para ella; hasta yo me sentía ahogado solo con verl
Otro día de calvario. Ya estaba harta de estar cerca de él; ya no podía soportarlo un momento más. Cada vez que él me daba una orden, sentía arder la rabia dentro de mí.Hoy, a Lucifer se le había ocurrido la gran idea de cenar en el jardín, y para mi mala suerte, estaba lloviendo. Me rasqué la cabeza cuando Marcos me dijo que le llevara la cena. Yo tomé la charola en mis manos y respiré profundo. Caminé a la gran puerta de cristal que daba al jardín y observé por ella al desgraciado plácidamente sentado en una pequeña sala de cristal en el centro del jardín.— ¿No hay una sombrilla? — le pregunté a Marcos, pero él negó con la cabeza. Yo saqué el aire de mis pulmones y caminé fuera de la casa.Corrí como una estúpida hasta llegar a él. Es que ya me tenía aburrida. Sé que esta m****a la hacía solo para molestarme.— ¿Por qué tardaste tanto? — me preguntó mientras me miraba con una enorme sonrisa en sus labios. Yo le puse la comida en la mesa y me senté a su lado de mala gana.— Espero e
Esa tarde fui al cuarto de Luciano; él estaba sentado en la cama con solo unos pantalones. Me imagino que se iba a preparar para bañarse.— ¿Sabes lo que es tocar la puerta? — me preguntó con algo de mal genio. Yo no dije nada y solo caminé lentamente hacia él.— Entonces… ¿te dejaron por otro? — le pregunté con algo de burla. Él estiró el brazo y, de un tirón, me acostó en la cama. Después se puso sobre mí y me miró con algo de irritación.— ¿Tanto te importa eso? — me preguntó él. Yo sentí su mano subiendo por mi muslo, traté de apartarme, pero él, muy desgraciado, me tenía allí retenida con fuerza.— Apuesto a que tu sueño es estar con un hombre como yo —. Yo solté una carcajada. ¡De verdad que este hombre era muy ridículo!— No tengo sueños tan mediocres como esos — le respondí. Él siguió subiendo su mano hasta dejarla en ese lugar privado que muy pocos conocían.— ¿Sabes siquiera cuánto dinero tengo? — me preguntó mirándome a los ojos. Yo sabía quién era él; ayer me había pasado l
Luciano me levantó de la silla donde estaba sentada y me llevó a su habitación. Allí, él me mostró las prendas que había comprado para mí, pero era más que obvio que nada de eso me iba a quedar. ¿Acaso era idiota?—Este es muy lindo —me dijo él, mostrándome un vestido rojo corto. Yo miré el vestido y después a Luciano.—Eso no me quedará —le dije lentamente y con bastante calma.—No te lo has puesto.Yo respiré profundo y le arranqué el vestido de la mano.—¡Ok! Me lo probaré.Fui a su baño y empecé a quitarme la ropa que llevaba puesta. Después me puse el vestido que no me iba a cerrar ni aunque me pusiera una faja.—¡Lucifer!Grité para que él entrara y viera que ese vestido no me quedaba. Él entró al baño y me miró de arriba abajo.—Suma la panza.Me ordenó. Yo hice lo que él me pidió y empezó a subir el cierre que estaba a un costado.—Apuesto a que subir el cierre de este vestido es mucho mejor que todas esas horas que pasas en el gimnasio.Me burlé de él, ya que estaba demasiado
Llegamos a una tienda de lujo. Al entrar, mis ojos se fueron a las hermosas prendas que estaban en exhibición. Caminé hacia una de color azul intenso; era una completa preciosidad.—¿Te gusta este? —me preguntó Luciano.Asentí con la cabeza. Él llamó a una dependienta. La chica, pulcramente vestida con su uniforme, llegó hasta nosotros. Ella me miró de pies a cabeza y después sus ojos se fueron a Luciano, que estaba vestido con una camisa de seda color azul rey. Ese color resaltaba aún más su atractivo; odiaba la idea de que Luciano fuera tan guapo.—Estoy a sus órdenes, señor Lombardo —dijo ella con una clara proposición para otras cosas.—Quiero este vestido en talla L —dije.La chica volvió a mirarme y después forzó una sonrisa.—No creo que tengamos uno en esa talla.Luciano dio un suspiro de frustración.—Yo creo que deben tener alguno. O muéstrame vestidos en esa talla.La chica asintió y se fue a buscar los vestidos.—Creo que le gustas a esa chica —comentó Luciano.Me miró y de
¡En esos momentos me sentía como un completo idiota a causa de esa mujer! ¿Cómo se le ocurrió insinuar algo tan horroroso como ser mi abuela?—Pensé que todo lo podías tener bajo control —me comentó mi hermano Mariano, acercándose a mí.Yo lo miré y lo fulminé con la mirada. Victoria se me estaba saliendo por completo de las manos y eso era muy irritante.—Ella solo está siendo cortés —dije, mirando a Victoria, que estaba sentada en la misma mesa que mi abuelo, sonriéndole de oreja a oreja, mientras mi abuela la miraba como si ella fuera la mujer más hermosa del lugar.—Si no haces algo pronto, la veremos por aquí —dijo Mariano.Respiré profundo y caminé a la mesa donde estaban los dos. ¡Jamás permitiría algo así! Eso sería una abominación.—¿Puedo hablar contigo un momento? —le pregunté a Victoria.Ella levantó la mirada y me sonrió.—Por supuesto.Ella se levantó y le dijo a mi abuelo coquetamente que pronto regresaría. Yo la agarré fuertemente del brazo y la llevé escaleras arriba;
Luciano me llevó a su empresa el día después de la reunión en la casa de su abuelo. Yo, al entrar, sonreí de oreja a oreja; siempre había querido trabajar aquí, ¡era como un sueño!—Me imagino que seré tu asistente personal aquí, ¿no? —le pregunté. Él me miró y negó con la cabeza.—Tú serás mi esposa. Solo te traje aquí porque mi abogado vendrá para ponernos de acuerdo en el contrato que firmaremos.Yo me senté en una de las sillas que estaban frente al escritorio y lo ignoré por completo.—Se supone que iba a trabajar contigo —le dije con rabia.—Sí, claro. Tú ya trabajas para mí.Lo miré y le mostré el dedo medio. Qué hombre tan imbécil.—Eres detestable.Él se acercó a mí y se sentó a mi lado. Puso su mano en mi muslo y apretó.—Pronto cambiarás de opinión.Yo le quité la mano de mi pierna y le di un golpe en la ingle. Él empezó a quejarse.—No me toques sin mi consentimiento.Él me fulminó con la mirada y se levantó de la silla.—Esto me lo vas a pagar, Victoria.Yo me encogí de ho