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Me desperté sintiendo el olor alcohol y hospital entrar por mis fosas nasales. Todo para mi tenía cierto olor siempre, el hospital tenía su propio aroma. Lo primero que vi fue al doctor mirándome con suma atención, sonrió al verme despertar. Me sentí un poco extraña e ignoré su intensa mirada, me senté con sumo cuidado me dolía todo el cuerpo. Tenía vendajes, en mi hombro y pierna. Ardía un poco la herida, una enfermera entró colocándome algunos antibióticos por la vía intravenosa.

—¿Cómo se siente, señorita Fiorella?—preguntó el doctor, alcance a detallarlo mucho mejor, era muy joven y bastante guapo.

—Algo adolorida, ¿sabe algo de mi cuñada?—pregunté apresurada.

—No señorita, ya vamos a llamar a su esposo.—dijo finalmente y salió.

Suspire con frustración, no saber nada de Pierina me colocaba los pelos de punta, así que no me quedaría tranquila. Me levante arrancando todos los cables, vías y demás que tenía encima. Busque en el armario mis cosas, mi ropa había sido lavada por suerte
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