PIERO SANTORINI.Me senté en frente suyo como hace tiempo no lo hacía, la observé tan linda como siempre, con ese toque sensual que la envuelve, pero sin dejar la elegancia a un lado. Se veía mucho mejor que antes, llevaba un vestido corto y ajustado por encima de su rodilla, era de un color azul tan profundo como el mar caribe. Sus tacones a juego me dieron a entender lo mucho que demoro en escogerlos y hacer que combinaran a la perfección con su vestuario. Llevaba accesorios de la misma tonalidad de sus zapatos, su cabello bien recogido y arreglado, sus uñas bien pintadas y ni hablar de su maquillaje sutil pero glamuroso. Esta mujer era todo un espectáculo, recordaba que su cabello era más oscuro, quizá lo había teñido.—Hola, Piero. —saludó sonriente, dándole un sorbo a su copa de vino.—Hola, perdona por hacerte esperar.—respondí devolviéndole la sonrisa—, Tuve percances.—¿Piero Santorini con percances? ¡Puff que novedad!—respondió con su característico humor.—Tan sarcástica com
PIERO SANTORINI.—¡Mierda!—grité con furia, tirando todo a mi alrededor, tire una mesa, unas sillas y golpee una pared. —, ¡Carajo, Margot! Confiaba en ti, pero desde que te vi hoy. Supe que había algo diferente en ti, no eras la misma. ¡Traidora!—Piero, lo siento perdóname. Solo pensé en mí y en Liam, soy mamá tengo que tener algo que ofrecerle. Te juro que después de conocerte más, me enamore de ti. Ya no quise seguir con todo esto y por eso acepté que terminaras conmigo. Ellos enloquecieron y secuestraron a Liam, si no hacia lo que ellos querían me lo quitarían para siempre. Por eso debía volver a buscarte y reconquistarte. —contó todo de prisa y llorando, hacia pequeñas pausas.—¡Lo sabía! ¡Maldita sea!—exclame molesto.—, ¿Quiénes te contrataron?—Un tal Lenac y Doménico—habló.—, Yo no sé nada más, solo ese era mi trabajo. Ellos dijeron que tú eras un narcotraficante muy poderoso, que hacías lavado de dinero y eras un asesino. ¿Es verdad?—Soy muchas cosas, Margot.—respondí limit
GINEBRA.—¿Y quién es Monic?—pregunté, dando un sorbo a mi café.—Es una amiga tuya de toda la vida—respondió mirándome a los ojos.—Mm, no recuerdo.—mentí. Si la había recordado, había experimentado una especie de flashback, en el avión. —Ya la recordaras—dijo amistoso, había algo en él que no acababa por convencerme. —, ¿Por qué escogiste Suiza?—preguntó.—Siempre me gusto y alguien me dijo que era tranquilo para vivir.—respondí con simpleza.—¡Increíble!—respondió—, ¿A qué te dedicas?—preguntó.—Soy redactora para una revista—respondí limitada, no sentía confianza en el para poder contarle a detalle mi vida privada.—, ¿Y tú? ¿Por qué tardaste tanto en contactarte conmigo? —No fue porque no quise buscarte, el terapeuta dijo que necesitabas tiempo para aclarar tu mente y no atosigarte—respondió—, Debía darte el tiempo necesario, pero no resistí más tiempo sin saber de ti.—Mm, no lo sé.—respondí.— , Se me hace extraño que nunca aparecieras, además casi me asesinan.—conté.—¿Qué? ¿c
Termine de tomar mi café matutino mientras leía la revista, mi trabajo estaba muy bien hecho. Se leía fácilmente y la redacción les hacía honor a los increíbles diseños, sonreí satisfecha mientras acariciaba mí ya notoria pancita. Hoy tenía cita en la clínica y estaba dispuesta ir con Dom, después de todo si era el padre de mi bebe merecía conocerlo. Así que le diría que fuésemos, claro que me daba un poco de miedo confiarle algo tan importante. Pero desde el café que compartimos y la pizza con Nutella, habíamos desarrollado una amistad bastante afable, me gustaba conversar con él y su compañía. Comenzaba a gustarme, me hacía sentir muy bien, querida y cuidada. Tome una ducha, relajante como tanto me gustaba. Había llenado la tina, con pétalos de rosas que me envió Dom en estos días, coloque mis sales y esencias favoritas, al bebé también le gustaba porque se enloquecía en mi pancita y me pateaba tanto como un futbolista a su pelota, mientras me relajaba en la tina coloque una pelícu
PIERO SANTORINI.Llegue al departamento que le había asignado a Harry, Pierina venia conmigo, habíamos dejado a Alessandro con su niñera. Al subir lo encontré en su ordenador tecleando muy rápido y moviendo sus manos con mucha agilidad. Lo cual me pareció admirable, saludé a Dan, uno de mis hombres que de momento lo había puesto como niñero del hacker.—Buenas tardes, señor—saludó levantando su mirada de la pantalla hacia mí, al fijarse en Pierina su rostro cambio—, Ah, señora buenas tardes también.—¿Qué encontraste? —pregunté.—Según las cámaras internas del aeropuerto y la externa de la pista de aterrizaje.—dijo mientras nos enseñaba unos videos.—, detecte el idioma en el que están escritos los avisos instructivos que se ven al fondo, es retorrománico. Una lengua nativa de Suiza.—¿Eso quiere decir que está en Suiza?—pregunté.—Sí es muy probable, no encontré accesos a las cámaras externas, las del estacionamiento para ver a donde se dirigía. Pero es una gran posibilidad que este e
—¿Le duele?—preguntó la doctora, al presionar mi costilla superior.—No, estoy bien. Solo fue el susto—respondí.—¿Segura? Estando embarazada, usted está más frágil.—interrogó.—Lo sé señorita, pero en serio estoy bien.—respondí sentándome en la camilla.—, ¿sabe usted que fue lo que sucedió en el edificio?—pregunté.—Sí, un estallido de una bomba. Por alguna razón no fue de mucho radio, era específica para un piso y departamento. —respondió—, un atentado, que desafortunada esa chica.—¿Esa chica? ¿Acaso hubo un herido?—pregunté nuevamente.—Sí, murió una chica rubia. Su nombre si mal no recuerdo era Monic, según el reportaje—respondió y sentí helar mi sangre.—, ¿se encuentra bien? ¡Esta pálida!—Estoy bien, gracias.—respondí.Mi mente se nublo, ese atentado era para mí. No para ella, había pagado unos platos rotos que no debía, la pobre a pesar de que era intensa y muy irritante no tuvo que haber muerto por mi culpa. Me sentía responsable y ni hablar de cómo me dañaba la conciencia. N
PIERO SANTORINI.Había aparcado en el estacionamiento de la residencia en la que vivía Ginebra, había sido acordonada, estaban policías y agentes de la interpol investigando supongo, también estaban los bomberos y muchos reporteros. Intente acercarme, pero Pierina me detuvo, me recordó que podrían estar vigilándonos. Le pregunté a la auxiliar que fue quién la sacó del ascensor, la había visto en el noticiero.—Disculpe señorita, ¿A dónde llevaron a la joven que sacaron del ascensor?—pregunté.—Esa es información clasificada, señor—respondió.—Señorita, soy su esposo. Vengo llegando de viaje, necesito saber en dónde se encuentra—respondí.—En ese caso, está en la clínica particular Santa Bernardita de la paz.—respondió—, si le preguntan, no lo supo por mí—respondió guiñándome el ojo.Asentí y regresé a donde me esperaba Pierina y mis hombres, les dije que buscaran la dirección de esa clínica. Nos subimos al auto y sentía como mi corazón iba a mil por hora. La sentía tan cerca que no po
El sol se había posado en lo más alto, por la pequeña rendija de la ventana se filtraban ciertos rayos que caían sobre mi rostro. Me removí incomoda y mis alarmas se activaron al sentir el peso al otro lado de la cama, me levanté asustada y lo vi dormido. Era Dom, no recordaba que se había quedado conmigo. Suspire con tranquilidad, me levanté rápidamente y tome una ducha rápida, me vestí con ropa cómoda y recogí mi cabello. Me coloque el gorro de silicón y encima la peluca de color rojo, era una caballera sumamente larga. Me coloque mis gafas de sol y junte mis cosas, guarde el arma en mi bota derecha, resguardándolo con la bota del pantalón que llevaba puesto, la aseguré aún más con el cordón de la bota. Me sentía muy extraña, era como si una fuerza extraña había tomado el control de mi cuerpo. Actuaba por impulso, pero mi conciencia se sentía tranquila.Desperté a Dom, le pedí que se alistará. Viajaríamos en tren, así no habría registro de nuestros nombres. Tiempo después habíamos d