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Pasaban los días y no teníamos noticias de Piero, estaba desaparecido y la última vez que se le vio fue entrando en un café de París, incluso su auto estaba parqueado allí. Por lo que sabíamos que había sido un secuestro, Petro mando a rastrear el número de la última llamada que recibió y por suerte lograron escuchar la grabación. Un hombre, un tal Marco lo había invitado a tomar un café, alegando que conocía mi ubicación. Así que suponíamos que había sido una trampa, Marco era italiano también, pero no sabíamos para quien trabajaba. Por suerte Alessandro lo conocía vivieron en el mismo vecindario, así que fue a verlo. Junto con Pierina esperábamos ansiosas que volviera y trajera consigo alguna información.

—¿Y si lo están torturando?—le pregunté—, ­¡Pierina no puedo con tanta angustia!

—Tranquila confiemos en que está bien—intentó tranquilizarme, pero su voz se quebró.

Me cambié y fui al gimnasio necesitaba liberar toda la tensión en la que estaba sumida mi cuerpo, golpeé muchas vece
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