Había corrido despavorida por las calles de París mientras me sentía culpable y muy mal de haber asesinado a sangre fría a aquel hombre. ¿Qué ocurrió conmigo? ¿Cómo es que sé usar armas y defenderme? ¡Nunca había tomado clases! Me sentía confundida y abatida. Divagaba mientras me preguntaba qué haría, no podía ir a la policía. Pues había matado a alguien, ¿Qué sería de mí? me sentía abrumada, mi mente no lograba pensar con claridad, tampoco entendía como era posible que mi cuerpo reaccionará así ante el peligro. No recordaba nunca haber tenido un arma en mis manos, tan siquiera sostenerla. ¿Como fue posible que logrará hacer todo eso? ¿Acaso era policía en mi vida anterior? no entendía nada y eso me mataba la cabeza, sentía mucho miedo. ¿Y si me estaban siguiendo? no sabía quién era, que fui o si tenía enemigos. Me encontraba sola, no podía contar con nadie, que podría hacer si em encontraban, era terrible no recordar, tener lagunas mentales de tu personalidad y vivencias. Quería rec
PIERO NARRA—¿Qué hiciste qué?—pregunté gritando con furia.Estaba torturando a Richard Lenac, había llevado las torturas a otro nivel. Haciéndolo confesar absolutamente todo, sentí un dolor punzante en mi pecho al escucharlo confesar todo aquello. Le habían borrado la memoria a Ginebra, por eso no podía recordarme ni recordar quien era y lo que habíamos vivido juntos. El odio que estaba sintiendo era incontrolable, quería hacerle muchas cosas a Lenac, quería matarlo lentamente tanto que sintiera el verdadero dolor. Mi Ginebra no podía recordar cuantas veces estuvimos juntos, cuantas veces la bese, cuantas veces nos salvamos mutuamente, cuanto transcurrió para estar juntos y nuestra boda que fue el día más feliz para ambos. Me sentía impotente y muy desolado, lo golpee tanto que le desfigure su rostro con rabia. Le pedí a Albert que acabara con él, que lo hiciera sufrir tanto que la muerte seria piedad. Lo detestaba, me había robado a mi más puro y grande amor.Me deje caer en la sill
—Pasaporte, por favor—pidió la azafata.—Aquí tiene—respondí entregándole mis documentos y tarjeta de débito.—¿A qué país desea su vuelo?—preguntó nuevamente.—¿Qué país me recomienda para vivir tranquila?—me anime a preguntarle, la mayoría de azafatas conocen el mundo entero y saben que país es más conveniente.—¿Vivir? Sí realmente me lo pregunta, me gusta el estilo de suiza.—respondió ensoñada—, Es un país hermoso y muy tranquilo, un plus son los suizos que están de lujo—dijo pícaramente y reí por su gesto.—Suiza será, entonces—respondí.Asintió y tecleo en su ordenador, me devolvió mis documentos en conjunto de un pasaje de avión, tenía un remolino de emociones azotando mi mente y cuerpo. Me sentía ansiosa y muy nerviosa, ¿estaba tomando la decisión correcta? ¿Y si el padre de mi bebe estaba aquí? No quería llenarme de más dudas, necesitaba huir. Necesitaba estar lejos de Paris por un largo tiempo, además de encontrar la paz y felicidad que no siento desde hace tanto. Habían pas
—¿Hola?—contesté mi teléfono mientras levantaba la cortina y así entraban mejor los rayos del sol.—¿Gabrielle?—preguntaron por la otra línea.—¿Quién es?—pregunté devuelta.—¿No te enseñaron que es de mala educación responder un pregunta con otra?—divirtió, pero lejos de divertirme me asustó.—Pues que ironía la suya porque lo está haciendo, ¿Quién es?—volví a insistir, mientras su risa inundó el altavoz.—El mismo carácter de siempre, me encanta—dijo en respuesta—, ¿Acaso no recuerdas mi voz?—preguntó.—Si lo hiciera no le estaría preguntando, así que no me haga colgarle—respondí segura, no sé porque razón le había contestado a un número desconocido y mucho menos porque no le había colgado si no me había dicho su nombre o quien era. Pero con tantas preguntas, necesitaba respuestas.—Soy Doménico, tú “Dom”—dijo con un tono, que mi mente confundió con un extraño recuerdo.—, Teníamos más de tres años de relación, princesa.—¿De qué hablas? No entiendo—pregunté tomando asiento.—¿Estás
PIERO SANTORINI.Me gustaba perderme un poco en la preciosa vista que me ofrecía el gran ventanal que tenía en el pent—house de uno de mis hoteles en Roma. Admiraba todo mientras tomaba de mi vaso de whisky, odiaba lo rápido que estaba pasando el tiempo y lo poco que había conseguido saber de mi Ginebra. Georgiano estaba moviendo todas y cada una de sus influencias, pero habíamos perdido tiempo valioso después de que salió de Francia, no pudimos localizarla. Pero sabíamos que se encontraba fuera porque Pierina la había visto en el aeropuerto de Alemania, había hecho una especie de escala allí. Sin embargo, no logró retenerla, como siempre su terquedad primero y no se confió de Pierina. Lo cual está bien porque se debe cuidar, pero si tan solo la hubiese escuchado, todo hubiese sido distinto. Estaría ya en mis brazos, siendo cuidada y protegida.Le di el último sorbo a mí bebida, mientras pensaba en cual sería mi siguiente paso. Pierina había intentado todo para retenerla y contarle, c
Ginebra.Los días siguieron pasando y mi mente estaba más nublada que nunca, tenía las dudas carcomiéndome la cabeza. Debí haber escuchado a la rubia del aeropuerto, pude resolver alguna de mis incógnitas y no lo hice por cobarde. Ahora tenía más preguntas y ninguna respuesta. Evadía el tema intentando concentrarme en el trabajo, buscaba ocuparme de cualquier manera. Había buscado un segundo trabajo que podía hacer igual desde casa, llevando la contaduría de una empresa de extintores. Me gustaba mucho el tema matemático, pero estaba desarrollando un gusto inexplicable por la química. Así que comencé a estudiarla de poco en poco, sentía una extraña sensación de “dejavu”. Pero me gustaba, faltaba poco para mi siguiente control mensual y estaba muy nerviosa. Me daba pánico que algo estuviera fuera de lo rutinario o común, cada día que pasaba me hacía sentir más viva que nunca. Por otro lado, me gustaba ir a los controles porque escuchaba su corazón latir, era un melodioso sonido que me
PIERO SANTORINI.Me senté en frente suyo como hace tiempo no lo hacía, la observé tan linda como siempre, con ese toque sensual que la envuelve, pero sin dejar la elegancia a un lado. Se veía mucho mejor que antes, llevaba un vestido corto y ajustado por encima de su rodilla, era de un color azul tan profundo como el mar caribe. Sus tacones a juego me dieron a entender lo mucho que demoro en escogerlos y hacer que combinaran a la perfección con su vestuario. Llevaba accesorios de la misma tonalidad de sus zapatos, su cabello bien recogido y arreglado, sus uñas bien pintadas y ni hablar de su maquillaje sutil pero glamuroso. Esta mujer era todo un espectáculo, recordaba que su cabello era más oscuro, quizá lo había teñido.—Hola, Piero. —saludó sonriente, dándole un sorbo a su copa de vino.—Hola, perdona por hacerte esperar.—respondí devolviéndole la sonrisa—, Tuve percances.—¿Piero Santorini con percances? ¡Puff que novedad!—respondió con su característico humor.—Tan sarcástica com
PIERO SANTORINI.—¡Mierda!—grité con furia, tirando todo a mi alrededor, tire una mesa, unas sillas y golpee una pared. —, ¡Carajo, Margot! Confiaba en ti, pero desde que te vi hoy. Supe que había algo diferente en ti, no eras la misma. ¡Traidora!—Piero, lo siento perdóname. Solo pensé en mí y en Liam, soy mamá tengo que tener algo que ofrecerle. Te juro que después de conocerte más, me enamore de ti. Ya no quise seguir con todo esto y por eso acepté que terminaras conmigo. Ellos enloquecieron y secuestraron a Liam, si no hacia lo que ellos querían me lo quitarían para siempre. Por eso debía volver a buscarte y reconquistarte. —contó todo de prisa y llorando, hacia pequeñas pausas.—¡Lo sabía! ¡Maldita sea!—exclame molesto.—, ¿Quiénes te contrataron?—Un tal Lenac y Doménico—habló.—, Yo no sé nada más, solo ese era mi trabajo. Ellos dijeron que tú eras un narcotraficante muy poderoso, que hacías lavado de dinero y eras un asesino. ¿Es verdad?—Soy muchas cosas, Margot.—respondí limit